Henry camina bailando raegge por la calle, saludando a todo el mundo, alegre como si tuviera todo resuelto en la vida. Durante el almuerzo, al narrar su historia, nos cuenta sobre sus cuatro hijos a quienes este año no pudo enviar a la escuela porque no tienen zapatos. Compró las camisas, faldas y pantalones, pero el dinero se le acabó al llegar a los zapatos. Ha logrado ahorrar unos dólares - cuando le invitamos a almorzar nos dice que, sinceramente, prefiere una propina - y calcula que en dos semanas podrá juntar el dinero necesario. Los niños están atrasados ya dos meses a clases, pero él confía en que los aceptarán. ¿No pueden ir descalzos, al menos hasta que tengan los zapatos?. No. La escuela exige el uniforme completo.
La situación de Henry y sus hijos es la situación de millones de familias en el mundo. Sin embargo, pasa en buena medida desapercibida en los diagnósticos y políticas educativas. Los factores que corrientemente se mencionan para explicar por qué niños y niñas se quedan fuera de las aulas o se retiran al poco tiempo, son: desidia de los padres y falta de aprecio por la educación, sobre todo para el caso de las niñas; falta de escuelas o de maestros, o bien asistencia irregular de estos últimos; distancias que hay que recorrer a pie; mala calidad de la educación e irrelevancia de los contenidos; maltrato; inadecuación de los horarios e inflexibilidad de los calendarios escolares. Cuando se mencionan costos, puede tenerse en cuenta el costo de oportunidad del trabajo infantil y los costos ocultos de una educación supuestamente gratuita (útiles escolares, uniformes, cuotas, etc). Pero pocos parecen tener claro el peso que pueden llegar a tener los uniformes como factor limitante del acceso escolar y desencadenante de la deserción.
El uniforme, oneroso de por sí, significa para los pobres un obstáculo más en la educación de sus hijos. Sin importar condición económica ni clima ni gustos ni necesidades, hay que comprar la falda a cuadros, el pulover de manga larga, la corbata, la camisa caqui o la blusa blanca, las medias con raya azul, los zapatos negros y los de educación física, insignias, charreteras, gorros, bandas, musetas, capas. En zonas urbanas y rurales, en frío y en calor, para ir en bus o a pie, para cruzar calles, charcos o matorrales.
Es un hecho: la exigencia del uniforme escolar está impidiendo a muchos niños pobres del mundo acceder a la escuela o permanecer en ella. Universalizar el acceso y mejorar la retención escolar pasan por abolir algunas tradiciones que, como la del uniforme, sólo agregan peso a la ya pesada carga de la educación de los pobres.
* Reportaje incluido en: Rosa María Torres, Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuaderno de viajes, Paidós, Buenos Aires-Barcelona-México, 2000.
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