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Igual que a los hijos les cuesta creer que sus padres alguna vez fueron niños y les resulta extraño imaginarlos gateando o yendo a la escuela, a los alumnos les resulta difícil imaginar que sus profesores antes fueron alumnos. Alumnos que pasaron por las mismas (o peores) penurias escolares: memorizaron sin comprender, padecieron exámenes, se aburrieron en clase, hicieron deberes sin fin, leyeron por obligación, soportaron la arbitrariedad de algunos profesores, odiaron alguna asignatura, se preguntaron para qué tenían que aprender ciertos contenidos, recibieron castigos y hasta humillaciones. En realidad, la sociedad entera parece ignorar que los maestros son exalumnos y los propios maestros haberlo olvidado.
Si Estado y sociedad fueran conscientes de esto, sabrían que buena parte de lo que saben (o no saben) los maestros lo aprendieron de otros maestros, que muchas lagunas de su formación e inadecuaciones de sus métodos de enseñanza tienen raíces en su propia experiencia escolar. Enfoques y estilos de enseñanza se reproducen de generación en generación, de padres a hijos, de maestros a alumnos. Por eso, cambiar la cultura escolar y, sobe todo, cambiar la cultura pedagógica, es asunto muy complicado.
Cuestiones fundamentales como la expresión oral, el gusto por la lectura y la escritura y por las matemáticas, el buen escribir, el buen estudiar, la capacidad de razonar, pensar críticamente, investigar, dudar, argumentar, formular una pregunta, se construyen desde la infancia, entre el hogar y la escuela.
La investigación confirma una y otra vez el enorme impacto que tiene la experiencia escolar de cada maestro sobre su desempeño docente, a menudo mucho más que su formación profesional. Sabemos el peso que tienen en la vida los aprendizajes hechos en la infancia y en los primeros años de escolaridad.
- Quien fue tratado autoritariamente tiende a ser autoritario.
- Quien fue reprimido y castigado cuando niño tenderá a reproducir esos comportamientos en la vida adulta.
- Quien fue educado con métodos memorísticos aprendió a creer que aprender es memorizar y que buen estudiante es el que mejor memoriza.
- Quien fue educado en la rigidez y en el cumplimiento de normas, inventará las suyas.
- Quien aceptó como naturales la subordinación y la pasividad necesita
sobreponerse a ellas para poder enseñar a otros a ser autónomos, creativos, proactivos.
- Quien solo conoció la imposición debe romper sus propios candados para enseñar a otros la cultura del diálogo.
Aunque es difícil, siempre se puede romper con viejos moldes aprendidos, poner en duda viejas creencias, superar prejuicios, modificar conductas. Pero es el propio sistema educativo el que limita la autoformación y el aprendizaje permanente porque no enseña a pensar críticamente ni a estudiar ni a aprender ni a investigar de manera autónoma, no motiva a la lectura, confunde aprender con aprobar, estimula el facilismo y el (auto)engaño, la dependencia de la prueba y la calificación, el culto al certificado y al título.
Estructuras y mentalidades convencionales conciben la educación, la capacitación, la formación, la actualización y hasta el aprendizaje como ofertas escolarizadas, dependientes de terceros. Ignoran que el aprendizaje es un continuo que ocurre a lo largo de toda la vida, dentro y fuera de las aulas, con y sin enseñanza, en todas las edades.
Si los alumnos tuvieran presente que sus maestros fueron antes alumnos podrían entenderles mejor, ser más tolerantes con sus limitaciones, valorar
más sus virtudes y su empeño por continuar aprendiendo.
Si los maestros recordaran su pasado de alumnos podrían comprender mejor y ser más empáticos con sus alumnos, recordando las propias batallas y las fallas de un sistema que alguna vez se propusieron cambiar.
Si los decisores de políticas tuvieran claro el enorme peso de la biografía escolar de los maestros sobre su calidad docente sabrían que las debilidades de la formación docente no son un
problema individual de cada maestro o maestra, ni un problema que se resuelve con unos pocos cursos. Se trata de un problema estructural que requiere una verdadera revolución del sistema educativo y del sistema de formación docente.
Lo usual es asumir que la formación docente es algo que se hace en la educación superior. No obstante, lo cierto es que los malos maestros se forjan en primer lugar en la mala escuela. Renovar la formación docente, poniéndola a la altura de las necesidades reales de la sociedad y del conocimiento científico disponible exige una reforma profunda del sistema educativo.
Un proceso deliberado de des-aprendizaje docente es indispensable para romper con viejos sesgos, creencias y actitudes arraigados en la práctica docente, y pasa inevitablemente por la problematización de la experiencia escolar de los propios docentes.
Cómo citar este artículo: Torres, Rosa María, "Los maestros son exalumnos", blog OTRAƎDUCACION, agosto 2013.
https://otra-educacion.blogspot.com/2013/08/los-maestros-son-ex-alumnos-renovacion.html
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7 comentarios:
de acuerdo , ... pero quizá debamos dejar de nombrar maestros a los que sólo son profesores del cuerpo burocrático de los estados , puros "funcionarios" ..
salúos y salú desde Zeviya CalYFlato IndePendiente
Hay en primer lugar un tema complejo de nomenclatura: "maestro", "profesor", "docente", "educador", etc. En América Latina, hay diferencias en los usos de estos nombres. En Brasil, por ejemplo, es "professores". En otros países, como por ejemplo Argentina, "profesor" es quien enseña a nivel secundario y universitario; incluso existen organizaciones separadas de "maestros" y de "profesores". El término genérico para nombrar a quienes enseñan en el medio escolar es "docentes" (políticas docentes, condiciones docentes, etc.). "Educadores" permite ir más allá de sistema escolar e incluir, por ejemplo, a padres de familia y a todos quienes ejercen, en los hechos, un rol educador. Permite asimismo diferenciar "educar" del mero "enseñar". En esta región no usamos el término "enseñante" que sí se usa en otros países.
Los estudiantes, por su parte, se refieren a sus "maestros" o a sus "profesores" (los dos términos más arraigados), incluso cuando se trata de programas de educación no-formal o cuando el programa en cuestión insiste en otros nombres tales como "facilitadores", "coordinadores", "monitores", etc.
En fin, desde el simple debate terminológico hasta el debate conceptual más profundo, hay muchas variantes y matices, incluso - repito - marcadas por especificidades nacionales.
En mis escritos hago elecciones terminológicas conscientes, dependiendo de diversas circunstancias y razones. En este mismo blog puede encontrarse referencia a todos estos términos. Ver, por ejemplo:
- Imagine una profesora
- La escuela de la maestra Raquel
- Sobre educadores, buenos educadores y profesionalización
Hola Rosa María!
Interesante el blog que publicas! Soy estudiante de pedagogía y estoy muy interesada en el tema de la formación docente. Creo también que una verdadera mejora educativa va más allá de las capacitaciones esporádicas o la evaluación externa. Me gustaría leer más al respecto, me podrías recomendar lecturas acerca de proyectos que impulsen dichos cambios?
Saludos!
Nosotros en la Escuela de Magisterio de Donostia trabajamos la biografía escolar y también mucho las ideas preconcebidas y tan firmemente establecidas, conscientes de la importancia de acceder a ellas.
Sin embargo, nos encontramos con dos grandes dificultades:
- La mayor parte de los estudiantes del grado de Educación Infantil y de Primaria han recibido una educación activa en esas etapas (debido al movimiento de las "ikastolas" que se crearon por las familias en contracorriente con las escuelas franquistas). Pero su paso por Secundaria es devastador y apenas recuperan la educación temprana que recibieron. Los recuerdos infantiles son, en ese sentido, más débiles.
- Muchos de los estudiantes de Magisterio llegan a los centros con una visión activa y muchas ideas, que mueren enseguida debido a la presión de los compañeros, que hace unos pocos años han vivido una transformación hacia la funcionarización.
Necesitamos actuar en los centros para que las nuevas generaciones de maestros tengan alguna oportunidad para promover la transformación.
Saludos,
Ainhoa
Más allá de las especificidades que podamos encontrar en diferentes contextos y culturas, ¿cuáles son las cuestiones que me interesa destacar aquí? ¿con qué visiones y prácticas me peleo?
a) maestros/profesores (y toda persona) no empiezan a formarse en la universidad sino desde la infancia (familia/escuela). Hay la tendencia a asociar "formación" - y hasta "conocimiento" - con educación superior, desestimando el papel fundamental que tiene una buena educación básica como cimiento de seguridades y aprendizajes posteriores. El gusto por la lectura y la escritura es uno de esos aprendizajes fundantes que deberían construirse desde la infancia.
b) hay muchos estudios a nivel internacional mostrando la importancia de la biografía escolar de los docentes en su visión de la educación y en su práctica docente. Si queremos buenos docentes (y ciudadanos bien educados en general), debemos asegurar las mejores condiciones de aprendizaje desde la primera infancia.
c) Mi propuesta es, en definitiva, adoptar el "aprendizaje a lo largo de la vida" (ALV) como visión y eje de la política educativa y de la formación y el aprendizaje docentes específicamente. No es esto lo que se hace. Sigue pensándose en "niveles educativos" como compartimentos estancos, sin ver el continuo del aprendizaje dentro y fuera del sistema escolar.
d) ayudar a hacer consciente y trabajar con los docentes su biografía escolar (su experiencia y marcas de alumnos) es, a mi juicio, elemento clave de su formación/capacitación profesional.
Se me ocurren en este momento dos textos en este mismo blog que van en el sentido de lo planteado aquí:
1. Hay que remover la tierra para sembrar la semilla.
http://otra-educacion.blogspot.com/2011/09/hay-que-remover-la-tierra-para-sembrar.html
2. Talleres de lectura para maestros.
http://otra-educacion.blogspot.com/2013/07/talleres-de-lectura-para-maestros.html
Estoy de acuerdo con esa visión de la formación. Creo que la metodología en la formación de docentes es clave, tal y como describes en el texto de Taller de lectura para maestros.
No basta con "decir" cómo enseñar, hay que llevarlo a la práctica como parte inseparable de las acciones formativas en modelos inmersivos de las metodologías y pedagogías en las que pretendemos formar.
La formación es el pilar de la educación, concuerdo con la visión de este post, me parece contenido muy bueno y digno de compartir.
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