Tú, hipócrita que te muestras humilde ante el extranjero
pero te vuelves soberbio con tus hermanos del pueblo.
¡Oh!, Maldición de Malinche, enfermedad del presente
¿cuándo dejarás mi tierra, cuándo harás libre a mi gente?
(Gabino Palomares)
La misión internacional involucrada en la reforma educativa ha arribado a este país andino: bilaterales y multilaterales, bancos y no bancos, estamos alrededor de esta mesa en la que se discute el plan de reforma. Con ayuda de varios consultores extranjeros y a un precio considerable (30 estudios-documentos, honorarios de entre 300 y 450 dólares diarios por consultor) se ha concluido un primer diagnóstico de la situación educativa del país. Estamos aquí - yo representando a UNICEF, como asesora de la Sección Educación de UNICEF en Nueva York - para escuchar el informe final de dicho diagnóstico y luego discutir las recomendaciones derivadas de éste.
Hasta el primer café de la mañana estamos todos tensos, incluso físicamente alineados en dos bandos, los nacionales y los no-nacionales, cada cual tanteando su espacio y el de los demás. Pero a partir de la media mañana y, sobre todo, después del almuerzo, el clima se distiende y es como si fuéramos amigos de mucho tiempo. Sintiéndose en confianza e intentando ganar la de los financistas, el equipo nacional empieza a desnudar los problemas, sin problemas. Ante la misión internacional - gringos, europeos y latinoamericanos - desfilan toda clase de confesiones y de cuitas, esas que suelen formar parte del «puertas adentro» de cada país y de cada Ministerio de Educación.
No falta nada. El «diagnóstico» ha dejado al descubierto los vicios enquistados en el sistema escolar, esos que están en todos lados y que ya no sorprenden a ningún experto internacional, pero que tienden a creerse únicos y propios por los equipos locales dentro de cada país y son ignorados en general, y en su verdadera magnitud, por la ciudadanía.
Allí está el largo y conocido listado de problemas: falta de articulación vertical y horizontal, obsolescencia del currículo y la pedagogía, un Ministerio burocratizado, alto número de maestros sin capacitación o deficientemente capacitados, malos salarios, maestros-fantasmas repartiéndose salarios de jubilados o de muertos, ineficiencia y corrupción administrativas, improvisación, nepotismo y favores políticos, criterios antojadizos en la asignación de recursos, desperdicio de recursos y materiales, cajas de libros sin distribuir pudriéndose en una bodega, laboratorios y equipos sin uso y presumiblemente resultado de algún negociado, estudios costosos elaborados por consultores internacionales y que no han sido usados, descubrimiento de que uno de esos estudios es copia de uno presentado por el consultor en otro país, etcétera, etcétera. Lejos de generar estupor o indignación, el listado genera más bien aburrimiento. Algunos ítems incluso suscitan risa, por particularmente curiosos o por la manera jocosa como son expuestos. Al final del día, se vive en la sala un ambiente casi festivo, de complicidad y hasta camaradería. Todos hemos compartido en este pequeño cuarto algunos inconfesables “secretos” de este país, vicios perniciosos del sistema educativo nacional con la activa colaboración de la cooperación internacional.
¿Quién dice que los trapos sucios se lavan en casa? ¿Quién quiere tender en el cordel doméstico sapos y culebras y espantar a los connacionales, ciudadanos que votan, individuos desinformados, ajenos a los mecanismos del poder y al uso de los recursos, pero que, cuando se informan, pueden llegar a opinar, criticar, reclamar y hasta organizar protestas masivas y tumbar gobiernos?.
Al día siguiente, los diarios hacen noticia en primeras planas: misión internacional de visita en el país discutiendo la reforma educativa, grandes préstamos y donaciones en ciernes, gran éxito, grandes augurios. El ciudadano corriente leerá esa mañana el diario y pasará incluso por alto la noticia, noticia árida con cariz de reunión técnica, de discusión entre expertos, de convenio internacional. El verdadero contenido de la reunión no es materia informativa para la población, para los electores, para quienes padecen las consecuencias de todos esos males y financian los costos no sólo de los males sino de su diagnóstico, y en cuyo nombre se diseñan las reformas y contraen las deudas para llevarlas a cabo. Los trapos sucios de la educación no se lavan en casa sino en la tintorería de las agencias internacionales, a puerta cerrada, en pequeños conciliábulos entre cúpulas nacionales y extranjeras. La Maldición de Malinche.
* Reportaje incluido en: Rosa María Torres, Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuaderno de viajes, Editorial Paidós, Buenos Aires-México-Barcelona, 2000; Itinerários pela Educação Latino-Americana, Artmed Editora, Porto Alegre, 2001. Prólogo de Fabricio Caivano.
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