Rosa
María Torres
Brasil.- Dos escuelas, públicas ambas, de las cuales están orgullosos
profesores, alumnos y padres de familia. Se trata, pues, de dos escuelas que
funcionan. Visitamos ambas escuelas y conversamos con sus respectivas
directoras.
La primera escuela - primaria y secundaria con 4.100 alumnos, repartidos
en tres turnos diarios - es un monumento a la pulcritud, el orden, la tradición.
Paredes decoradas con infinidad de adornos, pisos brillantes, imágenes
religiosas, guirnaldas y carteles por todos lados. Los alumnos nos reciben con
la banda de guerra; luego sigue el coro que entona el himno de la escuela. La
directora - una mujer de edad, con el cabello cano, de quien podemos imaginar
firmeza y bondad al mismo tiempo - empieza mostrándonos la biblioteca. Ya en su
despacho, le falta tiempo para contar las conquistas de su escuela; sólo 22% de
reprobación; 31 alumnos colocados en la Universidad el año pasado; los sábados
se viene ofreciendo refuerzo escolar para los alumnos que van retrasados; desde
hace seis años estableció una evaluación bianual de los profesores por parte de
los alumnos, la cual se realiza de manera anónima y a la cual atribuye el alto
rendimiento de los profesores y buena parte del éxito escolar de la escuela.
Poniendo quizás algo de lo suyo en la interpretación de los datos, afirma que
los alumnos califican con "excelente" a los profesores "más
exigentes y cumplidores, que cubren la materia y transmiten su saber".
Está orgullosa de la correspondencia que vienen manteniendo sus alumnos con los
alumnos de una escuela en el Japón, e insiste en enseñarme una carpeta llena de
cartas enviadas de lado a lado. Antes de concluir la visita, nos lleva a ver el
jardín japonés que están construyendo los alumnos con ayuda del profesor de
Ecología. Una directora de tiempo completo, trabajadora y exigente, que admite
que hay profesores que le califican de "autoritaria" y hasta
"policial". Una directora que habla en primera persona, que recurre
al YO antes que al NOSOTROS para hablar de su escuela. Cuando le pregunto si asiste
a los Grupos de Estudio organizados por la Secretaría de Educación para los
profesores, me responde que sí y argumenta: "Claro que asisto. Yo tengo
que dar el ejemplo".
En la segunda escuela - primaria y secundaria con 1.256 alumnos,
divididos en tres turnos, el de la noche supletivo para jóvenes y adultos - nos
recibe una directora joven, jovial, natural en la conversación e informal en el
trato, que trasunta dinamismo hasta por los poros. No hay recepción oficial ni
bandas de guerra ni himnos. Llama de inmediato a su despacho a otras profesoras
para que le ayuden a conversar, para que le ayuden a contar. Las elogia y
elogia su trabajo con entusiasmo; las invita a hablar, les estimula a mostrar
lo que saben y lo que saben hacer. En el relato de los avances de la escuela,
prima el NOSOTROS sobre el YO. Tales avances destacan, en primer lugar, el
plano pedagógico. Y se refieren, en particular, a las innovaciones introducidas
en la enseñanza de la lectura y la escritura en los primeros grados de primaria,
a lo largo de un proceso lento de estudio y discusión entre las propias
profesoras y junto con la directora. Luego nos muestra la escuela despacio, sin
prisa, escudriñando cada habitación y cada rincón. La visita se cierra con la
biblioteca. Cuando le pregunto si asiste a los Grupos de Estudio organizados
para los profesores por la Secretaría de Educación, me responde que sí y
argumenta: "Claro. Si no asisto, ellos avanzan y me dejan atrás".
Escuelas muy diferentes, directoras y estilos de dirección muy
diferentes. Pero lo importante es que ambas funcionan, ambas tienen directoras
comprometidas y orgullosas con su escuela, en ambas hay profesores y alumnos
motivados, buen ambiente de enseñanza y aprendizaje, buenos resultados. Ambas
han sido seleccionadas entre las 53 escuelas más exitosas del estado.
Pese a que en la segunda visita me siento más a gusto, más cercana a mis propias ideas de lo que debe ser una buena educación, una buena escuela y un buen estilo de dirección, me queda claro que no hay un único camino para hacer que la educación funcione.
No hay un único patrón de gestión.
Esta es la lección que aprendí, con toda claridad, a través de estas dos
directoras y estas dos escuelas en el estado brasileño de Paraná.
* Incluido en: Rosa María Torres, Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuaderno de viajes, Editorial Paidós, Buenos Aires-Barcelona-México, 2000; Itinerários pela Educação Latino-Americana – Caderno de Viagens, Artmed Editora, Porto Alegre, 2001, 344 páginas. Prólogo de Fabricio Caivano.
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