Niños y jóvenes vuelven a las aulas después de un largo confinamiento. Momento de juego y socialización, de protagonismo infantil y juvenil, de escucha. Más que indagar lo que no saben, importa indagar lo que saben y lo que aprendieron en el confinamiento.
La pandemia profundizó un viejo problema de los sistemas educativos: centrarse en lo que los alumnos no saben antes que en lo que saben. Los organismos internacionales pusieron en el centro de las preocupaciones lo que llamaron «pérdida de aprendizajes" y urgieron a los países a emprender una cruzada de «recuperación de aprendizajes».
"Aprendizajes perdidos"
En el largo encierro los alumnos perdieron sin duda contenidos y habilidades contemplados en el currículo escolar, aprendizajes que propicia la escuela a través de la enseñanza de los profesores. Se habló de rezago, déficit, pérdida, y de la necesidad de recuperación y nivelación.
Muchos - alumnos, padres de familia, especialistas - en todo el mundo afirmaron que en los meses de confinamiento se aprendió poco en el hogar desde el punto de vista escolar, incluso donde hubo Internet y dispositivos digitales. Un estudio realizado en Argentina en sep. de 2020 encontró que "más de la mitad de las familias están conformes con el trabajo de los docentes durante la cuarentena; aún así, consideran que sus hijos están perdiendo aprendizajes". En una encuesta de UNICEF Ecuador en feb. de 2021 6 de cada 10 estudiantes afirmaron que estaban aprendiendo menos desde el inicio de la emergencia, pese al aumento de la conectividad. La importancia de la presencialidad se fue reconociendo cada vez más.
Aprendizajes ganados
Lo cierto es que durante el confinamiento niños, adolescentes y jóvenes no solo perdieron sino que ganaron aprendizajes, aprendizajes valiosos, aprendizajes sociales y emocionales que se aprenden en la convivencia familiar, en la vida cotidiana. Aprendizajes dolorosos en muchos casos, como la violencia, la enfermedad y el contacto con la muerte.
Durante
el confinamiento, los alumnos convivieron de manera estrecha y cotidiana con sus padres, hermanos y abuelos, tuvieron oportunidad de percibir de cerca la dinámica de sus relaciones y de su trabajo, y de participar de otro modo en las tareas del hogar. El cierre de la escuela permitió a muchos extrañarla y extrañar a sus compañeros. La educación a distancia, una novedad en su vida, ayudó a muchos sin duda a reflexionar sobre su propio aprendizaje (metacognición), sus preferencias, su manejo del tiempo, etc.
A través de relatos, dibujos, graffitis, manualidades, videos y textos
niños y adolescentes expresaron sus vivencias, temores, frustraciones, angustias, alegrías, deseos. Muchos expresaron también cómo
imaginan y desean que sea su escuela en el futuro.
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No todos los alumnos regresaron a las aulas; muchos abandonaron la escuela. Los alumnos que volvieron - sobre todo luego de un largo confinamiento, como fue el caso de la mayoría de países de América Latina - no eran los mismos de antes de la pandemia. Niños, adolescentes y jóvenes regresaron agobiados de encierro, ansiosos de juego y de aire libre, deseosos de expresarse y compartir, con grandes expectativas por el reencuentro con compañeros, amigos y profesores, con nuevos saberes y experiencias que contar.
No obstante, el miedo al contagio, la complicada logística del retorno y la urgencia de recuperar el tiempo perdido y hacer frente a la «pérdida de aprendizajes» limitó la celebración del retorno. Las dinámicas del diagnóstico, la evaluación, la nivelación y la aceleración fagocitaron el momento.
La posibilidad de volver a la «vieja normalidad», sin aprovechar cabalmente la crisis para repensar la educación, es una posibilidad muy real.
Zhao, Y. (2021). Build back better: Avoid the learning loss trap. Prospects.
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