Ecuador: Presupuestos y cupos





Históricamente, hay dos temas puntuales que movilizan a los ecuatorianos en torno a la educación: el presupuesto y el cupo.

Presupuesto

Desde tiempos inmemoriales, el presupuesto es pieza central del reclamo en torno a la educación, sobre todo por parte de las organizaciones docentes. La sociedad se pliega generalmente al reclamo. El punto es si se cumple o no lo estipulado al respecto en las sucesivas leyes y planes referidos a la educación.

No obstante, no hay una comprensión cabal del tema presupuestario. La mayoría de personas no sabe o no puede explicar si los compromisos y los montos se refieren al sistema educativo en su conjunto o a una parte de éste (por ejemplo, el 6% del PIB al que obliga la Constitución y obligaba el Plan Decenal de Educación 2006-2015 se refería específicamente a educación inicial, básica y bachillerato).

Lo que interesa es la cantidad: a cuánto o a qué porcentaje del PIB asciende la obligación presupuestaria. Más allá de eso, la ciudadanía se desentiende del uso efectivo de los recursos públicos, cómo se gastan, cuánto llega a destino, si hay corrupción o despilfarro. La llamada calidad del gasto sigue no siendo tema en el Ecuador, pese a la insistencia de los organismos internacionales: más importante que cuánto se gasta es cómo y en qué se gasta.

El presupuesto de la educación se discute en instancias de alto nivel de alcance nacional y subnacional. A nivel de cada plantel educativo el presupuesto es por lo general una caja negra, en la que no participan los padres de familia ni los estudiantes y a menudo tampoco la planta directiva y docente.

Cupo

La preocupación principal de las familias - y de los estudiantes a medida que crecen - es conseguir un cupo, en el centro infantil, la escuela, el colegio, el instituto técnico o la universidad.

Las familias invierten gran tiempo y esfuerzo para conseguir un cupo escolar para sus hijos. Si son pobres, el plantel viene asignado por las autoridades, atendiendo sobre todo a la cercanía del hogar, de modo que las familias tienen poco margen para elegir. Si son pudientes, la elección de plantel es asunto complicado, abierto a múltiples opciones; muchas familias empiezan la búsqueda y reservan cupos con años de anticipación.

En los últimos años, conseguir cupo en la universidad pública pasó a ser un drama nacional. Los estudiantes toman un examen - ENES antes, Ser Bachiller después, luego Transfomar, en los sucesivos gobiernos (Correa, Moreno, Lasso) - y deben obtener determinado puntaje para acceder a la universidad y a la o las carreras elegidas. No obstante, el puntaje no basta pues no hay suficientes cupos para satisfacer la alta demanda (9 de cada 10 jóvenes ecuatorianos quieren ingresar a la universidad, según estadísticas recientes). De hecho, ningún país en el mundo tiene oferta suficiente para dar cabida a toda la población joven o adulta interesada en estudiar en la universidad.

Muchos toman el examen varias veces, confiando mejorar el puntaje en sucesivos intentos. Muchos quedan afuera y muchos esperan meses y hasta años esperanzados en conseguir cupo en la carrera, la universidad y la ciudad deseadas. Miles de jóvenes quedan atrapados cada año en este proceso.

Aumentar el número de cupos en las universidades se ha convertido en prioridad para los entes encargados de la educación superior. Inevitablemente, como sucede ante bienes escasos y como sucede en todo el mundo, surgen el engaño y los comportamientos fraudulentos. 

Eliminar el examen de ingreso a la universidad aparece como gran sueño liberador. El libre ingreso, sin requisitos ni ataduras de ningún tipo, es bandera de organizaciones estudiantiles y sociales. Mientras unos idealizan el "retorno" al libre ingreso, otros lo demonizan: sería volver a las palancas y los privilegios, al pago de coimas para acceder a un cupo. Pocos se preguntan si el actual sistema de exámenes de ingreso es realmente una aplicación de la cultura del mérito y la meritocracia, tan cuestionadas hoy en día a nivel internacional.

Con la mirada y la energía depositadas en el acceso, desde la oferta y desde la demanda, mirar "más allá del cupo" parece un lujo que, como sociedad, no nos estamos permitiendo: analizar y debatir la calidad y la relevancia de la oferta educativa y analizar la pertinencia de las carreras elegidas. El alto abandono en el primer o en los dos primeros años de estudios universitarios son parte del precio de la carrera desenfrenada en pos del acceso a la universidad.

Así venimos y así estamos: ocupados con las luchas por el presupuesto y por el cupo no nos estamos haciendo las preguntas importantes que toda familia y toda sociedad debe hacerse hoy en día en torno a los qués, los cómos y los para qués de la educación, desde la primera infancia hasta la edad adulta.

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