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Aprender a resolver problemas y de manera colaborativa



Aprender a colaborar y aprender a resolver problemas son aprendizajes fundamentales para toda persona, desde la infancia y a lo largo de la vida. Ambos aprendizajes son destacados en los listados de 'habilidades del siglo 21'.

Resolver problemas de manera colaborativa fue una competencia evaluada por primera vez en la prueba internacional PISA 2015. Los resultados de esta prueba fueron dados a conocer por la OCDE en diciembre de 2017.

Así define la OCDE la capacidad de resolver problemas de manera colaborativa:
  • La capacidad para involucrarse en un proceso a través del cual dos o más personas intentan resolver un problema.
  • Para ello, las personas deben compartir la comprensión en torno al problema y las actividades requeridas para resolverlo. 
  • Las personas aúnan sus conocimientos, habilidades y esfuerzos para alcanzar esa solución.
Se destaca, en esto, la importancia de las habilidades de relacionamiento social, de comunicación, de pensamiento y de lectura. 

Una primera gran conclusión del estudio fue que, en todos los países involucrados en esta prueba (52), las mujeres superan a los hombres en la habilidad de trabajar con otros para resolver problemas. (En 2012 PISA evaluó resolución de problemas de manera individual; los hombres tuvieron aquí ventaja sobre las mujeres). Una conclusión que ofrece material para el pensamiento y el análisis. Interesante asimismo notar que la brecha más amplia entre hombres y mujeres se encontró en Finlandia.

Otras conclusiones importantes: no existen diferencias significativas entre estudiantes provenientes de sectores desfavorecidos y estudiantes provenientes de sectores privilegiados; tampoco hay diferencias significativas entre estudiantes inmigrantes y no inmigrantes; mientras más valoran las relaciones sociales, mejores resultados obtienen los estudiantes en la resolución de problemas; la mayoría de estudiantes dice apreciar la colaboración y el trabajo en equipo.


En los 10 primeros lugares se ubicaron Singapur, Hong Kong, Corea del Sur, Canadá, Estonia, Finlandia, Macao (China), Nueva Zelanda y Australia. Varios de ellos vienen ubicándose también en los primeros lugares de PISA en lectura, matemáticas y ciencias. De hecho, se encuentra que hay relación entre quienes resuelven problemas y quienes obtienen buenos rendimientos en las otras áreas evaluadas.

Una vez más, en este campo, los países participantes de América Latina se ubicaron a la cola: Chile fue el país con mejores resultados, seguido por Uruguay, Costa Rica, México, Colombia, Perú y Brasil. 

En los países de la OCDE, 28% de los estudiantes evaluados por PISA mostraron tener habilidades para el trabajo colaborativo. En Chile, el 42% de los estudiantes de 15 años obtuvieron resultados bajo el nivel 2, lo que indica mucha dificultad para trabajar en equipo. En los países latinoamericanos participantes en esta prueba ese porcentaje sube a 59%.

En Colombia, Costa Rica y Perú se observan las menores diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a resolución colectiva de problemas.

En resolución de problemas, en PISA 2012, Brasil, Chile, Colombia y Uruguay se ubicaron en los últimos 10 lugares del ranking de PISA.

Es claro que el aprendizaje colaborativo y la resolución de problemas de manera colaborativa son grandes debilidades de la educación latinoamericana. Aprender colaborativamente implica romper con el modelo de aprendizaje individual. Aprender a resolver problemas implica otra concepción de la enseñanza y del aprendizaje, otros currículos y otras pedagogías, no el modelo educativo orientado a acumular información y a contestar preguntas.

¿Cuándo será el día que nuestros sistemas educativos enseñen a estudiantes y a profesores a trabajar de manera colaborativa? ¿Cuándo será que las políticas educativas se comprometan con cambios profundos antes que con reformas cosméticas?

» OECD, Collaborative problem solving, PISA in Focus, No. 78, Nov. 2017
» OECD, How does PISA measure students' ability to collaborate, PISA in Focus N° 77,  31 Oct. 2017

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Saberes socialmente útiles

Rosa María Torres

(actualizado 3 sep. 2021)

Roberto Mamani - Bolivia

Durante la crisis de fines de los 1990s e inicios del 2000, en Argentina se extendió el trueque, tanto de objetos como de servicios. Millones de personas se organizaron en nodos, redes y clubes de trueque en todo el país. Vivía entonces en Buenos Aires y conocí varios sitios de trueque en diferentes lugares del país.

Uno que me llamó especialmente la atención fue un mercado de trueque de servicios, uno de los primeros que surgió. Las personas habían preparado carteles para informar
los servicios que ofrecían; los tenían sobre una mesa, en el suelo, o bien colgados del cuello, Algunos carteles incluían el nombre del oficio: dentista, enfermero, profesor, diseñador gráfico, etc. Otros describían el servicio ofrecido: cuido a personas mayores, doy clases de guitarra, ayudo con las tareas escolares, pongo inyecciones, doy masajes, hago pasteles de cumpleaños, reparo televisores, hago planos, etc.

Mientras observaba y recorría el lugar pensaba qué servicios podría ofrecer yo en un lugar de intercambio como éste. Mis oficios tienen que ver primordialmente con leer, escribir, editar, investigar, asesorar, enseñar, traducir, viajar, usar la computadora y navegar en internet. ¿Qué de eso puede servirle a personas en crisis que buscan satisfacer necesidades básicas recurriendo a saberes y habilidades de otros?

Cuando llegué a mi departamento ese día me puse a pensar y anotar en una libreta mis saberes y habilidades prácticos, potencialmente útiles en situaciones de precariedad y emergencia. Me sorprendí con lo que descubrí.

Empecé explorando mis habilidades manuales. No me sorprendió comprobar que son pocas, pero me ayudó recordar que tengo algunas. No me sorprendió confirmar que mis fortalezas están alrededor de la lectura y la escritura, los idiomas, la enseñanza, la investigación, la comunicación, la asesoría, el uso de la computadora, los viajes, pero sí me sorprendió encontrar muchas tareas concretas en las que esos saberes pueden adquirir valor de uso y valor de cambio, ser herramientas útiles para otros y recursos para la propia supervivencia.


Nunca he participado en un mercado de trueque de servicios ni en los trueques que se hacen virtualmente, pero me he imaginado muchas veces en uno de ellos, parada con mis carteles, ofreciendo mis habilidades:

- tejer (bufandas, suéteres, chalecos, ponchos, chales, bolsos, colchas)
- hacer crochet (cojines, agarradores de ollas, tapetes, cintillos, pulseras, marcadores de libros)
- manejar
- lavar platos
- fabricar velas

- llenar o ayudar a llenar un formulario
- hacer o ayudar a hacer carteles, rótulos, certificados, hojas volantes (bien hechos, sin errores)

- hacer o ayudar a hacer una hoja de vida (curriculum vitae)
- ayudar a prepararse para una entrevista de trabajo
- asesorar a estudiantes y familias sobre carreras, estudios y becas

- corregir errores ortográficos
- editar textos (carta, solicitud, menú, monografía, folleto)
- poner un texto difícil en fácil
 

- hacer guiones para radio 
- enseñar a leer y escribir a niños, jóvenes y adultos
- hablar, leer y escribir en inglés
- leer y comprender portugués

- dar clases de español o de inglés
- traducir del español al inglés y viceversa
- enseñar a usar una computadora, a abrir y manejar una cuenta de correo, a buscar información

- crear y moderar una comunidad virtual
- enseñar a hacer y administrar un blog
- ayudar a pensar y a analizar
- enseñar a argumentar
- buscar y comprar artesanías, identificar de qué país o lugar son

- hacer, enseñar a hacer o ayudar a hacer un proyecto

- aconsejar sobre asuntos escolares y educativos
- aconsejar sobre cómo hacer una tesis

- aconsejar y acompañar a mujeres que están pasando por una crisis de pareja o un divorcio
- aconsejar sobre viajes y lugares


Conservo esa lista, que he seguido ampliando con más habilidades 'descubiertas' y desarrolladas. Hacerla fue un ejercicio importante de introspección, de metacognición, de toma de conciencia y empoderamiento. Y me alegra constatar que cada vez tengo más saberes y habilidades socialmente útiles que agregar a la lista:

- saber qué hacer en un sismo
-
usar y enseñar a usar Twitter
- distinguir alimentos saludables y no saludables
- conocer las propiedades de verduras y frutas y los usos medicinales de muchas plantas
-
saber comprar en la tienda o el supermercado
- usar productos naturales en vez de muchas medicinas y productos de limpieza y belleza
- cocinar, cocinar sin aceite
- hacer encurtidos caseros                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                
-
incorporar el ikigai a mi vida y a mi trabajo
- organizar y cuidar un huerto en el jardín de mi casa
- conocimientos sobre perros, preparación de comidas para perros y cuidado de una perrita adoptada
(estos dos últimos son aprendizajes realizados en pandemia).  


En estos años incorporé este ejercicio de introspección (individual y colectivo) como método de trabajo en reuniones, talleres, consultas y asesorías. Lo recomiendo siempre. 


Cada persona tiene su catálogo propio y único de saberes, aptitudes, habilidades, que amplía y renueva constantemente. Esos que, lastimosamente, nunca o casi nunca se dejan ver en el curriculum vitae. Y que se adquieren en una multiplicidad de lugares y de prácticas, gracias a aprendizajes formales, no-formales e informales, y a lo largo de la vida.

Ser conscientes de qué sabemos y de qué sabemos hacer (y de qué no), de cuáles son nuestros saberes socialmente útiles, reconocibles y valorados como tales por otras personas, es esencial para el aprender a aprender, el aprender a ser, el aprender a hacer y el aprender a convivir con otros.


Para saber más
»
El trueque, hijo directo de la debacle financiera, Perfil, Buenos Aires, 17/12/2011
» Vuelve el trueque para recuperar el valor de las cosas

» Coraggio, José Luis, Las redes del trueque como institución de la economía popular, en: Economía Popular Urbana: Una nueva perspectiva para el desarrollo local. Cartillas del Programa de Desarrollo Local, No 1, octubre. UNGS, Buenos Aires, 1998.
» Hintze, Susana (coord.), Trueque y economía solidaria. Buenos Aires, Prometeo Libros, 2003.
» Fernández Mayo, Manuela, El trueque solidario: Una estrategia de supervivencia ante la crisis argentina de 2001, Universidad de Cádiz, 2008.
»
Red Global de Trueque

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» Una educación para resolver problemas de la vida
» Madres educadoras (Una ceremonia de graduación en un jardín de infantes)
»
Aprendizaje formal, no-formal e informal 
 

Salas de profesores


Sala de profesores en una escuela en Helsinki. Foto: Rosa María Torres

Siempre que visito escuelas, hay tres cosas que insisto en ver: los baños, los patios y las salas de profesores. Todos ellos dicen mucho acerca de la escuela y de la calidad de educación que ofrece.

Mi pedido suele causar estupor. Directores, profesores y estudiantes esperan que el visitante quiera ver las aulas, no los baños; quiera ver clases, no recreos; interactúe con los profesores en los espacios habilitados para las visitas, no en aquellos considerados parte del "puertas adentro" de la escuela.

Incursionar en estos ámbitos me trae muchas sorpresas. Baños, patios y salas de profesores precarios, descuidados y hasta inexistentes. En un baño en escuela ecológica en México casi me infarto. En los patios veo a menudo violencias, maltratos, soledades, tristezas. En muchas salas de profesores he confirmado el poco valor que se da a los docentes, a su tarea, a su descanso, al trabajo en equipo.

En Finlandia, obviamente, no iba a hacer excepciones. Desda la primera escuela que visité, me preparé para pedir ver la sala de profesores. Si tanto se valora a los profesores en la cultura finlandesa, seguro encontraría espacios docentes a la altura.

No tuve que pedirlo. La profesora encargada de atenderme me dijo que había que esperar un rato para entrar a una clase y que, si quería, podía esperar en la sala de profesores. Estaban reunidos en ese momento, pero podría sentarme y tomar un café.
Foto: Rosa María Torres

Así pues, lo primero que ví en mi visita de estudio en Finlandia, y sin tener que pedirlo, fue una sala de profesores en una escuela en Helsinki. Una veintena de profesores estaban enfrascados en una reunión de trabajo, sentados alrededor de una mesa, en una habitación cómoda, bien iluminada. Yo, sin entender una palabra, observando, escuchando y tomando notas desde una pequeña habitación contigua, conectada a la sala principal. 


Foto: Rosa María Torres
En una escuela de práctica docente, también en Helsinki, el recorrido que me hizo la directora incluyó varias estaciones incrustadas en los distintos departamentos. Son pequeños centros de recursos que sirven al mismo tiempo de espacios de trabajo y descanso de los profesores de cada uno de esos departamentos. Pasamos por las estaciones de Matemáticas y de Informática, ambas equipadas con sofá, mesas y sillas, laptops y otros implementos de trabajo.

En una escuela semi-urbana en la zona de Espoo, fuera de Helsinki, construida hace más de veinte años, la directora me invitó a conversar en su oficina después de la visita. La oficina quedaba junto a la sala de profesores, ambas situadas en el segundo piso, con amplios ventanales y vista al bosque y a los niños que juegan afuera durante los recreos.

Foto: Rosa María Torres
Foto: Rosa María Torres
Encontré aquí la sala de profesores más acogedora y bien equipada que he visto jamás en un plantel público. Una mesa de reuniones con una pizarra blanca grande. Como complemento, una suerte de living, con sofá, sillones, mesas, plantas, libros y una pantalla grande de televisión. Y un cuarto de cocina en el que hay entre otros una máquina dispensadora de café y una heladera.

Los profesores vienen aquí a conversar, a leer, a trabajar, a descansar, a tomar un café, a reunirse con otros profesores.


Cuando estaba por irme, empezaron a llegar varios a la sala. Era el cumpleaños de alguien y se aprestaban a celebrar con pastel y velas. La directora me invitó a quedarme pero me excusé. Debía tomar el ómnibus de regreso a Helsinki antes de que oscureciera, alrededor de las 5 de la tarde en esta época del año.

Una cosa más en que Finlandia no me defraudó. Seguramente hay planteles con salas de profesores mucho menos atractivas que las que ví en esta visita de estudio. Pero me quedó claro que cada plantel tiene al menos una y que se utilizan. El contacto, la colaboración y el aprendizaje entre profesores es un aspecto esencial de la educación finlandesa y del profesionalismo docente en este país. La arquitectura y el tiempo escolar honran y facilitan ese contacto y esa colaboración.

Hay que contarles estas cosas a los políticos latinoamericanos, que tan a menudo hablan de valorización y de profesionalismo docente pero se olvidan de los profesores y de sus necesidades cuando planifican, construyen y equipan escuelas.

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» Rosa María Torres, Sobre la educación en Finlandia | On education in Finland
» Rosa María Torres, Madre Tierra
» Rosa María Torres, El aula y el patio 

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