Recordando al Conejo - Fernando Velasco Abad

Para eliminar el analfabetismo hay que eliminar la pobreza

Newsweek


Llegamos al lugar. Un basural inmenso en El Cairo, cuyo olor nos inunda y nos marea no bien abrimos la puerta del vehículo. Por increíble que parezca, aquí vive gente, gente que vive entre basura, de la basura, gracias a la basura. 

La organización no-gubernamental que trabaja aquí en diversos programas - salud, saneamiento ambiental, capacitación laboral, alfabetización - nos ha in­vitado a visitar el centro de alfabetización.

En un pe­queño cuarto destartalado el coordinador del centro nos explica el programa. Terminada la exposición, un colega se anima a preguntar lo que todos estamos mascullando: en vez de alfabetizar, ¿no sería mejor ayudar a estas familias a escapar de este lugar?.


Esto sucede en Egipto pero puede suceder en cual­quier lugar del mundo. En Nueva York y Bogotá, en Río de Ja­neiro y Bangkok, en Quito y Nairobi, hay basurales como éste y gente que vive de la basura. Gente que, en su mayoría, es anal­fabeta, no puede enviar a sus hijos a la escuela o no puede sostenerlos en ella, y no ve posibilidad de romper el círculo vicioso de la pobreza. En este mar de basura maloliente, ¿puede un poco de alfabetización hacer alguna diferencia? 

El analfabetismo se concentra don­de se concentra la pobreza: "países en desarrollo", zonas rurales y urbano-marginales, tugurios, villas miseria, basurales...

El analfabetismo es hijo de la pobreza. Los analfabetos son los más pobres entre los pobres. Los que no pudieron ir a la escuela cuando niños o debieron abandonarla al poco tiempo porque tuvieron que trabajar. Los que repiten los años porque carecen de condi­ciones mínimas para estudiar y aprender.

Una y otra vez los gobiernos y la comunidad internacional anuncian propósitos de reducir y hasta "erradicar" el analfabetismo. No obstante, es imposible pretender encarar eficazmente el analfabetismo sin tocar el drama de la pobreza, fuente de su perpetua reproduc­ción. Pueden seguir abriéndose escuelas y ofreciéndose programas de alfabetización de adultos, pero el problema subsistirá. Solo el día en que go­biernos y sociedades se comprometan en serio a eliminar la pobreza será pensable un mundo alfabetizado.