Gabriela sabe leer pero tiene miedo

Niña leyendo - Mario Mollari

Durante la Campaña Nacional de Alfabetización "Monseñor Leonidas Proaño" recorrí el Ecuador visitando Círculos de Alfabetización Popular (CAP). En varios encontré niños y niñas pequeños que iban a los CAP con sus padres o madres, tíos, abuelos, algunos para aprender a leer y escribir, otros para reforzar lo aprendido en los primeros años de la escuela.

En un CAP que funcionaba en el pórtico de entrada de una humilde casa particular de El Puyo, provincia de Pastaza, encontré a tres mujeres: Karina, la joven alfabetizadora, la señora María, dueña de la casa, y Gabriela, su sobrina de 10 años. La tía y la alfa­beti­za­dora me explicaron que el papá de Gabriela había decidido ponerla en el CAP porque tenía problemas en la escuela. Había per­dido ya dos veces el segundo grado y ahora estaba condicionada para entrar al tercero. Su problema, según el maestro de la escue­la, es que no aprendía a leer ni a escribir.

Mientras la tía leía en voz alta un texto, observé de reojo a Gabriela, quien seguía la lectura con los ojos y con el dedo índice. De vez en cuan­do, la niña completaba o corregía en voz muy baja los errores de la tía. ¡Gabriela sabía lee­r!.

Se lo dije. Le pedí que leyera en voz alta el texto, pero se negó. Gabriela sabía leer pero tenía miedo de ha­cerlo. Estaba traumatizada. Entre bromas y expresiones de alien­to, logra­mos que empezara a hablar.

- "En mi clase somos 38 niños... Nos estaban cambiando a cada rato de profesor... Por eso no pue­do leer bien... Primero estuvi­mos con el señor Pedro, después con el señor Colala... Con él perdí el año... Nos pegaba... El señor Aguilar es bueno, no nos pega... El otro nos pegaba con un cable de luz... Traía de la casa de él... Pegaba en las manos y en la ca­beza".

- “¿Y tú qué hacías cuando te pegaba?”.

- "Lloraba... Los otros niños de mi clase también lloraban".

- “¿Y qué hacían tus papás?”.

- "Nada... Es que no les decía nada, por miedo... Ellos también me pegan con correa".

- “¿Y por qué no quieres leer, si sabes leer?”.

- "El profesor me dice que no sé leer... Cuando me equivocaba, me pegaba... Cuando me atrancaba en una palabra y no leía rápido, me pegaba... No me gusta leer".

Le pedí que leyera unos rótulos que aparecen en el Cua­derno de Trabajo de la campaña. Pudo leerlos con facilidad, pero cuando se a­trancaba, se asustaba. En vez de castigarla, todos le animamos a que siguiera intentando. Lo hizo. Entre es­tímulos y felicitaciones, em­pezó a sonreír.

Le pregunté qué le gustaría leer. Me respon­dió, sin pensarlo dos veces:

- "Cuentos".

- “¿Cuáles cuentos?”.

- "El Lobo" y "Los Tres Chanchitos".

Contagiada por el entusiasmo general, la tía mandó a traer un libro de cuentos que recordó tener guardado. Era un li­bro grande, en edición de lujo, con tapa gruesa. Se llamaba "Un mundo de fantasía", publicado por Ediciones Océano, Barce­lona. Traía cuatro cuentos ilustrados a todo color: El Patito Feo, Pinocho, Los Tres Cerditos, y Peter Pan.

Gabriela conocía el libro pero no lo había leído. Lo hojeó de principio a fin y luego em­pezó a leer en voz alta El Patito Feo. De pronto, inte­rrumpió la lectura:

- "Este libro es de cuentos pero no me gusta... Es muy grande... No le entiendo muy bien... A mí me gustan unos cuentos más cor­tos".

Gabriela tenía razón. La literatu­ra infantil, hecha por adultos, es todo menos infantil. Basta leer el primer pá­rrafo para desis­tir del intento.

¡Pobres niños!. Acosados por profesores y padres, trauma­tizados por pésimos mé­todos de enseñanza, castigados porque no apren­den al ritmo que desean los adultos, y atormentados por textos escolares y libros de cuen­tos que no compensan la tortura de aprender a leer...

* Incluido en: Rosa María Torres, El nombre de Ramona Cuji (Reportajes de la Campaña Nacional de Alfabetización “Monseñor Leónidas Proaño”), Editorial El Conejo, Quito, 1990.

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