El 13 de abril se celebra el Día del Maestro en el Ecuador. A propósito de esta celebración publiqué este artículo (abajo) en la revista dominical Familia del diario El Comercio de Quito. Era 1995. El discurso oficial y los medios desbordaban entonces alabanzas hacia maestros y maestras, con esa fraseología empalagosa que asociaba maestro con apóstol, antorcha, luz del saber, jardinero, sembrador de semillas, y otros epítetos conocidos.
Los epítetos han desaparecido, junto con las tradicionales glorificaciones del día. Han sido sustituidos por el olvido o bien por frases huecas, frías, confusas, que buscan encajar la retórica del aprendiz permanente o el facilitador de aprendizajes en un discurso que no acaba de situarse en las nuevas realidades, los nuevos tiempos y los nuevos idearios educativos.
Ya no se felicita a los maestros en general sino a "esos maestros" que ... cumplen con lo definido como deseable por cada uno o según lo considerado en cada caso "propio de una enseñanza del siglo 21". Todos se sienten incómodos con la celebración. Ni el gobierno ni la sociedad ni los propios maestros saben cómo manejar el Día del Maestro, caído - como ellos mismos - en desgracia, en el limbo de la falta de identidad y de la desvalorización no solo de la profesión y de los docentes sino de la pedagogía, en tanto saber profesional docente.
La misión del maestro en esta vida
es la
misión más noble y más sublime,
porque el
maestro es padre bondadoso
que del
error funesto nos redime.
Sencillo
jardinero de las almas,
con
cuánto amor desempeña su tarea
de
sembrar en los tiernos corazones
¡los
gérmenes fecundos de la idea!.
Su porte
es grave, su mirar risueño
y su
palabra rica en experiencia,
nos
enseña con tono cariñoso,
las puertas
misteriosas de la ciencia.
Y
el niño que al estudio se dedica
siguiendo
las palabras y el ejemplo
del
Maestro, en su pecho levanta
a
las virtudes y al amor un templo.
(El
Universo, Guayaquil)
» "Sembradores de una semilla que hizo fértil el campo para que en él fructifique la idea nueva"/ "Ser que con mística y amor supera al sacrificio, guía al niño, conduce al joven y abre las puertas al futuro". (El Comercio, Quito)» "El maestro lo es todo, encierra sentimiento, abnegación, sacrificio y bondad. Su nombre irradia esperanza de un futuro mejor para la Patria, de él depende la buena formación de la niñez y la juventud, es motor del devenir de los pueblos... El maestro es mística, es entrega permanente en provecho de los demás, sin esperar recompensa. Es desinterés, es el que va más allá del sacrificio...". (El Telégrafo, Guayaquil)
» "El maestro es un tributo. Un civilizador. Un propagandista de los progresos de la ciencia y de la democracia... Todo maestro responde a las necesidades históricas de la sociedad. Entonces inspira ideales, pensamiento y acciones que en definitiva recogen las mejores lecciones de la civilización. Maestro es aquel que enseña a defender la soberanía, la cultura, la libertad, la dignidad y el progreso de la nación. Maestro es aquel que orienta las inquietudes de la juventud. Y enseña en la cátedra, en la lucha, en la investigación científica, en las manifestaciones del arte y la poesía. Maestro es el que enseña que los ideales de justicia social, que a lo largo de la historia han estado más allá de las ideologías, pertenecen a la naturaleza de todo ser humano. El maestro, el verdadero maestro, es el espíritu de la República. A su esfuerzo se deben los grandes estadistas, los tribunos del pueblo, los sabios y los artesanos, el hombre de ciencia y el apóstol. El maestro despierta en el estudiante el culto a la belleza, a la verdad, a la igualdad y al trabajo... El maestro, el educador de juventudes, es un elemento de vital importancia en la vida del país. Su paso por la sociedad, sin lugar a dudas, deja grandes huellas. Sus enseñanzas, su ejemplo, su personalidad, son símbolo de entrega, de conocimientos y de dignidad. Los grandes maestros siempre fueron silenciosos. Enseñaron a pensar, a luchar, a defender los derechos del hombre, a conquistar glorias para la nación, a ser grandes para beneficio de la comunidad, a ser ilustres y laboriosos para el progreso económico y social del país. El magisterio siempre ha sido la vanguardia de la sociedad... Todo maestro entrega su vida en la cátedra. Allí deja lo mejor de la juventud, de su talento, de sus sueños, de sus fuerzas físicas y espirituales".
(El Telégrafo, Guayaquil)
¿Se volvieron todos locos? ¿Ganó el
Sindicato de Maestros las elecciones presidenciales o la mayoría en el
Congreso? ¿O es que de pronto se ha tomado conciencia de la importancia de los
maestros y se ha decidido revisar drásticamente políticas, medidas y actitudes
hacia el magisterio?
Nada de eso. Se trata del Día del
Maestro. Día en que todos los maestros son santos, héroes y heroínas,
vanguardias de la sociedad. A partir de mañana, durante los restantes 364 días
del año y hasta el próximo Día del Maestro, todo volverá a la normalidad.
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