Recordando al Conejo - Fernando Velasco Abad

Arquitectos y maestros: Un taller de arquitectura en Cuenca


Rosa María Torres
Acepté con gusto la invitación a participar con una conferencia en el taller organizado por el Laboratorio de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad del Azuay, en Cuenca (marzo 2016). Siempre me entusiasma la posibilidad de entrar en contacto con mundos y saberes diferentes, y de aprender de ellos.

En los últimos años me he interesado en la arquitectura, el diseño, los espacios de aprendizaje, motivada entre otros por el gran peso que ha adquirido la infraestructura en la "revolución educativa" en el Ecuador. Como dije en mi conferencia, habría sido bueno que este taller se hiciera mucho antes. En todos estos años, ha habido un casi nulo nivel de reflexión y debate especializado en torno a la arquitectura escolar en el país.

Disfruté y aprendí mucho en los tres días en Cuenca. Escuché y compartí con quienes presentaron la experiencia de las tres oficinas de arquitectura invitadas;
Ola Roald de Noruega, Joly & Loiret de Francia, y FParquitectura de Colombia. Participé en los talleres con los estudiantes y en las discusiones en torno a los proyectos arquitectónicos que debía desarrollar cada grupo. Todo me resultó interesante. Pensar y ver el mundo de la educación con ojos de arquitecto es muy distinto que pensarlo y verlo con ojos de pedagoga. Me intrigaron esas diferencias, de concepto y de perspectiva. Disfruté sintiéndome más aprendiz que maestra.

Me quedó una inquietud y la expuse en el auditorio al término de las conferencias. El mundo del diseño y la arquitectura es un mundo de creatividad sin límites; en planos y en maquetas pueden imaginarse rupturas, prácticas renovadas, relaciones de nuevo tipo. Pero la gente de carne y hueso que usará cotidianamente esos espacios no ve las cosas del mismo modo que el arquitecto. El mundo de la educación lidia con relaciones y propósitos complejos, con procesos, con enseñanzas y aprendizajes, con creencias e inercias difíciles de cambiar.

Los arquitectos gozan de libertad para imaginar una escuela que rompe esquemas, que desafía cánones convencionales de espacio y tiempo: tiran paredes, conectan y amplían espacios, imaginan circulación libre, comunicación, autonomía, juego. A su vez, los maestros,
que enseñan todos los días, tienen poca libertad y poca autonomía, incluso para imaginar. ¿Cómo se sienten con esos cambios, qué posibilidades reales tienen de disfrutarlos y convertirlos en pedagogía? 

Soy pedagoga y desde siempre quiero cambiar la educación. Pensando en los estudiantes pero, además, pensando en los maestros. Sin ambos punto de vista, a menudo en conflicto, no se puede cambiar la educación. Las arquitecturas innovadoras que vimos en este taller requieren maestros seguros de sí mismos, con buena formación pedagógica, dispuestos a seguir aprendiendo, sin miedo al cambio. Pero requieren además participación y consulta con los maestros, y un contexto social y político favorable al profesionalismo y a la autonomía docentes, a la innovación y al cambio educativos. De otro modo, la innovación arquitectónica corre el riego de quedar como entorno, como exhibición, sin condiciones para ser incorporada como insumo de una nueva educación.


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