Recordando al Conejo - Fernando Velasco Abad

Caperucita, Blancanieves y otras crueldades

(La violencia en los cuentos infantiles)


Lobo feroz - Sabrina Dieghi

Para Camila

A la Caperucita Roja amenaza con comérsela un lobo feroz y a su abuelita se la engulle efectivamente. Unos leñadores despanzurran al lobo frente a la asustada Caperucita y sacan de sus asquerosas entrañas a la abuelita, viva. Liquidado el lobo, todos festejan y viven muy felices.

A la Blancanieves la envenena una reina malvada, envidiosa de su belleza. Frustrado el primer intento de asesinato (había ordenado a un criado-sicario llevarla al bosque, asesinarla y abandonarla ahí), el segundo intento - la manzana envenenada - funciona. El beso de un príncipe redentor saca del coma a Blancanieves, de la que se enamora y con la que se casa, convirtiendo así la tragedia en oportunidad.

Juanito, el de las habichuelas mágicas, le roba los tesoros al gigante aprovechando que duerme. Este despierta y persigue a Juanito árbol abajo, dispuesto a aplastarlo y a matarlo. Pero Juanito, investido de inusitada fuerza y rapidez, corta el tronco de un hachazo. El gigante se estampa estrepitosamente contra el suelo, lo que genera gran alegría posterior a Juanito y a su madre.

La linda Cenicienta no puede tener peor suerte. Muerto el papá, madrastra y hermanastras disfrutan teniéndola en harapos, encerrada, explotada y esclavizada cumpliendo tareas domésticas en un enorme castillo desvencijado. Gracias a una salvadora hada madrina logra escapar una noche, vestir de princesa y conocer al príncipe enamorado que irá casa por casa probando el zapatito de la doncella que huyó, despavorida, a medianoche.

Rapunzel es entregada por sus padres a una bruja a cambio de unas manzanas robadas. Cuando cumple 12 años la bruja la encierra en una alta torre. Todos los días Rapunzel debe soltar su trenza a través de la ventana, para que la bruja trepe por ella. Hasta que un día quien trepa es un príncipe. Descubierto el romance, la bruja le corta la trenza a Rapunzel, la abandona en un lugar lejano y le aplica un hechizo al príncipe, dejándolo ciego. Un día, ambos se encuentran, una lágrima de Rapunzel le devuelve la vista al príncipe, y terminan casándose y viviendo felices.

La infancia de los hermanos Hansel y Gretel es una sarta de horrores: primero, abandonados por sus padres en medio del bosque; luego, encarcelados, engordados y a punto de ser comidos por una vieja mala, con apariencia de buena, que maneja un antro de abuso de menores con fachada de chocolate. Los niños logran burlar a la vieja y se la sacan de encima empujándola dentro de un gran horno donde presumiblemente da alaridos mientras se chamusca, para beneplácito de los protagonistas y de los lectores.

Y así por el estilo con Pulgarcito, Alí Baba y los Cuarenta Ladrones y otros tantos clásicos de la literatura infantil. Historias de lobos, brujas, gigantes, ogros, madrastras y hermanastras, todos ellos malvados y feos, que abandonan, maltratan, explotan, torturan, asesinan, y comen niños. Historias de canibalismo, engaño, envidia, celos, maldad, crueldad, robos, asaltos y asesinatos primorosamente ilustradas, a todo color, en cientos de idiomas, en los formatos y versiones más variados, por las que transitan en su tierna infancia millones de niños y niñas en todo el mundo, desde nuestros tataratatarabuelos hasta el día de hoy.

¿Qué pasa por la mente de una niña cuando escucha la historia de la Caperucita, donde un lobo se come viva a una abuelita y pretende comerse, también viva, a la pequeña caminante que desobedeció a su mamá? ¿Qué siente un niño frente a niños abandonados por sus papás en medio de oscursos bosques y engordados tras rejas con candados para ser comidos por viejitas que indefectiblemente resultan ser brujas, brujas que tientan a los niños con caramelos y chocolates?

La maldad, la crueldad y la violencia que trasuntan muchos cuentos llamados "infantiles" - y especialmente aquellos convertidos en prototipos y tesoros de la literatura infantil - tienen, en verdad, poco de infantil. Son adultos quienes los han imaginado, los han escrito e ilustrado, y son adultos quienes los siguen leyendo o haciendo leer a los niños. Cuentos disfrazados ellos mismos de viejitas amables y casitas de chocolate, pensados no tanto para desarrollar la imaginación infantil como para sembrar entre los niños la desconfianza y el miedo. Cuentos con gancho que se aprovechan para el sermón, la lección y el castigo ejemplares: los niños desobedientes (Caperucita) o los que confían en extraños y se dejan seducir por sus halagos (Hansel y Gretel) pueden llegar a pagar con su vida (o la de sus parientes) la desobediencia y la credulidad. Cuentos cuyos personajes cobran vida real fuera del libro y sirven de comodines para lograr el control y la sumisión infantiles:

- "Si no comes, viene la bruja"
- "A los niños que desobedecen, les come el lobo"
- "Si te portas mal, le llamo al ogro".

Nos horrorizamos frente a la violencia del cine o la televisión, pero no dudamos en leer o hacer leer a nuestros niños cuentos de horror que nada tienen que envidiar a las más violentas series de televisión y a las pelícuas más truculentas. El reino del "cuento infantil", tradicionalmente idealizado e instrumentalizado por padres de familia y educadores, resulta ser, a menudo, un pavoroso reino del mal cuyos principales villanos son padres y madres, padrastros y madrastras, las personas mayores, los feos ... y cuyos héroes son hadas madrinas, príncipes y princesas.

La próxima vez que escoja un cuento para leer a sus alumnos, a sus hijos o a sus nietos, asegúrese que sea realmente un cuento infantil, es decir, una historia que abraza y que cobija, que genera sonrisas, que es capaz de abrir ojos y bocas no de miedo sino de sorpresa y de contento.

* Publicado originalmente en: Familia, revista dominical del diario El Comercio, Quito, 12 feb. 1996

Para saber más
Cuento de Caperucita Roja politicamente correcto
Cinderella variants
La metamorfosis de Caperucita (Revista Ñ)
Hansel y Gretel están perdidos en el bosque... y no tienen celular (Revista Ñ)
From Rapunzel to The Little Red Riding Hood, Beloved Children’s Classics as Minimalist Posters

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