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Mutantes, previsibles, herederos y perdedores: condición socio-cultural de las familias y rendimiento escolar


Cristina Chanche

 Dedicado a mi mamá

Abundantes investigaciones y evaluaciones en todo el mundo vienen mostrando, desde hace mucho, la importancia decisiva de los factores socioculturales y familiares en el desempeño escolar de los alumnos y, en ese marco, la importancia de las madres. Muchas investigaciones muestran asimismo que el sistema escolar, antes que ayudar a superar las diferencias de partida entre los alumnos que vienen de ambientes pobres y los que vienen de ambientes ricos (recursos, estímulos, oportunidades), contribuye a reforzar dichas diferencias.

Cruzando el nivel sociocultural de las familias y el rendimiento escolar, un estudio pionero y ya clásico realizado en Uruguay a inicios de los 1990s (Germán Rama, ¿Qué aprenden y quiénes aprenden en las escuelas de Uruguay? Los contextos sociales e institucionales de éxitos y fracasos, CEPAL, Montevideo, 1991) estableció cuatro categorías de alumnos:

Previsibles Alumnos que, proviniendo de un ambiente familiar pobre, no logran superar dicho ambiente y obtienen pobres logros académicos. En este caso, el sistema escolar reproduce la condición desfavorable de partida y no logra promover la movilidad social.

Perdedores Alumnos que, pese a provenir de un ambiente social y familiar culturalmente rico, tienen un rendimiento académico pobre. Es decir, "pierden" la ventaja de partida, a la vez que el sistema escolar desaprovecha el potencial cultural que estos alumnos serían capaces de desarrollar.

Herederos Alumnos que, proviniendo de familias con recursos y altos niveles educacionales, logran altos rendimientos académicos. El sistema escolar consigue, así, aprovechar y sostener una "herencia" cultural favorable.

Mutantes Alumnos que, viniendo de un ambiente familiar pobre, logran superar dicho ambiente y destacan en el estudio. El término "mutante" no remite aquí a la Biología o a la Genética sino al salto inter-generacional que logran estos alumnos respecto de su origen familiar y social, gracias al empuje de su familia y a una buena experiencia escolar. (En tiempos recientes, se habla de alumnos resilientes; a partir de los resultados de la prueba internacional PISA la OCDE analiza, entre otros, qué sistemas educativos y países generan el mayor número de resilientes, lo que pasa a ser considerado un indicador en sí mismo de la calidad y pertinencia de la educación).

Varias conclusiones interesantes se derivaron de este estudio. Destaco aquí dos:

1. La madre tiene un papel clave en el logro escolar de los hijos. Al analizar quiénes son y cómo se comportan las madres de los mutantes, vemos que no importa solamente su nivel educativo (madres analfabetas o con baja escolaridad valoran y tienen muy clara la importancia del estudio) o el apoyo con las tareas escolares, sino su temple y actitudes. Madres fuertes, empeñosas, perseverantes, con grandes expectativas respecto de sus hijos y de su futuro y con confianza total en sus capacidades.

2. La desventaja sociocultural de partida no es determinante, es una condición que puede superarse, si en ello confluyen el empeño del alumno, el apoyo de la familia y de la madre en particular, profesores que tienen altas expectativas sobre sus alumnos y que confían en su capacidad de aprender, una institución escolar comprometida con la autoestima, el bienestar y el éxito escolar de los alumnos, y una política educativa inclusiva y equitativa expresamente orientada a hacer de la educación un factor de movilidad social de los más pobres y desfavorecidos.

Ateniéndonos a la nomenclatura adoptada en este estudio podríamos decir que la buena escuela y el buen sistema escolar son aquellos capaces de multiplicar mutantes y herederos, y reducir al mínimo los previsibles y los perdedores.

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Educar a las madres en el valor del afecto y del juego (Tucumán, Argentina)

Rosa María Torres


Art efimer - Escola Lacustária

Los padres tienen que repartir el amor a todos sus hijos por igual.
A los niños hay que tenerles mucha paciencia. Sus padres son sus modelos.
Dándole mucho cariño y amor crecen mejor.
A los niños debemos darle valor a las cosas que hacen.
Al niño no hay que pegarle sino cuando tenga algún motivo.
Los niños aprenden de los padres.
Debemos tratarles con paciencia, cariño y amor para que el niño no sea malo.
No debemos tratarlo con palabras brutas ni hacerlo sentir berguenza.
El niño que juega es un niño sano.
El niño que no juega puede estar enfermo.
Esto encontramos escrito sobre un rotafolio, al aire libre, en la pequeña comunidad rural de Choromoro, en el Valle de Trancas, Tucumán, Argentina. Escrito de puño y letra, en sus palabras y en sus errores ortográficos, por mujeres-madres-abuelas humildes y orgullosas que se han preparado para contarnos acerca de lo que han aprendido de y junto con los niños en el programa “Capacitándonos juntos por el bien de nuestros hijos”. Un programa educativo realizado con la ayuda de un equipo de profesoras y estudiantes de Psicología y Pedagogía de la Universidad Nacional de Tucumán, enmarcado dentro de un proyecto de desarrollo rural - el Proyecto UNIR - asumido conjuntamente por el Estado, la universidad y la comunidad.

La pobreza extrema del barrio contrasta con el colorido, la alegría y la actividad entusiasta que despliegan adultos y niños en todo el espacio exterior. Alrededor de una gran mesa improvisada algunos fabrican tarjetas con hojas, flores, semillas, granos, trapos, papel y toda clase de desechos. Otros, instalados junto a una toma de agua, se divierten haciendo máscaras de papel maché moldeadas sobre sus propios rostros.

Cajas de heladeras - recuperadas en la ciudad - han sido habilitadas como teatros ambulantes de títeres. Dibujos, guirnaldas, y toda clase de obras de arte están pegadas o colgadas por todas partes.

Con maderas, cartones y objetos diversos mujeres y niños han fabricado juguetes didácticos imitando a los juguetes comerciales que se ven en supermercados y almacenes en la ciudad. 

Color, arte y juego se han apoderado de este pequeño grupo de familias.

Una fiesta del reciclaje.

Mujeres y niños han encontrado en la elaboración de juguetes un entretenimiento compartido. Y, en ese jugar y aprender juntos, ellas han terminado por descubrir que las palabras claves del aprendizaje y del desarrollo infantil son precisamente esas: paciencia, amor, juego.

Tan simple y tan poco común, tan evidente y tan extraordinario. Cuán distinto sería el mundo si todo padre y madre de familia descubriera y respetara la importancia y el placer del juego para los niños y para sí mismos. Tarea y desafío para los educadores de adultos, para los maestros del sistema escolar, para los planificadores de la educación, para los tomadores de decisiones, para políticos y gobernantes. Qué mejor inversión de dinero y esfuerzo que la de educar a padres y madres, a los propios educadores, en la importancia del juego y del afecto para el desarrollo infantil.

En su humildad y en su pobreza estas mujeres y estos niños han amasado una riqueza invalorable. Gracias a un programa pequeño y modesto centrado en el valor del juego, del arte y del reciclaje, madres y abuelas han conquistado para ellas y para sus niños algo mucho más significativo que lo que consiguen costosas políticas y campañas que tratan de educar a los padres con mensajes abstractos en torno a los derechos del niño, el diálogo entre padres e hijos o la importancia de la escuela.

Para saber más
- UNICEF-Lego Foundation, Aprendizaje a través del juego, Nueva York, 2018
https://www.unicef.org/sites/default/files/2019-01/UNICEF-Lego-Foundation-Aprendizaje-a-traves-del-juego.pdf

60 alumnos en primer grado (Mozambique)


O correio do povo


Mozambique. Dentro de la carpa - verde, de lona, estilo militar - 60 niños y niñas de primer grado intentan aprender a leer y escribir, y una joven maestra intenta enseñarles. Me asomo a la abertura de la carpa, donde está parada la maestra junto a una silla y una minipizarra desvencijadas, y veo adentro una multitud de niños sentados en el suelo, demasiado lejos o demasiado cerca de la pequeña pizarra para poder descifrar lo que la maestra borronea en ella, demasiado apretados para poder moverse siquiera. Demasiado. Demasiados.

Clima caliente y día especialmente caluroso. Imagine el calor que hace adentro. La única ventilación proviene de las rendijas entre el borde de la carpa y el suelo, y de unas miniventanas de malla ubicadas en cada lado de la carpa, a las cuales se arriman varios niños para respirar y, de paso, mirar hacia afuera y conectarse con el mundo. Imagine a niños pequeños tratando de aprender en medio del calor, el amontonamiento, la semipenumbra, el ruido.

Los niños están pintando la bandera de Mozambique. Con el libro cabalgando sobre las piernas, voltean cada tanto la página para mirar bien los colores de la diminuta bandera estampada en una página anterior,  que sirve de muestra.

Un niño estalla en llanto. Identificado el agre­sor, el castigo no consiste en quedarse plantado afuera, sino en quedarse sentado en un rincón, adentro.

La maestra anuncia que va a revisar el ejercicio. Uno por uno, jugueteando y arreglándoselas para no pisarse entre ellos, los niños se acercan a mostrar sus ban­deras pintadas. Ella pone en cada hoja la fecha y una rúbrica, y mo­nologa con cada niño según corresponda: "Está bien", "No está bien", "Están mal los colo­res", "Hazlo de nuevo". Atender a 60 alumnos y revisar 60 cuadernos de este modo le lleva más de una hora. Las tres horas que dura la jornada escolar - de 7:30 a 10:30 de la maña­na, pues luego viene el segundo turno y a la tarde todavía un tercero - se van en el coloreado de la bandera de Mozam­bique.

¿Quién puede enseñar en estas condiciones?. ¿Qué maestro o maestra puede asegurar que aprendan así a leer y escribir niños de primer grado?. Quienes - por ejemplo el Banco Mundial - afirman, desde la investigación y desde la comodidad de los escritorios, que el tamaño del grupo no incide en el aprovechamiento escolar y recomiendan no invertir dinero en esto, nunca han sido maestros y nunca han intentado enseñar a leer y escribir a un grupo de niños. En la vida real, no es lo mismo enseñar a 60 que a 30, ni a 30 que a 15 ó 20. Los países ricos y los buenos establecimientos privados lo saben; los padres de familia en esos países y en esos establecimientos pagan por asegurar a sus hijos grupos pequeños y atención personalizada.

Es fácil proponer métodos activos de enseñanza, principios democrá­ticos en la relación maestro-alumnos, metodologías partici­pativas, trabajo grupal, lectura comprensiva, desarrollo de la creatividad, actividades lúdicas. Lo difícil es ponerse en el lugar de los maestros de carne y hueso obligados a hacer todo esto sin la formación y los apoyos requeridos, compartiendo diariamente su impotencia con 60 o más niños sometidos a condiciones antipedagógicas.

Políticas y planes nacionales e internacionales reafirman una y otra vez objetivos y metas destinados a "mejorar la calidad de la educación" y ponen en el centro la lectura y la escritura. Pero las realidades distan a menudo de esos propósitos. Mientras no se tomen en serio las condiciones de enseñanza y de aprendizaje y la importancia de los primeros años de la escuela, la lectura y la escritura seguirán siendo fuente cotidiana de tormento y frustración para millones de maestros y niños en el mundo.

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Proyecto arquitectónico sin proyecto pedagógico


Rosa María Torres
Horacio Cardo

Brasil Es un edificio escolar magnífico, enorme, recién construido e inaugurado, con todas las instalaciones de una institución educativa moderna: diseño arquitectónico impresionante, aulas amplias y bien iluminadas, mobiliario cómodo y vistoso, área de laboratorios y biblioteca, sala de profesores, un gran auditorio en la planta baja, instalaciones sanitarias de primera, corredores doble ancho que se ensanchan y redondean al llegar a cada esquina para crear ambientes de encuentro entre los alumnos, y, afuera del edificio, un gran espacio exterior y una cancha de básquet cubierta, y todo el conjunto protegido por una reja de hierro alta y maciza.

Mientras recorremos las instalaciones, tengo la impresión de estar recorriendo un colegio privado de élite en los Estados Unidos. Pero está en Pernambuco, Brasil, en el corazón de un barrio sumamente pobre, de casas precarias y caminos de tierra que rodean al colegio por los cuatro costados. Sospechosamente, todo adentro huele a nuevo, a pintura fresca, a pisos, paredes, escaleras y mobiliario sin usar. Pregunto hace cuánto empezaron las clases. Me informan que la construcción se inauguró hace dos semanas, pero las clases aún no. Resulta que no hay dinero para contratar a los profesores. Por el momento, las instalaciones están bajo llave y sólo se mantiene abierta la cancha cubierta de básquet, para que los jóvenes del barrio puedan entrar a jugar durante el día.

Un monumental edificio escolar inhabilitado, sin profesores, usado como cancha de básquet. Un palacete, un bunker, en medio de la pobreza. Porque se pensó en la construcción, sin reparar en sus costos, pero no se pensó en quienes iban a enseñar. Porque los poderes estatales y municipales, el encargado de las construcciones escolares y el encargado de la contratación de los maestros, no coordinaron ni se pusieron de acuerdo.

Chile Las autoridades municipales, en una ciudad chilena, nos invitan a recorrer el barrio para mostrarnos las realizaciones educativas de su gestión: previsiblemente, las realizaciones resultan ser, sobre todo, construcciones. La primera parada es el Centro Juvenil, motivo de verdadero orgullo municipal. Por fuera, edificio de contornos modernos, llamativo, colores brillantes, facha juvenil. Adentro, los salones están semivacíos de muebles y de gentes, mal pensados y mal equipados en general para los usos previstos para estos espacios. El edificio en su conjunto está evidentemente subutilizado. Los jóvenes coordinadores que nos atienden informan de actividades sueltas, esporádicas, con escasa asistencia. En uno de los salones, la pizarra exhibe todavía rastros de un curso sobre sexualidad dictado tres semanas atrás, que quedó a medio borrar. Cemento sin proyecto: esa es la síntesis que me voy haciendo mentalmente mientras abrimos y cerramos puertas por doquier.

La segunda parada -un centro extraescolar rehabilitado, con multiplicidad de aulas alineadas alrededor de un patio central- deja la misma impresión de reinado de la infraestructura. Y la tercera. Y la cuarta. Las autoridades municipales mismas no tienen duda, ni problema en reconocer, que la reciente re-elección le debe mucho a estas obras.

Ecuador Cuando llegamos al lugar, pasado el mediodía, los alumnos están saliendo. Al cruzar la puerta encuentro al rector, quien me conoce y amablemente me invita a recorrer las instalaciones. La infraestructura, moderna y vistosa, coincide con lo leído y visto en fotos y en la televisión. En las oficinas administrativas hay todavía cajas a medio desempacar. Varias instalaciones, como el comedor o el laboratorio informático, están todavía desmanteladas. En una de las tres aulas que visitamos, el rector le pide a una maestra que me indique cómo funciona la pizarra digital; yo agrego el pedido de que me explique cómo la usa en su clase. En pocos minutos resulta evidente que la maestra no sabe usarla. La capacitación todavía no llegó. Entretanto siguen utilizando las pizarras convencionales. En cuanto a las computadoras, se las llevaron a los pocos días de la inauguración pues aún no estaban listas las condiciones para usarlas. Además, entraron ladrones y se llevaron algunos equipos, dejando en claro la vulnerabilidad de las instalaciones. Todas estas situaciones vienen repitiéndose en otras UEM del país: problemas de seguridad, de mantenimiento, de subutilización, de capacitación, de pedagogía. En términos de infraestructura, éste es palacio comparado con las escuelas públicas y privadas de la provincia, y con las casas, seguramente muy humildes, de los alumnos. Pero la infraestructura, por sí misma, no cambia la pedagogía. La tecnología, si no se usa y aprovecha bien, es adorno y hasta estorbo.

En Otavalo, al norte de Quito, visito la Unidad Educativa del Milenio "Jatun Kuraka" (Gran Cacique, en kichwa) inaugurada pocos meses antes (abril 2009) con gran despliegue mediático y con la presencia del Ministro de Educación y del Presidente de la República. Por los medios supe que ésta era la tercera UEM construida en el país (de 23 previstas), que costó cerca de 2 millones de dólares (entre infraestrucrtura y equipamiento) y que los alumnos - cerca de 800 - son en su mayoría indígenas.

La UEM se abrió con los primeros siete años de educación básica (desde 1996, en el Ecuador se llama educación básica a 10 años de escolaridad, empezando con un año de pre-escolar). El próximo año se espera ampliar hasta el décimo. La descripción en los medios indicaba que cuenta con 38 aulas hexagonales equipadas con pizarras digitales, cocina, comedor, espacios deportivos, espacios verdes, laboratorio de ciencias, biblioteca virtual, sala de cómputo con 30 computadoras e Internet de banda ancha.


Visita no programada ni anunciada. Me acompaña mi hijo mayor. Cuando llegamos al lugar, pasado el mediodía, los alumnos están saliendo. Al cruzar la puerta encontramos al rector, quien me conoce y amablemente me invita a recorrer las instalaciones.

La infraestructura coincide con lo leído y visto en fotos y en la televisión. El diseño arquitectónico no tiene innovaciones; es el tradicional, estándar, sin concesiones al medio y a la cultura. Llama la atención, sí, la supremacía del cemento.

En las oficinas administrativas hay todavía cajas a medio desempacar. Varias instalaciones, como el comedor o el laboratorio informático, están todavía desmanteladas. En una de las tres aulas que visitamos, el rector le pide a una maestra que me indique cómo funciona la pizarra digital; yo agrego el pedido de que me explique cómo la usa en clase. En pocos minutos resulta evidente que la maestra no sabe usarla. La capacitación todavía no llegó. Entretanto siguen utilizando las pizarras convencionales. ¿Y las computadoras? Se las llevaron a los pocos días de la inauguración pues aún no estaban listas las condiciones para usarlas. Además, nos cuentan que entraron ladrones y se llevaron algunos equipos, dejando en claro - como siempre ocurre en estos casos - la vulnerabilidad de las instalaciones.

Situaciones similares se repiten en otras UEM del país: problemas de seguridad, de mantenimiento, de subutilización, de capacitación, de pedagogía. En términos de infraestructura, éste es palacio comparado con las escuelas públicas y privadas de la ciudad, y con las casas, seguramente muy humildes, de los alumnos indígenas. Pero la infraestructura, por sí misma, no cambia la pedagogía. La tecnología, si no se usa y aprovecha bien, es adorno y hasta estorbo.

***

Podríamos seguir con los ejemplos, los sabidos y los por saber, en todos los países. Porque en esta predilección por el cemento, en esta ideología que ve la infraestructrura como lo prioritario y la pedagogía como lo secundario, coinciden lamentablemente, aunque por razones diferentes, los políticos, los  maestros, los padres de familia, la población en general. Para unos, simpatías, votos, favores, popularidad, actos de inauguración, fotografías para mostrar, objetos voluminosos y tangibles que se pueden medir y contar, poner nombre y placa recordatoria. Para otros, autoestima, dignidad, condiciones de trabajo y de estudio, calidad de vida, espacio e identidad comunitaria e incluso, para muchos, el hogar prestado, el comedor, el salón, la luz, el agua, el techo, el baño, el espacio para correr y jugar que no tienen en la propia vivienda.

Textos relacionados:
Rosa María Torres, Instalaciones educativas abiertas a la comunidad
Rosa María Torres, Ecuador: Adiós a la educación comunitaria y alternativa

Para saber más
Ecuador-Ministerio de Educación - Unidades Educativas del Milenio
Fotos UEM Otavalo http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1449022&page=2
Las UEM con tareas pendientes
, La Hora, 3 octubre 2010
Schools in the World - Pinterest
Unidad Educativa del Milenio en Macas (Amazonía ecuatoriana)

Educación Social y Educación Popular: Una mirada desde el Sur

Rosa María Torres

 
“El educador y la educadora social en un mundo globalizado"
Copenhague, Dinamarca, 4-7 mayo 2009
(mi traducción del inglés al español, versión editada)

Introducción

Cuando recibí la invitación de la Asociación Internacional de Educadores Sociales (AIEJI) para cerrar este congreso tenía ideas vagas sobre la Educación Social. La pensaba como un concepto y un movimiento europeo, distante de las realidades de los países del Sur (los llamados "países en desarrollo"). Aceptar esta invitación fue pues no solo un honor sino una oportunidad de investigación y de aprendizaje.

Aprendí en estas semanas que la Educación Social (ES) es una construcción en proceso, con especificidades en cada país, con un debate interno sobre su naturaleza, dimensiones y propósitos, y con una creciente presencia en países del Sur. No existe un consenso europeo en torno a la denominación y a la definición de la ES y a la profesión de los educadores sociales en general. Socialpædagogen, la revista de la Federación Nacional Danesa de Educadores Sociales que circuló en este congreso destaca diversas experiencias de ES en el mundo, experiencias que "trabajan con niños, jóvenes y adultos que necesitan cuidados especiales debido a discapacidades físicas o mentales o a problemas sociales". La ES se mueve en un espacio que excede a la educación escolar, trabaja con grupos vulnerables y con todas las edades. 

No fue fácil encontrar referencias a programas de ES en Africa y Asia. Encontré algunas referencias a América Latina y el Caribe, especialmente de
Uruguay, el país que ha abrazado la ES de manera más visible en esta región, tomando el modelo francés como fuente inicial de inspiración. La Asociación de Educadores Sociales del Uruguay (ADESU) aparece como una asociación nacional activa. Cerca de 300 educadores sociales profesionales han sido formados en los últimos años. Muchos están trabajando en el gobierno o en la sociedad civil, en programas académicos o en otros orientados a la acción. La semana pasada estuve en Uruguay invitada por el Ministerio de Educación y conocí a algunos de ellos. Algo muy bueno debe haber en esta profesión que es capaz de atraer a jóvenes talentosos, críticos y comprometidos socialmente.

Encontré actividades en Brasil asociadas a la Educación Popular. El Departamento de Educación de la Universidad de Sao Paulo ha organizado una serie de Encuentros Internacionales sobre Pedagogía Social; la idea es institucionalizarla en Brasil como una profesión vinculada a la educación no-formal, a ONGs y a programas sociales. (Ver la Associação dos Educadores e Educadoras Sociais do Estado de São Paulo - Aees SP).  En conversaciones informales con participantes latinoamericanos en este congreso he descubierto otras actividades: un programa de Pedagogía Social iniciado por una universidad privada en Argentina; un pequeño grupo operando en Chile; en Nicaragua, una institución que formó educadores sociales por más de dos décadas ha dejado de funcionar pero siguen en marcha actividades vinculadas a instituciones en España. En general, me da la impresión de que las iniciativas bautizadas como ES en América Latina tienen aún baja visibilidad.

Educación Social y Pedagogía Social

El término Social viene usándose en varios campos, para significar diferente o alternativo

- El Foro Social Mundial (FSM), organizado por fuerzas progresistas del Sur y del Norte, se lanzó en 2001 en Porto Alegre, Brasil. Desde entonces, el FSM ha venido haciéndose en paralelo al Foro Económico Mundial que se realiza en Davos.

- La Economía Social se expande como un movimiento internacional con raíces y prácticas desarrolladas en el Sur. Propone un modelo económico alternativo al modelo neoliberal. La Economía Social y Solidaria está centrada en el trabajo, pone a la gente en el centro, se preocupa por resolver sus problemas y por preservar el equilibrio ecológico y social, promueve la solidaridad, la colaboración y el trabajo en redes antes que la acumulación individual o corporativa de la ganancia o del poder. (Ver por ejemplo la Red de Investigadores Latinoamericanos en Economía Social y Solidaria (RILESS). En varios casos, la Educación Social o la Pedagogía Social aparecen vinculadas a la Economía Social.

- Los movimientos sociales emergen como un actor político importante, especialmente en América Latina.

En cuanto a la ES, el término en Alemania y en los países nórdicos sigue siendo Pedagogía Social, una tradición de pensamiento y práctica progresista a menudo asociada, o traducida, como educación comunitaria. Aquí una explicación de las diferencias entre ambos conceptos, según un folleto circulado en este congreso:

'Educación Social’ es la traducción oficial del término danés ‘Socialpædagogik’. En este módulo usaremos el término 'Pedagogía Social', el cual indica que el trabajo socio-pedagógico de cuidado abarca mucho más que lo que usualmente se concibe como 'Educación Social'. La 'Pedagogía Social' ofrece un concepto unificado de trabajo con la gente en muchos ambientes formales e informales". (Social Education and Pedagogy in Denmark”, VIA University College, Peter Sabroe, Department for Social Education). 
 
En otros contextos se diferencia Educación Social y Pedagogía Social. No hay aparentemente consenso sobre el uso de estos términos en Europa.

Educación Social y Educación Popular
 
El término Educación Social no es familiar en la mayoría de países en el Sur pero su práctica sí lo es. De hecho, en cada región del mundo podemos encontrar movimientos educativos emancipatorios endógenos. En América Latina, la Educación Popular (EP) está enraizada especialmente en la sociedad civil. Igual que con la ES, no hay una sola definición de EP y existen varias tendencias dentro del movimiento. Muchos asocian EP, educación de adultos y educación no-formal; otros ven la educación de adultos como una educación compensatoria, remedial, funcional al sistema, y EP como una educación crítica, liberadora, transformadora.

El término popular se refiere no solo al estatus socio-económico de los participantes sino al propósito emancipador y transformador. Lo que define al educador popular es su compromiso social y político, no su trayectoria educativa o profesional. Los y las educadores populares trabajan a menudo como voluntarios o con mínima remuneración, así como con escasa capacitación para la tarea. La formación y profesionalización de los educadores populares es una demanda vieja y permanente.

En la tabla a continuación comparo la Educación Social (ES) y la Educación Popular (EP) en sus respectivos contextos.


Comparación entre Educación Social y Educación Popular


Educación Social
(Europa/Dinamarca)
Educación Popular
(América Latina y el Caribe)
Contexto histórico 
1940s
- Nombre original: Asociación Internacional de Educadores de Jóvenes Desadaptados, creada en 1951.
- Posteriormente:
Asociación Internacional de Educadores Sociales - AIEJI.
- “De la caridad, el asistencialismo y la filantropía al bienestar social como derecho humano".
1960s-1970s – ola de dictaduras militares en América Latina

Brasil: Paulo Freire.
Movimientos culturales, círculos de cultura, educación para la liberación y la emancipación.
Grupos religiosos e iglesia involucrados.
Población objetivo original
Personas sin hogar y niños huérfanos a partir de la II Guerra Mundial.
Alto analfabetismo (en los 1950s la mitad de la población adulta era analfabeta).
Población objetivo en la actualidad  (perspectiva histórica)
niños
adolescentes
jóvenes
adultos con discapacidad
tercera edad
adultos
jóvenes
adolescentes
niños
familias
comunidades
organizaciones y movimientos sociales
Características de la población objetivo
personas mal adaptadas,
con alguna discapacidad, sin hogar, marginalizadas, excluidas, en riesgo, con necesidades especiales
personas pobres, marginalizadas, analfabetas y con poca escolaridad
Características de los educadores
- énfasis en profesionalización y en capacitación continua
- defensa del empleo y de condiciones de trabajo

- poca atención a profesionalización
- capacitación de corta duración
- pocas universidades y ONGs ofrecen estudios superiores
- a menudo trabajo voluntario
Organización de los educadores
- organizados en sindicatos o asociaciones profesionales
- organizaciones nacionales, europeas e internacionales
- por lo general no organizados en sindicatos ni asociaciones profesionales
- a veces organizados en asociaciones locales y redes nacionales
Ocupaciones similares identificadas
- trabajadores sociales, profesores, enfermeras, psicólogos, terapeutas
- trabajadores sociales, profesores, agentes comunitarios, animadores culturales
Ambitos de trabajo
educación no-formal, no-escolarizada y escolarizada
Areas de trabajo
- educación de adultos
- educación social especializada
- animación sociocultural
- educación no formal
- educación ambiental
- intervención en tercera edad
- intervención en drogodependencias
- mediación de conflictos
- educación para el ocio y el tiempo libre
- alfabetización
- escolarización (acceso y completación de niveles educativos, obtención de certificados) 
- educación en múltiples temas y ámbitos
- cultura
Propósitos
- adaptación
- participación
- ciudadanía
- cambio social
- justicia social
- concientización
- participación
- organización
- empoderamiento
- justicia social
- cultura de derechos
Principios

- diálogo
- respeto
- participación
- voces de quienes aprenden
- diálogo
- práctica-teoría-práctica
- acción-reflexión-acción
- educador-educando
- construcción colectiva de conocimientos
- participación
- colaboración
- derechos
Dimensiones del trabajo
pedagógica, social, cultural, política, ética




  Elaboración: Rosa María Torres

En los países del Sur la mayoría de educadores son 'educadores sociales'

La mayoría de educadores en los 'países en desarrollo', dentro y fuera del sistema escolar, lidian con contextos socio-económicos muy difíciles y con desafíos mayores que enfrentan las personas, las familias, los grupos, las comunidades locales y las sociedades nacionales.

La negación de derechos a una gran porción de la población presiona a los sistemas educativos públicos y a los educadores que trabajan en estos o en sus márgenes y obliga a lidiar con necesidades básicas insatisfechas de los educandos (alimentación, salud, afecto, seguridad, etc.) cuya satisfacción corresponde normalmente al Estado y a la familia. Esto erosiona la enseñanza y el aprendizaje y la calidad de la oferta educativa. Las fronteras entre trabajadores sociales y educadores así como entre acción social y acción política se vuelven delgadas y difusas.  

Cuando la pobreza afecta a la mayoría de la población, el fenómeno de exclusión/inclusión es masivo, va más allá de intervenciones de pequeña escala o políticas para "aliviar la pobreza". La pobreza es una condición estructural que, como tal, requiere cambios mayores en el modelo económico, social y político que ocasiona exclusión y pobreza masivas. Dicho modelo y su cambio ya no es de alcance nacional; se ha globalizado, requiriendo por tanto un pensamiento global y una acción concertada también global.

Los educadores sociales y otros grupos progresistas en el Norte y en el Sur necesitan trabajar juntos en la construcción de una nueva ética global que combata la injusticia social y promueva la equidad a nivel local, nacional, regional y global.


El objetivo no es solo calidad educativa para todos sino calidad de vida para todos 

Las nociones de 'calidad de vida', 'bienestar', 'prosperidad' no son universales. Las categorías convencionales de 'desarrollados', 'en desarrollo' o 'menos desarrollados' usadas para clasificar a los países deben revisarse y están siendo revisadas. El 'desarrollo humano' y la satisfacción humana no son categorías lineales que se definen entre más o menos ni son medibles con indicadores cuantitativos universales; son construcciones culturales, sociales y políticas que responden a circunstancias históricas concretas.

Las nociones de 'calidad de vida' y 'satisfacción personal' adoptadas por la Encuesta de Gallup sobre Calidad de Vida no son percibidas necesariamente como tales en los países del Sur. La 'calidad de vida' de Gallup pone el consumo en el centro.
La pregunta que se hace en la encuesta es: “¿Está usted satisfecho/a con su estándar de vida, es decir, con todas las cosas que puede comprar y hacer?". El concepto de Buen Vivir en los países andinos en América Latina pone la armonía en el centro y la define como armonía con uno mismo, con los demás y con la naturaleza. 

Redes globales, solidaridad global

En un mundo globalizado, el papel de los agentes de cambio social adquiere también una dimensión global, una dimensión global que honra la diversidad, la equidad, la inter-culturalidad y la multi-culturalidad, y rechaza los modelos universales, las políticas homogéneas iguales para todos y las relaciones perpetuamente hegemónicas entre el Norte y el Sur y sus organismos y mecanismos de "cooperación". Mientras más amplio el alcance, más grande la necesidad de reconocer e incorporar la diversidad a la visión y a la práctica.

Los desafíos puestos por las muchas y siempre renovadas crisis mundiales llaman a repensar radicalmente los sistemas educativos y de aprendizaje. Las crisis crean oportunidades y urgencias para la solidaridad, configurando nuevas fronteras que desafían las distinciones 'desarrollado' / 'no desarrollado', 'Norte' y 'Sur'. Necesitamos más multi-disciplinariedad, trans-sectorialidad e inter-sectorialidad, y mayor coordinación y colaboración familia-escuela-comunidad.

Hay hoy condiciones para adoptar el Aprendizaje a lo Largo de la Vida (ALV) como paradigma global para las educaciones y los aprendizajes. La ES está bien posicionada en esta misión: aprendizaje para todos como un continuo en todas las edades. 

La naturaleza alternativa y alterativa de la Educación Social

El mundo se ha convertido en un lugar hostil e incierto para la mayoría de la población. Crece la desigualdad e inequidad entre países y dentro de estos. En muchas regiones y países, en el Norte y en el Sur, no se avanza, se avanza poco o incluso se retrocede en las batallas contra la pobreza, el desempleo, el hambre, el abandono escolar, etc. Para millones de personas, y especialmente para los grupos en desventaja, la palabra futuro no se visualiza como promisoria.

En este marco, es esperable que crezca el espacio para la Educación Social y para todas las educaciones por fuera del sistema escolar. Muchos la verán como un dispositivo remedial de control de daños dejados por un sistema educativo que no está haciendo bien su tarea: la familia, el sistema escolar, los medios de información masiva, la política. No aceptar este papel remedial y compensatorio implica entre otros asumir un papel explícitamente politico en la transformación desde el nivel local hasta el global.

De hecho, toda educación debería ser social, empática, relevante, contextualizada, diversificada, abierta a culturas y necesidades específicas, orientada a desarrollar el pensamiento crítico, el empoderamiento, la autonomía, la participación, la organización, la transformación personal y social. Ser alternativo no es suficiente;  el verdadero desafío es ser además alterativo, una fuerza social, política, pedagógica y ética capaz de movilizar a otros hacia un cambio profundo en todos estos campos.

Para saber más
- AIEJI, Social pedagogy in a European perspective
- AIEJI, Social pedagogy in the UK
- AIEJI, Brazilian thesis on social pedagogy: A constituição da Pedagogia Social na realidade educacional brasileira
-
3º Congresso Ibero-americano de Pedagogia Social, ULBRA, Canoas, RS, Brasil, 11-21 Outubro 2011
Infed, Social Education: The evolution of an idea 
-
Eduso.net : El portal de la Educación Social
- Sociedad Ibero-Americana de Pedagogía Social - SIPS
- Otro Desarrollo (Another Development): Collection of articles on sumak kawsay or "buen vivir" ("good living")
- La agonía de un mito: ¿Cómo reformular el "desarrollo"?, ALAI (varios autores), América Latina en Movimiento No 445.
- RES - Revista de Educación Social


"Trabajo dos turnos y hago crochet"




La directora y las profesoras de esta escuela pública en Montevideo me han invitado a conversar con ellas. Las once mujeres, de diversas edades, tienen historiales distintos en la docencia. La mayoría tiene más de cinco años de trabajo y enseña en más de un turno. Todas son casadas y tienen hijos. Cinco son cabeza de hogar y mantienen a su familia. Todas dicen que el sueldo no les alcanza. Una de ellas, madre sola con cuatro hijos, trabaja dos turnos durante el día, en un primero y en un tercer grado, y hace crochet por la noche; a menudo saca más de la venta de los tejidos que de su trabajo como maestra. Otras venden cosméticos, ropas, baratijas. Todas dicen continuar en esto - la docencia - por compromiso y porque les gusta enseñar.

"Trabajo dos turnos” significa:

Tengo dos grupos de alumnos, uno en la mañana y otro en la tarde, en distintas escuelas y en distintos niveles; debo movilizarme de una escuela a otra en poco tiempo, con el almuerzo atascado en el camino, y pagar de mi bolsillo los costos de movilización. Trabajo cerca de 10 horas diarias - más el tiempo «invisible», que nadie quiere ver ni considerar tal, de preparación de clases, revisión de cuadernos, corrección de pruebas y preparación de materiales para dos niveles distintos, y la mínima capacitación y actualización que hay que proveerse cada tanto - para ganar un salario que es igual o menor al de una empleada doméstica.

Mi vida transcurre a diario entre cerca de 80 niños y niñas que no son mis hijos sino hijos de otros, a quienes debo cuidar y llego muchas veces a querer como si fueran propios, y a cuyos padres y madres a menudo no llego siquiera a conocer, a pesar de que me confían lo más valioso que poseen. Niños y niñas pequeños, inquietos, cuya edad y diversidad debo ignorar desde mi oficio de maestra, pues - como ellos - debo atenerme a unas condiciones y un régimen inflexible de normas, tiempos, espacios, programas, que es preciso cumplir.

Entre mis alumnos hay niños desnutridos, con familias desintegradas, con padres violentos, que deben trabajar desde temprana edad, que viven muchas veces en condiciones de extremo riesgo y pobreza. Sé que debo lograr que, a pesar de todo eso, aprendan, para permitirse la esperanza de romper con el círculo vicioso. Sé también que soy responsable de la seguridad de estos niños mientras están conmigo y, en buena medida, co-responsable de su presente y de su futuro. Porque sé todo esto, y porque la tarea y la responsabilidad me exceden, tensionando todas mis capacidades y mis defensas, es que vivo en deuda y con culpa, la deuda y la culpa que carga consigo, contradictoriamente, dolorosamente, todo maestro y maestra de verdad.

"Hago crochet” significa:

Al llegar a mi casa, cansada, al final del día, a cumplir con mi segunda jornada laboral, hogar adentro, como mujer subordinada que soy en esta sociedad machista, debo seguir luchando contra el tiempo para que se estire y me permita exprimirle unas horas más de trabajo, unas horas menos de descanso, para redondearme unos pesos extras que me permitan suplir al marido que no tengo y mantener y educar a mis propios hijos.

Cocino, limpio, lavo, miro la televisión, mientras hago crochet. Luego, me visto de mercachifle y ofrezco mis prendas a vecinos, familiares, amistades, colegas en la propia escuela.

Nunca fui ni aprendí para artesana ni para comerciante. Estudié para ser maestra. Este es mi oficio, el que disfruto y en el que me realizo; lo otro es mi chamba, mi beca autofinanciada para permitirme seguir siendo maestra. De día maestra, trabajadora intelectual, trabajadora de la cultura, como le dicen; de noche ama de casa, crochetista, comerciante. Y así vivo, en esta esquizofrenia y en esta triple jornada, mientras llega la esperada
«revalorización docente» que hará de nosotras, las maestras, profesionales competentes, autónomas, con salarios dignos y misiones elevadas.

* Incluido en: Rosa María Torres, Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuaderno de viajes, Paidós, Buenos Aires-Barcelona-México, 2000.

Rendimientos escolares y programas compensatorios: El P-900 en Chile


La noche de los pobres - Diego Rivera

(Visita a una escuela del "Programa de las 900 Escuelas" en Santiago)



Las políticas y programas de «discriminación positiva» pasaron a ser parte constitutiva de los proyectos de «mejoramiento de la calidad de la educación» y de las reformas educativas desde la década de los 1990s en los países latinoamericanos. Uno de los primeros programas de este tipo, y uno de los más reconocidos y difundidos regional e internacionalmente, fue el Programa de las 900 Escuelas (P-900), en Chile. Este relato recoge lo visto, escuchado y reflexionado durante la visita a una de las escuelas inscritas dentro del programa, ubicada en un barrio marginalizado de Santiago. Esta fue parte de una visita de estudio realizada en agosto de 1991, la cual incluyó entrevistas y conversaciones con directivos del P-900. Lo que comparto aquí es un extracto del texto que escribí en 1998, siete años después de la visita, el cual pasó a incorporarse a la Colección Educación del Instituto Fronesis.

Aunque mi contacto con el P-900 continuó por varios años, preferí “congelar” el registro de la visita en el momento en que ésta se dio y como la viví entonces. De hecho, el propósito principal de este texto no fue dar cuenta del P-900, sus avances o resultados - nótese que la visita tuvo lugar apenas un año después de iniciado el programa- sino penetrar, aunque sea epidérmicamente, en la problemática, las escuelas, los sujetos de carne y hueso que están detrás de las políticas y programas de discriminación positiva y de éste específicamente.

¿Quiénes son, en definitiva, esos niños y niñas, esos profesores, supervisores y directores, esas escuelas que, en Chile y en tantos otros países de América Latina, producen resultados escolares tan pobres que logran, finalmente, llamar la atención y provocar políticas y programas compensatorios, «unidades de tratamiento intensivo», que es como llaman al P-900 los propios chilenos? ¿Qué dicen, cómo piensan, qué expectativas y prejuicios tienen, cómo se perciben a sí mismos, a su situación, a estos programas que acuden en su ayuda? ¿Qué clase de ambientes y tiempos, relaciones y tramas, dinámicas interpersonales e institucionales se conjugan, en cada situación para producir estos resultados? ¿Dónde están los hilos del ovillo de los que, en medio de todo eso y con ayuda de la propia intervención compensadora, hay que tirar para empezar a desenredar y revertir dicha situación?


El Programa de las 900 Escuelas (P-900)

El Programa de las 900 Escuelas (P-900, abreviado) se inició en marzo de 1990 y fue el primer programa educativo con el que el gobierno chileno reinició su etapa democrática. Fue financiado en sus inicios con fondos de los gobiernos de Suecia y Dinamarca.

El programa, de atención focalizada, se propuso inicialmente mejorar el rendimiento escolar en 969 escuelas (10% de las escuelas básicas) de Chile ubicadas en sectores urbanos y rurales muy pobres  e identificadas como muy pobres también en términos de sus rendimientos escolares. En 1991 el número de escuelas atendidas había subido a 1.278, con un total de 219.594 alumnos en los cuatro primeros grados.

Para lograr sus objetivos - mejorar los aprendizajes de los alumnos del primer ciclo básico (primero a cuarto grado) de estas escuelas, particularmente en lectura, escritura y cálculo, competencias comunicativas y autoestima - el P-900 adoptó siete líneas de acción: mejoramiento de la infraestructura y el equipamiento, capacitación y perfeccionamiento docente a través de los Talleres de Profesores (TP),  provisión de textos escolares, provisión de bibliotecas de aula y de materiales educativos, refuerzo escolar para los niños a través de Talleres de Aprendizaje (TA), apoyo técnico a los profesores y administradores, y procesos de apoyo tales como comunicación y evaluación.

Uno de los componentes más innovadores del P-900 fueron los Talleres de Aprendizaje, destinados a los niños que los profesores consideran necesitan ayuda o refuerzo personalizado. (En 1991, cerca de 50.000 niños se encontraban asistiendo a estos talleres). Los TA buscaban reforzar lo aprendido en clase así como promover la creatividad y la autoestima de los niños. Estaban a cargo de jóvenes de la comunidad, llamados monitores, capacitados especialmente para la tarea  (2.086 jóvenes - hombres y mujeres - fueron capacitados en 1990 y 2.766 en 1991), recibían una pequeña remuneración llamada bono o beca (17.500 pesos mensuales en ese momento, equivalentes a aproximadamente 50 dólares) y se comprometían a trabajar 20 horas a la semana: 8 horas de taller con los niños y el resto dedicado a planificar y a trabajar con la supervisora, los profesores y los apoderados. Los TA operaban con grupos pequeños (entre 15 y 20 niños), antes o después del horario regular de clases, dos veces por semana, bajo la coordinación de dos monitores trabajando en equipo, apoyados por materiales especialmente diseñados y por supervisores del Ministerio de Educación.

A través de este paquete integrado de medidas, se esperaba que las escuelas mejoraran progresivamente sus resultados, y pudieran ser «dadas de alta» del programa, dejando así paso a otras escuelas también necesitadas de atención focalizada. Entre 1990 y 1996, el P-900 llegó a 2.099 escuelas. En 1990, al inicio del programa, el puntaje escolar promedio en matemáticas y lenguaje de las escuelas incluidas en el P-900 era de 52,11 sobre 100; para 1996 ese puntaje había subido a 64,06, un incremento de casi 12 puntos, un puntaje por encima del incremento promedio (8.5 puntos) de las escuelas subvencionadas del país, en ese mismo período.

La escuela

La escuela que visitamos está en un barrio urbano-marginal de Santiago, llamado Santa Julia. En el camino nos lo han descrito como un barrio pobre, marginal, peligroso, de alto riesgo, y nos han contado situaciones de drogadicción, robo, asalto, crimen.

En la entrada hay un cartel que previene sobre el cólera. Adentro nos recibe la directora, una mujer alta, blanca, enfundada en gorro y bufanda de lana gruesa para aplacar el frío. Su oficina es un cuarto pequeño, modesto, con varios diplomas en la pared y el retrato del Presidente Alwyn colgado detrás del escritorio. Cecilia, de las oficinas centrales del P-900, y Eliana, la supervisora de esta escuela, quien nos acompaña, hacen las presentaciones de rigor. La directora pide a Eliana que nos guíe en la visita y se disculpa por tener que atender otros asuntos. La ausencia de ceremonia y pleitesía con que nos recibe a las visitantes es, de por sí, un signo alentador.

Camino al Taller de Aprendizaje cruzamos el patio y vemos, a través de las puertas, algunas aulas por adentro. Aulas limpias y ordenadas, con mesas y sillas evidentemente nuevas, estantes de libros, el piso de vinil, brillante, en distintos tonos de verde. El ambiente, siendo pobre y precario, es bonito, incluso alegre. El único problema es que no hay calefacción y hace mucho frío tanto afuera como adentro. Y que las ventanas son muy altas, muy pequeñas y tienen barrotes.

Eliana me explica que mucho de lo que se ve como nuevo o mejorado en materia de infraestructura y equipamiento es parte de lo que trae consigo el P-900 a las escuelas que se adhieren al programa. En ésta, concretamente, se ha comprado nuevo mobiliario y libros para las bibliotecas de aula, se han pintado las paredes, arreglado los baños y reparado todos los vidrios que estaban rotos. No es difícil imaginar lo que habrá sido esta escuela un año atrás...

Los niños y las niñas

Los Talleres de Aprendizaje (TA) que conducen los monitores del P-900 con los niños se inician precisamente hoy en todo el país y durarán cuatro meses y medio. Desde este año, y teniendo en cuenta la experiencia del año pasado, en el que se hicieron patentes resistencias y recelos frente a los jóvenes monitores por parte de los profesores de planta de las escuelas adscritas al programa, los monitores han pasado a ser seleccionados por las autoridades y profesores de cada plantel. 

Los TA se hacen con los niños de tercero y cuarto grado; entre primero y segundo grado hay promoción automática, siendo la lectura y la escritura un objetivo del primer subciclo (primero y segundo grados). A los TA no van todos los niños de una clase, sino “solamente los niños con problemas socioafectivos y de retraso escolar” - según nos explica la supervisora - definidos como tales por los respectivos profesores. Así pues, a los TA llega una selección dentro de la selección: los niños con mayores problemas dentro de las escuelas seleccionadas por ser precisamente identificadas como con mayores problemas.

En cada escuela hay dos talleres: uno que funciona a la mañana y otro a la tarde, dos veces a la semana, durante dos horas. Los niños que estudian a la mañana van al taller de la tarde, y viceversa.

Los TA funcionan por lo general en un cuarto o aula que no se utiliza dentro de la escuela. En ésta, el espacio reservado para el TA funcionaba antes como bodega -como lo delatan el olor a guardado y a moho que aún impregnan el ambiente- y ha sido ahora adaptado y arreglado. Hay estantes con libros y muchos afiches y colorido en las paredes. En el centro se han juntado varias mesas y alrededor de ellas están sentados siete niños, dos niñas y cinco niños, de 9 y 10 años, todos ellos de cuarto grado, pulcramente uniformados con saco azul y camisa celeste. Luego sabré sus nombres: Roberto, Jonathan, Olivia, Elizabeth, Daniel, Abraham y Daniel Gutiérrez, para diferenciarse del otro Daniel.

Este es, como se ha dicho, el primer día de funcionamiento del taller. Se integrarán los niños de tercero y cuarto, pero los de tercero vendrán recién a partir de mañana. Habrá que apretar el espacio y juntar más las mesas, para que entren todos, pues el espacio es pequeño, explican Carmen y Jacqueline, las dos muchachas monitoras. El taller funcionará de 10 a 12 de la mañana, y el de la tarde de 2 a 4.

Cuando entramos al taller, las monitoras ya han iniciado el trabajo con los niños, quienes están ahora dibujando, cada cual lo suyo, a partir de la consigna “Fíjense en alguna ilustración del libro”. Mientras los niños dibujan y nos acercamos, uno por uno, a ver lo que hacen, vamos poco a poco entablando diálogo con ellos.

Al escucharme hablar, lo primero que los niños quieren saber es de dónde soy. Les pregunto si han oído hablar del Ecuador.

- "El Ecuador jugó fútbol en la Copa América, le ganó Argentina", dice Abraham.
- "En el Perú está el cólera", dice Roberto.

¿Qué les explicó la profesora sobre este taller?
- "Nos dijo que todos los martes y jueves tenemos que venir a este taller", dice Roberto.

¿Por qué?
Jonathan: "Porque nos falta aprender un poco".
Elizabeth:  "A mí me cuesta mucho multiplicar".
Abraham: "A mí me cuesta Historia, cuando hacen las pruebas".
Daniel:  "A mí me da vergüenza cuando salgo adelante".
Roberto: "A mí me cuesta dividir y multiplicar. Es difícil. No sé por qué".
Olivia: "A mí porque me da mucha vergüenza. Cuando me sacan adelante me pongo nerviosa. Me da vergüenza. La profesora nos dijo que aquí se nos va a quitar la vergüenza".
Jonathan: "También dijo que íbamos a aprender harto aquí. Que yo iba a aprender a  leer. Yo tengo problemas para leer".

Le pido a Jonathan que lea un poco del libro que tienen todos sobre la mesa y que es parte de la biblioteca. Le busco una página al azar, pero él insiste en leer el primer párrafo de la primera página. No hay manera de convencerle. Me explica:

- "Acá (primer párrafo) entiendo, acá (segundo párrafo) no entiendo". Por la manera de leer, tampoco entiende el primer párrafo.

¿Quién te dice que no sabes leer?
- "La profesora Graciela."

¿Y qué hace tu profesora cuando no puedes leer?
- "Nos pega con la mano, nos castiga. Nos dice: ´No hay recreo´".

Roberto y Elizabeth ya estuvieron en el TA el año pasado. Son los únicos que pueden contar, en definitiva, de qué se trata. Les pregunto qué hacían en el TA.

Roberto: "Jugábamos, hacíamos títeres. Nos pasaban un librito donde hacíamos trabajo. Salíamos a pasear".
Elizabeth:  "Una vez fuimos a la plaza".

Escucho que les llaman tías a las monitoras. ¿Les gusta llamarlas así?
Jonathan: "Sí, es mejor, sale más bonito la voz".
Olivia: "También, por más respeto".

¿Y cómo les llaman a las profesoras?
Olivia:  "A las profesoras les llamamos señoritas o profesoras".

¿Las monitoras no son profesoras?, pregunto. Es, aparentemente, una pregunta difícil, para pensar. Todos los niños me miran y hay silencio por un momento. Jonathan se anima a intentar una explicación:

- “Las profesoras son las que nos enseñan en la clase. Las monitoras sólo enseñan aquí en los talleres”.

Al final los niños se acercan a conversarme espontáneamente. Algunos me obsequian sus dibujos que acaban de hacer. Todos me hablan de sus hobbies, de sus fortalezas y debilidades.

Olivia: “Yo también voy a los Scouts".
Abraham: "Yo soy buen arquero", me dice, y me regala un lindo dibujo que acaba de hacer precisamente de un niño junto a una pelota.
Elizabeth:  "A mí me han puesto un apodo. Me dicen Hueso y Esqueleto Humano".
Olivia: “A mí me dicen Bolivia".
Jonathan: "Yo soy bueno para la pelota".

Nos hemos hecho amigos, así que les paso mi cuaderno y les pido que me escriban sus nombres. Las dos niñas, a su vez, me piden que les escriba el mío en un papel. Me insisten en que agregue el teléfono, a pesar de que les advierto que las llamadas a otros países cuestan muy caro.

Olivia: “Escríbalo, por si acaso. Tal vez algún día pueda llamarle".

Los niños y sus familias

Santa Julia, según sabré después, es un distrito hoy conocido por su delincuencia y, antes,  por sus protestas civiles durante la dictadura militar. Los niños van y vienen caminando a la escuela pero no saben decir cuánto tiempo caminan. Luego conoceré el barrio y sus alrededores, y constataré que algunos tienen que caminar bastante. Sus casas son muy pobres. 

¿Qué hace tu mamá?, le pregunto a Olivia.
-"Mi mamá trabaja puertas adentro".

¿Y tu papá?
- "Mi papá se separó de mi mamá. Tomaba mucho. Ahora vive con mi abuela, con la mamá de él".

¿Tú le ves a tu papá?
- "No, porque él vive en La Molina. El vive allá y yo acá. Mi mamá no tiene plata para que yo vaya allá. A lo mejor estas vacaciones puedo ir".

¿Eres buena alumna?.
- "Más o menos. Las restas y las divisiones no las sé muy bien".

¿Qué hace tu papá?, le pregunto a Jonathan.
- "Hace alfombras".

Intento hacer conversación con Daniel Gutiérrez, un niño muy tímido, el único que hasta ahora no ha hablado. ¿Quién te la compró?, le pregunto, refiriéndome a una Tortuga Ninja que tiene en la mano.

- "Mi mamá", dice bajito. 

Jonathan y Daniel Gutiérrez, me explican las monitoras, viven en un Hogar de Menores. Los viernes, cada quince días, salen a su casa.

¿Por qué vives en un Hogar de Menores?, le pregunto a Daniel Gutiérrez.
- "Mi papá me pegaba".

¿Por qué?
- "Porque me pegaba".

¿Y qué hizo tu mamá?
- "Se separó".

¿En qué trabaja tu mamá?
- "En un departamento. Hace aseo".

¿Te gusta el Hogar donde vives?
- "Ahí me cuidan. Es un internado".

¿Tú tienes papá y mamá?, le pregunto a Daniel, el Daniel a secas.
- “A mi papá lo mataron en un asalto”.

Sé que no debo seguir preguntando más. Tengo la impresión de que pueden empezar a aparecer cosas verdaderamente terribles...

Las monitoras

Carmen tiene 19 años. Terminó quinto de Comercial el año pasado. Aplicó a este colegio para trabajar como monitora y es la primera vez que trabaja con niños aunque –aclara- tiene experiencia con jóvenes. Jacqueline, por su parte, estudió para Técnico en Párvulos, fue profesora de pre-kinder en esta escuela el año pasado y su hermana fue monitora de un Taller de Aprendizaje.

Eliana, la supervisora, nos explica que entre los requisitos para ser monitor está no ser mayor de 25 años y tener como mínimo cuarto año de básico. Comenta que, en su experiencia con el P-900 y con los TA específicamente, los jóvenes comprometidos con comunidades eclesiales de base, son muy buenos, entusiastas, cumplidores.

Le pido a Jacqueline que me explique exactamente qué es el Taller de Aprendizaje.
- "Esto no es una sala de clases. Es otro sistema el que se usa. Se busca que el niño aprenda a liberarse, a no tener vergüenza. También se les enseña a que se organicen, a que sepan que hay momentos para estudiar y momentos para jugar. Es poco lo que se les tiene sentados en el aula. La mayor parte es jugar".

En otras palabras, ¿ustedes no les ayudan a los niños con las materias?
- “Nosotras no somos profesoras propiamente, pero les ayudamos a las profesoras con las materias cuando nos piden. Una profesora, por ejemplo, nos ha pedido que le ayudemos, en el taller, a reforzar la lectura y la escritura con sus alumnos”, dice Jacqueline.

La semana pasada fueron las Jornadas de Capacitación de los monitores en todo el país. Eliana nos explica la capacitación de los monitores en estos términos: se hace al inicio del año escolar, en una jornada de cuatro días, con internado, seguida de la “capacitación en acción”, es decir, a lo largo del propio trabajo. Las jornadas tienen varios momentos: uno de sensibilización, donde los jóvenes expresan sus temores y expectativas; luego viene el estudio de los manuales; luego una parte sobre comunicación, donde se aprende por ejemplo a definir conductas; y finalmente una feria, en la que todos los grupos enseñan lo que saben y son capaces de hacer, se enseñan unos a otros a cantar, tocar, bailar, etc.

Los monitores que fueron capacitados y trabajaron el año pasado, ¿continúan trabajando este año? En definitiva, ¿cómo se está pensando asegurar la estabilidad y permanencia de los monitores?
- “Desafortunadamente, de los monitores que había el año pasado, 70% se fue, consiguió un empleo mejor remunerado. Aprendieron que valían, ganaron currículo, adquirieron confianza en sí mismos. Una pérdida para el Programa pero un efecto positivo para los jóvenes”, explica Eliana.

La salida y el almuerzo   
       
Son las 12, suena el timbre. Hora de la salida y del almuerzo. Todos los niños de los TA reciben alimentación. Los de la mañana y los de la tarde, que llegan antes, se juntan en el comedor a la hora del almuerzo.

- "No voy a almorzar aquí. Mi mamá dijo que no", le informa Olivia a la monitora. Y luego me confiesa, en voz baja: "No me gusta la comida".

¿Por qué no?
- "Es muy mala. Dan lentejas".

- "A mí tampoco me gusta almorzar aquí. Dan legumbres. No me gustan las legumbres", refuerza Elizabeth.

En el sistema establecido en Chile, el Programa de Alimentación Escolar incluye únicamente a los niños con índices más altos de pobreza y vulnerabilidad. En otras palabras, no son todos los niños, sino los niños más pobres de la escuela, quienes almuerzan en el comedor de la escuela. Eliana ratifica después mis sospechas: hay padres de familia que optan por no aceptar estas formas de “discriminación positiva” para sus hijos y para ellos mismos dentro de la escuela.

- “Cada profesor en su grado selecciona quiénes merecen el almuerzo”, me explica Eliana. Entre los criterios están, por ejemplo, padres sin trabajo, padres que viven de recoger cartón, madres solteras”.

Los niños empacan sus cosas. Todos se despiden con beso de las monitoras y de nosotras. Salen, como buenos niños, corriendo y felices al patio. Con las mochilas puestas -mochilas raídas, descoloridas, muy usadas- los niños van directo a la pelota, una pelota pequeña de caucho. Las niñas se dirigen al comedor, salvo Olivia que se queda un momento mirando a los niños patear la pelota. Luego la vemos acercarse a la puerta, donde la espera su mamá. Me acerco a la mamá -una mujer joven, bonita- y le digo cosas buenas de su hija. Ella sonríe y agradece, complacida. Mientras las veo alejarse, caminando de la mano, me viene a la mente una palabra fuerte: dignidad.  

El comedor es un cuarto mediano, con cuatro mesas largas y bancas a ambos costados, que en un santiamén se repleta de niños. Uno por uno van recogiendo su bandeja y su cuchara, y ubicándose en algún lugar. La bandeja de hoy contiene tallarín con porotos y una manzana. Los chicos comen muy rápido, casi desaforados, concentrándose en el acto de comer. El ruido de las cucharas chocándose contra los platos es el que predomina. Algunos prefieren llevarse la manzana, otros se la comen allí mismo. Luego, uno por uno van pasando a devolver las bandejas con los platos vacíos. La operación no dura más de 10 minutos. Recuerdo aquí lo que alguna vez leí acerca de que uno de los derechos que se les ha negado históricamente a los pobres es el derecho a degustar, a disfrutar de la comida... 

- “Servimos tallarín con porotos, lentejas, arvejas, arroz a la jardinera, papas con chuchuca, fideos con huevo. De postre se dan naranja, pera, manzana, budín, flan, sémola con leche, avena Quaker. A los niños les gusta los porotos. Nos les gusta la papa con chuchuca, el pescado, la lenteja. Hoy no tocó jugo, pero se les da. No se pueden repetir el plato. Están contados”.

Las profesoras

Estamos ahora en la sala de profesores, un cuarto desabrido, con la mesa y las sillas convencionales en el centro, y sin espacio para nada más. Hace un frío que cala los huesos. Alguien nos ofrece un cojín para calentar el asiento. En la hora y media de conversación que sigue, todas estamos entumecidas, frotándonos las manos, con las narices rojas, como payasos.

Hay cinco profesores presentes, todas mujeres: Liliana, Isabel, Luz, Julia y Blanca. Calculo que la mayoría de ellas está por encima de los 40 y 50 años. Liliana destaca como la más joven. Son profesoras de los primeros cuatro grados. Dos de ellas están empezando con el P-900 este año; tres empezaron el año pasado y tienen, por tanto, alguna experiencia y reflexiones sobre el programa.

El frío tiene la ventaja de instalar un tema inicial de conversación, que ayuda a calentar motores para la conversación de verdad.

¿Qué opinan los niños del Taller de Aprendizaje? ¿Lo ven como algo bueno o como un castigo?
- "Les gusta, los alumnos se entusiasman. Unos dicen que van a venir sin cuaderno y sin lápiz, que en el taller van a aprender cosas bonitas".
- "Todos están entusiasmados de ir al taller. Todos quieren ir. A mí me preguntan que por qué elegí a unos y a otros no. Quieren saber por qué. Pero una no les puede explicar”.

¿Por qué no?
- “Porque una  elige para ir al taller a los que tienen problemas sociales, de adaptación".

Y entonces, ¿cómo les explican a los niños cuáles van y cuáles no?
“Les decimos que es para que aprendan más, para que pierdan el miedo a hablar, y esas cosas”.

Pero ellos ven que las profesoras escogen para ir al taller a los alumnos con calificaciones más bajas...
- “Se dan cuenta, pero una tiene que suavizarles, para que ellos no se sientan mal”.

¿Qué hacen los monitores en los Talleres de Aprendizaje?
- "Ellos se fijan más que nada en la parte afectiva, en la timidez de los niños. Son niños tímidos, muchos de ellos. Después de los talleres uno ve que tienen más desplante frente a los demás".
-- "Son niños que les falta cariño, estímulo, no tienen confianza en sí mismos".
- "Estamos conscientes de que los monitores no son docentes. Ellos hacen juegos, paseos, dinámicas de grupo. El taller no le va a solucionar al niño el problema de matemáticas".
- "Por eso, uno de los requisitos es que los niños no tengan problemas de aprendizaje. Son niños lentos, pero normales. Si fueran niños con problemas de aprendizaje, se necesitaría no sólo un docente sino un especialista".
- "Los monitores no pueden hacer eso. No son docentes para tratar con un problema de aprendizaje específico. Son, más que nada, un apoyo afectivo para los alumnos".
- "En el taller no van a aprender cómo se suma o se resta pero van a mejorar su autoestima, su nivel emocional", resume Eliana, como para cerrar. Un tema espinoso. Por eso, vuelvo a la carga.

¿Cómo es la relación entre ustedes, los profesores y los monitores?
-"El año pasado hubo poca interacción entre el profesor y el monitor. Estamos este año tratando de mejorar esto", dice Eliana.

Dentro del P-900 los profesores tienen una instancia de formación permanente que son los Talleres de Perfeccionamiento. Todos los martes, en una escuela cercana, también participante en el P-900, se reúnen los profesores de esta escuela y de la otra, junto con la supervisora, de 4 a 6 de la tarde, dentro del horario de trabajo.

- “Es oficial, está institucionalizado”, dice Eliana.
- “Ese día es más corto para los alumnos”, agrega una profesora.

¿Qué se hace en los Talleres de Perfeccionamiento?
- "Analizar contenidos y objetivos del primero al cuarto grado".
- "En Matemáticas trabajamos con problemas, cada uno cuenta y socializa".
- "En Lenguaje, por ejemplo, con el vocabulario ilustrado".
- "Los talleres son enriquecedores. Nos han servido para renovarnos".
- "Es una especie de instancia de encuentro".
- "El perfeccionamiento no viene sólo de la universidad”, remata Eliana. “Hay material muy rico en los profesores. Es importante juntar a profesoras de distintas escuelas para que intercambien experiencias".
- "Lo que realizamos en clase lo llevamos al taller y lo que realizamos en el taller lo llevamos a la clase".
- "Allí analizamos las situaciones y los problemas del aula".
- "Se ve que hay diferentes maneras de resolver un mismo problema".
- "Yo recojo lo que ellas producen y remito muchas cosas a nivel central", agrega Eliana.

Llegamos al tema de los salarios, las calificaciones, los años de servicio. La mayoría tiene más de 20 años de trabajo en la docencia. Liliana, la más joven, empezó hace 2 años. Una profesora con 25 años de servicio gana 90.000 pesos (alrededor de 300 dólares) mensuales. Todas ellas son normalistas, menos Liliana que estudió en la universidad y tiene título de Profesora de Enseñanza General Básica (4 años de estudio).

- "No alcanza para vivir. Sólo para sobrevivir".
- “Los sueldos son muy bajos. Una sola persona no puede mantener una familia con eso".
- "Yo pedí que me dieran un primer año, para renovarme. Había estado en quinto y sexto mucho tiempo. Me gusta porque me siento mamá, hay más dulzura en la relación con los niños".

¿Qué han aprendido en los Talleres de Perfeccionamiento?
- "Hacer trabajar más al niño".
- "Sacar de ellos las cosas, más que de uno mismo".
- "Cambiar la organización de las sillas, las mesas, no como antes que los sentábamos en filas".
- "Ahora, si quieren, se sientan en el suelo. Por último, que me enseñen Matemática en el suelo, pero que me enseñen".
- "Trabajar por grupos".
- "Se trata de que aprendan a gusto. Lo importante es eso".
- "Hacer Educación Física con canto, con música".
- "Ellos crean diálogo, situaciones, hacemos foros".
- "Una se entera de muchas cosas, haciendo que los niños 'suelten la pepa', como se dice. Una se entera de que los papás son drogadictos o alcohólicos o esquizofrénicos".
- "Muchos de los niños tienen mamás...
- ...prostitutas, diga nomás”, completa otra.
- "Yo les pedí que se organizaran en grupos y formaran diálogos. En esos diálogos ellos representaron cosas de su medio: peleas de matrimonio, peleas con cuchillos, asaltos. Eso me impactó. Yo pensé que ellos podían crearme cosas más de niños. ¡Pensé que me iban a actuar algún cuento! ".
- "Que ellos participen más que el profesor".
- "Que nos pierdan el miedo".
- "Que pierdan el miedo a hablar. Les cuesta mucho hablar".

¿Por qué?, pregunto.
- "En la casa no les escuchan".

¿Y en la escuela sí?
- "En los Consejos de Curso todos opinan. Ahí se presentan problemas varios".

Los alumnos, ¿les dicen a ustedes también «Tías»?
- "Sí, también".
- "A veces se equivocan y nos dicen Mamá, incluso Abuelita".

¿Les dan beso,  como a las monitoras?
- "A los más grandecitos les va dando pena darnos beso".
- "Hay muchos niños en situación irregular. Hay niños de Hogares. En mi clase, de 38 niños, 6 son de Hogares".
- "En la mía, de 45, 5. Es difícil el trabajo aquí. Son niños abandonados".
- "No se dejan tocar fácilmente, no aceptan el cariño. Cuando se les entrega mucho cariño, se sublevan. Están acostumbrados al látigo. Si no se les pega, creen que aquí se viene solo a jugar. Poco a poco van integrándose. Como esos perritos que se va domesticando".

El patio y las filas

Son las 2 de la tarde. Cuando salimos de la conversación con las profesoras, en el patio se están formando las filas de los alumnos que llegan al turno vespertino. Dos filas -una de niños y otra de niñas- y en orden de estatura. Una profesora de tono chillón dirige las operaciones desde el micrófono:

- "Los cursos tomen distancia, por favor".
- "Mantengan silencio".
- "Bueeenas taardes, niiiiiños".
- "Bueeenas taaardes, señoriiiita".
- "Vamos a empezar los ejercicios: uno, dos, tres..."

Al uno, los niños deben levantar los brazos. Al dos, los brazos adelante, tomando distancia. Al tres, brazos detrás de la espalda. Al cuatro, brazos a los costados.

- "La recomendación de siempre: Traten de mantener la escuela limpia..."
- "Pase tercer año".
- "Pase cuarto año, media vuelta".
- "Avance octavo año".
- "Ahora tercer año".
- "Pase segundo".
- "No corran".
- "Avance kinder".
- "Avance primer año".
- "Oye, ven acá. Allá es el curso".
- "Avance quinto".

La supervisora

Eliana es una mujer de mediana edad, amable, tranquila, con facilidad de palabra. Era profesora de Ciencias Naturales. Cuando se creó el Sistema Nacional de Supervisión concursó y ganó. Era y continúa siendo supervisora de esta escuela, pero su rol -y su ánimo- ha cambiado notablemente a partir del P-900. Supervisa cuatro escuelas inscritas en el P-900, además de las otras escuelas que atiende. 

- "Cuando llegó el P-900 pensé que era un programa más pero para mí ha resultado una maravilla. Yo me había absorbido un 80% de cuestiones administrativas. Lo técnico había quedado en segundo plano. Había perdido el contacto con los profesores, sólo tenía relación con los directores. Llegaba y los profesores escondían los libros, me tenían recelo. Ahora me ven como un aporte técnico, me tienen confianza. El programa me permitió volver a realizar un trabajo técnico, a tener contacto con los profesores, en una relación de confianza. Me hablan de otras cosas, inclusive de cosas gremiales".

Eliana percibe cambios en las profesoras en este último año.
- "Se han soltado. Las profesoras necesitan contar rápido a los niños, quieren ver filas en la clase. Pero se dieron cuenta que era importante cambiar esa distribución. Sin embargo, los rectores y los inspectores no les permitían mover las sillas. Ahora ellas lo hacen libremente, sin miedo".

Me explica su método de trabajo con los profesores.
-- "No voy a supervisarles a la clase. Me busco la manera. Los profesores son celosos de lo que hacen en sus aulas. Cuando intercambiamos, hay algunos que se subestiman y piensan que no tienen nada que aportar. Yo les he levantado la autoestima en su oficio. El año pasado estaban celosas de los monitores. Por qué no llamar a profesores que no tienen trabajo, es lo que muchas dicen, en lugar de a jóvenes que no han pisado una escuela ni saben del oficio. Ha costado. Ellas tienen la fijación de que el monitor no puede enseñar. Hay rectores que no aceptan en su escuela a los jóvenes, sólo aceptan gente especializada, docente. Por qué no pueden los niños aprender de los jóvenes, les digo yo a los profesores y a los rectores, si los niños aprenden de todos lados".

Epílogo: Un intento (entre varios posibles) de descifrado

Al salir de la escuela y, más aún, ahora, siete años después de esta visita, al intentar transvasar a la computadora todo lo registrado y guardado en el cuaderno que me acompañó ese día - diálogos, observaciones, impresiones, nombres y direcciones, ofrecimientos, dibujos y textos infantiles, colores, olores, texturas - resurge la convicción de que en cada uno de los detalles y en el conjunto de lo visto y escuchado en esas pocas horas en la escuela (y en todo lo no visto y no escuchado) radican las claves tanto del problema como de la solución. Que la cuestión está es saber descifrarlo.

Lo que la convención escolar y social cataloga como «bajo rendimiento escolar» resulta de una mezcla compleja de ingredientes que pueden parecer comunes y reconocibles pero que configuran de hecho una condición específica, única, tanto para cada escuela como para cada alumno de manera individual. Difícil discernir qué pone el entorno y qué la escuela, qué es «escolar» y qué “extra-escolar» en esta relación que, precisamente, se sustenta en la complicidad entre el  «afuera» y el «adentro», pero lo seguro es que la problemática no se entiende - y menos resuelve - desde un solo lado. De algún modo, todo termina conectándose y realimentándose: la pobreza, el hambre, la muerte, la discriminación, el desmembramiento de la familia, el abandono, la violencia en el barrio, la violencia intra-familiar, el maltrato infantil, el maltrato y la discriminación de la mujer, el alcoholismo, la prostitución, el cólera, la falta de afecto y la dificultad para expresarlo, la timidez, la inseguridad, el frío, el olor a guardado y a moho, los vidrios rotos, los barrotes en las ventanas, la falta de libros y materiales didácticos, el miedo de los niños a las profesores y el de los profesores a los supervisores, la mala pedagogía, la evaluación como tensión y como castigo, los métodos obsoletos para enseñar a leer, a restar, a dividir, a multiplicar, a comprender y disfrutar de la historia, el temor a hablar y la verguenza de «pasar adelante» junto con la obsesión escolar por exigir precisamente ambas cosas a todos, el castigo en el hogar y en la escuela, el látigo del padre, el golpe en la mano y la negación del recreo de la profesora, la comida como relleno más que como placer, las lentejas, las legumbres, la papa con chuchuca, el pescado, los magros salarios de los profesores, lo poco acogedor de eso que suele llamarse «sala de profesores», la voz chillona en el micrófono, las filas en el patio, la separación entre niños y niñas, el orden de estatura, la supervisora burocratizada y cargada de tareas administrativas, los profesores temerosos y cargados de prejuicios, el desprecio por los jóvenes, la capacitación que sirve de resorte para buscar algo mejor remunerado, el estigma de la propia «discriminación positiva»...

Al mismo tiempo, contradictoriamente, en estos mismos niños y sus familias, en esta misma escuela y en este mismo equipo escolar ampliado están las claves para romper con la complicidad escuela-familia-medio en la reproducción de la pobreza y de los «bajos rendimientros escolares». Aquí, mezclados con todo lo demás, están también la frescura y la espontaneidad de los niños, el seguir siendo niños a pesar de todo, la conversación que hace olvidar el miedo a hablar, la amistad y la cooperación, la pulcritud de los uniformes, la habilidad para el dibujo de algunos, la veta deportista de otros, la pelota y el fútbol como recursos salvadores, el sueño de ser arquero, la expectativa de poder un día hacer una llamada internacional, el juego, los títeres, los paseos, el canto, la música, la educación física, el trabajo en grupo, el diálogo y el foro, la recientemente descubierta posibilidad de sentarse en el suelo, de mover las sillas de lugar, de escuchar a los alumnos y cederles la palabra, los besos en la mejilla, el aroma a porotos y los porotos que gustan a todos, la escuela limpia, los baños arreglados, los vidrios sin roturas, las mesas y sillas de colores, el verde brillante del piso de vinil, las bibliotecas y los libros, la perseverancia y la dignidad de los pobres, la juventud de los monitores, el estilo sin pleitesías de la directora, el re-encuentro de la supervisora con los profesores, con su rol técnico y con su entusiasmo, el resurgimiento de la dulzura y la confianza, el reconocimiento del valor de la afectividad y de la autoestima, la instauración de un espacio para que los niños simplemente sean niños y se sientan bien dentro de la escuela, las profesoras saliendo de la escuela a compartir con otros profesores, la aceptación del aprender siendo adulto y de enseñar siendo joven, los descubrimientos fundamentales -propiciados por el propio efecto simultáneo y colectivo de todo esto- respecto de sus propias capacidades y posibilidades y de las de sus alumnos, la «discriminación positiva», en fin, empezando a actuar como posibilidad y ya no como estigma...

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