Rosa María Torres
Si los adultos - padres de familia, profesores, expertos, burócratas, políticos - tuviesen esto claro, otra sería la situación de los niños en el mundo, otro el trato que darían las familias y las sociedades a los niños pequeños, otra la organización y el funcionamiento del aparato escolar, otras las prioridades de las políticas educativas, otros los énfasis de las instituciones preocupadas con el bienestar de la infancia.
Informar y educar a los adultos para que comprendan la importancia de los primeros años de vida, cimiento de todo futuro desarrollo y aprendizaje, es fundamental en cualquier empeño por mejorar la situación de la infancia y ofrecer a los niños oportunidades de aprender y desarrollarse.
Niños y niñas que aún no ingresaron a la escuela valen, en nuestras sociedades, como pre-niños. A los pre-niños se les ofrece pre-escolar, es decir, una anticipación de la escuela. Al pre-niño corresponden la pre-lectura y la pre-escritura, las pre-etapas y los pres en todos los órdenes.
Al primer día de escolaridad se le atribuye - erróneamente - el primer contacto de los niños con el conocimiento. Todo lo anterior es como si no existiera. Si para los cristianos el tiempo histórico se divide en un Antes y un Después de Cristo (a.C. y d.C.), el antes y el después en el desarrollo de un niño está definido por un Antes y un Después de la Escuela (a.E. y d.E.).
Crasa ignorancia creer que el aprendizaje empieza con la escuela. Grave error creer que lo más importante se aprende en el sistema escolar. Necedad asociar "sociedad del conocimiento" con educación superior. El conocimiento se construye desde el nacimiento y lo construyen activamente los niños a través del juego. Cuando los niños inician la escolarización, su cerebro ya se ha configurado en 4/5 partes y los aprendizajes fundantes y los desarrollos cognitivos y afectivos más espectaculares y de mayor trascendencia para su vida futura, ya han tenido lugar.
Entre el bebé recién nacido que depende de otros para sobrevivir, y el niño de cinco o seis años que conversa, sabe cómo conseguir lo que necesita, controla el espacio y se mueve a sus anchas, interpreta y maneja los códigos básicos de las relaciones entre las personas, discrimina esencialmente lo bueno de lo malo, investiga, formula hipótesis y sabe resolver creativa y autónomamente los problemas simples que le plantea su vida diaria, hay una metamorfosis que es irreproducible, en cantidad y calidad, en el resto de la vida de una persona.
Ese pre-niño y esa pre-niña han aprendido a hablar su lengua y a comunicarse en ella con soltura, aunque no sepan que al hablar usan sujetos y predicados; hacen cuentas mentales, aunque no puedan hacerlas por escrito; saben y comprenden mucho más que lo que son capaces de describir o explicar.
Confundiendo saber con saber escolar, los padres de familia creen entregar a la escuela pre-niños analfabetos - de las letras y de la vida -, arcilla virgen a ser moldeada por profesores y libros. La escuela actúa en consecuencia: entiende que su misión es transformar a esos pre-niños en niños y en alumnos, formatear su cerebro para que pueda absorber la información y el conocimiento escolares, los valores y las actitudes prescritas por el currículo y por la sociedad.
Los cimientos que tan laboriosamente construyen los niños en su primera infancia son invisibles a los ojos de los adultos. Atrapados en la idea de que no existe aprendizaje ni saber útil antes de la escuela, familia y aparato escolar violentan el proceso de desarrollo infantil.
El papel de la escuela no es poner cimientos sino construir sobre los cimientos que el propio niño construyó, activamente, autónomamente, singularmente, en el juego, en la relación con los demás, con su entorno y consigo mismo.
El papel de la familia, del estado y de la sociedad toda es garantizar que esos cimientos se construyan en las mejores condiciones, con alimentación y cuidados adecuados, con los apoyos materiales y afectivos indispensables, pues en la solidez y calidad de esos cimientos se juega, en gran medida, el futuro de cada niño y niña.
Hacerse cargo de la educación de los niños a partir del momento en que alcanzan la "edad escolar", puede ser demasiado tarde sobre todo para esos millones y millones de niños y niñas que, privados de condiciones básicas para crecer y desarrollarse, están condenados a un injusto comienzo en la vida. Porque en la primera infancia se juegan cuestiones claves que no pueden ser compensadas ni postergadas. Porque esos primeros años no son una preparación para la escuela sino una preparación para la vida.
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"En los primeros días, en las primeras semanas y en los primeros meses, el hombre tiene un desarrollo cognitivo como el que no tendrá nunca en toda su vida. Cuando un niño entra a la escuela, casi todo está hecho. Sin embargo, parece que no sabe nada. No sabe de historia ni de geografía ni de nada. Pero él ha hecho una operación fundamental: ha puesto los cimientos. El problema con los cimientos es que no se ven".
Francesco Tonucci (Frato)
Si los adultos - padres de familia, profesores, expertos, burócratas, políticos - tuviesen esto claro, otra sería la situación de los niños en el mundo, otro el trato que darían las familias y las sociedades a los niños pequeños, otra la organización y el funcionamiento del aparato escolar, otras las prioridades de las políticas educativas, otros los énfasis de las instituciones preocupadas con el bienestar de la infancia.
Informar y educar a los adultos para que comprendan la importancia de los primeros años de vida, cimiento de todo futuro desarrollo y aprendizaje, es fundamental en cualquier empeño por mejorar la situación de la infancia y ofrecer a los niños oportunidades de aprender y desarrollarse.
Niños y niñas que aún no ingresaron a la escuela valen, en nuestras sociedades, como pre-niños. A los pre-niños se les ofrece pre-escolar, es decir, una anticipación de la escuela. Al pre-niño corresponden la pre-lectura y la pre-escritura, las pre-etapas y los pres en todos los órdenes.
Al primer día de escolaridad se le atribuye - erróneamente - el primer contacto de los niños con el conocimiento. Todo lo anterior es como si no existiera. Si para los cristianos el tiempo histórico se divide en un Antes y un Después de Cristo (a.C. y d.C.), el antes y el después en el desarrollo de un niño está definido por un Antes y un Después de la Escuela (a.E. y d.E.).
Crasa ignorancia creer que el aprendizaje empieza con la escuela. Grave error creer que lo más importante se aprende en el sistema escolar. Necedad asociar "sociedad del conocimiento" con educación superior. El conocimiento se construye desde el nacimiento y lo construyen activamente los niños a través del juego. Cuando los niños inician la escolarización, su cerebro ya se ha configurado en 4/5 partes y los aprendizajes fundantes y los desarrollos cognitivos y afectivos más espectaculares y de mayor trascendencia para su vida futura, ya han tenido lugar.
Entre el bebé recién nacido que depende de otros para sobrevivir, y el niño de cinco o seis años que conversa, sabe cómo conseguir lo que necesita, controla el espacio y se mueve a sus anchas, interpreta y maneja los códigos básicos de las relaciones entre las personas, discrimina esencialmente lo bueno de lo malo, investiga, formula hipótesis y sabe resolver creativa y autónomamente los problemas simples que le plantea su vida diaria, hay una metamorfosis que es irreproducible, en cantidad y calidad, en el resto de la vida de una persona.
Ese pre-niño y esa pre-niña han aprendido a hablar su lengua y a comunicarse en ella con soltura, aunque no sepan que al hablar usan sujetos y predicados; hacen cuentas mentales, aunque no puedan hacerlas por escrito; saben y comprenden mucho más que lo que son capaces de describir o explicar.
Confundiendo saber con saber escolar, los padres de familia creen entregar a la escuela pre-niños analfabetos - de las letras y de la vida -, arcilla virgen a ser moldeada por profesores y libros. La escuela actúa en consecuencia: entiende que su misión es transformar a esos pre-niños en niños y en alumnos, formatear su cerebro para que pueda absorber la información y el conocimiento escolares, los valores y las actitudes prescritas por el currículo y por la sociedad.
Los cimientos que tan laboriosamente construyen los niños en su primera infancia son invisibles a los ojos de los adultos. Atrapados en la idea de que no existe aprendizaje ni saber útil antes de la escuela, familia y aparato escolar violentan el proceso de desarrollo infantil.
El papel de la escuela no es poner cimientos sino construir sobre los cimientos que el propio niño construyó, activamente, autónomamente, singularmente, en el juego, en la relación con los demás, con su entorno y consigo mismo.
El papel de la familia, del estado y de la sociedad toda es garantizar que esos cimientos se construyan en las mejores condiciones, con alimentación y cuidados adecuados, con los apoyos materiales y afectivos indispensables, pues en la solidez y calidad de esos cimientos se juega, en gran medida, el futuro de cada niño y niña.
Hacerse cargo de la educación de los niños a partir del momento en que alcanzan la "edad escolar", puede ser demasiado tarde sobre todo para esos millones y millones de niños y niñas que, privados de condiciones básicas para crecer y desarrollarse, están condenados a un injusto comienzo en la vida. Porque en la primera infancia se juegan cuestiones claves que no pueden ser compensadas ni postergadas. Porque esos primeros años no son una preparación para la escuela sino una preparación para la vida.
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