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Una educación para resolver problemas de la vida




En Bangladesh visité escuelas primarias rurales del BRAC, en el marco de una evaluación del programa de educación primaria no-formal realizada por UNICEF. Las visitas, anunciadas, suscitaban - como es usual - toda clase de actividades: cánticos, bailes, recitado de poemas, lecturas en voz alta, dictados, dibujos, exposiciones de manualidades. En medio de todo eso, uno debe aprender a desentrañar marcas significativas de la cultura escolar y de la cultura local.

Para mi sorpresa, en una escuelita de una comunidad muy pobre encontré una profesora entusiasta que me invitó a hacer preguntas a sus alumnos. Ellos estaban ansiosos, me dijo, por mostrarme sus conocimientos matemáticos.

Mientras ideaba problemas pertinentes y preguntas claras (que resistieran además la traducción al bengalí por parte del traductor que me acompañaba), niños y niñas expectantes, de ojos brillantes, sentados sobre sus pequeñas alfombras en el suelo, alistaban sus herramientas: ojos y oídos atentos, la pizarra individual entre las manos y un pedazo de tiza.

- "¿Cuántas manos hay en esta habitación?", pregunté.

- "¡Sesenta!", fue la respuesta inmediata coreada a una sola voz. 30 alumnos inscritos en la clase = 60 manos.

Me quedé callada. Ellos solos empezaron a recapacitar, adelantándose a la previsible intervención de la profesora.

- "¡Sesenta y seis!", gritaron varios niños, después de hacer, ahora sí, las cuentas: 58 manos infantiles (un alumno había faltado ese día), más 2 manos de la profesora y 6 manos de los 3 visitantes presentes.

¡Bien! Entusiasmados, me pidieron una "pregunta de multiplicar". Y volvieron a alistar sus pizarras.

- "¿Quién puede decirme cuántos dibujos hay en las paredes de esta habitación?", pregunté. 

De las cuatro paredes del aula, tres estaban cubiertas de dibujos hechos por los alumnos, prolijamente alineados en dos filas, el mismo número de dibujos y el mismo arreglo visual en cada pared. Una posibilidad era, pues, sumar los 10 dibujos de una pared y luego multiplicar por 3.

Caritas perplejas y un tenso silencio. Una niña de armas tomar se paró en el centro del aula y empezó a contar en voz alta los dibujos. Otros alumnos se pararon y empezaron a hacer lo mismo. Uno de ellos, incluso, decidió recorrer con el dedo las paredes, contando los dibujos mientras los tocaba. Todos terminaron coreando el resultado correcto, en medio de gran algarabía.

- "Pero ustedes me pidieron una pregunta de multiplicar y lo que hicieron es sumar", les recordé, entre risas. 

Los niños, vivarachos, enganchados, se disponían nuevamente a pensar. La profesora, nerviosa, se adelantó y dio el resultado. No pudo darles a los niños el tiempo que habría sido necesario para que ellos, solos, descubrieran cómo convertir la suma en multiplicación y comprendieran, jugando, la función y la utilidad de multiplicar.

Estos niños sabían sumar, restar y multiplicar, y la joven profesora había logrado entusiasmarles con las matemáticas, pero padecían el síndrome escolar conocido: un "saber" que tiene dificultades para aplicarse a problemas reales.

La brecha entre lo que se aprende en la escuela y su aplicabilidad en la vida cotidiana es caracterizada por algunos autores como un verdadero "blo­queo". En éste confluyen no sólo la pertinencia y relevancia de los contenidos sino también de los enfoques y métodos de enseñanza. Y una cultura escolar que cultiva la impaciencia, que no deja tiempo para pensar, que castiga el error, que desconfía de las capacidades de los alumnos.

Reconociendo esa brecha y aceptándola como lo que es - un problema de enseñanza antes que de aprendizaje - el sistema escolar necesita asumir la aplicabilidad del conocimiento como un objetivo central: la relación entre lo que se enseña en las aulas y lo que se necesita aprender en y para la vida, la traducción del saber en saber pensar y saber hacer.

El objetivo del aprendizaje no es solo saber sino saber usar lo aprendido para comprender y resolver problemas de la vida cotidiana. Quien enseña debe ayudar a los alumnos a aprender pensando y a aprender haciendo. Evaluar aprendizajes implica no solo comprobar asimilación y retención de la información sino evaluar competencias para usar esa información y ese conocimiento en la vida real, más allá del aula, el papel o la pantalla. 


Repensar los tiempos escolares





La discusión sobre el tiempo escolar está más viva que nunca en todo el mundo, pero lastimosamente centrada, como ha sido tradición, en el eje lineal más/menos. En este texto buscamos mostrar que el asunto es bastante más complejo y ratificar lo que debería ser ya a estas alturas conocimiento corriente en el campo educativo: más tiempo, por sí mismo, no necesariamente mejora nada.

Si pudiéramos partir de cero, ¿cómo habría que distribuir el tiempo escolar a lo largo del año y del día? ¿cuánto debería durar cada clase y cuánto los recreos? ¿cuánto deberían durar las vacaciones y cómo deberían distribuirse a lo largo del año escolar? ¿tiempo solo en la escuela o también en la casa? ¿tiempo para qué y por qué razones? ¿quién debe decidir: los administradores, los profesores, los padres de familia, los alumnos, todos ellos? ¿con qué criterios?. Lo cierto es que en este terreno los argumentos suelen ser muy dispares, como dispares son los intereses de cada uno de estos grupos.

Quien cree que la temporalidad escolar convencional - cinco días a la semana, nueve o diez meses de clases, dos meses de vacaciones al final - es la única existente, está equivoca­do. Hay diferencias muy grandes entre países en el número obligatorio de días y horas de enseñanza al año, a la semana y al día, y a la organización del calendario y la jornada escolares

Las «escuelas de doce meses» (Year-Round Education) tienen su propia asociación y constituyen un movimiento en EE.UU. Hay países o programas en los que las vacaciones finales duran un mes y hasta menos. El año escolar se divide en trimestres,  quimestres o semestres, con períodos de descanso entre uno y otro. El caso de España es peculiar: es el país de Europa con menos días lectivos (175) y más vacaciones al año, pero con más horas de clase.
 

En varios países y programas, la semana escolar dura no cinco sino seis días, o bien cuatro y hasta tres. La jornada diaria puede tener mayor o menor carga horaria, más o menos intervalos de recreo y descanso, e incluir o no desayuno o almuerzo en la escuela. 


Millones de escuelas en el mundo - sobre todo en los «países en desarrollo» - tienen dos, tres o más turnos diarios, debido a limitaciones de espacio o bien a fin de aprovechar al máximo las instalaciones. Organizar varios turnos - aún a costa de reducir la duración de la jornada escolar y, por ende, la calidad educativa y los aprendizajes escolares - fue una recomendación de política del Banco Mundial a los «países en desarrollo» en los 1990s. Países como Colombia están empeñados en deshacer esa herencia e impulsan la jornada de tiempo completo. Al revés: el Ecuador adopta la doble jornada en las Unidades Educativas del Milenio, megaplanteles con más de 2 mil estudiantes considerados símbolo de la 'revolución educativa' que impulsa el gobierno desde 2007.

Francia optó en 2008 por una semana escolar de cuatro días. Alemania, en cambio, instaló en 2003 la jornada escolar extendida. La jornada de tiempo completo es una aspiración y una tendencia actual en muchos países latinoamericanos, especialmente para la educación primaria o básica, por ejemplo en Chile (establecida desde fines de 1990), Argentina, Brasil, Uruguay, Venezuela y México. En España, donde dominaba tradicionalmente la jornada partida (clases mañana y tarde), se impone la jornada continua (o jornada intensiva, clases solo a la mañana), preferida por los docentes y empujada por las administraciones y por la crisis.

Hay programas en los que, a fin de adecuarse a las posibilidades de las familias más pobres, la escuela funciona tres horas al día, seis días a la semana, once meses al año (por ejemplo, las «escuelas primarias no-formales» del BRAC en Bangladesh, reconocidas y premiadas a nivel mundial). Ese horario reducido facilita el acceso escolar a familias que, de otro modo, no podrían enviar a sus hijos (y sobre todo a sus hijas) a la escuela. Al contrario de lo que podría creerse, con estos horarios reducidos y calendarios extendidos logran en muchos casos no sólo resultados similares sino superiores a los de los planteles con más tiempo escolar, con horarios y calendarios convencio­nales (por ejemplo, las mismas escuelas del BRAC).


La Pedagogía de la Alternancia, surgida en 1935 en Francia como una alternativa escolar para las zonas rurales, se ha extendido en el mundo como un sistema altamente innovador que pone patas arriba muchos esquemas considerados intocables en los sistemas escolares, entre ellos la organización del espacio y del tiempo. El sistema funciona con períodos alternados de una o dos semanas en la escuela - con régimen de internado - y una o dos semanas en la familia. Los estudiantes llevan trabajo escolar a sus casas, fundamentalmente investigación que deben hacer en su comunidad; los profesores les visitan y revisan el trabajo a domicilio. Un modo radicalmente distinto de pensar no solo el calendario escolar sino la organización escolar, el currículo y la pedagogía.


Una larga vacación es generalmente deseada por los profesores pero tiene muchos inconvenientes para las familias y los alumnos. Todos, incluidos los profesores, requieren cortar, cada tanto, con sus respectivas obligaciones escolares. No obstante, es necesario distribuir mejor y hasta diferenciadamente ese descanso, teniendo en cuenta múltiples actores, ángulos y factores. Para las familias pobres, cada día sin escuela significa muchas veces día de encierro de los hijos pues no tienen con quién dejarlos, o día sin alimentación y otros servicios sociales provistos por la escuela. Una vacación prolongada, en general, no es aconsejable ni desde el punto de vista cognitivo ni desde el punto de vista afectivo y emocional. No sólo para los alumnos sino también para profesores y familias. Y no solo para el sistema escolar sino para toda la sociedad, cuyos ritmos están organizados, en buena medida, en torno a los ritmos escolares.  

Uno de los ámbitos más difíciles de cambiar es la propia concepción del horario escolar. Segmentar el conocimiento y el aprendizaje en pequeñas dosis de 40 ó 45 minutos de clase es un absurdo desde todo punto de vista. Lo es desde el punto de vista curricular (la clásica segmentación del conocimiento en asignaturas o materias, que a menudo no se relacionan entre sí, igual que los profesores a cargo de dictarlas), y también desde el punto de vista pedagógico. Pocas son las instituciones escolares, y menos aún los programas y las políticas, que se atreven a una revolución genuina y profunda de los horarios escolares convencionales. 

El mundo moderno, con sus múltiples crisis y amenazas, y con sus desarrollos tecnológicos, plantea nuevas razones para repensar los tiempos escolares. Existe una epidemia mundial de déficit de sueño, como la califica la Asociación Mundial de Medicina del Sueño. Para ahorrar energía, algunos países (por ejemplo Japón) han empezado a reorganizar el horario escolar a fin de reducir el consumo de calefactores o aires acondicionados en los establecimientos así como racionalizar el transporte de y hacia el hogar. El cambio climático, con sus drásticos cambios de clima y temperatura, está obligando a repensar horarios y períodos de estancia en la escuela. Los congestionamientos de tráfico en muchas ciudades fuerzan a imaginar alternativas que cuando menos reduzcan en días específicos y en horas pico la congestión adicional ocasionada por la actividad escolar. Otros asuntos a tener en cuenta son la polución, la creciente inseguridad, la necesidad de aprovechar la infraestructura escolar para la educación de adultos o la educación comunitaria, etc.

Es pues hora de repensar los tiempos escolares, componente indispensable de la reforma educativa. No simplemente en términos de más o menos, sino de diferente. Abundantes investigaciones y evaluaciones a nivel internacional, incluida la prueba PISA, muestran que más tiempo dedicado a la enseñanza o al estudio no siempre ni necesariamente equivale a mejor educación y a mejores resultados académicos; importa mucho cómo se usa y distribuye el tiempo disponible. Finlandia, modelo educativo a nivel mundial, y entre las top de las pruebas PISA, tiene menos años de escolaridad obligatoria, menos días y horas de clase al año, menos tareas escolares, clases más cortas y más tiempo de recreo que sus «pares» (los países de la OCDE). Al otro extremo, países del Sudeste asiático como Corea del Sur o Singapur, también ubicados en los primeros lugares de PISA, cultivan la competencia y el máximo tiempo de estudio (después de la jornada escolar, la mayoría de alumnos asiste a clases particulares de refuerzo), logrando con ello no solo altos rendimientos escolares sino también altos niveles de agotamiento, depresión y suicidio entre adolescentes y jóvenes

Enseñar y aprender requieren motivación, interés, esfuerzo, comprensión, sistematicidad, regularidad, (auto)disciplina. Es dificíl conseguir todo esto con currículos y horarios recargados, jornadas agotadoras o largas vacaciones anuales que paralizan al sistema escolar durante varias semanas y hasta meses. Y es muy difícil satisfacer a todos, conciliando intereses y agendas encontradas: profesores y alumnos por lo general reclamando menos tiempo escolar y padres de familia reclamando más. Todos ellos, y la sociedad en su conjunto, deben acordar y poner en marcha los reacomodos necesarios y diversificados en cada caso para poner al aparato escolar - incluidas la educación inicial y la superior - genuinamente al servicio de los alumnos, del aprendizaje y de la calidad de la enseñanza.



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» ¿Más de lo mismo? Un sistema escolar que se estira
» ¿China, Corea del Sur o Finlandia?
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» Jornada única versus doble jornada escolar

Para saber más
» OECD Indicators 2011
» Emilio Tenti (coord.), "Escolaridad primaria y la jornada escolar en el contexto internacional. Estudio de casos en la Europa y América Latina", Secretaría de Educación Pública de México, IIPE-UNESCO Buenos Aires, Junio 2010.

Los niños como educadores de adultos

Alberto Vázquez


"Quienes enseñan lo que aprenden son, con diferencia, los mejores estudiantes"
Stephen Covey (7 hábitos de la gente altamente efectiva)

Cuando se piensa en educación, en enseñanza y en aprendizaje, se piensa en niños y jóvenes aprendiendo y en adultos enseñando. Difícilmente se piensa en niños educando a niños, jóvenes educando a otros jóvenes y, menos aún, niños educando a adultos. Y, sin embargo, la experiencia cotidiana y programas en todo el mundo muestran que los niños pueden ser excelentes educadores de sus padres, de sus abuelos, de todo un barrio o una comunidad.

Las personas que más influencia tienen sobre las personas adultas son los niños. Los padres son capaces de hacer cualquier cosa por sus hijos. Los niños son y pueden ser los más poderosos agentes de cambio de los adultos. Esto, que saben y aprovechan muy bien los comerciantes y el marketing, sigue desestimándose en el mundo de la educación.

Tres ejemplos de intervenciones intergeneracionales, de muchos que podrían mencionarse:

Ecuador En la Campaña Nacional de Alfabetización “ Monseñor Leonidas Proaño” (1988-1990), una de las estrategias de comunicación que utilizamos y que más impactó y gustó fue una serie de videos cortos realizados con títeres, dirigidos sobre todo al público infantil. Estos videos, elaborados por la Dirección de Comunicación de la campaña y pasados diariamente por la televisión (también reproducidos por radio), presentaban historias en las que no saber leer ni escribir se revela como una condición que pone en riesgo las relaciones e incluso la vida (el cartel del perro que muerde, la etiqueta que advierte el veneno, la novia que no contesta las cartas al novio pues no sabe escribir).

La idea era llegar a los niños para que ellos, a su vez, motivaran a sus padres hacia la alfabetización. La información disponible indicaba que muchas personas que se autoidentificaban como analfabetas o que estaban dispuestas a inscribirse en la campaña para mejorar sus habilidades de lectura y escritura, tenían hijos o nietos escolarizados o asistiendo a la escuela. Por lo demás, la televisión está extendida en el Ecuador, incluso en zonas de gran pobreza, y la radio tiene alta cobertura nacional.

 ▸ Bangladesh En las escuelas no-formales del BRAC, un objetivo importante del currículo escolar es enseñar a los niños normas básicas de higiene y salud. En particular, se pone énfasis en el lavado de manos, entre otros dado que la costumbre extendida es comer con las manos, sin ayuda de utensilios (Bangladesh tiene, dicho sea de paso, el Récord Guinness en Lavado de Manos).

Se busca que los niños aprendan a cuidar su propia vida y, además, que lleven esos aprendizajes a sus hogares. El impacto del programa BRAC se evalúa, así, no solo dentro del ámbito escolar sino también a nivel familiar y comunitario, y específicamente sobre las madres de esos niños. Dicho impacto ha sido evaluado y demostrado efectivamente en diversos estudios.

 ▸ Australia En un programa realizado en el sur del país, varias escuelas en las áreas de Cowell y Cleve desarrollaron parques zoológicos con animales de la zona, con la asesoría de un pastor Luterano, especialista en marsupiales. Los alumnos desarrollaron actitudes de cuidado y respeto hacia los animales, así como aprecio por el medio ambiente y los recursos de la zona. Esa influencia se extendió a todo el distrito, reportándose interesantes cambios de actitud entre las familias de los alumnos y las comunidades en las que estaban situadas las escuelas. La preocupacion fue más allá de la preservación de los animales, extendiéndose al cuidado de las plantas y la naturaleza.

El aprendizaje intergeneracional, el potencial de niños y jóvenes como educadores de personas adultas y como agentes de cambio familiar y local, es desaprovechado por los sistemas escolares así como por políticas y programas sociales y culturales.

De hecho, si pensáramos el sistema educativo como sistema social y no solo como sistema escolar, plantearíamos los objetivos escolares - como se hace en las escuelas del BRAC, en Bangladesh - no únicamente para los alumnos sino también para la familia y la comunidad.

Para saber más 
- Escuelas del BRAC, Bangladesh http://www.brac.net/program/education/
- Niños de Bangladesh ganan Record Guiness en lavado de manos
https://plan-international.es/news/2015-09-09-los-ninos-de-bangladesh-rompen-el-record-mundial-de-lavado-de-manos

- Rosa María Torres, Kazi, el sin gracia (Bangladesh)
https://otra-educacion.blogspot.com/2010/09/kazi-el-sin-gracia.html
- Rosa María Torres, Campaña Nacional de Alfabetización "Monseñor Leonidas Praoño" (Ecuador)
https://otra-educacion.blogspot.com/2011/09/la-campana-nacional-de-alfabetizacion.html
- Los niños enseñan a los abuelos como usar las nuevas tecnologías (video)
https://www.youtube.com/watch?v=rnzTDkH9U80
- Adora Svitak: What adults can learn from kids
(subtitulos en español)
https://www.youtube.com/watch?v=UIZlY20Yga8

Kazi, el sin gracia ▸ Kazi, The Graceless



(text in English below)

Como parte de la visita a la escuela, los profesores han preparado un conjunto de actividades a las que denominan "co-curriculares". Uno por uno los alumnos van pasando adelante a cantar, recitar, bailar, hacer acrobacias y demostraciones de atletismo. Un trío de niñas canta una canción típica de Bangladesh. Una pareja de niño y niña baila al son de la música cantada por el resto. Varios niños nos muestran sus habilidades para la gimnasia. Una niña pequeña hace contorsionismo. Otra me entrega una flor. En el fondo de la clase percibo a un niño que no se ha movido de su asiento, y le invito a acercarse.

- "El es muy tímido y no sabe hacer ninguna gracia", me susurra al oído la profesora.

Terminada la visita a la escuela, expreso al director y a los profesores mi deseo de recorrer brevemente el barrio. Barrio marginal en las afueras de Dhaka, Bangladesh. Barrio extremadamente pobre, maloliente, sin agua potable ni luz ni alcantarillado, lleno de basura por todas partes, asentado sobre el río, literalmente flotando sobre el río. Casas difíciles de ser llamadas tales, apretujadas unas contra otras y alineadas en hileras a ambos costados del único camino de tierra. En vez de calles, troncos flotantes. Cada paso es una posibilidad de errar el tronco y meter el pie en el agua, agua sucia, empozada, a la que van a parar desperdicios y excrementos.

Al pasar por una de estas casas reconozco, adentro, al niño tímido que no sabe hacer ninguna gracia. Padre y madre se me unen enseguida y los vecinos se agolpan a nuestro alrededor. A una voz todos empiezan a contarme que Kazi - éste es su nombre - está enseñando a leer y escribir a su familia y a todo el vecindario. Los ha distribuido por grupos de edad - niños, adultos y ancianos - y les enseña en su casa, desde que llega de la escuela hasta la noche. Kazi es el primero y único en su familia que va a la escuela, y el único en todo el vecindario que sabe leer y escribir.

- "El es un buen alumno y un buen hijo", dice la madre.
- "El es nuestro orgullo", dice el padre.
- "El es nuestra salvación", dice una viejita.
- "Gracias a él he aprendido ya a escribir mi nombre".
- "Kazi no aprende sólo para él; aprende para todos nosotros", agrega un señor.
- "El dice que nos va a sacar un día de aquí, que para eso tenemos que estudiar, aprender a leer y escribir", dice emocionada una señora.

Pequeño, escuálido, débil, tímido, sin gracia conocida o aparente, Kazi es en verdad un dechado de gracia, un niño especial, un héroe, un líder en su vecindario, un personaje extraordinario. Sus profesores y yo jamás lo habríamos sabido de no haber salido ese día a explorar su barrio, a reconocer sus territorios.

* Publicado originalmente (en inglés) en:
Education News, Special Issue No. 17-18, UNICEF, New York, February 1997.

Kazi, the Graceless

As part of the visit to the school, the teachers have prepared a number of "co-curricular" activities. One by one, students come to the front to sing, recite, dance, perform acrobatics and athletic demonstrations. A trio of girls sings a typical Bangladeshi song. A boy and a girl dance to music sung by the rest. Several children display their gymnastic abilities. A little girld does contorsions Another girl presents me a flower.

At the end of the classroom I perceive a boy who has not moved from his seat and I encourage him to approach.

- "He is very shy and does not have any grace", whispers his teacher in my ear.

When the visit is over, I express to the headmaster and the teachers my desire to walk around the neighborhood. Marginal neighborhood in the outskirts of Dhaka, Bangladesh, extremely poor, foul-smelling, no running water or electricity or sewers, garbage all over lying on the river, literally floating on the river. Houses difficult to be termed such, built tightly together and aligned in rows on both sides of the single, narrow, earthen walking path. Instead of streets, floating logs. Every steps presents the possibility of missing the log and slipping one's foot into the water, dirty, stagnant water, thickened by excrement and waste.

In passing one of the houses I recognize inside the shy, graceless boy at the school. Father and mother join immediately; neighbours follow and encircle us within a minute. With one single voice, they all start to tell me that Kazi - the child's name - is teaching his family and the whole neighborhood to read and write. He has organized them in groups according to age - children, adults, and the elderly - and teaches them every day at his house, after school and well into the night. Kazi is the first and only member if his family who has attended school, and the only literate person in the neighborhood.

- "He is a good student and a good son", says the mother.
- "He is our pride", says the father.
- "He is our salvation", says an old woman. "Thanks to him I have learned to write my name".
- "Kazi does not learn only for himself; he learns for all of us", adds another woman.
- "He says he is going to take us all from here one day, and for that to happen we need to study. to learn to read and write", says an old man.

Small, thin, fragile, without apparent or known grace, Kazi is indeed full of grace, a very special child, a hero, a leader, an extraordinary character. His teachers and I would never had known this had we not ventured on that day to explore his neighborhood, to acknowledge his territory.

* Published originally in: Education News, Special Issue No. 17-18, UNICEF, New York, February 1997.



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