Sala de profesores en una escuela en Helsinki. Foto: Rosa María Torres |
Siempre que visito escuelas, hay tres cosas que insisto en ver: los baños, los patios y las salas de profesores. Todos ellos dicen mucho acerca de la escuela y de la calidad de educación que ofrece.
Mi pedido suele causar estupor. Directores, profesores y estudiantes esperan que el visitante quiera ver las aulas, no los baños; quiera ver clases, no recreos; interactúe con los profesores en los espacios habilitados para las visitas, no en aquellos considerados parte del "puertas adentro" de la escuela.
Incursionar en estos ámbitos me trae muchas sorpresas. Baños, patios y salas de profesores precarios, descuidados y hasta inexistentes. En un baño en escuela ecológica en México casi me infarto. En los patios veo a menudo violencias, maltratos, soledades, tristezas. En muchas salas de profesores he confirmado el poco valor que se da a los docentes, a su tarea, a su descanso, al trabajo en equipo.
En Finlandia, obviamente, no iba a hacer excepciones. Desda la primera escuela que visité, me preparé para pedir ver la sala de profesores. Si tanto se valora a los profesores en la cultura finlandesa, seguro encontraría espacios docentes a la altura.
No tuve que pedirlo. La profesora encargada de atenderme me dijo que había que esperar un rato para entrar a una clase y que, si quería, podía esperar en la sala de profesores. Estaban reunidos en ese momento, pero podría sentarme y tomar un café.
■ Así pues, lo primero que ví en mi visita de estudio en Finlandia, y sin tener que pedirlo, fue una sala de profesores en una escuela en Helsinki. Una veintena de profesores estaban enfrascados en una reunión de trabajo, sentados alrededor de una mesa, en una habitación cómoda, bien iluminada. Yo, sin entender una palabra, observando, escuchando y tomando notas desde una pequeña habitación contigua, conectada a la sala principal.
■ En una escuela de práctica docente, también en Helsinki, el recorrido que me hizo la directora incluyó varias estaciones incrustadas en los distintos departamentos. Son pequeños centros de recursos que sirven al mismo tiempo de espacios de trabajo y descanso de los profesores de cada uno de esos departamentos. Pasamos por las estaciones de Matemáticas y de Informática, ambas equipadas con sofá, mesas y sillas, laptops y otros implementos de trabajo.
■ En una escuela semi-urbana en la zona de Espoo, fuera de Helsinki, construida hace más de veinte años, la directora me invitó a conversar en su oficina después de la visita. La oficina quedaba junto a la sala de profesores, ambas situadas en el segundo piso, con amplios ventanales y vista al bosque y a los niños que juegan afuera durante los recreos.
Encontré aquí la sala de profesores más acogedora y bien equipada que he visto jamás en un plantel público. Una mesa de reuniones con una pizarra blanca grande. Como complemento, una suerte de living, con sofá, sillones, mesas, plantas, libros y una pantalla grande de televisión. Y un cuarto de cocina en el que hay entre otros una máquina dispensadora de café y una heladera.
Los profesores vienen aquí a conversar, a leer, a trabajar, a descansar, a tomar un café, a reunirse con otros profesores.
» Rosa María Torres, El aula y el patio
Mi pedido suele causar estupor. Directores, profesores y estudiantes esperan que el visitante quiera ver las aulas, no los baños; quiera ver clases, no recreos; interactúe con los profesores en los espacios habilitados para las visitas, no en aquellos considerados parte del "puertas adentro" de la escuela.
Incursionar en estos ámbitos me trae muchas sorpresas. Baños, patios y salas de profesores precarios, descuidados y hasta inexistentes. En un baño en escuela ecológica en México casi me infarto. En los patios veo a menudo violencias, maltratos, soledades, tristezas. En muchas salas de profesores he confirmado el poco valor que se da a los docentes, a su tarea, a su descanso, al trabajo en equipo.
En Finlandia, obviamente, no iba a hacer excepciones. Desda la primera escuela que visité, me preparé para pedir ver la sala de profesores. Si tanto se valora a los profesores en la cultura finlandesa, seguro encontraría espacios docentes a la altura.
No tuve que pedirlo. La profesora encargada de atenderme me dijo que había que esperar un rato para entrar a una clase y que, si quería, podía esperar en la sala de profesores. Estaban reunidos en ese momento, pero podría sentarme y tomar un café.
Foto: Rosa María Torres |
■ Así pues, lo primero que ví en mi visita de estudio en Finlandia, y sin tener que pedirlo, fue una sala de profesores en una escuela en Helsinki. Una veintena de profesores estaban enfrascados en una reunión de trabajo, sentados alrededor de una mesa, en una habitación cómoda, bien iluminada. Yo, sin entender una palabra, observando, escuchando y tomando notas desde una pequeña habitación contigua, conectada a la sala principal.
Foto: Rosa María Torres |
■ En una escuela semi-urbana en la zona de Espoo, fuera de Helsinki, construida hace más de veinte años, la directora me invitó a conversar en su oficina después de la visita. La oficina quedaba junto a la sala de profesores, ambas situadas en el segundo piso, con amplios ventanales y vista al bosque y a los niños que juegan afuera durante los recreos.
Foto: Rosa María Torres |
Foto: Rosa María Torres |
Los profesores vienen aquí a conversar, a leer, a trabajar, a descansar, a tomar un café, a reunirse con otros profesores.
Cuando estaba por irme, empezaron a llegar varios a la sala. Era el cumpleaños de alguien y se aprestaban a celebrar con pastel y velas. La directora me invitó a quedarme pero me excusé. Debía tomar el ómnibus de regreso a Helsinki antes de que oscureciera, alrededor de las 5 de la tarde en esta época del año.
Una cosa más en que Finlandia no me defraudó. Seguramente hay planteles con salas de profesores mucho menos atractivas que las que ví en esta visita de estudio. Pero me quedó claro que cada plantel tiene al menos una y que se utilizan. El contacto, la colaboración y el aprendizaje entre profesores es un aspecto esencial de la educación finlandesa y del profesionalismo docente en este país. La arquitectura y el tiempo escolar honran y facilitan ese contacto y esa colaboración.
Hay que contarles estas cosas a los políticos latinoamericanos, que tan a menudo hablan de valorización y de profesionalismo docente pero se olvidan de los profesores y de sus necesidades cuando planifican, construyen y equipan escuelas.
Hay que contarles estas cosas a los políticos latinoamericanos, que tan a menudo hablan de valorización y de profesionalismo docente pero se olvidan de los profesores y de sus necesidades cuando planifican, construyen y equipan escuelas.
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