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Saberes socialmente útiles

Rosa María Torres

(actualizado 3 sep. 2021)

Roberto Mamani - Bolivia

Durante la crisis de fines de los 1990s e inicios del 2000, en Argentina se extendió el trueque, tanto de objetos como de servicios. Millones de personas se organizaron en nodos, redes y clubes de trueque en todo el país. Vivía entonces en Buenos Aires y conocí varios sitios de trueque en diferentes lugares del país.

Uno que me llamó especialmente la atención fue un mercado de trueque de servicios, uno de los primeros que surgió. Las personas habían preparado carteles para informar
los servicios que ofrecían; los tenían sobre una mesa, en el suelo, o bien colgados del cuello, Algunos carteles incluían el nombre del oficio: dentista, enfermero, profesor, diseñador gráfico, etc. Otros describían el servicio ofrecido: cuido a personas mayores, doy clases de guitarra, ayudo con las tareas escolares, pongo inyecciones, doy masajes, hago pasteles de cumpleaños, reparo televisores, hago planos, etc.

Mientras observaba y recorría el lugar pensaba qué servicios podría ofrecer yo en un lugar de intercambio como éste. Mis oficios tienen que ver primordialmente con leer, escribir, editar, investigar, asesorar, enseñar, traducir, viajar, usar la computadora y navegar en internet. ¿Qué de eso puede servirle a personas en crisis que buscan satisfacer necesidades básicas recurriendo a saberes y habilidades de otros?

Cuando llegué a mi departamento ese día me puse a pensar y anotar en una libreta mis saberes y habilidades prácticos, potencialmente útiles en situaciones de precariedad y emergencia. Me sorprendí con lo que descubrí.

Empecé explorando mis habilidades manuales. No me sorprendió comprobar que son pocas, pero me ayudó recordar que tengo algunas. No me sorprendió confirmar que mis fortalezas están alrededor de la lectura y la escritura, los idiomas, la enseñanza, la investigación, la comunicación, la asesoría, el uso de la computadora, los viajes, pero sí me sorprendió encontrar muchas tareas concretas en las que esos saberes pueden adquirir valor de uso y valor de cambio, ser herramientas útiles para otros y recursos para la propia supervivencia.


Nunca he participado en un mercado de trueque de servicios ni en los trueques que se hacen virtualmente, pero me he imaginado muchas veces en uno de ellos, parada con mis carteles, ofreciendo mis habilidades:

- tejer (bufandas, suéteres, chalecos, ponchos, chales, bolsos, colchas)
- hacer crochet (cojines, agarradores de ollas, tapetes, cintillos, pulseras, marcadores de libros)
- manejar
- lavar platos
- fabricar velas

- llenar o ayudar a llenar un formulario
- hacer o ayudar a hacer carteles, rótulos, certificados, hojas volantes (bien hechos, sin errores)

- hacer o ayudar a hacer una hoja de vida (curriculum vitae)
- ayudar a prepararse para una entrevista de trabajo
- asesorar a estudiantes y familias sobre carreras, estudios y becas

- corregir errores ortográficos
- editar textos (carta, solicitud, menú, monografía, folleto)
- poner un texto difícil en fácil
 

- hacer guiones para radio 
- enseñar a leer y escribir a niños, jóvenes y adultos
- hablar, leer y escribir en inglés
- leer y comprender portugués

- dar clases de español o de inglés
- traducir del español al inglés y viceversa
- enseñar a usar una computadora, a abrir y manejar una cuenta de correo, a buscar información

- crear y moderar una comunidad virtual
- enseñar a hacer y administrar un blog
- ayudar a pensar y a analizar
- enseñar a argumentar
- buscar y comprar artesanías, identificar de qué país o lugar son

- hacer, enseñar a hacer o ayudar a hacer un proyecto

- aconsejar sobre asuntos escolares y educativos
- aconsejar sobre cómo hacer una tesis

- aconsejar y acompañar a mujeres que están pasando por una crisis de pareja o un divorcio
- aconsejar sobre viajes y lugares


Conservo esa lista, que he seguido ampliando con más habilidades 'descubiertas' y desarrolladas. Hacerla fue un ejercicio importante de introspección, de metacognición, de toma de conciencia y empoderamiento. Y me alegra constatar que cada vez tengo más saberes y habilidades socialmente útiles que agregar a la lista:

- saber qué hacer en un sismo
-
usar y enseñar a usar Twitter
- distinguir alimentos saludables y no saludables
- conocer las propiedades de verduras y frutas y los usos medicinales de muchas plantas
-
saber comprar en la tienda o el supermercado
- usar productos naturales en vez de muchas medicinas y productos de limpieza y belleza
- cocinar, cocinar sin aceite
- hacer encurtidos caseros                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                
-
incorporar el ikigai a mi vida y a mi trabajo
- organizar y cuidar un huerto en el jardín de mi casa
- conocimientos sobre perros, preparación de comidas para perros y cuidado de una perrita adoptada
(estos dos últimos son aprendizajes realizados en pandemia).  


En estos años incorporé este ejercicio de introspección (individual y colectivo) como método de trabajo en reuniones, talleres, consultas y asesorías. Lo recomiendo siempre. 


Cada persona tiene su catálogo propio y único de saberes, aptitudes, habilidades, que amplía y renueva constantemente. Esos que, lastimosamente, nunca o casi nunca se dejan ver en el curriculum vitae. Y que se adquieren en una multiplicidad de lugares y de prácticas, gracias a aprendizajes formales, no-formales e informales, y a lo largo de la vida.

Ser conscientes de qué sabemos y de qué sabemos hacer (y de qué no), de cuáles son nuestros saberes socialmente útiles, reconocibles y valorados como tales por otras personas, es esencial para el aprender a aprender, el aprender a ser, el aprender a hacer y el aprender a convivir con otros.


Para saber más
»
El trueque, hijo directo de la debacle financiera, Perfil, Buenos Aires, 17/12/2011
» Vuelve el trueque para recuperar el valor de las cosas

» Coraggio, José Luis, Las redes del trueque como institución de la economía popular, en: Economía Popular Urbana: Una nueva perspectiva para el desarrollo local. Cartillas del Programa de Desarrollo Local, No 1, octubre. UNGS, Buenos Aires, 1998.
» Hintze, Susana (coord.), Trueque y economía solidaria. Buenos Aires, Prometeo Libros, 2003.
» Fernández Mayo, Manuela, El trueque solidario: Una estrategia de supervivencia ante la crisis argentina de 2001, Universidad de Cádiz, 2008.
»
Red Global de Trueque

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»
Aprendizaje formal, no-formal e informal 
 

Hospitales no es = salud, escuelas no es = educación


Rosa María Torres
Francesco Tonucci (Frato)

 
Es frecuente confundir «escuela» con «educación» y «hospital» con «salud», «reforma educativa» con «reforma escolar», «reforma de la salud» con construcción y equipamiento de hospitales.

Escuelas y hospitales son obras de alta visibilidad en las agendas políticas, y siguen teniendo parecidos arquitectónicos notables para atender a los alumnos-pacientes: pabellones estándar, largos corredores, habitaciones en serie.

Ambos, escuelas y hospitales, siguen pensándose desde un enfoque
«curativo», remedial, antes que desde un enfoque «preventivo», capaz de evitar la enfermedad en un caso y de evitar el llamado «abandono escolar» y el llamado «fracaso escolar», que no son otra cosa que resultado de la inadecuación del sistema escolar a las necesidades y posibilidades de aprendizaje de niños, jóvenes y adultos y la ausencia de políticas integrales destinadas a asegurar condiciones básicas de aprendizaje en el hogar, en la comunidad y en el aula.

Hospital no es = a salud 


Quien llega a un hospital buscando atención es porque está enfermo. Pero hay posiblemente muchas cosas que pudieron hacerse para evitar que llegara al hospital, mutando de persona a paciente. El principal cuidado de la salud está precisamente ahí: en lo que puede hacerse para evitar la enfermedad. El «enfoque preventivo».

Hospital no equivale a salud porque SALUD es mucho más que hospital, médicos y medicina. Cuidar la salud implica entre otros comer y dormir bien, mantenerse activo, tener buenos hábitos de vida.


Combatir la pobreza salva millones de vidas y ahorra muchísimos hospitales. No pasar hambre, tener alimentacion adecuada, abrigo, un techo bajo el cual cobijarse, agua potable, letrinas, luz eléctrica, son condiciones esenciales de una vida digna y sana. Lavarse las manos regularmente con agua y jabón no requiere hospitales sino información y acceso al agua. Dormir más y mejor energiza, produce bienestar, reduce la probabilidad de la obesidad. Romper con el sedentarismo, hacer actividad al aire libre, jugar, reír, mantienen joven el cuerpo y la mente en todas las edades. Saber leer y escribir salva vidas y las enriquece abriendo infinitas oportunidades para el aprendizaje y el autoaprendizaje permanente.


La malnutrición infantil no se debe a la falta de hospitales sino a razones asociadas a la pobreza, la mala alimentación, el agua contaminada, la mala crianza, falsas creencias, ignorancias.

¡Cuántos hospitales y médicos ahorraríamos si aprendiéramos - en la casa, en la escuela, mediante campañas permanentes de información y educación ciudadana - a cuidar nuestra salud desde niños! Mucho más barato y mucho más efectivo.


Revolucionar la salud no es construir hospitales; es ante todo revolucionar la comprensión de lo que es la salud y educar a la población para que pueda cuidar mejor y responsablemente su propia salud, la de su familia y su comunidad.
 
Escuela no es = a educación

Escuela no es igual a educación en primer lugar porque no toda educación es educación escolar. Por otro lado, «escuela» remite a menudo al edificio más que a la educación (contenidos, relaciones, personas, procesos de enseñanza y aprendizaje). 

Lo que usualmente se llama «reforma educativa» es, por lo general, «reforma escolar». Pero el sistema escolar no es el único sistema educativo. Relaciones y prácticas de enseñanza hay también en la familia, en la comunidad, en la organización social, en el lugar de trabajo, en los medios de comunicación, en la esfera de la política.

El edificio no es lo más importante cuando se trata de educación. Lo importante es qué ocurre adentro (o incluso sin necesidad) del edificio: qué, cómo y para qué se enseña y aprende.
Se puede tener excelentes escuelas y pésima educación, o al revés: modelos y experiencias educativas ejemplares en escuelas modestas y hasta precarias desde el punto de vista de la infraestructura y el equipamiento.

Si le preguntamos a una persona su opinión sobre las escuelas en su comunidad y sobre la educación en su comunidad, posiblemente obtengamos respuestas distintas. Aunque no puedan diferenciar con claridad los conceptos, muchas personas perciben diferencias significativas entre escuela y educación.

No obstante, confundir escuela y educación sigue siendo común entre gobiernos y organismos internacionales. «Calidad de la educación primaria» es uno de los indicadores que maneja el Foro Económico Mundial en el Informe Global de Competitividad que publica anualmente; no obstante, la Encuesta de Opinión (Opinion Survey) que aplica a miembros de la «comunidad de negocios» en cada país pregunta sobre la calidad de las escuelas primarias pero las conclusiones se refieren a la calidad de la educación primaria. Las conclusiones no son confiables. Gente opinando sobre la calidad de la educación primaria sin saber de educación, sin información sobre la enseñanza y el aprendizaje, y sobre la satisfacción de los usuarios. Un salto en el vacío que al FEM debe parecerle irrelevante, pues lo sigue haciendo, y sobre el cual nadie llama la atención.
 
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¿Aprendizaje en el siglo 21? ¡Falta la naturaleza!

 

Una comida caliente al día para todos (Finlandia)


- ¿Sabes que el sistema educativo finlandés es famoso en el mundo?, le pregunté a un estudiante en un colegio secundario en Espoo.
- Sí, me dijo.
- ¿Sabes por qué?
- Porque da una comida caliente al día a todos los estudiantes de manera gratuita.

Me tomó por sorpresa. Tan acostumbrados estamos a asociar la buena fama del sistema escolar en Finlandia a los puntajes en PISA. Pero resulta que los finlandeses están orgullosos de su comida caliente diaria en las escuela mucho antes de que PISA existiera. Explica el folleto School meals in Finland: Investment in learning (Almuerzos escolares en Finlandia: Inversión en aprendizaje):
"Finlandia fue el primer país en el mundo en servir comidas escolares gratuitas. 1948 es considerado el año en el que empezó el servicio de catering escolar, aunque las actividades de catering a menor escala habían estado ahí desde inicios del siglo 20. Hasta inicios de la década de 1960 la comida escolar consistía principalmente de sopas y purés de distinto tipo. Los niños traían de sus casas pan y leche para complementar el almuerzo escolar, el cual por lo general no era muy substancial.

En los 1960s, las comidas escolares se hicieron poco a poco más variadas. Empezó a usarse comidas congeladas y procesadas, y a servirse más vegetales. En los 1970s los menús escolares contenían a menudo nuevos productos como arroz o espaguetis, que aún no eran populares en los hogares. Muchos niños también aprendieron a comer vegetales, ensalada y frutas en la escuela". (Nuestra traducción del inglés)
Hoy, el almuerzo escolar es otro aspecto admirable de la educación finlandesa. Servicio universal, completo, balanceado y de excelente calidad. El menú consiste de:

- Verduras (mitad del plato)
- Papas, arroz o pasta (cuarta parte del plato)
- Pescado o carne (cuarta parte del plato)
- Leche y agua
- Pan con margarina o mantequilla
- Bayas o frutas (postre).

Se ofrece también menús especiales por problemas de alergias, o por cuestiones éticas, culturales o religiosas. Cada vez más escuelas atienden necesidades dietéticas especiales de los alumnos.
"El objetivo es mantener y mejorar la salud de los estudiantes y darles energías para el trabajo escolar. El catering escolar asegura estos propósitos siguiendo orientaciones del Consejo Nacional de la Nutrición. Una comida escolar debe equivaler aproximadamente a un tercio del alimento diario que debe ingerir un niño. Debe ser gustosa, colorida y bien balanceada".
Se cuenta con que los alumnos lleguen a la escuela habiendo comido un desayuno suficiente y balanceado, que les permita jugar y estudiar hasta que llegue la hora del almuerzo.

La obligación de proveer una comida escolar diaria balanceada, sabrosa, suficiente y gratuita, consta en el Acta de Educación Básica. Como parte del currículo, cada municipio debe diseñar un plan de bienestar estudiantil. El plan debe incluir principios claves para organizar la comida escolar, cumplir con los objetivos de una educación para la salud y la nutrición, y enseñar buenas maneras.
"El papel de la comida escolar es ser una herramienta pedagógica para enseñar sobre la buena nutrición y los buenos hábitos alimenticios, así como para aumentar el consumo de vegetales, frutas y bayas, pan de maíz y leche baja en grasa".
Foto: Rosa María Torres
Los municipios son los responsables de monitorear y evaluar las comidas escolares. Las decisiones sobre menús, compras y proveedores se toman a nivel municipal. La comida representa 8% del gasto en educación por alumno. Hay municipios que se juntan y colaboran a fin de optimizar los servicios y reducir costos.

Muchos planteles tienen cocina para preparar los alimentos; otros reciben la comida lista para servir. Todos tienen comedor.

Además del almuerzo, muchos planteles ofrecen snacks (comidas rápidas) a los estudiantes que participan en clubes (actividades extracurriculares, después de la jornada escolar). En algunos casos se cobra por estos snacks. O bien se preparan y envían desde la casa.

Los padres de familia reciben de la escuela información sobre el menú de cada semana, y son consultados y alentados a hacer comentarios y sugerencias. Además, la escuela orienta a las familias sobre temas nutricionales y buenos hábitos alimenticios.
Foto: Rosa María Torres

Se espera que los alumnos comenten y provean feedback sobre la comida escolar y sobre el servicio. Además de una nutrición balanceada, se estimula el ejercicio físico y el buen dormir, tres elementos claves para la salud, el bienestar personal, el aprendizaje y la capacidad de concentración.


En las escuelas, los alumnos almuerzan en varios turnos. El primer turno es para los más pequeños. Profesores y alumnos comen juntos. Al último turno se suma también el personal de cocina y de limpieza. El servicio funciona como auto-servicio, de modo que cada persona se sirva lo que desea y en las porciones que desea.

Se recomienda que la comida transcurra con tiempo, sin prisas ni presiones, a fin de que sea una experiencia placentera. La comida se considera no solo alimentación sino también una oportunidad de socialización, esparcimiento y aprendizaje.

Mis observaciones en tres comedores escolares
Foto: Rosa María Torres

Almorcé en tres planteles escolares y en un centro de educación de adultos, lo que me permitió conversar con algunos profesores sobre el tema, y observar cocinas y comedores en acción.

Los comedores son amplios, luminosos, vistosos. Tambien aquí, el mobiliario es sencillo y práctico. Hay mucho colorido en las paredes, adornadas con dibujos y murales hechos por los alumnos.


Foto: Rosa María Torres
En los edificios más modernos, de reciente construcción, la tendencia es integrar el comedor escolar como parte de un espacio multifuncional más amplio. Mesas y sillas se usan para diversos propósitos, más allá de la hora del almuerzo.

Todo es manejado con higiene y pulcritud. El personal de la cocina usa delantales, guantes y gorros. La limpieza de las mesas y del piso se hace de manera constante.

No hay kioskos ni bares vendiendo comida en los planteles o fuera de estos. No ví ninguna máquina expendidora de comida en los planteles que visité, pero leí que otros visitantes las encontraron y que en esta decisión participan los padres de familia. Sí encontré máquinas de este tipo en las bibliotecas. En las salas de profesores, y en algunos espacios sociales dentro de las escuelas, ví máquinas de café.
Foto: Rosa María Torres

La comida finlandesa usa mucho pescado, verduras, papas, pan. El menú escolar consiste de un plato fuerte, una ensalada, a veces una sopa, pan. En la primera escuela en que comí había albóndigas, puré de papas y ensalada con aderezo. Me dijeron que ésta es una de las opciones favoritas de los alumnos. En otro colegio ví que ofrecían platos musulmanes; me explicaron que esto se debía a que hay varios estudiantes musulmanes en ese plantel, provenientes sobre todo de familias africanas y asiáticas.

Foto: Rosa María Torres

■ 
Solo existen dos opciones de bebida: agua o leche (leche en infinidad de variantes, deslactosadas, descremadas, etc.). Viniendo de América Latina, de la lucha contra las gaseosas, las bebidas azucaradas y los jugos, esto es algo que me maravilló. La leche es, en verdad, un favorito nacional; los niños aprenden a amarla en la familia y desde la primera infancia. De hecho, los finlandeses están entre los mayores consumidores de leche en el mundo (130 litros per cápita al año).

Las verduras no son muy populares, como es usual. ¿Qué hacen para que los alumnos coman verduras?, pregunté. No se les obliga a comerlas. Se les pide que prueben y se sirvan una porción pequeña, para no desperdiciar. El problema se da no solo en la escuela sino también en el hogar. Los padres de familia luchan con esto y muchos, más bien, esperan ayuda de la escuela. ¿Qué tal organizar huertos escolares, donde los alumnos cultivan y se involucran con la comida que producen?, pregunté. No hay tradición de huertos escolares. De hecho, no ví ninguno en los planteles que visité.


Foto: Rosa María Torres
Lo que más me llamó la atención es la autonomía y solvencia con que se manejan los alumnos en el comedor, incluidos los más pequeños. Cada quien se ubica en la fila, se sirve lo que desea, lo lleva a su mesa, come y socializa con otros, y luego se levanta y deposita la bandeja donde corresponde, clasificando cada cosa en su lugar: platos, vasos, cubiertos, sobras. Es como para quedarse observando largo rato. Una estampa fascinante de cultura ciudadana aprendida y ejercida diariamente en la escuela.

Para saber más
» School meals in Finland (2014)
» Free school meals move fails, BBC (2002)

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» Sobre la educación en Finlandia | On education in Finland

El relajo del aprendizaje y la buena pedagogía


Niña finlandesa tendida sobre el pupitre, aprendiendo. Foto: Rosa María Torres

Amo esta foto. La tomé en la primera escuela que visité durante mis dos semanas de visita de estudio en Finlandia. Era una clase de español con primero y segundo grados en una escuela en Helsinki. La amo no porque sea una buena foto sino por lo que muestra y, sobre todo, por lo que revela.

Este es el estado del aula veinte minutos después de haber entrado y de haberle pedido a la profesora que siguiera adelante, sin ocuparse de nosotras, las visitantes. Niños y niñas de 7-8 años en plena actividad mental y física, concentrados en lo suyo, trabajando con una consigna clara, en pequeños grupos, a sus anchas. Una niña tendida sobre el pupitre. Una profesora ausente en la foto pero presente de cuerpo entero en la situación, sonriente, sin una pizca de estrés.


Después de una breve conversación - en español - con los alumnos, ella empezó su clase. Les pidió trabajar en parejas en una actividad de identificación y clasificación de fotos. Cada pareja debía hacer una lista de lo encontrado y agregar un dibujo. Al final, cada pareja debía pasar a mostrar su trabajo y autoevaluarse con una, dos o tres estrellas.

Los niños se atuvieron y cumplieron con los tiempos asignados a cada actividad. A la voz de la profesora, daban por terminada una actividad y pasaban a la siguiente, sin problemas. La profesora no intervino en ningún momento pidiendo orden o silencio. La disciplina nunca fue tema.

Fueron los propios niños quienes prendieron y manejaron el proyector en el que colocaban la hoja en la que exhibían su trabajo y agregaban la autoevaluación. Uno a uno los grupos de dos pasaron en el orden indicado por la profesora, mientras el resto de la clase estaba atento y expectante. Fue posible literalmente ver a los niños pensar y decidir cuántas estrellas se colocaban. Varios se asignaron dos o solo una. Todos explicaron, en cada caso, por qué se autoasignaban ese número de estrellas. Al final de cada presentación seguían comentarios y aplausos de los niños. La profesora, ni una palabra. La autoevaluación y la evaluación corrían por cuenta de los niños. "Ellos son honestos. Saben cuándo algo está bien y cuándo puede mejorar", me había dicho la profesora. Así fue. Todo en 45 minutos, sin ansiedades, sin llamados de atención, sin prisas.

Foto: Rosa María Torres
Mientras los alumnos trabajaban aproveché para hacerle unas pocas preguntas a la profesora. Le pregunté, por ejemplo, si en todas las aulas había un lavabo (noté el lavabo al entrar, junto a la puerta, y ví a varios alumnos acercarse y lavarse las manos). Me dijo que sí, aunque no en todas las escuelas. Se motiva a los alumnos a considerar el lavado de manos como una actividad cotidiana, regular, de higiene personal y cuidado de la propia salud.

Amo estas fotos porque tuve el privilegio de verlas en acción y mi cámara - con permiso de la profesora - me permitió registrarlas como momentos de algo más amplio en movimiento. Seguí el desarrollo de la clase de principio a fin, las sucesivas etapas, los desplazamientos, la lógica de los sonidos, los resultados del trabajo expuestos y autoevaluados al final. Ví a estos niños y a estas niñas aprender motivados, concentrados, contentos, entusiasmados, espontáneos. Ví a esta profesora disfrutar con el disfrute de sus alumnos.

Mientras presenciaba todo esto me preguntaba cuántos profesores lo percibirían llanamente como relajo y cuántos cómo aprendizaje.
Cuántos mandarían a los niños a callar y a 'comportarse' frente a la visitante. Cuántos verían aquí - horrorizados - indisciplina y falta de firmeza de la profesora, y cuántos verían aquí - admirados - buena pedagogía.

¿Cuántos profesores en el mundo pueden 'tolerar' que una niña, en clase, se tienda sobre el pupitre y dé la espalda, de este modo, a la profesora y a la visitante? ¿Cuántos pueden permitir y permitirse que cada niño y niña aprenda en sus ritmos y en sus términos? ¿Cuántos pueden no solo tolerar sino apreciar el 'desorden' y el ruido que provocan la conversación, la colaboración, el entusiasmo, el trabajo en grupo?

La cultura escolar que conocemos nació con grilletes y candados, con varas, fuetes, reglazos, castigos sicos y psíquicos, y se ha criado en las artes del silencio, del inmovilismo, de la ausencia de colaboración, de la prohibición del contacto con otros. Hay que desaprender mucho para aprender a construir otra cultura escolar, una que valora aquello que por tanto tiempo se condenó y que finalmente empieza a ponerse a tono con el aprendizaje infantil, es decir, con la curiosidad, el juego, la risa, la colaboración, el descubrimiento, la ausencia de amenaza, de castigo y de miedo.

Miré a la niña y a mi foto - "Niña finlandesa tendida sobre el pupitre, aprendiendo" - y me recordó de inmediato otra foto, que circuló profusamente y conmovió a muchos: "Niño chino tendido sobre el pupitre, durmiendo". Bendita sea la cultura finlandesa y su lucha por hacer del aprendizaje una experiencia placentera y de la escuela un lugar para que los niños aprendan y sean felices.

Esto es lo que permite una buena formación pedagógica de profesores bien elegidos, en un contexto escolar en que todo esto es no solo permitido sino comprendido y alentado. A esto contribuyen un espacio y un mobiliario adecuados, un ambiente distendido y un grupo pequeño de alumnos. En un grupo grande y en un ambiente de aprendizaje hostil y competitivo, esto sería imposible.Y, por supuesto, sin la comprensión de las familias, también ellas re-educadas en una nueva cultura escolar y en una nueva cultura del aprendizaje.

Tomé pocas fotos en esta clase y, en general, en mis observaciones de clase en Finlandia. Preferí concentrarme en mirar, en escuchar, en reflexionar allí mismo y mientras ocurrían las cosas. No quería que me sucediera lo que a la muchedumbre que se pierde de mirar el desfile, en vivo y en directo, por tomar las fotos para la posteridad.

La calidad de la foto es mala, muestra solo un momento y solo un pedazo del aula, y definitivamente no le hace justicia a la clase que ví y algunas de cuyas impresiones intento compartir aquí. Lo que hay que ver, detrás de la foto, es la calidad de la pedagogía y la calidad de la profesora que la hace posible.

* Post scriptum
Visité esta escuela a fines de 2015. Meses después encontré en internet que es la misma escuela, la misma aula y la misma profesora que visitó en 2013 Jordi Evole del programa español Salvados (ver video). Una escuela -
Käpylä - muy conocida y una profesora - Mari Peteri - sin duda muy solicitada para atender a los visitantes hispanohablantes, pues estudió en España y tiene la enorme ventaja de hablar y enseñar español.

Aprender a lavarse las manos



Tomado del sitio del BRAC

La pandemia del coronavirus (Covid-19) ha puesto a toda la humanidad a lavarse las manos. Es decir, a quienes tienen agua e instalaciones en sus casas, en sus escuelas y comunidades, el 40% de la población mundial (3.000 millones de personas) según UNICEF. El lavado de manos y el distanciamiento social son las dos medidas más importantes para protegerse del virus y así seguirá siendo mientras no se desarrolle un tratamiento y una vacuna para la enfermedad.

Por increíble que parezca, algo tan fundamental, de vida o muerte, como lavarse las manos con jabón, y hacerlo bien, es algo que no nos enseñan ni en el hogar ni en la comunidad ni en la escuela. Ha tenido que irrumpir una pandemia para que la humanidad tome conciencia y se vea forzada a hacerlo. Yo lo aprendí ya de adulta, en mi primera visita a Bangaldesh a inicios de los 1990s. Esa es la historia que les cuento aquí.


Desde el año 2008, el 15 de octubre se celebra como Día Mundial del Lavado de Manos. Lavarse las manos - dicen los estudios y los expertos - es la manera más sencilla de prevenir enfermedades y salvar millones de vidas.

Foto: BRAC
El día y el tema me recuerdan, inevitablemente, un viaje a Bangladesh a inicios de los 1990s y una visita al programa de educación del BRAC, una ONG renombrada y premiada mundialmente y una de las más grandes del sudeste asiático. Fui como funcionaria y asesora de UNICEF, cuyo apoyo continuado ha sido fundamental para el programa.

El sistema de escuelas del BRAC apenas empezaba por entonces. Escuelitas sencillas, modestas, pero acogedoras, de una sola habitación, ubicadas en zonas rurales y destinadas sobre todo a atraer a las niñas, con horario reducido a fin justamente de facilitar que las familias manden a sus hijas a la escuela.

Foto: BRAC

Ese fue mi primer viaje al Asia y esas las primeras escuelas que ví en las que los niños - y a menudo también los maestros - se sientan en el suelo y usan el suelo como espacio múltiple, de aprendizaje y recreación. Con ayuda del traductor que me acompañaba, pude comunicarme con las maestras y con los niños.

Empecé a fijarme en unos carteles escritos a mano colocados por todo lado. Pregunté qué decía el mensaje y me dijeron: "No te olvides de lavarte las manos". En el suelo y sobre las paredes había asimismo láminas, cartillas y otros materiales impresos con mensajes de higiene y de salud.
Foto: Compassion

Aprender a lavarse las manos con agua y jabón, y hacerlo regularmente después de ir al baño y antes de comer, era - sigue siendo - una parte muy importante del currículo y de la convivencia escolar en el sistema BRAC. Igual que otras normas básicas como el uso adecuado de la letrina y hervir el agua para la preparación de los alimentos. Lo que los niños aprendían en la escuela debían llevarlo a sus casas y enseñarlo a sus familias. Así pues, el objetivo escolar no se detiene en qué aprenden los niños sino en qué aprenden sus familias a través de ellos y en el impacto de esos aprendizajes sobre la vida familiar y comunitaria. Una visión y una lección inspiradoras que incorporé desde entonces.

Había visto escuelas en contextos de gran pobreza pero ninguna que le diera tanta importancia a lavarse las manos; a lo sumo, el tema incorporado como una lección en el texto escolar y, quizás, algún poster estacionado en la pared. ¿Por qué tanto énfasis en el lavado de manos?, le pregunté a una maestra en una de las escuelas que visité. Quería escuchar su punto de vista. "Porque hacemos todo con las manos", fue la simple explicación.

Foto: Compassion
Solo al día siguiente entendería cabalmente sus palabras. Una joven a la que conocí en el avión me había invitado a cenar a su casa, en Dhaka. Casa grande, hermosa, lujosa. Sus padres me atendieron con gran cordialidad. Antes de sentarnos a la mesa, a cada quien se le dio un pequeño cuenco con agua para lavarse las manos y un lienzo para secarlas. Ya en la mesa, gran variedad de platillos pero ni un solo cubierto. Aprendí allí mismo a comer con las manos. Un descubrimiento extraordinario y una experiencia inolvidable. La comida entrando por la vista y el olfato, luego por el tacto, y recién entonces por el gusto. 

Sigo de cerca al BRAC, que en estos años se ha ampliado a otros países y ha ganado múltiples premios internacionales. Leo que ha desarrollado un programa llamado WASH (water, sanitation and hygiene), dirigido a familias y comunidades. Más de 8.000 personas trabajan en el programa, con 65.000 comités comunitarios. Leo también que en 2010 Bangladesh sentó un nuevo record en el Día Mundial de Lavado de Manos, con 52.790 estudiantes lavándose las manos en simultáneo.

52,970 students washed their hands
in 2010 Bangladesh 52,970 students washed their hands simultaneously and set a world record (Unilever/Lifebuoy, 2010 - See more at: http://www.observerbd.com/2015/10/15/115418.php#sthash.dw5NVcm7.dpuf
Foto: Global Handwashing Day
WASH se creó en 2006 inicialmente a fin de lograr la meta 7 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio: reducir a la mitad la proporción de personas sin acceso a agua potable y a sanidad básica. El programa se dirige a zonas rurales y apartadas, proveyendo letrinas, agua potable y conocimientos esenciales sobre higiene. Los logros son espectaculares: 90% de las comunidades involucradas usan letrina y 80% se lava las manos con agua y jabón después de usar la letrina y antes de comer. En el centro, el sistema escolar cambiándose a sí mismo y sirviendo de agente de cambio de los demás.

Como en tantas otras cosas, Bangladesh muestra caminos e inspira en la larga y dura lucha mundial contra la pobreza.

Foto: reunión del programa WASH con los niños en una comunidad

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"Niños, no se olviden de usar el hilo dental" (Brasil)

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