Sábado tarde. Estamos aquí, en esta pequeña
localidad rural de San Juan de Morán, para asistir a la ceremonia de graduación
de los niños del jardín de infantes. Es un jardín de infantes
“no-convencional”, parte del Programa Madre-Maestra del Ministerio de Educación
del Ecuador, iniciado en 1988 con apoyo de UNICEF. Programas como éste han proliferado en América Latina, a cargo de Ministerios de Bienestar Social, de la Familia, etc., muchas veces con UNICEF detrás. Modelos familiares y comunitarios, no institucionales, de atención a los niños pequeños, con las madres como protagonistas. (Ver, por ejemplo: Las madres comunitarias, clave para las zonas más vulnerables de Colombia, Laura Sancho Torné, El País, 4 mayo 2015).
Están presentes los niños, las tres madres-maestras
que les atienden, la maestra que coordina el programa y las apoya a ellas, los
padres de familia, la presidenta del comité barrial, la reina y la ex-reina del
barrio, y nosotros, los invitados del Ministerio y de
UNICEF. Dos perros callejeros nos acompañan también en el acto, moviéndose
silenciosamente de arriba a abajo por el salón.
El jardín de infantes no tiene local propio.
Funciona en la casa barrial. Los niños y sus maestras pasan aquí de lunes a
viernes, de 8 a 12 de la mañana. Los viernes al mediodía, niños y madres
recogen todo y se lo llevan a sus casas, y lo vuelven a traer el lunes, pues el
fin de semana el local se utiliza para actos culturales, asambleas y fiestas de
la comunidad.
Todos han venido con sus mejores atuendos. Las
niñas lucen vestidos de tul, golas, diademas y lazos en el pelo, medias con
florcitas de colores, medallas y cadenas de oro. Los niños, camisas de manga
larga, corbatas de lazo, zapatos de charol, pantalones de casimir. Algunas
niñas están ataviadas con vestidos
vaporosos, trajes largos, bordados y encajes; otras, al último grito de
la moda, con minifaldas apretadas, mallas de lana, copetes y peinados alborotados,
botas.
La mayoría de los padres de familia presentes son
madres, y la mayoría de ellas son madres jóvenes. Las hay mestizas y morenas.
Las hay vestidas a la usanza criolla, con atuendos típicos y trenzas, y las hay
modernas, con minifaldas, blue jeans,
tacos altos. Solo hay tres hombres. El resto son niños, sin duda
hermanos de los alumnos, que corretean o bien duermen o
lactan en brazos de sus mamás.
La casa-aula comunitaria
El salón es un galpón grande, hecho de material
prefabricado, con techo alto y armazón de metal, piso de cemento pintado de
rojo, y grandes ventanales en ambos costados. Muchos vidrios están
rotos. Hay buena iluminación y ventilación.
No hay divisiones internas, pero el espacio está dividido en dos partes, con un pizarrón ubicado en cada extremo. Un lado
del salón ha sido ocupado por el jardín de infantes; el otro lado está bastante descuidado, con sobras de material
de construcción arrumado en el suelo, con las paredes semidesnudas.
A pesar de la pobreza, se ven las ganas y el esmero por
mantener esto bonito, arreglado, agradable para los niños.
Pequeñas macetas de plantas, láminas y estampas coloridas, recortes de revistas,
corazones, dibujos, un gato amarillo de cerámica, collares de cuentas,
guirnaldas de papel crepé, mazorcas de maíz seco, salpican el espacio
adornando los vidrios, el bordillo de las ventanas, las paredes, el
pizarrón.
Las mesas de los niños son rústicas; las
sillas, igual. Algunos están sentados en troncos de árbol, a falta de
sillas. En la pared del costado está
pegada una tira de madera larga y delgada que sirve
de perchero para las bolsas de aseo de los niños, bolsas plásticas dentro de las cuales puede adivinarse una pequeña toalla, acaso ni
siquiera un jabón.
Las repisas consisten en una tabla de madera
sujeta con un clavo y una piola. Sobre las repisas, revistas que sin duda
sirven para recortar. Al costado izquierdo del pizarrón, el botiquín. Al
costado derecho un perchero de cartón encima del cual puede leerse ASEO.
Debajo, a altura de niños, un pequeño espejo.
La
sabatina escolar
Los niños han sido agrupados formando un semicírculo
con sus mesas y sillas de cara al pizarrón. Los adultos están
sentados atrás, en bancas de iglesia seguramente prestadas para la ocasión.
A los invitados especiales, las autoridades y las reinas locales nos han
reservado la primera banca.
Beatriz, la coordinadora del programa y la maestra a
cargo de estas madres-maestras, da la bienvenida y hace la presentación del
acto de clausura del año escolar:
- "Este es un trabajo de hormiguitas que hemos
venido haciendo día a día. No estamos en una exhibición. Solo queremos
enseñarles lo que se ha hecho con los niños. Pido un gran aplauso para mis
madres-maestras".
Las aplaudidas son tres mujeres muy jóvenes, madres
de algunos niños y maestras de todos ellos. Madres que asumen el
papel de maestras con una primaria
completa y un curso de capacitación. Madres-maestras que trabajan todos los días, con horario y
obligaciones, sin que se les pague un centavo. Por la pura voluntad, por la
pura solidaridad, por el puro amor a los niños.
Los niños tienen entre 4 y 6 años. La mayoría
mestizos, tres de ellos morenos. La mayoría inquietos, despiertos,
activos, parlanchines.
Empieza el acto la primera madre-maestra. Reparte a
los niños un pedazo de lana roja y les da sucesivamente la instrucción de que
se la coloquen arriba, abajo, al frente y atrás.
Ahora, ¿quién puede hacer un círculo? Los niños
ponen la tira de lana en la mesa y tratan de hacer un círculo.
¿Quién puede hacer un cuadrado?. Los niños intentan
el cuadrado. Y luego el triángulo. Y después el gusanito. Ahora deben guardar
al gusanito en el bolsillo.
- "Yo no
tengo bolsillo", dice uno.
-
"Si quieres, yo te presto el mío".
-
"¿Quién tiene un bolsillo grande?",
grita uno parado en su silla.
Ahora a levantar la mano derecha, a agarrarse la
oreja derecha, la rodilla derecha, el hombro derecho, el pie derecho. Ahora
todo igual, pero del lado izquierdo. Ahora subir las dos manos, juntarlas,
aplaudir.
Ahora van a cantar “Yo tengo una mano derecha”. El
"canto" consiste en corear a grito pelado
Yo
tengo una mano derecha
y
sabe coger la cuchara
y
sabe coger lapicitos
para hacer los dibujitos
mi mano derecha
mi mano izquierda
son dos manitos
que yo tengo para trabajar
manitos limpias
que yo tengo.
Son niños muy colaboradores. Se comportan con soltura,
espontáneamente. No parecen actuar para los visitantes.
Por el contrario, casi sorprende ver que no tienen en cuenta al
público. Siguen hablando y moviéndose a sus anchas, como si estuvieran
solos.
Los
números
Ahora le toca el turno a la segunda madre-maestra.
Pide a los niños que, uno por uno, pasen a identificar, en un conjunto de tarjetas,
los números que ella va nombrando. Luego de identificarlo, el niño o niña debe
colocar la tarjeta en la pizarra, donde está dibujada una escalera con una
grada para cada número.
La mayoría de niños quiere pasar a la pizarra. "Yo, señorita" se escucha
constantemente.
Luego dibujan dentro de cada grada el
conjunto de objetos que corresponde al respectivo número.
Empiezo a fijarme inevitablemente en Cosme, un niño
inquieto como ninguno, disfrazado de señor para la ceremonia, que no deja de hablar,
moverse y molestar a los otros. Ahora mismo ha procedido a acostarse sobre su
silla-pupitre. Se da cuenta de que le estoy observando y
se anticipa:
-
"Me voy a caer. Pero no me voy a
caer durísimo, porque aquisito nomás está el suelo".
Una niña morena chiquita, sin duda hermana menor de
uno de ellos, empieza a llorar estrepitosamente. La mamá tiene que tomarla en
brazos y sacarla a llorar afuera.
Ahora empiezan a cantar “Un elefante se balancea”.
Como los demás "cantos", a todo pulmón, sin melodía, a gritos.
Leer y
escribir
Sin pausa entre una y otra, empieza la tercera
madre-maestra. Todo está sincronizado. Una actividad sigue a otra, una maestra
a otra. Los niños no paran de hacer, bombardeados de instrucciones. Ritmo de
sabatina escolar. Ritmo de maestras nerviosas. Ritmo de padres de familia que
quieren ver los resultados de todo un año escolar. Pero, ¿qué pasa
con el ritmo, los deseos y las necesidades de los niños?
¿Quieren cantar?, les pregunta la maestra. Todos,
a rabiar, responden que sí. Lo que "cantan" esta vez es “Paco
Perico”.
- "Vamos
a suponer que por esa puerta entró un duende pequeñito y le puso pega al piso.
Ustedes están pegados, no pueden moverse. Lo único que pueden mover es el
cuerpo. Vamos a movernos", instruye la madre-maestra.
Los niños empiezan a mover la cabeza, los brazos, la
cintura, los hombros, primero rápido, después despacio, nuevamente rápido,
nuevamente despacio.
-
"Ahora nos vamos a volver enanitos",
y los niños se agachan.
-
"Ahora nos vamos a volver gigantes",
y los niños se levantan y se estiran.
Acabada la calistenia, viene el momento de la
"lectura". La maestra empieza a sacar unas tarjetas con dibujos y
pide a los niños que digan lo que representan y que, acto seguido, hagan lo que
se dice en ellas.
¡CAMINAR! (Y empiezan todos los niños a
caminar)
¡VOLAR! (Y
hacen como si vuelan)
¡PARARSE! (Y
se paran)
¡SALTAR! (Y
saltan)
¡CORRER! (Y
corren)
Ahora viene otro tipo de tarjetas que ya no
representan acciones (verbos) sino objetos, ilustrados con láminas recortadas
de revistas.
¡NIÑOS!
¡RIO!
¡ARBOLES!
- "William,
ven aquí y léeme lo que dice en esta oración". La maestra le presenta,
en este orden, las tarjetas de NIÑOS, CORRER y RIO.
- "Los
niños corren al río", contesta William.
Ahora pasa Wilmer, a quien le enseña las tarjetas de
PAJARO, VOLAR y ARBOLES.
- "El
pájaro vuela al árbol", hilvana Wilmer.
Luego, con el mismo procedimiento, continúa el
descifrado en coro, construyendo otras oraciones a partir de otras tarjetas.
Ahora viene una actividad de recortado y pegado. La
maestra reparte a cada niño una hoja recortada de revista. Les pide que muevan
las hojas para hacer ruido, que se las pongan encima de la cabeza, que se
sienten sobre ellas, que las pongan debajo del asiento y, finalmente, que las
corten en tiritas. Ahora que las han cortado, van a hacer una figura de una
persona y van a pegar la figura en una hoja blanca que empieza a repartir a
todos.
Los niños no paran de trabajar un segundo. No bien
acaban de recortar, empiezan a pegar, algunos con saliva, sin esperar que pase
la maestra con el tarro de la pega.
Cosme y Janeth, seis años, apenas empiezan
a pegar cuando la maestra empieza a preguntar quién acabó. Me acerco a ver lo
que hacen ambos. Cosme me informa, sin que nadie le pregunte:
- "A
mí me van a poner en la escuela".
- ¿Cuándo?
- "El
otro día".
- ¿Esto no es una escuela?
-
"No, es un jardín”.
- "Se
llama Jardín No-Convencional San José de Morán", completa Armando, un
niño de 4 años que está al lado, hijo de una de las madres-maestras, con
evidentes dificultades para pronunciar el “no-convencional”.
- ¿Qué quiere decir “no-convencional”?, le
pregunto.
- "Es
el apellido del jardín", me dice sin titubear.
Sin que nadie les pida, ya como parte de la rutina
de trabajo, los niños empiezan a escribir su nombre en la parte inferior de la
hoja. Con lápices pequeñitos, mochos, se las arreglan. Terminada la figura y
escrito el respectivo nombre, cada niño va levantándose a regalar su obra a su papá
o mamá.
Janeth escribe lentamente su nombre:
J A
N E H T C
A L D R N
Le pido que me lea lo que ha escrito.
- "Ahí
dice Janeth Elizabeth Calderón", me responde, mientras recorre con
su dedito de izquierda a derecha lo que ha escrito, tratando de llegar a la N
final cuando termina de pronunciar su nombre completo.
Le pido que me indique dónde dice
Elizabeth. Me señala la primera palabra y luego, dudosa, la segunda. Le informo
que en la primera dice solo JANETH y en la segunda CALDERON.
- "¿Y
dónde está ELIZABETH?", me pregunta desconcertada.
Le digo que no está ahí, que debería estar en el
medio, que debería haber tres palabras y no dos.
- "Pero
yo sí me llamo ELIZABETH", confirma.
- "Pero
ahí no está", le insisto.
- "No
sé. Yo sí lo puse".
Cuánto bien haría a estas maestras y
madre-maestras saber más acerca de cómo aprenden los niños a leer y escribir.
No sólo para ayudarles a aprender mejor, sino para comprender los razonamientos
y la lógica que están detrás de una conversación como la que acabo de
sostener con Janeth, y las mil y un situaciones similares que se presentan
todos los días con niños que empiezan a familiarizarse con la lectura y la
escritura...
Ahora, para cerrar la sabatina, entra en acción Beatriz.
Les pide a los niños que se acerquen, se tomen las manos y formen un
círculo.
- "Hoy
he venido muy loquita. Todos nos vamos a equivocar. Todos nos tocamos el popó",
les dice Beatriz y se toca la cabeza, mientras los niños se
tocan lo que corresponde, riendo a carcajadas, entre nerviosos y divertidos.
También los padres de familia se ríen.
- "Ahora
nos vamos a tocar los ojos", y se toca las orejas, mientras los niños
automáticamente se llevan las manos a los ojos. Y vuelven a reírse de la situación,
del absurdo, de la instrucción equivocada, de su posibilidad de corregir a un
adulto.
- "Fíjense
que yo me fui donde un panadero y le dije que por favor me hiciera un vestido".
- "!Nooooooooo¡",
corean y se mueren de risa los niños. Y le gritan una y otra vez que hay que ir
donde un sastre.
- "Le
pedí hace unos días a un mecánico que me hiciera unos zapatos".
- "!Nooooooooo¡",
corrigen los niños. Y recomiendan al zapatero.
- "Yo
tenía una vez una vaca que me daba unos huevos bien grandes", sigue
Beatriz. "Yo tenía un borrego que
volaba".
Esta última, sencilla y entretenida, es una
actividad diferente. Los niños no siguen simplemente instrucciones. Más bien,
aprenden que las instrucciones pueden ser equivocadas, aprenden a pensar antes
de actuar, a darse cuenta de que ellos saben muchas cosas, a saber que los
adultos pueden no siempre tener la razón.
Y, con el "canto" de “Un conejito muy
picarón” termina la sabatina. Se anuncia que los niños deben salir afuera un
momento para arreglar el escenario y proceder a la ceremonia formal de graduación.
La ceremonia de graduación
Llega la hora de la ceremonia de graduación de los
niños que terminan el jardín de infantes. La animadora, una de las
madres-maestras, empieza dando lectura al programa.
Primero:
Entrada de los niños Entran los niños,
haciendo un tren. Se acomodan en las mismas sillas, esta vez sin mesas delante
y en semicírculo, dando la cara al público.
Segundo:
Himno Nacional del Ecuador Un, dos, tres. Los niños
"cantan" el himno, ensordeciendo a todos y a sí mismos. Los adultos
parecen disfrutar el griterío, como se disfruta todo lo que hacen los niños, todo
lo que hacen los propios hijos. Pero no puedo dejar de pensar en este hacer de
la confusión entre música y ruido, entre cantar y gritar, una rutina. Una buena
educación musical es algo que, sin duda, hace falta en todo jardín de infantes
y algo que debería ser parte de la formación de toda educadora parvularia.
Tercero:
Palabras de bienvenida por parte de una madre-maestra La última madre-maestra que trabajó con los niños da
una cordial bienvenida a los asistentes, agradeciendo su presencia.
Cuarto:
Palabras del Presidente de los Padres de Familia
- "Señores,
muy buenas tardes. Me hago presente aquí para dar agradecimiento a las señoras
profesoras y a la coordinadora. Agradezco infinitamente. Y eso es todo. Les
agradezco bastante", dice un padre joven.
Quinto:
Palabras de la Presidenta de San José de Morán Empieza
nombrando a las autoridades y visitas presentes, y luego lee un discurso que
habla sobre la importancia de la educación, desde la antigüedad hasta nuestros
días. Pide apoyo del Ministerio de Educación y UNICEF para el jardín, para
construir un local propio, sobre todo ahora que se han unido los 16 barrios y
aumentará la demanda sobre el jardín. Pide a los padres conciencia de unión,
y termina felicitando a los niños, deseándoles que sean buenos alumnos en la
escuela.
Sexto:
Ronda por parte de los niños Divididos los
"varoncitos aquí" y las "mujercitas acá", los niños gritan
una ronda que habla del coqueteo entre una gata y un gato.
Séptimo:
Palabras de la Reina de la comunidad Imposible oír lo que
dice la muchacha, pues aparte de que ha subido el volumen de ruido que hacen
los niños, Cosme ha pegado a Armando y éste ha empezado a llorar
desconsoladamente.
Octavo:
Palabras de la señora Rosa en representación de las madres-maestras de San José
del Condado Dos madres-maestras de
otro jardín de infantes y de otro sector, San José del Condado, han sido
invitadas por las madres-maestras de este sector a la ceremonia de graduación.
Imposible prestar atención a lo que dice la señora Rosa, pues Armando sigue
llorando a brazo partido, sin que tengan ningún efecto los consuelos y mimos
de la mamá. Todos estamos pendientes del niño. Nadie parece estar dispuesto a
poner fin a la situación, sacando al niño afuera o, por último, suspendiendo
por un momento el acto.
En esas condiciones, es poco lo que alcanzo a oírle.
- "Los
choferes nos ven con niños y no nos traen. Necesitamos que nos apoyen para el
transporte [...] Por no tener local se nos ha hecho muy duro el trabajo [...]
Ha habido veces que nos ha tocado trabajar en la intemperie, en el agua, en el
frío [...] Muchos niños se han retirado por estos problemas, la mitad [...] En
el resto del país sabemos que también hay madres-maestras y quisiéramos que
nos llevaran a conocer cómo es allá, cómo trabajan ellas, o sea una pasantía".
Ahora habla Fabiola, la otra madre-maestra invitada.
- "Nosotras
hemos aprendido junto con los niños. Al principio éramos tímidas, al igual que
ellos [...] No tenemos dónde trabajar. En nuestras casas somos pobres y no
tenemos facilidades. Los dueños de casa se molestan. Los padres de familia les
retiran".
Noveno:
Entrega de diplomas a los niños Son 14 niños los que se
gradúan. Se aclara que la madre-maestra respectiva va a entregar a cada niño el
diploma, mientras el padre o la madre le pondrán la capa y la museta. Capa y
museta son de satín brillante, en colores rojo y azul. Entra de inmediato un
fotógrafo en escena.
NELLY LUCIA SIMBAÑA
- "Nelly
Simbaña que nunca se baña", se le oye decir a Cosme, rápidamente
reprimido por su madre-maestra.
Pasa la madre, le pone la capa y la museta. Se toman
la foto: las dos mujeres a los costados y la niña en el medio, sosteniendo el
diploma de cara a la cámara. Las tres sonrientes.
MAYRA ELIZABETH CONDOR
- "¿Cómo
se pone esto?", pregunta nerviosa la mamá, que no atina con el broche
de la capa.
MARCIA CRISTINA SIMBAÑA
El fotógrafo pregunta a cada madre si quiere la
foto, pero se apresta a tomarla antes de preguntar. Sabe que ninguna dirá que
no. Es parte del negocio. Esta es una ceremonia muy importante y, por tanto,
una foto muy importante, para cada una de ellas.
Los aplausos no se dan en el momento de entrega del
diploma sino después de la foto.
JENNY ROCIO RIVERA
Ninguna mamá felicita, abraza o besa al hijo o hija.
Eso sí, les arreglan el pelo, les acicalan la ropa antes de la foto. Después de
la foto, agarran el diploma para tenerlo ellas a buen recaudo.
MILTON FERNANDO CARRERA
Primer papá que pasa adelante. Antes de acercarse al
hijo, saluda y da la mano a cada una de las madres-maestras.
WILMER JAVIER FLORES
La mamá entra en apuros para cerrarle la bragueta,
pide al fotógrafo que espere para la foto.
WILLIAM NARVAEZ MENDEZ
El niño empieza a ponerse en pose y sonreír para la
foto desde el momento mismo en que le nombran, mientras la maestra le entrega
el diploma y la mamá le pone la capa. Imagino la sonrisa congelada que quedará
para siempre recordando esta ceremonia en la foto.
BYRON DARIO JUMBO JUMBO
Pasan papá y mamá. El papá, Presidente de los Padres
de Familia, se coloca de inmediato junto al hijo para la foto. La mamá, entre
tanto, le acomoda la camisa y le limpia la nariz. Luego, vuelve a su asiento.
Habiendo un solo lugar en la foto para padres de familia, el papá asume que el
lugar es naturalmente suyo.
COSME ROMAN ENRIQUEZ JATIVA
- "Este
es un diablo", me ratifica la madre-maestra a mi lado.
Pasa la mamá, una mujer joven, de apariencia moderna
y juvenil. Me dicen que es obrera en una fábrica. Después de la foto, se queda
junto con el hijo, sentada en su silla, conversando con él. No vuelve a su
asiento de madre de familia.
DIEGO LIZANDRO MINDA
Mientras están en la foto de Diego, la mamá de Mayra
se acerca adelante a reclamar: en el diploma dice Mayra Elizabeth y es Mayra
Marisol. Beatriz le dice que ya lo van a arreglar.
CRISTIAN CONCHA GONZALEZ
- "Cristian
Concha, melcocha", dice en voz alta Cosme. Y vuelve a ser reprimido.
WILLIAM CAZAR CADENA
JANETH CALDERON ORTIZ
MARCELA TATIANA PALLO
- "Un
aplauso para nuestros graduados", pide finalmente Beatriz, la
coordinadora.
Ahora, empieza la entrega de diplomas a los niños
más pequeños, los que se quedan todavía en el jardín.
Décimo:
Entrega de presentes a las madres-maestras por los padres de familia Una madre de familia entrega a las tres
madres-maestras y a Beatriz, la coordinadora, unos pequeños regalitos, con unas
palabras de agradecimiento "por lo que se han esforzado para que nuestros
niños se eduquen". Ya no es solo ruido lo que cunde en el salón sino franco
desorden y desbandada.
Décimoprimero:
Recitación "Vacación" por parte de los niños
Vaca vaca vaca
vaca vacación
terminaron las tareas
tengo lista la cometa
la pelota y el avión
mañana ya no vengo
adiós, adiós, adiós.
Décimosegundo:
Brindis Una copa de Champagne Gran Duval, canguil (palomitas, pochoclo) y un
pan con queso se ofrecen a todos los adultos presentes. Luego viene la tertulia
informal.
Niños y padres empiezan a irse. El salón va
vaciándose. Cada familia recoge su caja de cartón con los
trabajos manuales hechos por el hijo o hija durante el año, así como la
respectiva mesa y silla, que van cargando a cuestas mientras trepan a paso
lento por la cuesta de tierra que da al parque principal del pueblo.