Para Ernesto
Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase. Debo estar callado en clase.
Debo estar callado en clase: éste era el deber que el hijo menor de un amigo debía hacer para el día siguiente. Cien veces la misma oración. Castigo por haber hablado en clase. En clase de Música.
Dejándose llevar por un elemental sentido de eficiencia y modernidad, mi amigo llegó a la conclusión de que la mejor manera de hacer la tarea era con la computadora. Mediante una simple operación de apretar teclas, se puede agarrar un bloque, copiarlo y repetirlo tantas veces como se quiera. Todo ello, además, con la ventaja de un ahorro considerable de tiempo y una presentación impecable, logrando una réplica exacta de cada oración -impensable si se escribe a mano- y, lo que es más importante, con la invalorable posibilidad de cumplir con una tarea aprendiendo y divirtiéndose al mismo tiempo.
Convencido de haber encontrado la solución ideal, mi amigo le enseñó al hijo a hacer la tarea con la computadora. El chico se puso a hacerla, divertidísimo. Tanto que, cuando se dio cuenta, había pasado de las 100 oraciones. No solo había cumplido sino que había sobrecumplido la meta.
Encarpetada, llevó la hoja al día siguiente a la escuela. La profesora, ofendida, la rechazó y llevó al chico al rectorado. Se había burlado de ella y del colegio, merecía un castigo ejemplar.
¿Cuál fue el craso error de mi amigo y de su hijo?. La plana debía ser hecha a mano, de puño y letra, no en computadora. Las planas son castigos artesanales y, como tales, deben elaborarse artesanalmente y en el número exacto de líneas solicitadas. La presentación debía ser en hoja rayada, no en hoja en blanco. El chico, a fin de cuentas, debía sufrir el castigo, no disfrutarlo.