Recordando al Conejo - Fernando Velasco Abad

Declaración de Quito (1991): Hacia un nuevo modelo educativo




Foto: Cristóbal Ocaña


En 1991 se firmó en Quito una declaración de ministros de educación que concluyó en el "agotamiento del modelo educativo" vigente, propuso avanzar hacia un "nuevo modelo educativo" y anunció el comienzo de una "nueva etapa de desarrollo educativo, que responda a los desafíos de la transformación productiva, de la equidad social y de la democratización política".

Fui parte del equipo que redactó dicha declaración - junto con Juan Carlos Tedesco, entonces director de UNESCO-OREALC - y recuerdo vívidamente el entusiasmo con el que se redactó, discutió y aprobó. No había entonces Internet ni redes sociales y era más bien limitada la difusión de eventos y declaraciones. Pocos se enteraron posiblemente de esta Declaración, más allá del pequeño círculo de ministros, equipos ministeriales y especialistas.

Han pasado muchos años, muchos ministros y muchas declaraciones desde entonces. Los discursos nacionales, regionales y mundiales sobre la educación se diluyen entre tanta reunión y tanta cumbre, atropellándose entre sí, a menudo reiterando los mismos fraseos del viejo modelo agotado y proponiendo como «nuevos» planteamientos que vienen haciéndose - y cuestionándose - desde hace varias décadas.

Traigo por eso aquí este artículo mío de inicios de los 1990s, en el que resumía y celebraba aquella declaración esperanzadora que, a las puertas del siglo 21, hablaba de modelos agotados y de la necesidad de giros mayores. Más de treinta años después, el «modelo agotado» sigue en buena medida en pie, apalancado con nuevas tecnologías, y los replanteamientos mayores siguen sin hacerse.



A fines de 1991 tuvo lugar en Quito una reunión de educación que no fue una más entre tantas. Por la cantidad y ca­lidad de sus participantes, y por el contenido de los do­cumentos que allí se discutieron y aprobaron, la reunión marcó un hito al proponer un nuevo rumbo para la educación en América Latina y el Caribe.

Con nombre largo, com­plicado y tecnocrático - IV Reunión del Comité Regional Intergubernamental del Proyecto Principal de Educación en América Latina y el Caribe (PROMEDLAC IV) - el evento reunió a las y los mi­nistros de educación de la región por cuarta vez desde que, en 1979, arrancó el Proyecto Principal de Educa­ción (PPE), coordinado por UNESCO-OREALC (la oficina regional de la UNESCO) y con tres metas para el año 2000:

a) alcanzar la escolarización básica a los niños en edad escolar y ofrecerles una educación general mínima de 8 a 10 años de duración;
b) superar el analfabetismo, desarrollar y ampliar los servicios educativos para jóvenes y adultos con escolaridad incipiente o sin escolaridad; y
c) mejorar la calidad y la eficiencia de los sistemas escolares, y de la enseñanza en general, a través de la realización de las reformas necesarias y del diseño de sistemas efectivos de medición de los aprendizajes.

¿Por qué hito?

La Declaración de Quito, suscrita al término de la reunión por los 26 ministros de educación presentes, no habló solo de mejorar. Habló de "iniciar una nueva etapa de desa­rrollo educativo" dado que las estrategias en que se han sustentado los sistemas educativos "han agotado sus posibilidades de armonizar cantidad con calidad".

Seis puntos se acordaron en dicha Declaración sobre qué hacer y cómo emprender la nueva etapa. Los resumo aquí.

1. Consenso nacional sobre la prioridad de la edu­cación y de su transformación. Nuestros países necesitan fortalecer la integración re­gional y bilateral, invertir prioritariamente en la formación de su gente, batallar contra la inequidad, fortalecer la cohesión social. Sin una educa­ción de calidad son imposibles la equidad y la democracia. Por eso, se requieren grandes consensos nacionales que aseguren el compromiso y la participación de toda la sociedad en el impulso y la renovación de la educación, políticas de estado antes que de gobierno, trabajar en el corto, mediano y largo plazo. 

2. Cambio profundo del sistema educativo y de la gestión educativa convencional. Es preciso articular la edu­cación a la cultura, a la economía, a la sociedad, rompiendo el aislamiento de "lo educativo". La educa­ción debe responder a las demandas sociales, no quedarse entram­pada en la administración educativa. La escuela debe abrirse a la comunidad e integrarse a ésta, escuchándola y poniéndose a su servicio. Padres de familia y docentes necesitan aliarse y trabajar juntos, antes que enfrentados. Los cambios más importantes y sostenidos vienen de abajo, no de una administración centralizada.

3. La educación como responsabilidad de todos, no solo del Estado o de un Ministerio. La educación va más allá de la competen­cia del Estado, del Ministe­rio de Educación y del sistema educativo formal. La educación es trans-sectorial y requiere el concurso de todas las políticas; no es un 'sector' más. Hay educación y hay aprendizaje dentro y fuera del sistema escolar. Educar a un país requiere la cooperación de todos y nuevas formas de relación entre el estado y la sociedad, los organismos gubernamentales y los no-gubernamentales, el sector público y el privado, las diferentes instancias del propio Estado. La participación significativa y permanente de estudiantes, docentes y familias es fundamental en el logro de una educación escolar fuerte, pertinente y de calidad.

4. Nuevos estilos de planificación y ad­ministración de la educación. Los estilos tradicionales de planificación y administración educativa han mostrado grandes limita­ciones, y han tenido un papel decisivo en las deficiencias de los sistemas educativos. Es preciso un nuevo estilo que dinamice la participa­ción de la comunidad educativa y especialmente de los actores del proceso pedagógico; que se haga responsable de los bajos resultados del sistema educativo y los corrija a tiempo; que priorice adecuadamente la inversión en educación; que promueva la in­novación y la creatividad de los docentes en el desempeño de su profesión, antes que el modelo rígido. Es necesario descentralizar y descon­centrar, establecer ágiles mecanismos de evaluación de resultados, estrategias de compensación para los grupos y sectores menos favorecidos, programas de emergencia para resolver situa­ciones críticas, sistemas de información e investigación que permitan tomar decisiones sobre bases confiables, experimentación antes de masificar políticas y programas.

5. Cambios profundos en la práctica pedagógica y en los contenidos de la educación. Una educación de calidad requiere cambios sustanciales en los saberes y prácticas pedagógicas, y una transformación profunda del currículo. Métodos y contenidos de enseñanza deben ser adecuados y pertinentes tanto para las personas como para la sociedad, diseñarse en consulta social y revisarse de manera permanente. Es esencial la profe­sionalización docente y garantizar a los maestros las condiciones necesarias para un buen desempeño de su función. No se puede exigir a los docentes lo que no se les da.

6. Empeño nacional, apoyo inter­nacional. Impulsar todos estos cambios supone gran empeño de cada país. Supone también apoyo y acompañamiento internacional, y una cooperación internacional competente, respetuosa y sensible a las realidades y necesidades de los países. Diversos son los países, diversas serán las políticas, estrategias, objetivos y metas para la educación. Invertir en educación es invertir en las personas, niños, jóvenes y adultos, familias y comunidades, principal recurso de toda nación.

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