Recordando al Conejo - Fernando Velasco Abad

Madres educadoras. Una ceremonia de graduación en un jardín de infantes (Ecuador)


Sábado tarde. Estamos aquí, en esta pequeña localidad rural de San Juan de Morán, para asistir a la ceremonia de graduación de los niños del jardín de infantes. Es un jardín de infan­tes “no-convencional”, parte del Programa Madre-Maestra del Ministerio de Educación del Ecuador, iniciado en 1988 con apoyo de UNICEF. Programas como éste han proliferado en América Latina a cargo de Ministerios de Bienestar Social o de la Familia, muchas veces con UNICEF detrás. Modelos familiares y comunitarios, no institucionales, de atención a los niños pequeños, con las madres como protagonistas.

Están presentes los niños y niñas, las tres madres-­maestras que les a­tienden, la maestra que coordina el programa y las apoya a ellas, los padres de familia, la presidenta del comité barrial, la reina y la ex-reina del barrio, y nosotros, los invitados del Mini­sterio y de UNICEF. Dos perros calle­jeros nos acompañan también en el acto, moviéndose de arriba a abajo por el salón.

El jardín de infantes no tiene local propio. Funciona en la casa barrial. Los niños pasan aquí de lunes a viernes de 8 a 12 de la maña­na. Los viernes al mediodía las madres recogen todo y llevan a sus hijos a casa, y les vuelven a traer el lunes, pues el fin de semana el local se utiliza para actos culturales, asambleas y fiestas de la comunidad.

Todos con sus mejores atuendos. Las niñas lucen vestidos de tul, golas, diademas y lazos en el pelo, medias con florcitas de colores, medallas y cadenas de oro. Los niños, camisas de manga larga, corbatas de lazo, zapatos de charol, pantalones de casi­mir. Algunas niñas con vestidos vaporosos, trajes largos, bordados y enca­jes; otras, al último grito de la moda, con minifaldas, mallas de lana, copetes y peinados alborota­dos, botas.

La mayoría de los padres presentes son madres, y la mayoría de ellas son madres jóvenes. Las hay mestizas y morenas, vestidas a la usanza criolla, con atuendos típicos y trenzas, y las hay modernas, con minifaldas, blue jeans, tacos altos. Solo hay tres hombres. El resto son niños y niñas, sin duda hermanos de los alumnos, que corretean, duermen o lactan en brazos de sus mamás.

La casa-aula comunitaria
El salón es un galpón grande, de material prefabricado, con techo alto y armazón de metal, piso de cemento y grandes ventanales. Muchos vidrios e­stán rotos.

El espacio está dividi­do en dos partes, con un pizarrón en cada extremo. Un lado del salón ha sido ocupado por el jardín de infantes; el otro lado está descuidado, con sobras de material de construcción en el suelo y pare­des semidesnudas.

A pesar de la pobreza, se ven las ganas y el esmero por man­tener esto bonito, agradable para los ni­ños. Pequeñas macetas de plan­tas, láminas y estampas coloridas, recortes de revistas, co­razones, dibujos, un gato amarillo de cerámica, collares de cuen­tas, guirnaldas de papel crepé, mazor­cas de maíz seco, salpican el espacio adornando los vidrios, el bor­dillo de las ventanas, las paredes, el pizarrón. 

Las mesas de los niños son rústicas; las sillas igual. Algunos están sentados en troncos de árbol, a falta de sillas. En la pared del costado está pegada una tira de madera larga que sirve de perchero para las bolsas de aseo de los niños.

Las repisas consisten en una tabla de madera sujeta con un clavo y una piola. Sobre las repisas revistas para recortar. Al costado izquierdo del pizarrón, el boti­quín. Al costado derecho un perchero de cartón encima del cual pue­de leer­se ASEO. Debajo, a altura de niños, un pe­queño espejo.

La sabatina escolar
Los niños han sido agrupados formando un semicírculo con sus me­sas y sillas de cara al pizarrón. Los adul­tos están sentados atrás, en bancas de iglesia seguramente prestadas para la ocasión. A los invitados especiales, las autoridades y las reinas locales nos han reservado la primera banca.

Beatriz, la coordinadora del programa y la maestra a cargo de estas madres-maestras, da la bienvenida y presenta el acto de clausura del año escolar:

- "Este es un trabajo de hormiguitas que hemos venido ha­ciendo día a día. Que­remos enseñarles lo que se ha hecho con los niños. Pido un gran aplauso para mis madres-maestras".

Las aplaudidas son tres mujeres jóvenes, madres de algunos niños y maestras de todos ellos. Madres que asumen el papel de maestras con una primaria completa y un curso de capacitación. Madres-maestras que trabajan todos los días, con horario y obligaciones, sin que se les pague un centavo. Por la pura volun­tad, por el puro amor a los niños.

Los ni­ños tienen entre 4 y 6 años. La mayo­ría inquietos, activos, parlanchines.

Empieza el acto la primera madre-maestra. Reparte a los niños un peda­zo de lana roja y les da sucesivamente la instrucción de que se la coloquen arriba, abajo, al frente y atrás.

Ahora, ¿quién puede hacer un círculo? Los niños ponen la tira de lana en la mesa y tratan de hacer un círculo.

¿Quién puede hacer un cuadrado?. Los niños intentan el cuadrado. Y luego el triángulo. Y el gusanito. Ahora deben guardar al gusanito en el bolsillo.

- "Yo no tengo bolsillo", dice uno.
- "Si quieres, yo te presto el mío".
- "¿Quién tiene un bolsillo grande?", grita uno parado en su silla.

Ahora a levantar la mano derecha, a agarrarse la oreja derecha, la rodilla derecha, el hombro derecho, el pie derecho. Ahora todo igual, pero del lado izquierdo. Ahora subir las dos manos, jun­tarlas, aplaudir.

Ahora van a cantar “Yo tengo una mano derecha”. 

Son niños cola­boradores. Se comportan espontá­nea­mente. No parecen actuar para los visitan­tes. Por el contrario, casi sor­prende ver que no tienen en cuenta al público. Siguen hablando y moviéndose como si estuvieran solos.

Los números
Ahora le toca el turno a la segunda madre-maestra. Pide a los ni­ños que, uno por uno, pasen a identificar, en un conjunto de tar­jetas, los números que ella va nombrando. Luego de identificarlo, el niño o niña debe colocar la tarjeta en la piza­rra, donde está dibujada una escalera con una grada para cada número.

La mayoría de niños quiere pasar a la piza­rra. "Yo, señorita".

Luego dibujan dentro de cada grada el conjunto de ob­jetos que corresponde al respectivo número.

Empiezo a fijarme en Cosme, inquieto como ninguno, disfrazado de señor, que no para de ha­blar, moverse y molestar a los otros. Ahora mismo se acuesta sobre su silla-pupitre. Percibe que le estoy observando y anticipa:

- "Me voy a caer. Pero no me voy a caer durísimo, porque aquisito nomás está el suelo".

Una niña chiquita, sin duda hermana menor de uno de ellos, empieza a llorar. La mamá tiene que tomarla en brazos y sacarla a llorar afuera. 

Ahora empiezan a cantar “Un elefante se balancea”. Como los demás "cantos", a todo pulmón, sin melodía, a gritos.

Leer y escribir
Empieza la tercera madre-maes­tra. Todo está sincronizado. Una actividad sigue a otra, una maestra a otra. Los niños no paran de hacer, bombardeados de instrucciones. Ritmo de sabatina escolar. Ritmo de maestras nerviosas. Ritmo de padres de familia que quieren ver los resultados de todo un año escolar. Pero, ¿qué pasa con el ritmo, los deseos y las necesidades de los niños?

¿Quieren cantar?, les pregunta la maestra. Todos responden que sí. "Cantan" esta vez “Paco Perico”. 

- "Vamos a suponer que por esa puerta entró un duende pe­queñito y le puso pega al piso. Ustedes están pegados, no pueden moverse. Lo único que pueden mover es el cuerpo. Vamos a movernos", instruye la madre-maestra.

Los niños empiezan a mover la cabeza, los brazos, la cintura, los hom­bros, primero rápido, después despacio.

- "Ahora nos vamos a volver enanitos", y los niños se agachan.
- "Ahora nos vamos a volver gigantes", y los niños se levantan y se estiran.

Acabada la calistenia, viene el momento de la "lectura". La maes­tra empieza a sacar unas tarjetas con dibujos y pide a los niños que digan lo que representan y que, acto seguido, hagan lo que se dice en ellas.

¡CAMINAR!                   (Y empiezan todos los niños a caminar)
¡VOLAR!                        (Y hacen como si vuelan)
¡PARARSE!                   (Y se paran)
¡SALTAR!                       (Y saltan)
¡CORRER!                     (Y corren)

Ahora viene otro tipo de tarjetas que ya no representan acciones (verbos) sino objetos, ilustrados con láminas recortadas de re­vistas.

¡NIÑOS!                      
¡RIO!
¡ARBOLES!

- "William, ven aquí y léeme lo que dice en esta oración". La maestra le presenta, en este orden, las tarjetas de NIÑOS, CORRER y RIO.

- "Los niños corren al río", contesta William.

Ahora pasa Wilmer, a quien le enseña las tarjetas de PAJARO, VOLAR y ARBOLES.

- "El pájaro vuela al árbol", hilvana Wilmer.

Luego, con el mismo procedimiento, continúa el descifrado en coro, construyendo otras oraciones a partir de otras tarjetas.

Ahora una actividad de recortado y pegado. La maestra re­parte a cada niño una hoja recortada de revista. Les pide que muevan las hojas para hacer ruido, que se las pongan encima de la cabeza, que se sienten sobre ellas, que las pongan debajo del asiento y, finalmente, que las corten en tiritas. Ahora que las han corta­do, van a hacer una figura de una persona y van a pegar la figura en una hoja blanca que empieza a repartir a todos.

Los niños no paran de trabajar un segundo. No bien acaban de re­cortar, empiezan a pegar, algunos con saliva, sin esperar que pase la maestra con el tarro de la pega. 

Cosme y Janeth, seis años, apenas empiezan a pegar cuan­do la maestra empieza a preguntar quién acabó. Me acerco a ver lo que hacen ambos. Cosme me informa, sin que nadie le pregunte:

- "A mí me van a poner en la escuela".
- ¿Cuándo?
- "El otro día".
- ¿Esto no es una escuela?
- "No, es un jardín”.
- "Se llama Jardín No-Convencional San José de Morán", completa Armando, un niño de 4 años que está al lado, hijo de una de las madres-maestras, con evidentes dificultades para pronunciar el “no-convencional”.
- ¿Qué quiere decir “no-convencional”?, le pregunto.
- "Es el apellido del jardín", me dice sin titubear.

Sin que nadie les pida, ya como parte de la rutina de trabajo, los niños empiezan a escribir su nombre en la parte inferior de la hoja. Con lápices pequeñitos, mochos, se las arreglan. Terminada la figura y escrito el respectivo nombre, cada niño va levantándose a regalar su obra a su papá o mamá.

Janeth escribe lentamente su nombre:

J A N E H T  C A L D R N

Le pido que me lea lo que ha escrito.

- "Ahí dice Janeth Eliza­beth Calderón", me responde, mien­tras recorre con su dedito de izquierda a derecha lo que ha escrito, tratando de llegar a la N final cuando termina de pronunciar su nombre completo. 

Le pido que me indique dónde dice Elizabeth. Me señala la primera palabra y luego, dudosa, la segunda. Le informo que en la primera dice solo JANETH y en la segunda CALDERON.

- "¿Y dónde está ELIZABETH?", me pregunta desconcertada.

Le digo que no está ahí, que debería estar en el medio, que debería haber tres palabras y no dos.

- "Pero yo sí me llamo ELIZABETH", confirma.
- "Pero ahí no está", le insisto.
- "No sé. Yo sí lo puse".

Cuánto bien haría a estas maestras y madre-maestras saber más acer­ca de có­mo aprenden los niños a leer y escribir. No sólo para ayu­darles a aprender mejor, sino para compren­der los razo­namientos y la lógi­ca que están detrás de una conver­sación co­mo la que acabo de sostener con Janeth, y las mil y un situacio­nes similares que se presentan todos los días con niños que empiezan a familiarizarse con la lectura y la escritura...

Para cerrar la sabatina, entra en acción Beatriz. Les pi­de a los niños que se acerquen, se tomen las manos y formen un círculo. 

- "Hoy he venido muy loquita. Todos nos vamos a equivocar. Todos nos tocamos el popó", les dice Beatriz y se toca la cabeza, mientras los niños se tocan lo que corresponde, riendo a carcajadas.
- "Ahora nos vamos a tocar los ojos", y se toca las orejas, mientras los niños automáticamente se lle­van las manos a los ojos. Y vuelven a reírse de la situa­ción.
- "Fíjense que yo me fui donde un panadero y le dije que por favor me hiciera un vestido".
- "!Nooooooooo¡", corean y mueren de risa los niños. Y gritan que hay que ir donde un sastre.
- "Le pedí hace unos días a un mecánico que me hiciera unos zapatos".
- "!Nooooooooo¡", corrigen los niños. Y recomiendan al zapatero.
- "Yo tenía una vaca que me daba unos huevos bien grandes", sigue Beatriz. "Yo tenía un borrego que volaba".

Esta última, sencilla y entretenida, es una actividad diferen­te. Los niños no siguen simplemente instrucciones. Más bien, a­prenden que las instrucciones pueden ser equivocadas, aprenden a pensar antes de actuar, a darse cuenta de que ellos saben muchas cosas, a saber que los adultos pueden no siempre tener la razón.

Y, con el "canto" de “Un conejito muy picarón” termina la sabatina. Se anuncia que los niños deben salir afuera un momento para arreglar el escenario y proceder a la ceremonia formal de gradua­ción.

La ceremonia de graduación                                                                       
Llega la hora de la ceremonia de graduación de los niños que terminan el jardín de infantes. La animadora, una de las madres-maestras, empieza dando lectura al programa.

Primero: Entrada de los niños. Entran los niños, haciendo un tren. Se acomodan en las mismas si­llas, esta vez sin mesas delante y en semicírculo, dando la cara al público. 

Segundo: Himno Nacional del Ecuador Un, dos, tres. Los niños "cantan" el himno, ensordeciendo a to­dos y a sí mismos. Los adultos parecen disfrutar el griterío, como se disfruta todo lo que hacen los niños, to­do lo que hacen los propios hijos. Pero no puedo dejar de pen­sar en este hacer de la confusión entre música y ruido, entre cantar y gritar, una rutina. Una buena educación musical es algo que, sin duda, hace falta en todo jardín de infantes y algo que debería ser parte de la formación de toda educadora parvularia.

Tercero: Palabras de bienvenida de una madre-maestra. La última madre-maestra que trabajó con los niños da una cordial bienvenida a los asistentes, agradeciendo su pre­sencia.

Cuarto: Palabras del Presidente de los Padres de Familia 
- "Señores, muy buenas tardes. Me hago presente aquí para dar agradecimiento a las señoras profesoras y a la coor­dinadora. Agradezco infinitamente. Y eso es todo. Les agradezco bastante", dice un padre joven.

Quinto: Palabras de la Presidenta de San José de Morán. Lee un discurso sobre la importancia de la educación. Pide apoyo del Ministe­rio de Educación y UNICEF para el jar­dín, para construir un local propio. Pide a los padres unión y termina felicitando a los niños, deseándo­les que sean buenos alumnos en la escuela.

Sexto: Ronda de los niños. Divididos los "varoncitos aquí" y las "mujercitas acá", los niños gritan una ronda que habla del coqueteo entre una gata y un gato.

Séptimo: Palabras de la Reina de la comunidad. Imposible oír lo que dice la muchacha. Cosme ha pegado a Armando y éste ha empezado a llorar desconsoladamente.

Octavo: Palabras de la señora Rosa en representación de las madres-maestras de San José del Condado.  Dos madres-maestras de otro jardín de infantes y de otro sector han sido invitadas por las madres-maestras de este sector a la ceremonia de graduación.

- "Los choferes nos ven con niños y no nos traen. Necesita­mos que nos apoyen para el transporte [...] Por no tener lo­cal se nos ha hecho muy duro el trabajo [...] Ha habido veces que nos ha tocado trabajar en la in­temperie, en el agua, en el frío [...] Muchos niños se han retirado por estos pro­blemas, la mitad [...] En el resto del país sabemos que tam­bién hay madres-maestras y quisiéramos que nos lleva­ran a co­nocer cómo es allá, cómo trabajan ellas, o sea una pasan­tía".

Ahora habla Fabiola, la otra madre-maestra invitada.

- "Nosotras hemos aprendido junto con los niños. Al prin­cipio éramos tímidas, al igual que ellos [...] No tenemos dónde trabajar. En nuestras casas somos pobres y no tenemos facilidades. Los dueños de casa se molestan. Los padres de familia les retiran".

Noveno: Entrega de diplomas a los niñosSon 14 niños los que se gradúan. Se aclara que la madre-maestra respectiva va a entregar a cada niño el diploma, mientras el padre o la madre le pondrán la capa y la museta. Capa y museta son de satín brillante, en colores rojo y azul. Entra de inmediato un fotó­grafo en escena.

NELLY LUCIA SIMBAÑA

- "Nelly Simbaña que nunca se baña", se le oye decir a Cosme, rápidamente reprimido por su madre-maestra.

Pasa la madre, le pone la capa y la museta. Se toman la foto: las dos mujeres a los costados y la niña en el medio, sos­teniendo el diploma de cara a la cámara. Las tres sonrientes.

MAYRA ELIZABETH CONDOR

- "¿Cómo se pone esto?", pregunta ner­viosa la mamá, que no atina con el broche de la capa.

MARCIA CRISTINA SIMBAÑA

El fotógrafo pregunta a cada madre si quiere la foto, pero se a­presta a tomarla antes de preguntar. Sabe que ninguna dirá que no. Es parte del negocio. Esta es una ceremonia muy importante y, por tanto, una foto muy importante, para cada una de ellas.

Los aplausos no se dan en el momento de entrega del diploma sino después de la foto.

JENNY ROCIO RIVERA

Ninguna mamá felicita, abraza o besa al hijo o hija. Eso sí, les arreglan el pelo, les acicalan la ropa antes de la foto. Después de la foto, agarran el diploma para tenerlo ellas a buen recaudo.

MILTON FERNANDO CARRERA

Primer papá que pasa adelante. Antes de acercarse al hijo, saluda y da la mano a cada una de las madres-maestras.

WILMER JAVIER FLORES

La mamá entra en apuros para cerrarle la bragueta, pide al fotó­grafo que espere para la foto.

WILLIAM NARVAEZ MENDEZ

El niño empieza a ponerse en pose y sonreír para la foto desde el momento mismo en que le nombran, mientras la maestra le entrega el diploma y la mamá le pone la capa. Imagino la sonrisa congela­da que quedará para siempre recordando esta ceremonia en la foto.

BYRON DARIO JUMBO JUMBO

Pasan papá y mamá. El papá, Presidente de los Padres de Familia, se coloca de inmediato junto al hijo para la foto. La mamá, entre tanto, le acomoda la camisa y le limpia la nariz. Luego, vuelve a su asiento. Habiendo un solo lugar en la foto para padres de fa­milia, el papá asume que el lugar es naturalmen­te suyo.  

COSME ROMAN ENRIQUEZ JATIVA

- "Este es un diablo", me ratifica la madre-maestra a mi lado.

Pasa la mamá, una mujer joven, de apariencia moderna y juvenil. Me dicen que es obrera en una fábrica. Después de la foto, se queda junto con el hijo, sentada en su silla, conversando con él. No vuelve a su asiento de madre de familia.

DIEGO LIZANDRO MINDA

Mientras están en la foto de Diego, la mamá de Mayra se acerca adelante a reclamar: en el diploma dice Mayra Elizabeth y es Mayra Mari­sol. Beatriz le dice que ya lo van a arre­glar.

CRISTIAN CONCHA GONZALEZ

- "Cristian Concha, melcocha", dice en voz alta Cosme. Y vuelve a ser reprimido.

WILLIAM CAZAR CADENA

JANETH CALDERON ORTIZ

MARCELA TATIANA PALLO

- "Un aplauso para nuestros graduados", pide finalmente Beatriz, la coordinadora.

Ahora, empieza la entrega de diplomas a los niños más pequeños, los que se quedan todavía en el jardín.

Décimo: Entrega de presentes a las madres-maestras por los padres de familia.  Una madre de familia entrega a las tres madres-maestras y a Beatriz, la coordinadora, unos pequeños regalitos, con unas palabras de agradecimiento "por lo que se han esforzado para que nuestros niños se eduquen". Ya no es solo ruido lo que cunde en el salón sino franco desorden y desbandada.

Décimoprimero: Recitación "Vacación" por parte de los niños

Vaca vaca vaca
vaca vacación
terminaron las tareas
tengo lista la cometa
la pelota y el avión
mañana ya no vengo
adiós, adiós, adiós.

Décimosegundo: Brindis. Una copa de Champagne Gran Duval, canguil (palomitas, pochoclo) y un pan con queso se ofrecen a todos los adultos presentes. Luego viene la tertulia informal.

Niños y padres empiezan a irse. El salón va vaciándose. Cada familia recoge su caja de cartón con los trabajos manuales hechos por el hijo o hija durante el año, así como la respectiva mesa y silla, que van cargando a cuestas mientras trepan a paso lento por la cuesta de tierra que da al parque princi­pal del pueblo.


* Incluido en: Rosa María Torres, Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuaderno de viajes, Paidós, Buenos Aires-Barcelona-México, 2000.

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