Rosa María Torres
Marcelo Chamorro, La Hora, Ecuador |
En una comunidad rural chilena muy pobre y apartada un padre de familia cuenta que, para llegar a la escuela, él y sus tres hijos - uno de ellos de 6 años - deben caminar cerca de 3 horas a pie, en condiciones ideales, cuando no llueve y el suelo está seco. Cada lunes salen de su casa antes del amanecer y llegan a la escuela cerca de las 9 de la mañana, muchas veces atrasados, con el consiguiente cansancio y sueño por el resto del día, y las consiguientes reprimendas y complicaciones por el resto de la semana y del año escolar.
La odisea se repite, de regreso a casa, cada sábado. De lunes a viernes los niños permanecen en el internado, aledaño a la escuela, pensado precisamente como solución para los problemas de movilización de los alumnos que viven lejos. Explica el padre que no pueden llegar a la escuela en caballo pues “cuando el niño va a caballo se entuma y huele mal. El caballo despide un humor que se pega a la ropa. Cuando se baja del caballo, el funcionario le huele y le pone una anotación”. La solución que propone, en nombre suyo y en el de los demás padres que enfrentan el mismo problema, es amorosamente simple: que los niños puedan llegar al internado el domingo hacia el final de la tarde, que haya profesores que los reciban y que se les dé alimentación esa noche. De ese modo, se evitarán el retraso, el cansancio y las reprimendas el lunes. Ante el planteamiento, el director de la escuela ofrece considerar esta solicitud. Los padres parecen contentos con el ofrecimiento.
¿Qué clase de “solución” es ésta? No se logra que los niños caminen menos o dejen de caminar, sino que caminen lo mismo un día antes y beneficiándose de una comida más.
Intervengo en la reunión, y planteo que habrían otras posibles alternativas para este problema. Por ejemplo:
Reorganización del calendario y el horario escolar No hay por qué pensar que la escuela tenga que ser de lunes a viernes y todo el mes; es posible reorganizar el calendario y el horario escolar. Puede modificarse el horario de la semana, o el de los lunes solamente, empezando la jornada más tarde y recuperando ese tiempo en otro día o sencillamente aprovechando mejor las horas existentes. En lugar de ir y regresar cada semana, pueden reorganizarse los días de clase de modo de salir solo dos veces al mes a la casa, pero por más días cada vez, como se hace en las escuelas-albergue en muchos lugares. O bien puede adoptarse la modalidad de alternancia -15 días en la escuela y 15 días en la casa, o una semana en la escuela y una semana en la casa- con la que funcionan muchas escuelas rurales en el mundo, como las llamadas Escuelas Familiares Agrícolas.
Educación a distancia La educación a distancia ha sido inventada precisamente para situaciones en las que la distancia (y el tiempo) constituye un obstáculo mayor para educarse. Puede hacerse a través de video y de la televisión, o bien a través de materiales impresos y de la radio, en situaciones en que - como es aquí el caso - no existe energía eléctrica. Programas de educación a distancia, tanto para enseñanza primaria como secundaria, y con las diversas modalidades, existen en varios países de América Latina así como en Africa y Asia.
Modalidades itinerantes Hay la posibilidad de pensar en que no son los estudiantes los que van a al escuela, sino la escuela la que va a los estudiantes. Hay modalidades itinerantes en las que parejas o equipos de profesores se desplazan a las casas y comunidades apartadas, se quedan en cada comunidad un tiempo y luego continúan a la siguiente. Modalidades de este tipo se aplican desde hace muchos años en países del Asia como Nepal, Tailandia o Bangladesh.
Cambios en las actitudes y normas de disciplina, asistencia, enseñanza, evaluación y promoción escolares No llego a plantear esto, pues signficaría enfrentar a padres y planta docente. Pero, evidentemente, una verdadera solución al problema pasa por transformar las actitudes y normas internas de la escuela (y las percepciones familares) respecto de temas clave como la disciplina, la asistencia, la enseñanza, la evaluación y la promoción. No es posible que una autoridad escolar sancione el olor de un niño que vive en la pobreza y viene de tres horas de caminar o de montar en caballo: lo que corresponde es sancionar al funcionario y enseñar al niño a asearse cuando llega a la escuela. El niño que llega tarde con razón justificada (qué más justificadas que la distancia y el cansancio) no merece ser reprendido sino atendido en esa condición, con estrategias extras. El niño que estudia en estas condiciones debe ser valorado y premiado por su esfuerzo y el de su familia, antes que condenado por la cultura escolar.
Los padres de familia abren los ojos y asienten con cada nueva alternativa. Profesores, director y autoridades educativas presentes se sienten algo incómodos y seguramente incrédulos. Ninguno cree en verdad que hay posibilidad de cambiar nada, todos creen que todo esto es imposible, que no darán permiso en la sede central.
Mientras no pueda pensarse en verdaderas alternativas a los problemas educativos, en lugar de en falsas soluciones que a lo sumo parchan el actual modelo escolar, inadecuado no sólo para las necesidades de las poblaciones rurales sino de todos los grupos, hablar de reforma educativa será simplemente hablar de cosmeticología, no de auténtica transformación: la diferencia entre "innovar" o "mejorar", y cambiar el sistema escolar.
* Texto incluido en: Rosa María Torres, Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuaderno de viajes, Editorial Paidós, Buenos Aires, Barcelona, México, 2000.
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