Recordando al Conejo - Fernando Velasco Abad

"Entre todos vamos a enseñarle a leer, a escribir y a hablar"

Directora Pedagógica Nacional de la Campaña “Monseñor Leonidas Proaño (1988-1990)
Brigadas del Colegio Particular "Oriente Ecuatoriano",
El Guasmo Central, Guayaquil 17.8.89
Guasmo Central, Guayaquil. Foto: Extra

¿Quién no ha oído hablar de El Guasmo, esa otra ciudad dentro de la ciudad de Guayaquil, conocida por su pobreza y por la delincuencia que destacan los titulares?

Algunos colegios particulares alfabetizando en esta zona han tomado estrictas medidas de seguridad: guar­dias armados, protección policial, espacios cerrados y vigilados.

Yo llego sin guardias ni armas. Entro al local que anuncia el rótulo "Jardín de Infantes Nuestra Señora de la Merced", donde alfabetizan dos brigadas del Colegio Oriente Ecuatoriano, cuyas instalaciones están exactamente atrás, al otro lado del muro. Son pues jóvenes estudiantes de El Guasmo los que están enseñando a leer y escribir a sus vecinos, moradores de la zona, como me comenta más tarde el joven coordinador de esta brigada, profesor de Cívica y Filosofía de los alfabetizadores:

"Hay la idea de que El Guasmo es una guarida de delincuentes. Que aquí todos roban o matan. Pero aquí, como usted ve, vive gente común y corriente, que lucha por sobrevivir. Y que también quiere aprender".

Adentro, las dos aulas del jardín de infantes están llenas de gente. Los alfabetizadores se distinguen por sus uniformes celeste y blanco. Los alfabetizandos son hombres, mujeres y niños. Junto a cada uno de ellos hay un alfabetizador atendiéndole de manera individualizada. Van por la Unidad 8.

La chica hoy a cargo de la conducción colectiva de la clase tiene el porte de una maestra escolar. Con voz sonora instruye sin cesar:

- "Ahora les voy a pasar a la pizarra para hacer un dictado".
- "Póngame la palabra TAZA".
- "Pase usted, señora Elsa".
- "Me pone, sin errores, TIZA".

Hay 80 alfabetizandos asistiendo regularmente a clases, me informan. Algunos estudian por la tarde y otros en este horario de 7 a 9 de la noche. Se solicitó prestado este local pues el colegio tiene una jornada vespertina y una nocturna, y no hay espacio.

Jimmy y Xavier

Me llama de pronto la atención una pareja formada por un alfabetizador y un muchacho con cara risueña, casi de niño, sentados en la última banca. El alfabetizador hace todo el tiempo gestos extraños, mueve las manos, sin que entre uno y otro se intercambie una sola palabra.

Resulta que el joven alfabetizando, Xavier Bartolo Párraga, 14 años, es sordomudo. Jimmy, el alfabetizador, está dedicado exclusivamente a él y ha debido aprender, por su cuenta, el lenguaje de señas. Lo que está haciendo es traducirle a Xavier, con señas, cada una de las palabras del dictado. Nos muestra después una hoja en la que están anotados los rudimentos de manejo de este lenguaje, y que lleva consigo todos los días a clases.

¿Quién es el mejor alfabetizador?

Terminadas las clases, los alfabetizadores y su profesor me invitan a servirnos un sánduche y una gaseosa. En la conversación informal que prende de inmediato les pregunto cuál es el mejor alfabetizador de ambas brigadas. Todos mencionan, a coro, a Jimmy. 

- "Porque está haciendo un esfuerzo mayor al de cualquiera de nosotros", dice alguien. "El le está enseñando a Xavier, que es sordomudo. Tuvo que aprender él para poder enseñarle en su lenguaje".

- "Yo tengo una hermana que es así", explica Jimmy. “Por eso se me despertó esa gana de ayudar a alguien que tiene el mismo problema".

Jimmy y los demás alfabetizadores están empeñados en que constate los avances de Xavier. Pasan ambos adelante y empieza un dictado de señas sobre el pizarrón. Xavier va escribiendo:

cama
Xavier
vaso

Los muchachos aplauden después de cada palabra. Xavier no parece sentirse incómodo, sino más bien sumamente orgulloso. Sonríe, se frota las manos, asiente con la cabeza. Detrás de su silencio, hay sin duda inteligencia de la buena.

Los muchachos lo saben. Empiezan a contar sus anécdotas, sus afectos, sus virtudes. Cuentan que todos en el barrio le quieren, que todos se admiran de su inteligencia. Cuentan que una vez no oyó el pito de una volqueta y, teniéndola ya encima, se acurrucó debajo de ella y salió ileso, solo con una lastimadura en el brazo. Xavier, que sigue de cerca el relato, se arremanga la camisa y muestra una herida larga.

Uno de los alfabetizadores es su primo. Toma la palabra y dice:

- "Queremos ayudarle porque es un muchachito que vale la pena. Entre todos nosotros y con buena voluntad, vamos a enseñarle no sólo a leer y escribir, sino a hablar".

Conmueve el amor, el empeño y el espíritu solidario de estos muchachos. Trato de explicarles que no basta la buena voluntad para sacar adelante casos como estos, que Xavier requiere un tratamiento especializado que ellos no pueden ofrecerle. Pero es en vano. Ellos están convencidos de que lo lograrán.


* Incluido en: Rosa María Torres, El nombre de Ramona Cuji (Reportajes de la Campaña Nacional de Alfabetización “Monseñor Leonidas Proaño”), Editorial El Conejo/ALDHU, Quito, 1990.


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