Fotos: Rosa María Torres |
Es Día del Padre en Finlandia. Domingo frío, lluvioso, gris. No ha parado de llover desde ayer.
No dan ganas de salir pero decido ir a comprar leche y pan para desayunar.
En el parquecito de la esquina por el que paso todos los días encuentro a dos personas mayores sentadas a la mesa, conversando bajo la lluvia. El lleva un bastón. Ella, un chal sobre los hombros. Ninguno tiene paraguas.
Me acerco a preguntarles si el kiosko abre hoy y empieza, así nomás, la conversación.
Ambos pueden manejarse bien en inglés.
Ambos pueden manejarse bien en inglés.
- "Come, seat with us", me dice ella. Y se corre para hacerme un lugar en la banca.
Me siento. Me bajo la capucha del abrigo, para no desentonar, dispuesta a mojarme también.
No saben del Ecuador pero sí de Sudamérica, a diferencia de muchas personas con las que he hablado en estos días.
- "I was in Brazil and Argentina long ago", dice ella.
El exhibe sus conocimientos de fútbol, menciona futbolistas argentinos y brasileños, el café de Colombia, las ruinas incaicas de Perú.
El exhibe sus conocimientos de fútbol, menciona futbolistas argentinos y brasileños, el café de Colombia, las ruinas incaicas de Perú.
¿Estoy en Finlandia por placer o por trabajo?. Ambos. He venido aquí por dos semanas, de visita de estudio. Estoy visitando escuelas y bibliotecas. Ustedes saben que la educación finlandesa es famosa en el mundo, ¿no?.
No, no saben. Saben, sí, que la educación en Finlandia es buena. Antes era otra cosa ...
- "Education in Finland is famous because there are people like us talking in the rain", bromea ella, riendo. El asiente y festeja. Todos nos reímos.
El se pone de pie y abraza el bastón, parodiando una escena de Dancing in the Rain.
El se pone de pie y abraza el bastón, parodiando una escena de Dancing in the Rain.
¿Ustedes son pareja o amigos?
- "We met here today, five minutes before you arrived", explica él.
- "We met here today, five minutes before you arrived", explica él.
Empieza a llover más fuerte. Estamos empapados.
Ella se levanta, dice que ya se va. El se levanta, dice que también. Nos despedimos, alegremente.
Ella se levanta, dice que ya se va. El se levanta, dice que también. Nos despedimos, alegremente.
Les veo irse caminando en direcciones distintas. Ella desaparece por el graderío. El, por la callecita empinada.
Al día siguiente me entero que ahí, en las inmediaciones del parquecito, hay dos casas de ancianos. Una al pie de las gradas; otra bajando la cuesta.
Simplemente hermoso.
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