Toda persona adulta debe respetar y hacer respetar a niñas y niños. Pero, sobre todo, las y los maestros. No únicamente porque son adultos y porque son maestros de niños, sino por propio interés. No solo por razones éticas y morales, sino laborales y profesionales. Porque al defender los derechos de los niños, están defendiendo sus propios derechos como educadores. La baja valoración social y profesional de maestras y maestros, sobre todo de quienes trabajan en los niveles inferiores del sistema escolar, está íntimamente relacionada con la baja valoración que tienen niños y jóvenes en nuestras sociedades.
La educación y la enseñanza son mal comprendidas y poco valoradas. En esto inciden la desvalorización del propio campo (la educación), de los sujetos que enseñan (los educadores) y de los aprendices (niños, jóvenes, adultos).
El campo de la educación La educación tiene poca atención como campo de investigación e intervención; continúa debatiéndose si la educación y la pedagogía pueden considerarse campos científicos; la educación no goza del mismo respeto y estatus que tienen otros campos profesionales (como la medicina, la economía o las finanzas); todos se consideran expertos en educación, habilitados para opinar, juzgar y tomar decisiones que requieren conocimiento especializado y experiencia profesional específica. El derecho a la educación se concibe generalmente como derecho al acceso, no a la calidad de la educación ni al aprendizaje.
La actividad de enseñar La enseñanza es una actividad delicada y demandante, especializada, de enorme responsabilidad y entrega, llena de desafíos, que implica aprendizaje permanente, y no reconocida como tal por la mayoría de las personas; se piensa que enseñar es cuestión de paciencia y de sentido común, que el aprendizaje de los alumnos se da automáticamente como respuesta a la enseñanza, sin requerimientos de ninguna índole.
Los educadores Varios factores contribuyen al bajo prestigio y valoración de los educadores en la actualidad (además del bajo prestigio de la educación y de la enseñanza como campos de saber e intervención):
(a) su origen social y su situación económica: la mayoría de maestros en nuestros sistemas escolares proviene hoy de sectores de ingresos medios y bajos, sus condiciones de vida y de trabajo lindan con la supervivencia en muchos países;
(b) su nivel educativo y la calidad de su formación profesional: tanto su trayectoria escolar como profesional son a menudo deficitarios, insuficientes; muchos maestros carecen de títulos habilitantes;
(c) su condición de género: la mayoría de educadores en los sistemas escolares, especialmente en los niveles inicial y básico, son mujeres, víctimas de la subordinación y la discriminación a la que son sometidas las mujeres en todas las sociedades.
(a) su origen social y su situación económica: la mayoría de maestros en nuestros sistemas escolares proviene hoy de sectores de ingresos medios y bajos, sus condiciones de vida y de trabajo lindan con la supervivencia en muchos países;
(b) su nivel educativo y la calidad de su formación profesional: tanto su trayectoria escolar como profesional son a menudo deficitarios, insuficientes; muchos maestros carecen de títulos habilitantes;
(c) su condición de género: la mayoría de educadores en los sistemas escolares, especialmente en los niveles inicial y básico, son mujeres, víctimas de la subordinación y la discriminación a la que son sometidas las mujeres en todas las sociedades.
Los educandos Los educandos en el sistema escolar son mayoritariamente niños y jóvenes, los grupos más vulnerables y dependientes de la sociedad. Típicamente, la sociedad adulta se mueve con la idea de que los niños no saben (puede ponérseles en manos de cualquier educador), no piensan (asumirán pasivamente las verdades del maestro y de la escuela), no disciernen (no podrán diferenciar el buen y el mal maestro, el buen o el mal libro, la buena o la mala escuela), no preguntan (no requieren profesores bien informados, actualizados), no reclaman ni se organizan (aceptarán lo que se les dé, incluyendo maestros sin experiencia, sin formación, mal remunerados). En definitiva, si los niños no tienen derechos, quienes les enseñan tampoco.
Mientras la sociedad adulta no valore y respete a niños y jóvenes, no valorará suficientemente su educación, capacitación y formación. Son pues los propios educadores los mejor posicionados y los más interesados en levantar la bandera de los derechos infantiles, los cuales incluyen los derechos de todos quienes les ayudan a crecer y a desarrollarse como personas y como ciudadanos.
* Incluido en: Rosa María Torres, Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuaderno de viajes, Editorial Paidós, Buenos Aires-Barcelona-México, 2000.
* Incluido en: Rosa María Torres, Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuaderno de viajes, Editorial Paidós, Buenos Aires-Barcelona-México, 2000.
2 comentarios:
Todo me parece correcto: Los niños y padres de familia, la sociedad, todo el mundo tiene derechos, pero, ¿Y los derechos de los maestros?¿No sería mejor una práctica educativa en la que se valoren realmente todos los derechos de los involucrados en el proceso educativo en condiciones de igualdad?¿O es que vamos a potenciar unos derechos y a desvalorizar otros?Me parece que la educación no debe ir por ese camino. Ya es tiempo de sustituir las teorías idealistas sobre la educación y sustituirlas por planteamientos nuevos porque los actuales no hacen más que repetir postulados que tienen siglos y siglos de estar sonando. Ojalá alguien plantee algo nuevo y que incluya a todos los sectores de la educación, porque lo que yo veo son planteamientos atomizantes y hasta distorsionadores de lo que verdaderamente deberíamos entender por educación. Espero respuestas.
Gracias por el comentario. En el mismo post constan al pie varios "Textos relacionados" que le recomiendo leer. En varios de ellos destaco los derechos de los maestros en tanto tales. En especial, le recomiendo "Monólogo".
Saludos,
Rosa María Torres
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