Recordando al Conejo - Fernando Velasco Abad

Una biblioteca escolar como debe ser (Brasil)



Library - Piwheel Bunny

Una habitación mediana, bien iluminada, con poco mobiliario, sencilla, sin ostentaciones, pero atractiva y acogedora.

Plantas y adornos de colores por todas partes: sobre la mesa, sobre el piso, junto a la puerta, entre los estantes, en la gran ventana.

Los "libros" hechos por los propios alumnos ocupan aquí - como debe ser - el lugar más importante. Están desplegados sobre la gran mesa central que se roba el espacio y la mirada, al alcance para que todos los alumnos puedan mirar, admirar, tocar, manipular, leer, y volver a poner en su lugar.

Todo lo que los alumnos producen en la escuela, en los diferentes grados, pasa a formar parte de la biblioteca y a ser convertido en material de lectura: textos individuales y colectivos sobre temas diversos, con sus respectivos dibujos, de puño y letra, algunos con letra bien definida y elegante, otros garrapateados, muchos con borrones y tachones, todos ellos compilados y anillados, con una cubierta de plástico transparente y grueso, a prueba de uso infantil e intenso. Allí está también el periódico que producen anualmente los alumnos, éste sí impreso (y voluminoso), con noticias, comentarios de fondo, editoriales, redacciones, cuentos, adivinanzas, pasatiempos, juegos...

Contra las paredes, los estantes convencionales, pero con una variedad poco convencional de materiales de lectura: parados, echados, gordos, flacos, unos con lomo, otros sin él. Las enciclopedias, los diccionarios, los libros serios, los textos escolares y las revistas especializadas gozan del mismo pedigree que los cuentos, los boletines, las revistas comerciales, las series de detectives y aventuras, los cuadernos de trabajo y los libros para jugar, los panfletos y folletos comunes y corrientes que se venden en kioskos o en lugares públicos.

Al fondo, espacios de lectura a ras del suelo, sin mesas ni sillas, con un tapete central y varios tapetitos-petates-cojines de colores alrededor para que niños y niñas lean en cuclillas, de pie, de costado, con las piernas abiertas, acostados sobre la barriga o la espalda, arrimados unos a otros, o, en fin, como se les antoje y más les acomode.

Y, finalmente, un espacio amplio y luminoso junto al ventanal dedicado a esos objetos de lectura tan condenados por los adultos y tan ignorados por los bibliotecarios pero tan apreciados por los niños: los comics. En esta biblioteca, niños y niñas pueden leerlos a sus anchas, sin vergüenza, con legitimidad de lector que sabe lo que quiere y disfruta lo que lee.

Una biblioteca escolar como debe ser, diseñada para estimular tanto la lectura como la escritura, pensada no solo desde la perspectiva del niño lector sino también del niño escritor que puede ser a la vez consumidor y productor de materiales de lectura.

La que he intentado describir aquí es la biblioteca que encontré en Sao Paulo, Brasil, en la Escola da Vila, escuela privada renombrada por sus enfoques y métodos innovadores para enseñar a leer y escribir. Basta hojear cualquiera de los "libros" de esa gran mesa central, los escritos por los propios alumnos, para saber que en esta escuela pasan cosas diferentes. Cada libro es una revelación, una caja de Pandora llena de maravillosas sorpresas. Cada libro - y sobre todo los escritos por los niños y niñas más pequeños, los de preescolar y de los primeros grados - es una confirmación esperanzadora de que leer y escribir pueden ser para los niños actividades tan necesarias y tan llenas de sentido como el más feliz de los juegos.


Muchos años han pasado desde esa visita y desde que escribí este artículo. Eran épocas pre-Internet. Tengo mucha curiosidad y, de hecho, tengo ya anunciada una nueva visita a la Escola da Vila, para ver lo que ha hecho en estos años, cómo ha logrado incorporar las computadoras a su fantástica visión de los niños, de la lectura y la escritura, y de la biblioteca.

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