Recordando al Conejo - Fernando Velasco Abad

En Finlandia ricos y pobres van a la misma escuela


Foto: Kali Thorne-Ladd, Finland student art

De la educación finlandesa se destaca generalmente la valoración del profesorado, el rigor en la selección de los candidatos a estudiar magisterio y la alta calidad de su formación, la ausencia de un sistema de evaluación docente y de un sistema de inspección escolar, la importancia de la confianza, los pocos deberes en casa, la autonomía de estudiantes y docentes, el currículo abierto y flexible, el papel central del juego y del movimiento, la prioridad atribuida a la lectura, la magnífica red de bibliotecas, la felicidad de los alumnos como objetivo ...

No obstante, la «innovación» más radical de la educación finlandesa es algo de lo que poco o nada se habla: prácticamente todo el sistema educativo es público; apenas 3% de los estudiantes iban a planteles privados en 2018. También los planteles privados son financiados por el estado y son gratuitos. Está prohibido ofrecer enseñanza básica con ánimo de lucro. También hay unos pocos planteles privados que funcionan sin autorización ni financiamiento del ministerio y que no dan certificados de estudios.

En definitiva: los ricos no tienen un sistema educativo aparte, como es usualmente el caso en todo el mundo. Ricos y pobres, finlandeses e inmigrantes, van a las mismas escuelas y aprenden en las mismas aulas, con los mismos profesores y equipos.

«Toda escuela una buena escuela» y «Todos los estudiantes tienen talento» son lemas de la educación en Finlandia. No se producen ni publican rankings escolares ordenando a las escuelas según puntajes en pruebas, como viene haciéndose en muchos países. Es más: en la educación básica (9 años de escolaridad) no se aplican pruebas nacionales.

Por supuesto, esto no fue siempre así. En los años 1950s Finlandia tenía la clásica separación de dos sistemas educativos: uno para ricos y uno para pobres. Después del cuarto grado, a los 11 años, los niños finlandeses debían elegir qué camino tomar. Los mejores alumnos podían continuar la escolaridad; los pobres por lo general dejaban de estudiar a los 13 ó 14 años y se dedicaban a trabajar o bien optaban por una carrera técnica o vocacional. Solo una cuarta parte de los finlandeses accedía a la educación secundaria y dos tercios de los planteles que la ofrecían eran de propiedad privada.

La reforma educativa de los 1970s

En 1968, después de muchas deliberaciones, el gobierno decidió emprender una reforma integral del sistema educativo, a implementarse de manera gradual, adoptando la equidad como principio clave de la reforma educativa, no solo en términos de acceso sino de calidad de la enseñanza y del aprendizaje.

Se eliminó la selección a los 11 años de edad y se estableció una educación básica obligatoria de nueve años para todos, comprendiendo educación primaria y primer ciclo de la educación secundaria, hasta los 16 años. Se desarrolló un currículo nacional obligatorio, inicialmente centralizado, con contenidos y estándares iguales para todos. Se estableció el título de Maestría como requisito para los docentes en todos los niveles y se dio a la formación docente un fuerte contenido pedagógico. La reforma se avanzó por regiones: inició en 1972 con Laponia, en el norte del país, y terminó con la región de Helsinki en 1977.

En los 1990s se eliminó la inspección escolar y se descentralizó el sistema educativo, estableciéndose la autonomía de los municipios y de las escuelas en la gestión educativa. Pese a que los avances han sido sostenidos y formidables a lo largo de estas cinco décadas, el impulso innovador y renovador sigue en pie, con nuevas reformas siempre en camino.

Los especialistas finlandeses en el campo de la educación hacen usualmente referencia a este antes y después, a la historia de la reforma educativa en el país, y lo reiteran con orgullo en artículos y entrevistas.

En un mundo en que avanzan las tendencias privatizadoras de la educación, Finlandia ha seguido el camino inverso, mostrando su decisión de hacer público y de calidad todo el sistema educativo y reducir al mínimo la educación privada. En un mundo en que avanza la segregación escolar y crecen las brechas de oportunidades y de aprendizajes entre ricos y pobres, Finlandia apuesta por reducir esas brechas y avanzar hacia una educación igualitaria que sirva de contrapeso a la injusticia económica y social. Primero equidad, luego excelencia, es una clave fundamental del "modelo educativo finlandés".

No obstante, el modelo se desfigura cuando intenta adoptarse en otros países. Las escuelas con "estilo finlandés" que vienen creándose en diferentes países del mundo, en el marco de convenios de colaboración con el gobierno finlandés, son a menudo escuelas privadas.

Muchos gobiernos latinoamericanos se sienten atraídos por la educación finlandesa, llevan delegaciones a visitar Finlandia y contratan asesoría finlandesa en diversas áreas. Se trata en general de cooperación en aspectos puntuales. En una región tremendamente desigual como ésta, con serios problemas de equidad, el modelo educativo finlandés se adopta por pedazos antes que con una visión integral y se dejan de lado los aspectos más radicalmente innovadores y transformadores del modelo.

Las propias élites de políticos y tecnócratas en esta región tienen a sus hijos en planteles privados y el tema ni siquiera se pone en discusión. ¿Algún gobierno nacional o local estaría dispuesto a construir un sistema educativo público comprensivo, inclusivo, de calidad, con igualdad de condiciones y oportunidades para todos?

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