Tapiz bordado por Linhas de Sampa en homenaje a Paulo Freire |
"No hay errores metodológicos; son errores ideológicos". Cuando leí esta cita de Paulo Freire, fue un boquete de claridad. Y me vuelve a la mente muchas veces, frente a situaciones educativas, escolares, comunicacionales, de la vida cotidiana.
Quienes pretenden formar docentes necesitan remover y confrontar, analizar prácticas, ejercer vigilancia sobre el lenguaje. De otro modo se corre el riesgo de dejar intactas viejas creencias y prejuicios respecto del tema o temas de estudio. Hay que remover la tierra para sembrar la semilla.
El desprecio adulto por los niños, por su saber, su curiosidad, su imaginación, su capacidad para aprender, no se supera con talleres sobre la importancia del juego. La incomprensión de la infancia es fenomenal entre padres de familia, maestros, políticos, adultos en general. Usar 'infantil' como insulto o descalificación es una de tantas muestras del irrespeto hacia los niños.
El trato discriminatorio, hostil o condescendiente hacia niñas y mujeres está enraizado en la ideología, mucho antes de que se convierta en mala pedagogía. La discriminación hacia las niñas y las mujeres se aprende en primer lugar en el hogar y en la primera infancia, según confirman diversos estudios. El machismo está enquistado en la familia, en el sistema escolar, en los medios de comunicación, en el lugar de trabajo, en la política. Mientras no lo encaremos y analicemos de frente, no habrán dispositivos de "equidad de género" que valgan.
Al maestro o maestra que trata a un estudiante indígena como a un retardado mental, no le falta actualización pedagógica. Lo que le falta, fundamentalmente, es conocimiento, respeto y empatía respecto del mundo indígena, sus lenguas, culturas y saberes. Lidiar con el racismo implica combatirlo no solo en el ámbito escolar sino en el social y en el político. No basta con ofrecer "educación intercultural" o pulir métodos y técnicas de enseñanza.
La desatención y el maltrato hacia las personas mayores tiene una fuerte dosis de ignorancia y de prejuicio en torno a la edad. Los modelos de trato a los viejos se forjan primordialmente en la familia y las relaciones familiares. Igual que el trato hacia las personas con algún tipo de discapacidad.
La dificultad de los maestros para incorporar a las familias y a la comunidad no solo a la vida escolar sino a la cultura pedagógica tiene una larga historia y muchas explicaciones. Es difícil romper con la imagen del maestro autosuficiente, del conocimiento como monopolio escolar.
El desprecio hacia los maestros/docentes/educadores no se resuelve con talleres de capacitación, con becas, incentivos, aumentos de sueldo. No se puede esperar grandes cosas de los maestros si la profesión docente sigue siendo vista como una profesión devaluada. Sigue siendo sorprendente la ignorancia social en torno a las complejidades de la enseñanza y del oficio de educar.
Quienes pretenden formar docentes necesitan remover y confrontar, analizar prácticas, ejercer vigilancia sobre el lenguaje. De otro modo se corre el riesgo de dejar intactas viejas creencias y prejuicios respecto del tema o temas de estudio. Hay que remover la tierra para sembrar la semilla.
El desprecio adulto por los niños, por su saber, su curiosidad, su imaginación, su capacidad para aprender, no se supera con talleres sobre la importancia del juego. La incomprensión de la infancia es fenomenal entre padres de familia, maestros, políticos, adultos en general. Usar 'infantil' como insulto o descalificación es una de tantas muestras del irrespeto hacia los niños.
El trato discriminatorio, hostil o condescendiente hacia niñas y mujeres está enraizado en la ideología, mucho antes de que se convierta en mala pedagogía. La discriminación hacia las niñas y las mujeres se aprende en primer lugar en el hogar y en la primera infancia, según confirman diversos estudios. El machismo está enquistado en la familia, en el sistema escolar, en los medios de comunicación, en el lugar de trabajo, en la política. Mientras no lo encaremos y analicemos de frente, no habrán dispositivos de "equidad de género" que valgan.
Al maestro o maestra que trata a un estudiante indígena como a un retardado mental, no le falta actualización pedagógica. Lo que le falta, fundamentalmente, es conocimiento, respeto y empatía respecto del mundo indígena, sus lenguas, culturas y saberes. Lidiar con el racismo implica combatirlo no solo en el ámbito escolar sino en el social y en el político. No basta con ofrecer "educación intercultural" o pulir métodos y técnicas de enseñanza.
La desatención y el maltrato hacia las personas mayores tiene una fuerte dosis de ignorancia y de prejuicio en torno a la edad. Los modelos de trato a los viejos se forjan primordialmente en la familia y las relaciones familiares. Igual que el trato hacia las personas con algún tipo de discapacidad.
La dificultad de los maestros para incorporar a las familias y a la comunidad no solo a la vida escolar sino a la cultura pedagógica tiene una larga historia y muchas explicaciones. Es difícil romper con la imagen del maestro autosuficiente, del conocimiento como monopolio escolar.
El desprecio hacia los maestros/docentes/educadores no se resuelve con talleres de capacitación, con becas, incentivos, aumentos de sueldo. No se puede esperar grandes cosas de los maestros si la profesión docente sigue siendo vista como una profesión devaluada. Sigue siendo sorprendente la ignorancia social en torno a las complejidades de la enseñanza y del oficio de educar.
"Poner al alumno en el centro" se dice fácil pero es muy difícil hacerlo. Contraría la ideología que coloca al adulto por encima del niño, al docente por encima del alumno, al que "sabe" por encima del que "no sabe", a la enseñanza sobre el aprendizaje. El paso "del profesor al facilitador" es un auténtico harakiri y por eso asombra la simpleza con que suele manejarse, como si fuese asunto de decálogos, consignas, pasos metodológicos.
Niños latinoamericanos con cabellos rubios, niños asiáticos con ojos redondos, niños africanos con narices respingadas abundan en los textos escolares, en la televisión y en internet, mientras se invisibiliza (o folcloriza) a minorías y mayorías étnicas que no corresponden al ideario social considerado deseable.
El diálogo y la participación no se producen por decreto. Ni resultan de un breve taller o manual sobre métodos y técnicas. Implican cambios ideológicos, tomas de conciencia, renuncias, descentramiento, empatía, reconocimiento del otro como otro. Es difícil ser democrático y aprender a vivir en democracia.
La educación confundida con escolarización, la idea de que el cambio educativo puede darse "de arriba a abajo" y "de afuera hacia adentro", que no es necesario que la gente participe, que más es mejor (más inversión, más tiempo, más pruebas, más capacitación, más títulos, etc.), que la evaluación automáticamente "mejora la calidad", que buen alumno es el que saca buenas notas, que lo que importa es cuánto se invierte, que hay que empezar la escuela cuanto antes, que escolarizado es lo mismo que educado, que el juego es solo para los niños pequeños, que enseñar es hablar y aprender es repetir, que la repetición escolar está bien, que las tecnologías vendrán a resolver todos los problemas ... son algunas de tantas viejas y nuevas creencias resistentes a la investigación, al conocimiento científico, a la evidencia empírica y hasta al sentido común.
Combatir prejuicios, problematizar cotidianamente la vieja ideología educativa centrada en la enseñanza y en quien enseña, es fundamental para construir una nueva pedagogía para una nueva educación.
Combatir prejuicios, problematizar cotidianamente la vieja ideología educativa centrada en la enseñanza y en quien enseña, es fundamental para construir una nueva pedagogía para una nueva educación.
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