Mucho se ha trabajado y mucho queda por trabajarse la discriminación a través del lenguaje.
Los usos discriminatorios del lenguaje en relación a las mujeres son, desde hace tiempo, tema de análisis y denuncia, con impactos prácticos sobre el habla y sobre la escritura, al menos en ciertos estratos de la población. La insistencia en "las y los" ayudó a tomar conciencia de la invisibilización de la mujer. No obstante, en el habla corriente siguen campeando los usos peyorativos y machistas de niña, nena, mujercita, hembra, hembrita... A las mujeres siguen mandándonos a la cocina y al limbo genérico ama de casa.
La discriminación nacida del racismo, principalmente contra indios y negros, sigue siendo atroz. Pasar del negro al afro es una conquista. Pero siguen en la punta de la lengua el "trabajar como un negro" y la "merienda de negros", y las expresiones más insultantes y degradantes en torno a los indígenas.
Las capacidades especiales empiezan a adoptarse en el discurso, pero en el trato cotidiano la discapacidad sigue moviéndose a sus anchas. Con los términos y argumentos de la discapacidad - física, intelectual, moral - se busca ofender e insultar en cualquier conversación, en cualquier debate.
Las capacidades especiales empiezan a adoptarse en el discurso, pero en el trato cotidiano la discapacidad sigue moviéndose a sus anchas. Con los términos y argumentos de la discapacidad - física, intelectual, moral - se busca ofender e insultar en cualquier conversación, en cualquier debate.
Las personas mayores son objeto de burla, no importa cuánto se alargó la vida en el mundo y el develamiento de viejos tabúes y mitos asociados a la vejez. Tercera edad o adulto mayor son términos sofisticados; en la vida real siguen siendo viejos y ancianos, y tratados sin consideración ni respeto. Vieja es abuela, aunque no sea abuela, y es conejillo de Indias para poner a prueba la ignorancia o la tontería: "Si se lo explicas a tu abuela y ella lo entiende, significa que cualquiera lo puede entender".
En el extremo opuesto, niños y niñas, los con menos condiciones y armas para protestar y defenderse contra los abusos - físicos, morales, lingüísticos - y cuya discriminación en el lenguaje suele pasar desapercibida. Infantil sigue usándose de modo peyorativo, como equivalente a condición inferior, a minusvalía, a falta de criterio y de razón, a error. De todo lo que son los niños - lindos, tiernos, curiosos, creativos, imaginativos, espontáneos, inquietos, llenos de energía - infantil destaca lo que no son, lo que no tienen, lo que les falta por comparacón con los adultos.
En "La enfermadad infantil del izquierdismo en el comunismo" Lenin usó infantil como categoría de análisis y de descalificación. Pero no podemos reprochárselo. Lenin escribió a principios del siglo pasado, cuando no existía el conocimiento que hoy tenemos sobre la infancia ni los abundantes consensos internacionales para protegerla del abuso adulto. Lenin no conoció la Declaración de los Derechos del Niño (1959) ni la Convención sobre los Derechos del Niño (1989).
Es mucho lo que hemos avanzado en conocimiento sobre la infancia y en reconocimiento de derechos de niños y niñas. Por eso resulta inadmisible que, en el siglo 21, la sociedad adulta siga usando infantil como descalificativo ("izquierdistas infantiles", "ambientalistas infantiles", "indigenistas infantiles", etc).
Para saber más
- Naciones Unidas, Declaraciones y Convenciones en torno a los derechos de los niños
- Isabela Ponce, Ninguneando a mujeres y niños en un solo tuit, GKEcuador, 21 enero 2022.
Textos relacionados en este blog
- Carta abierta para niños y niñas que van a la escuela
- Perlas Presidenciales
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