Desde el inicio de la pandemia, en 2020, empezó a hablarse de ésta como una oportunidad para impulsar cambios profundos en los sistemas educativos. El cierre de las aulas, prolongado hasta por dos años en muchos países, constituye un hecho sin precedentes; su impacto para la educación de niños, jóvenes y adultos y para la realidad educativa de los países es imprevisible y dejará secuelas por muchos años. Con el paso del tiempo se fue viendo con mayor claridad no solo las oportunidades sino también las dificultades para hacer efectivos tales cambios y, como era previsible, la multiplicidad de visiones al respecto.
La pandemia no solo puso en evidencia las tremendas desigualdades existentes en el mundo y dentro de cada país en relación a la educación, sino que profundizó dichas desigualdades. El acceso al Internet y al mundo digital apareció como la panacea para dar continuidad al aprendizaje escolar en ausencia de escuelas, al mismo tiempo que el mundo se enteraba de la enormidad de la brecha digital (más de la mitad de la humanidad no tenía acceso al Internet en 2018) y de la complejidad de poner en marcha políticas de «derecho universal al Internet» en medio de los altos índices de pobreza y de su agudización precisamente como resultado de la pandemia.
Algunos aspectos positivos favorecidos por la pandemia
▸ Reducción del estrés escolar al que son sometidos alumnos y padres de familia durante el año escolar, incluyendo reglas, rutinas, rituales, horarios, uniformes, movilización, pruebas, calificaciones, etc. Tiempo libre y posibilidad de elegir cómo usarlo, incluido el manejo del aburrimiento, importante para el desarrollo de la creatividad y la autonomía. Pausa al sufrimiento que ocasiona el bullying, fenómeno que afecta a cerca de uno de cada tres estudiantes en el mundo, según un estudio de la UNESCO realizado en 2020 en 144 países. Para los estudiantes víctimas de bullying, estudiar desde el hogar significa un alivio, dada la incapacidad de los sistemas educativos para lidiar con este problema.
▸ Valoración de la escuela. El cierre de las aulas y el confinamiento forzado por la pandemia permitieron percibir con claridad la (multi)funcionalidad del sistema educativo, el sistema social más extendido en el mundo. La escuela no es solo lugar de educación sino también de protección, encuentro y socialización, y de alimentación para millones de niños y niñas, incluyendo a aquellos que reciben ahí la única comida segura del día. El cierre de las aulas significa un quiebre en la cotidianeidad familiar y social que va mucho más allá de pérdidas cognitivas.
▸ Valoración de los profesores. La afirmación de que ninguna tecnología es capaz de sustituir a los docentes se volvió concreta y palpable. La especificidad, utilidad y complejidad de la tarea docente se hizo evidente. Empezaron a brillar por todos lados héroes y heroínas haciendo cosas extraordinarias para asegurar la continuidad escolar de sus alumnos en lugares apartados y en situaciones de gran precariedad.
▸ Visibilización y valoración del papel de los padres de familia,
y
sobre todo de las madres, como apoyo a la educación escolar de los hijos en el hogar, más allá de la usual ayuda con las tareas escolares. No obstante, dicho papel fue insuficientemente valorado, y desatendido en términos de la educación, la capacitación y el apoyo que requieren las familias para realizar esta tarea para la cual no han sido preparadas. La oportunidad se perdió, en gran medida, para una reflexión y un análisis de la importancia de los cuidados, del histórico papel de las mujeres en dichos cuidados y de la persistente desigualdad a este respecto en relación a los hombres.
▸ Mayor acercamiento y comunicación entre padres e hijos, compartiendo más tiempo en el hogar, nuevos roles y nuevas dinámicas de comunicación y de convivencia entre trabajo y estudio en casa, tareas domésticas, aprendizajes escolares y no-escolares, juego y esparcimiento.
▸ Más presencia de los padres (hombres) en el hogar, gracias al trabajo a distancia alentado por la pandemia, lo que permitió en muchos casos mayor involucramiento de los hombres en la crianza y el cuidado de los hijos y mayor participación en las tareas domésticas.
▸ Acercamiento y colaboración entre profesores y padres de familia. Muchos profesores asumieron tareas que van más allá del rol escolar, recorriendo comunidades, trasladando materiales, enseñando a sus alumnos a domicilio o bien en su propio hogar. En algunos casos se dio un involucramiento activo también de la comunidad local, plasmándose así la ansiada colaboración familia-escuela-comunidad.
▸ Organización y colaboración entre padres de familia a fin de resolver algunos de los problemas ocasionados por el cierre de las escuelas. Proliferaron «escuelas alternativas» (algunos las llamaron escuelas burbuja) organizadas informalmente en el domicilio familiar en las que padres de familia de manera rotativa o bien maestros contratados por estos asumieron de manera presencial o virtual la enseñanza a grupos pequeños de alumnos mientras se reabrían las aulas.
▸ Valoración de la presencialidad, dada por sentada en la tradición escolar. La educación a distancia, reservada usualmente para situaciones excepcionales y, de modo general, para la educación de personas jóvenes y adultas, pasó a verse como modalidad dominante de educación formal en tiempos de pandemia, a través del uso de la radio, la televisión y/o el Internet, dependiendo de la disponibilidad de este último en el hogar.
▸ Mayor personalización de la educación, facilitada por la educación virtual y otras formas de educación a distancia implementadas durante la pandemia, por la atención en muchos casos pesonalizada de los profesores, tanto a distancia como presencial (por ejemplo visitas a domicilio) y por el acompañamiento también personalizado de padres y madres de familia en el hogar.
▸ Incremento del homeschooling (educación escolar en casa) no solo en los «países desarrollados» (durante la pandemia el homeschooling creció considerablemente en Estados Unidos, llegando a un 11% en 2021) sino también en «países en desarrollo». Muchas familias percibieron por primera vez las virtudes y los problemas del homeschooling o simplemente de asumir una responsabilidad mayor en la escolarización de sus hijos. Hubo asimismo en varios países mayor apertura de las autoridades educativas en este sentido y disponibilidad de nuevos recursos activados por las políticas y programas educativos surgidos a raíz de la pandemia (plataformas en línea, programas de radio y televisión, materiales digitalizados, etc.).
▸ Toma de conciencia local, nacional y mundial acerca de la precariedad de muchos planteles educativos en cuanto a condiciones básicas de higiene y salud tales como acceso a agua potable, instalaciones para el lavado de manos, baños, ventilación, iluminación y ruido, y a la necesidad de asegurar todo esto para el retorno a clases.
▸ Reorganización espacial del aula, de la escuela y de los espacios exteriores. La
necesidad de distancia física (1.5 a 2 metros) entre las personas como
medida para evitar el contagio obligó a repensar la organización
espacial de la escuela y del aula y algunas características del
mobiliario escolar convencional, así como el patio y los espacios
exteriores dedicados al esparcimiento y al juego.
▸ Valoración de la educación y el aprendizaje al aire libre. Al concluirse que los espacios cerrados, sin ventilación adecuada, favorecen el contagio del Covid-19, espacios abiertos, gradas, plazas, parques, ágoras, canchas deportivas,
jardines, huertos, playas, pasaron a reconocerse como espacios de aprendizaje, más allá de las cuatro paredes de la escuela y del aula. La escuela rural, rodeada de mucho espacio exterior, mostró en este sentido su ventaja comparativa respecto de la escuela urbana.
▸ Reducción del número de estudiantes por aula. El distanciamiento físico requerido por la pandemia obligó a distanciar los pupitres entre sí y consecuentemente a reducir el número de estudiantes por aula, viejo pedido de los docentes y desvirtuado reiteradamente por organismos como la OCDE y el Banco Mundial. (Desde los 1990s el Banco Mundial viene aconsejando a los países no invertir en reducir el tamaño del grupo, considerado un «callejón sin salida» de la reforma educativa). Esto plantea un enorme desafío logístico y financiero para las situaciones en las que predominan los grupos numerosos y las aulas hacinadas, exigiendo reconsiderar horarios, jornadas de estudio y de trabajo, roles docentes y administrativos, vínculo con las familias y con la comunidad, etc.
▸ Flexibilización de planes y ofertas educativas a fin de responder a situaciones y contextos diversos, rompiendo con la tendencia a la homogenización y al modelo único en el campo educativo.
▸ Digitalización y amplia difusión del arte y la cultura. El confinamiento obligó a cerrar no solo las aulas sino los espacios y las manifestaciones culturales y artísticas que congregan usualmente a muchas personas: cines, teatros, museos, galerías de arte, zoológicos, jardines botánicos, circos, etc. El mundo del arte y la cultura, y el trabajo de los artistas y gestores culturales, fue uno de los más valorados y al mismo tiempo uno de los más afectados por la pandemia. Lo bueno que resultó de esto fue el extraordinario aprovechamiento del mundo virtual para crear y difundir arte - música, danza, pintura, dibujo, títeres, grafiti, etc. - volviéndolo accesible a partir de un celular e integrándolo como nunca antes a la experiencia cotidiana de aprendizaje y disfrute de niños, jóvenes y adultos.
▸ Aproximación al concepto de Aprendizaje a lo Largo de la Vida incluyendo el reconocimiento de la ubicuidad y atemporalidad del aprendizaje (se puede aprender dentro y fuera de las aulas, en la escuela y en el hogar, en espacios cerrados y al aire libre, en cualquier momento, etc.), de diferentes modalidades y vías para aprender (presencial y a distancia, presencial y virtual, sincrónico y asincrónico, utilizando diferentes medios como radio, TV e impresos), del aprendizaje entre pares e intergeneracional, de los aprendizajes inter-sectoriales (combinando diferentes áreas de conocimiento), de los aprendizajes no-escolares, no-formales e informales (por fuera del sistema escolar, aprendizajes autodidactas y autodirigidos) incluido el juego y actividades lúdicas, la lectura, el cuidado de una mascota, el huerto, el deporte, etc.
Algunos aspectos negativos y riesgos acentuados por la pandemia
▸ Confusión generalizada en torno a términos y conceptos como educación en la casa (educación en la familia, en el hogar) y educación en la escuela (educación escolar, educación formal), educación y escolarización, educación y aprendizaje, educación en casa y homeschooling, educación a distancia y educación virtual (online), etc. En muchos casos se sigue afirmando que "es hora de volver a aprender", que el reto es #ContinuarElAprendizaje. En realidad, el aprendizaje no se detiene, ocurre en todo momento y lugar, aunque cierren las escuelas.
▸ Gran improvisación a nivel mundial y en cada país en torno a las decisiones y acciones para hacer frente a la pandemia en términos educativos. Ningún país estaba preparado para la situación creada por la pandemia, y muy especialmente aquellos con sistemas educativos rígidos, viejas pedagogías, escasa innovación, bajos niveles de conectividad en el hogar y en los planteles educativos, y escasa o nula incorporación de los docentes a la cultura digital. (Ver un análisis de las respuestas educativas de América Latina frente al COVID-19 en 2020, UNESCO-OREALC).
▸ Interrupción de la educación formal presencial durante semanas, meses e incluso más de un año para millones de niños, jóvenes y adultos en todo el mundo. América Latina fue la región con el cierre más prolongado de sus sistemas educativos y una de las más perjudicadas por la pandemia en este sentido.
▸ Invisibilización de las bibliotecas También las bibliotecas se cerraron durante la pandemia, pero nadie habló de ello. La pérdida de vigor de las bibliotecas como lugares de lectura, de desarrollo de la cultura y del conocimiento, y del aprendizaje autónomo, es un fenómeno que ha venido dándose en todo el mundo, a la par del avance del Internet y de la cultura digital. La pandemia contribuyó a sepultar y volver irrelevantes a muchas bibliotecas así como a dinamizar la digitalización de los acervos y los servicios en línea y a domicilio de las bibliotecas más creativas y dinámicas.
▸ Edadismo. La pandemia dejó al descubierto y al rojo vivo el maltrato a las personas mayores y el irrespeto por su vida, tanto por parte de los gobiernos como de las sociedades. Miles de adultos mayores murieron desatendidos y en soledad, sin poder despedirse de nadie, en residencias y hospitales públicos y privados que debieron cuidarles y protegerles.
▸ Incremento de la violencia doméstica tanto contra los niños como contra las mujeres, acentuada en el confinamiento.
▸ Incremento de problemas de miopía y fatiga visual entre niños y adolescentes, como resultado de la alta exposición a pantallas y dispositivos digitales, y de la falta de luz solar.
▸ Protagonismo dado a las tecnologías y al Internet en la educación y en las políticas educativas, en el presente y a futuro, al punto que muchos no conciben hoy educación, continuidad educativa e incluso aprendizaje sin Internet.
▸ Clasificación del mundo en «conectados» y «desconectados» para fines educativos. A partir de la pandemia la humanidad pasó a clasificarse en "conectados" y "desconectados", consagrándose el acceso al Internet y a los dispositivos digitales como factor preponderante de discriminación educativa, en tiempos en que se reivindican como centrales la inclusión y la equidad en educación (Objetivo de Desarrollo Sostenible 4: "Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida para todos") y que se entiende la inclusión como "todos sin excepción", "no dejar a nadie afuera" y "no dejar a nadie atrás" (Ver "Inclusión y educación: Todos sin excepción", Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2020, UNESCO, París) .
▸ Gran preocupación con la «pérdida de aprendizajes» de los estudiantes, entendiendo por tal el aprendizaje vinculado a la educación escolar, sin reconocerse ni valorarse los múltiples aprendizajes realizados por niños, jóvenes y adultos en el hogar y en entornos informales durante la pandemia y el confinamiento. El Banco Mundial estimó que en los países en desarrollo el porcentaje de niños que no saben leer a los 10 años aumentará en 10 puntos, pasando del 53% antes de la pandemia al 63%. También estimó que al reiniciarse las clases presenciales el retraso promedio sería de 1,3 años de escolaridad.
▸ Incremento y reinstalación de la repetición escolar, como resultado de la la interrupción de la educación formal y/o de los débiles aprendizajes logrados en la educación virtual.
▸ Incremento de la brecha educativa entre “países desarrollados” y “países en desarrollo”, entre ricos y pobres, entre educación pública y educación privada, entre conectados y desconectados.
▸ Gran dependencia de las empresas tecnológicas en la definición de los futuros de la educación, de las buenas prácticas y de lo que ha de considerarse 'innovación educativa'.
▸ Mayor dependencia del experto y del conocimiento experto en los asuntos relacionados con la educación, los aprendizajes y las tecnologías, y mayor desprecio por los saberes de los docentes, las familias, las comunidades locales, el ciudadano común. Es fundamental un empeño serio y sostenido de información y educación ciudadana en torno a la educación, el aprendizaje, el conocimiento, la información, el uso e impacto de las tecnologías, a fin de alentar y calificar una participación ciudadana amplia en los debates y acciones en torno al cambio y la innovación educativas.
▸ Mayor homogenización de los diagnósticos y de las soluciones para la educación a nivel local, nacional, regional y mundial, a la cual invita la ilusión de homogenización creada por el uso preponderante de las tecnologías.
▸ Desvinculación de muchos estudiantes del sistema educativo durante la pandemia, especialmente de los provenientes de familias de escasos recursos, los sin acceso o con dificultades de acceso al Internet y los que sufren bullying en las aulas, con el riesgo de que muchos de ellos no regresen al sistema.
▸ Migración de la educación privada a la pública principalmente debido a la crisis económica desatada por la pandemia. Dicha migración es vivida como pérdida y fracaso por las familias y por la sociedad, reforzándose así las percepciones negativas de la educación pública y las brechas entre el sistema público y el privado. En situación de emergencia, y en medio de grandes tensiones y limitaciones, la educación pública debe asegurar el derecho a la educación de todos.
▸ Pérdidas importantes para las mujeres, las más afectadas por la pandemia, y graves retrocesos en la equidad de género.
Cómo citar este artículo: Torres, Rosa María, "Luces y sombras de la pandemia para el cambio educativo", Blog OTRAƎDUCACION, Quito, 2021. |
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