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Un Congreso de Alfabetizandos en Sao Paulo


Dedicado a José Carlos y Vera Barreto

En Sao Paulo, una de las ciudades más populosas del mundo y la ciudad con la más alta concentración de analfabetos en América Latina, tuvo lugar en diciembre de 1990 un evento sin precedentes: un Congreso de Alfabetizandos. Corría el Año Internacional de la Alfabetización y era Paulo Freire el mentor y organizador del Congreso, desde la Secretaría Municipal de Educación de Sao Paulo, conjuntamente con el MOVA-SP (Movimiento de Alfabetización de Jóvenes y Adultos de la Ciudad de Sao Paulo), el EDA-DOT (Programa de Educación de Adultos de la Dirección de Orientación Técnica) y el FORUM de los Movimientos Populares de Alfabetización de Sao Paulo.

El Congreso, un viejo sueño de Paulo Freire, duró un día, un domingo 16 de diciembre. Empezó a las 8:30 de la mañana y concluyó a las 8 de la noche, con la presentación de un grupo de samba, pero se extendió de hecho hasta pasada la medianoche, con gran fiesta colectiva. Cerca de 5.000 personas participaron en el evento, realizado en Promocenter, uno de los locales más grandes de Sao Paulo. La mayoría de los asistentes fueron mujeres (en Brasil -y en todos lados- la mayoría de alfabetizandos adultos son mujeres) y muchos niños (como también era previsible: las madres de sectores populares van con sus hijos incluso a las clases de alfabetización). Anticipando esto último, durante el congreso se habilitó como guardería una gran sala aledaña al auditorio principal, atendida por muchachas voluntarias.

Cada asistente recibió una carpeta, un diploma de asistencia y un cupón para el almuerzo. Este último, consistente en un sánduche, un refresco y una fruta, había sido preparado el día anterior por voluntarios de los propios núcleos de alfabetización. El Congreso terminó con gran baile de samba, no previsto en la agenda. Fue un evento excepcional, un día de alegría y de fiesta, una experiencia inolvidable para quienes participamos de ella.

El objetivo del Congreso era propiciar un encuentro entre los alfabetizandos de Sao Paulo - inscritos en los núcleos de alfabetización organizados y atendidos por el MOVA- y estrechar las relaciones entre alfabetizadores y alfabetizandos así como entre el MOVA-SP, el EDA y FORUM. Un documento elaborado por el equipo organizador orientó las discusiones en el Congreso. Dicho documento fue redactado a partir de un cuestionario enviado y discutido en todos los núcleos, doce preguntas referidas a la situación de los analfabetos, sus opiniones sobre el programa de alfabetización, y sus expectativas de vida.

Los preparativos del Congreso fueron agitados e intensos. Cuando llegué a Sao Paulo, el día anterior, un ejército de voluntarios estaba distribuido en grupos por toda la ciudad realizando distintas tareas. En una casa con muchas habitaciones y un gran patio se preparaba la comida: infinidad de manos femeninas cortaban panes, untaban mayonesa y mostaza, metían rodajas de queso, jamón y tomate, sellaban bolsas plásticas y las metían en enormes cajas o en canastas. En otra casa estaban los encargados de las carpetas y la papelería, compaginando documentos y preparando las identificaciones para los 5.000 invitados. En su departamento, Estela y un grupo de jóvenes discutían los últimos toques de la agenda. Ninguno de nosotros había estado nunca en un congreso de personas que apenas empiezan a leer y escribir. Mil preguntas flotaban en el ambiente: ¿en qué debía ser este congreso diferente a un congreso académico convencional?, ¿cómo es un congreso que casi no hace uso de la palabra escrita?, ¿qué pasa con personas que no están acostumbradas a permanecer varias horas sentadas?, ¿cómo es un congreso con 5.000 personas de todas las edades? Recuerdo que esa noche me fui a dormir con la certeza de que preparar este Congreso era un enorme desafío al conocimiento y a la imaginación, y que ese desafío nos superaba a todos.

Los buses empezaron a llegar desde temprano, repletos de gente. Alegres, cantando, con sus mejores atuendos, muchos con banderitas en la mano, algunos con pequeñas cámaras de fotos, iban entrando al local del evento hombres y mujeres, niños pequeños, algunos de pecho, adolescentes, jóvenes, ancianos. A la entrada, cada cual recibía su carpeta: la satisfacción y el orgullo al recibirla era patente en muchos rostros, particularmente entre los de mayor edad. Muchos no atinaban dónde ponerla, o no les quedaba mano para sostenerla. Durante el día, de hecho, veríamos a la gente llevar su carpeta a cuestas con incomodidad, resguardándola como algo muy preciado. Algunos se tomaron fotos con la carpeta sobre el pecho, o mostrándola en alto para la foto, es decir, para la posteridad.

Poco a poco el auditorio fue llenándose hasta quedar casi colmado. Consignas, cantos, himnos, pitazos de cornetas, hurras, llantos de niños se confundían en un solo gran concierto. Desde la palestra, la visión era fantástica: un mar de gentes, de colores, de entusiasmo, de vida. Atrás de nosotros, las pantallas gigantes que permitirían acercar los expositores a la audiencia.

El acto se inició con la presentación y exposiciones de los ubicados en la palestra. Como primer punto en el programa estaba la “Abertura”, a cargo de Moacir Gadotti, Regina Villas y Pedro Pontual, todos ellos amigos y colegas de Paulo. Luego vino “A Fala dos Alfabetizandos”: Wilson José de Arruda y Teodora Francisca de Carvalho, elegidos en asamblea para hablar en nombre de sus compañeros, fueron los que hablaron más largo y los más largamente aplaudidos. Exposiciones extendidas, detalladas, con mucha reiteración, con largos silencios: por momentos daba la impresión que la exposición nunca iba a terminar. Eramos nosotros, sus compañeros de palestra, quienes no entendíamos la lógica y el ritmo interno de su discurso; el público, abajo, seguía con interés la exposición: era su ritmo y su manera de decir las cosas.

Por último, “A Fala dos Educadores”, yo primero, Paulo al final, como cierre y broche de oro. En un encuentro doméstico e íntimo como éste, tuve el privilegio de ser invitada por Paulo como única no-brasileña, para contarles a los alfabetizandos de Sao Paulo sobre la campaña de alfabetización que acababa entonces de concluir en mi país, el Ecuador. Hablé -vergonzosamente- en español, y aunque hablé lento y escogiendo las palabras más parecidas al portugués, nunca estuve segura de que la gente me entendía. Paulo fue el último en hablar -”A utopía de uma sociedade sem analfabetos”- y el que logró la mayor concentración y el mayor silencio en la sala.

Silencio y ruido -aprendí para siempre ese día- pueden tener valores y significados culturales muy distintos. Desde la palestra, lo que se veía y escuchaba era un movimiento incesante de gente y un barullo permanente de fondo. Desde arriba podía tenerse la impresión de que nadie escuchaba, de que nadie atendía. No obstante, cuando bajé a sentarme entre el público, comprobé que la gente estaba atenta e interesada, solo que por determinados espacios de tiempo y haciendo turnos: mientras la mitad de los asistentes escuchaba desde su asiento, la otra mitad conversaba, paseaba o comía, con un ojo y un oído alertas.
 
La hora y media de receso para el almuerzo fue un desbordamiento, después de más de tres horas de clase-congreso tradicional, la gran boca de un lado y la gran oreja del otro. Las colas para retirar el almuerzo fueron menos complicadas y largas que lo imaginado, pues mucha gente -sobre todo mamás y niños pequeños- había empezado desde media mañana a retirar su almuerzo y a comer dentro del salón, durante la sesión. Quien pensó en almuerzo con hora fija se equivocó rotundamente: el almuerzo fue continuo y se extendió a lo largo de todo el día. Los escasos recipientes de basura ubicados en lugares estratégicos no dieron abasto.

El tiempo del almuerzo fue el tiempo para las fotos y para visitar el stand de publicaciones que montó Cortez Editora, fundamentalmente con libros sobre educación. Muchísima gente pasó por la mesa en que se exhibían los libros; muchos los hojearon, se interesaron en ellos y hasta preguntaron los precios. El solo hecho de una editorial exponiendo sus libros en un congreso de este tipo, es de por sí digno de destacarse.

A continuación del almuerzo, en el momento de la siesta universal, vino la parte más convencional y aburrida del evento: la lectura y aprobación del Documento Base del Congreso. En el mejor estilo académico, y sin ninguna concesión al público y a la singularidad de este evento, se procedió desde la palestra a la lectura en voz alta del documento, con todos los aditamentos: mesa directiva, oradores, revisión de carpetas, votaciones, aprobaciones párrafo por párrafo, etc. Bastaba mirar alrededor para percibir que muchos no entendían la lógica de todo esto, tenían dificultades para seguir el documento, se enredaban con su propio documento en la carpeta, y terminaban por rendirse.   

Cuando concluyó el ritual de la aprobación del documento empezó el verdadero congreso, el de ellos. Lo previsto en la agenda decía Trabalhos, manifestaçôes e atividades programadas pelos Fóruns Regionais” y lo que se esperaba es que los representantes de los distintos núcleos dijeran unas palabras en representación de sus compañeros. Esto no fue, sin embargo, lo que aconteció. Instalado el micrófono en el pasillo central del auditorio, debajo de la palestra, antes de que nadie pudiera advertirla o detenerla empezó a formarse una larga cola: todos querían el micrófono, todos querían hablar, todos  tenían algo para decir. Así, a lo largo de casi cuatro horas, miles de personas desfilaron por el micrófono para dejar su mensaje personal y único: un saludo, un poema, una canción, una anécdota, una experiencia personal, críticas y reclamos, odas a la importancia del leer y el escribir, relatos de lo aprendido y de la alegría de aprender, comparaciones entre el antes (de saber leer y escribir) y el después (de saber leer y escribir), opiniones sobre el Congreso, agradecimientos a los organizadores, palabras cariñosas para Paulo Freire.

Imposible registrar y detallar aquí todo lo que la gente fue capaz de sentir y expresar aquella tarde. Un micrófono es, definitivamente, un instrumento ansiado y poderoso para alguien que nunca tuvo voz, que nunca dijo su palabra o nunca fue escuchado. Desde la palestra, Freire espectaba dichoso este monumental acto de liberación de la palabra que él tanto defendió en sus libros y en su vida.

El discurso final y el cierre del Congreso estuvieron a cargo de Luiza Erundina de Souza, Prefecta del Municipio de Sao Paulo, la única que - junto con el propio Freire - podría haber logrado detener finalmente la interminable peregrinación junto al micrófono. Luego vino el show y el baile, el desborde de alegría, buen humor, camaradería, risa, disfrute personal y colectivo contenidos en la gente del pueblo, y en el pueblo brasileño en particular.

Cerca de la medianoche, lo que quedaba del Congreso eran montones de basura por todos lados. Cinco mil personas - aquí llamadas alfabetizandos, en otros lados simplemente analfabetos - se habían encontrado y habían pasado aquí un domingo inolvidable. Para quienes se opusieron al Congreso, dentro de la propia Secretaría de Educación, ésta era una veleidad de Freire, un sinsentido, un despilfarro de recursos. ¿Qué podía sacarse de un congreso de analfabetos? Visto desde el cálculo costo-beneficio, y medida esta relación en los términos económicos clásicos, este congreso era puro gasto, no inversión. No obstante, aún desde ese mismo cálculo, no hay nada que indique que el dinero que se invierte en los congresos convencionales, a los que asisten los letrados y estudiados, sean realmente inversión y no mero gasto. La importancia de este evento, no obstante, no puede medirse por su costo (ínfimos, si se tiene en cuenta que la organización descansó en el trabajo voluntario de mucha gente) sino por su valor real y simbólico en tanto acto por la democratización, humanización y dignificación de las personas.

Escribo esto a casi una década de distancia, rodeada de cuadernos, notas, fotos, y el video final del evento. Me hubiera gustado compartir estas páginas con Paulo, pero ahora solo me sirven para homenajearlo y pagar una vieja deuda personal: la deuda de escribir y contar a otros acerca de este Congreso de Alfabetizandos, un viejo sueño suyo en cuya realización, generosamente, me incluyó.


* Reportaje incluido en: R.M. Torres, Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuaderno de viajes, Paidós, Buenos Aires-Barcelona-México, 2000; Itinerários pela Educação Latino-Americana, Artmed Editora, Porto Alegre, 2001. 

Otros escritos míos sobre Paulo Freire
▸ "Yo quisiera morir dejando un mensaje de lucha": entrevista con Paulo Freire
https://otra-educacion.blogspot.com/2011/05/yo-quisiera-morir-dejando-un-mensaje-de.html
Sobre educación popular: Entrevista con Paulo Freire, CECCA/CEDECO, Quito, 1986; Edições Loyola, Sao Paulo, 1987; Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1988; TAREA, Lima, 1988.

The Million Paulo Freires




On the night when Paulo Freire died on 2 May 1997, Rosa María Torres wrote this text, published in issue 53 of our journal, as a personal memorial. She updated the text on the 10th anniversary of his death.
- DVV International, Adult Education and Development, Number 69, Bonn, 2007.

They don’t understand me,” he told me during an interview in São Paulo back in 1985. “They don’t understand what I have said, what I say, what I have written.

Mystified by some, demonized by others, misunderstood by many, Paulo Freire often distanced himself from the images about him and his work that came from both theoreticians and practitioners, left wing and right wing, all over the world. Over and over again he asked his critics – but he might as well have asked his followers – to contextualize his work historically, to acknowledge the evolution of his thought and his self-criticism, and to allow him, in sum, the right to continue thinking, learning and living beyond his books and, in particular, beyond Education as a Practice of Liberty (1967) and Pedagogy of the Oppressed (1969), two of his most famous books, and where many, admirers and critics, left him virtually suspended. The Paulo Freire of the last few decades, he who died last 2 May 1997, is just as or even more alive than that of the 60s and 70s, although unfortunately unknown by the majority of the people.



Followers and detractors have often coincided in reducing Freire to a caricature of himself, locking up his thought in a single field (generally, that of adult literacy), reducing it to a number of clichés, and even to a method and a set of related techniques. Around the world, Freire evokes terms such as literacy, adult education, conscientization, dialogue, banking approach to education, circle of culture, generative word and generative theme, thematic universe, action-reflectionaction, praxis, coding and decoding, participatory research, critical knowledge and critical reflection, dialectical relationship, speaking the word, transforming reality, pedagogy of the oppressed, culture of silence, cultural invasion, cultural liberation. 

Some refer to Paulo Freire’s method (or methodology), others to Paulo Freire’s theory, others to Paulo Freire’s pedagogy, others to Paulo Freire’s philosophy (and philosophical anthropology), others to Paulo Freire’s program, others to Paulo Freire’s system. I asked him once which of those denominations he felt most comfortable with. “None of them”, he answered. “I didn’t invent a method, or a theory, or a program, or a system, or a pedagogy, or a philosophy. It is people who put names to things.

A citizen of the world, the name of Freire remained closely linked to Latin America. In Europe, North America, Africa and Asia many educators identify Latin America with Paulo Freire just as many others associate it with the salsa, the guerrilla, the revolution, Che Guevara, Fidel Castro, Pelé or Maradona. And yet, it is probably in Latin America, and particularly in Brazil, his own country, where Freire has been the object of both the warmest reception and the hardest criticism. In life and in death, his ideas and positions generated and will continue to generate strong sentiments, passionate adherents and rejecters, very different and even diametrically opposed interpretations. For some, a subversive, a revolutionary, thus confronting prison and exile, and associated by many with Marxism, socialism and even communism. For others, a romantic and an idealist, a lukewarm “humanist and culturalist,” an ideologue of conscientization without a clear political base and proposal for social transformation. For some, a complex and advanced educational philosophy, theory and praxis. For others, an incomplete thinking, lacking scientific rigor, and in need of further theoretical elaboration.

Inside and outside of Latin America, many admirers credit Freire with insights and developments that form part of the historic legacy of democratic and progressive educational thinking worldwide and in which Freire himself found sources of inspiration. There are thus those who believe to be original Freirean contributions issues such as the respect for the learner and his/her knowledge, the acknowledgment of the learner’s reality as the starting point for the teaching-learning process, the importance of dialogue as a pedagogical tool, and even the invention of terms such as “praxis” or “conscientization”.  Others, on the other extreme, deny him all originality or else have long claimed to have “surpassed” Freire, either on theoretical, political, ideological or pedagogical grounds, particularly in the field of literacy and adult education.

Thus, from the early 1970s and up to now many have proclaimed they have surpassed Freire’s literacy method, a method seen by some simply as a set of techniques (generative word, dialogue between teachers and learners, coding and decoding of pictures, etc.) and by others as a broad philosophical-ideological framework (conscientization, critical thinking, unity of theory and practice, social transformation, liberation project, etc.). Also, while most people see Freire as the main instigator and inspirer of the Latin American movement of educación popular [popular education], many within the movement see it rooted in a critical approach to Freire’s work.

Los múltiples Paulo Freires


Rosa María Torres



La noche en que murió Paulo Freire, el 2 de mayo de 1997, Rosa María Torres escribió como homenaje personal este texto que habíamos publicado en el número 53 de nuestra revista. Con motivo del décimo aniversario de su muerte, la autora actualizó su artículo. (DVV Internacional, Educación de Adultos y Desarrollo, número 69, Bonn, 2007).
 
 
«No me comprenden», me decía en una entrevista en Sao Paulo, allá por 1985. «No comprenden lo que he dicho, lo que digo, lo que he escrito». Mistificado por unos, demonizado por otros, incomprendido por muchos, Paulo Freire frecuentemente no se sentía reconocido en las versiones de sí mismo que, citando su pensamiento, le devolvían teóricos y prácticos, sectores progresistas y sectores reaccionarios, en el mundo entero.

Una y otra vez reclamó a sus críticos (pero podría haber reclamado con igual fuerza a sus seguidores) ubicar históricamente sus obras, reconocer la evolución de su pensamiento y su propia autocrítica, seguir su trayectoria más reciente y permitirle, en definitiva, el derecho a seguir pensando, a seguir aprendiendo y a seguir viviendo más allá de sus obras y, en particular, más allá de
La educación como práctica de la libertad (1967) y la Pedagogía del oprimido (1969), dos de sus obras más conocidas, y en la que muchos, seguidores y críticos, lo dejaron virtualmente suspendido. El Paulo Freire de las últimas décadas, el que murió en Sao Paulo el 2 de mayo de 1997, es un Freire tanto o más vivo que aquel de la década de los 1960s y los 1970s, pero lamentablemente desconocido para muchos.

Seguidores y detractores han coincidido a menudo en reducir a Freire a una caricatura de sí mismo, encasillando su pensamiento en un único campo (por lo general, la alfabetización de adultos) y restringiéndolo a una serie de clichés e incluso a un método. Mundialmente, el nombre de Freire evoca términos como alfabetización, concientización, educación de adultos, educación popular, educador-educando, educación bancaria, círculo de cultura, palabra generadora, tema generador, universo vocabular y universo temático, diálogo, codificación y descodificación, unidad teoría-práctica, acción-reflexión-acción, investigación participativa, problematización, crítica, pensamiento dialéctico, transformación de la realidad, pedagogía del oprimido, cultura del silencio, invasión y liberación cultural

Algunos hablan del método (o de la metodología) Paulo Freire, otros de la teoría Paulo Freire, otros de la pedagogía-filosofía (y de la filosofía antropológica) de Paulo Freire, otros del programa Paulo Freire, otros del sistema Paulo Freire. Alguna vez le pregunté con cuál de esas denominaciones se sentía más cómodo. Me contestó: «Con ninguna. Yo no inventé ni un método, ni una teoría, ni un programa, ni un sistema, ni una pedagogía, ni una filosofía. Es la gente la que necesita ponerle nombre a las cosas».

Ciudadano del mundo, el nombre de Paulo Freire permaneció estrechamente vinculado a América Latina. En Europa, Norteamérica, África y Asia, muchos educadores identifican a América Latina con Paulo Freire, como tantos otros la asocian con la salsa, la guerrilla, la revolución, El Che, Fidel, Pelé o Maradona. Y, sin embargo, es quizás en América Latina, y en particular en Brasil, su propio país, donde Freire ha sido objeto al mismo tiempo de la acogida más cálida y de la crítica más dura.

Lo cierto es que, en vida y en muerte, sus ideas y posturas generaron siempre sentimientos fuertes, adhesiones y rechazos apasionados, interpretaciones muy diferentes y hasta opuestas de su pensamiento. Para unos, un subversivo, un revolucionario, un exponente de la izquierda radical, sometido como tal a prisión y exilio, y asociado por muchos al marxismo, al socialismo y hasta al comunismo. Para otros, un educador apolítico, un tibio «humanista y culturalista», un ideólogo de la «concientización» sin un planteamiento político de transformación social. Para unos, un pensamiento complejo, una teoría y una praxis educativa avanzada. Para otros, un pensamiento incompleto, falto de rigor científico, necesitado de elaboración teórica, que continuó repitiéndose a sí mismo y perdió vigencia.

Dentro y fuera de América Latina, muchos admiradores le atribuyen a Freire cuestiones que forman en verdad parte del legado histórico de la tradición educativa democrática a nivel mundial y en la cual Freire encontró, precisamente, él mismo, fuentes de referencia e inspiración. Así, hay quienes atribuyen como aportes originales de Freire cuestiones como el respeto al educando y a su saber, el reconocimiento de la realidad del educando como punto de partida e insumo fundamental en el proceso de enseñanza-aprendizaje, la importancia del diálogo como recurso pedagógico, o incluso la invención de términos como «praxis» o «concientización».

Al mismo tiempo, otros le niegan toda originalidad o bien reclaman para sí haber «superado» a Freire, ya en el plano teórico, en el político-ideológico, o en el pedagógico, particularmente en el terreno de la alfabetización y la educación de adultos. De hecho, desde los años 70 e ininterrumpidamente, muchos han proclamado haber superado el método Freire de alfabetización, reducido por unos a un conjunto de herramientas y técnicas (técnica de la palabra generadora, diálogo entre educador y educando, codificación y descodificación de láminas, etc.) y entendido por otros como un encuadre amplio de orden filosófico, sociológico e ideológico (concientización, pensamiento crítico, unidad teoría-práctica, transformación social, proyecto de liberación, etc.). Asimismo, mientras unos ven en Freire al iniciador e inspirador del movimiento latinoamericano de educación popular, otros consideran que la educación popular se asentó fundamentalmente en un distanciamiento y una superación del pensamiento freiriano. 

Text in English:  The Million Paulo Freire
Text en français: Les multiples Paulo Freire

Otros artículos míos sobre Freire
» Un Congreso de Alfabetizandos en Sao Paulo
» "Yo quisiera morir dejando un mensaje de lucha": entrevista con Paulo Freire
» Paulo Freire, los sexshops y la comida tailandesa
» Paulo Freire, Guinea-Bissau y la alfabetización

Para saber más
Instituto Paulo Freire
Centro de Referencia Paulo Freire

Homenajes póstumos a educadoras y educadores latinoamericanos
108 citas de Paulo Freire - Red Paulo Freire Perú
 

¿Educar para adaptar? ▸ Education for Adaptation?

Rosa María Torres

 (see English below)


¿Educar para adaptar?

«Somos seres de transformación, no de adaptación» Paulo Freire

«El deber de un ciudadano es no creer en ninguna profecía del futuro, sino actuar para realizar el mejor futuro posible» Richard Stallman

«Piensa diferente» Steve Jobs

«Ojalá estemos celebrando todos el sagrado derecho a la indignación, que es la prueba de que estamos de veras vivos y de que somos dignos» Eduardo Galeano
«Frente a los peligros que afrontan nuestras sociedades interdependientes es tiempo de acción, de participación, de no resignarse» Stéphane Hessel
«Convoquemos una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no propongan como horizonte para nuestra juventud otras cosas que no sean el consumo en masa, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición excesiva de todos contra todos» Stéphane Hessel, Indignáos.


La "sociedad de la información", el "mundo de cambios acelerados", la "era de la incertidumbre" que nos ha tocado vivir están ampliando las fronteras de la información, la comunicación, el conocimiento, la ciencia y la tecnología, pero también exacerbando el consumismo, el despilfarro, el desempleo, el individualismo, el narcisimo, la pérdida de empatía y de altruismo, la competencia, la desconfianza hacia los demás, las migraciones, la destrucción del planeta, los riesgos para la vida humana, las guerras, la crisis alimentaria, la escasez del agua, las brechas entre ricos y pobres, entre el Norte y el Sur, entre los obsesos y los que padecen hambre, entre los "incluidos" y los "excluidos", entre los "conectados" y los "desconectados", entre los con conexión rápida y los sin banda ancha...

No obstante, "adaptarse al cambio" es hoy considerada por muchos una "cualidad del futuro", parte de los listados de "competencias del siglo 21" propuestos desde el Norte, junto con cuestiones tales como el pensamiento crítico, la creatividad, la capacidad para resolver problemas, el espíritu emprendedor o el trabajo en equipo. Hay quienes incluso ... plantean la "adaptabilidad" como un posible indicador de la calidad de la educación (BID-Banco InterAmericano de Desarrollo).

Hoy más que nunca, la educación necesita negar el pensamiento único, generar pensamiento crítico y alternativo, debate de ideas, conciencia social y conciencia planetaria, cultura ciudadana, acción contestataria, transformación social y política, antes que la mera repetición, la resiliencia, la adaptación o la inclusión a secas.

Hoy más que nunca la educación debe renunciar a la trampa de la competencia, los puntajes y los ránkings, en nombre de la ansiada "excelencia". Necesitamos educación en y para la equidad, en y para la colaboración, en y para la democracia. Educación para la emancipación, no para mejorar ránkings.

En el contexto actual, "educación para adaptarse a un mundo cambiante" y "educación para la inclusión" - consignas de la época - equivalen a hacerle el juego al sometimiento y a la resignación.


Education for Adaptation? 


«We are transformative beings, not beings for accommodation» Paulo Freire
«I did not want to predict the future. I want to prevent it»  Ray Bradbury

«
It is not a sign of good health to be well adjusted to a sick society» Jiddu Krishnamurti
«
Think different» Steve Jobs

«
People said I should accept the world. Bullshit! I don't accept the world»  Richard Stallman

«
Faced with the dangers facing our interdependent societies, it is time for action, participation, not resignation» Stéphane Hessel


The "information society", the "rapidly changing world" and the "age of uncertainty" we are living in is expanding information, communication, science and technology, but it is also exacerbating consumerism, waste, unemployment, individualism, narcissism, loss of empathy and of altruism, competitiveness, mistrust, violence, deteriorating the planet, threatening human life, generating new wars, widening the gaps between the rich and the poor, the North and the South, the included and the excluded, the obese and the hungry, the connected and the disconnected, those with rapid Internet connections and those with painfully slow ones...

However, "adapting to change" is considered today a "quality of the future", one of the "21st century skills" together with critical thinking, creativity, problem-solving skills, enterpreneurship or team work. Some even consider "adaptability" as a potential ingredient for quality education! (IDB - InterAmerican Development Bank).

More than ever, education must promote alternative thinking, citizenship-building, empathy, social and global awareness, political mobilization and transformation, rather than mere resilience, adaptation or inclusion. In the current context, "education to adapt to change" and "Inclusive education" - much repeated mottos in current times - can only be calls for resignation.
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Sobre educadores, buenos educadores y profesionalización




Entrevista con Rosa Maria Torres
(Revista Nuevamérica Nº 122 “El educador como sujeto”, junio 2009)


1. ¿A quién se considera educador actualmente? ¿Quién ejerce la función de educador?

Educador(a) es alguien que se propone educar a otros. Educar es un acto intencional, implica intención de enseñar, formar, orientar, a otros. E implica un reconocimiento y una aceptación por parte de esos ‘otros’ de su papel de ‘educandos’.

Se afirma que “los padres son los primeros educadores”. Hoy y siempre, la función de educar la han asumido y ejercido en primer lugar padres y madres, o quienes hagan sus veces. Esta función continuará siendo esencial, sobre todo en la primera infancia pero también en la infancia, la adolescencia y la juventud de los hijos, no importa cuántas instituciones educadoras se creen o qué tecnologías se inventen. Precisamente, dada la importancia de la familia en el desarrollo y bienestar de niños y jóvenes, el Estado debería ofrecer a padres y madres las condiciones para cumplir de la mejor manera su rol de educadores: necesidades básicas satisfechas, conocimientos epecíficos sobre la crianza, sobre el aprendizaje y sobre el funcionamiento del sistema educativo. Padres y madres tienen asimismo derecho a programas de educación de adultos, a oportunidades de aprendizaje y superación a lo largo de la vida.

Además de la familia, la institución educadora por excelencia es el sistema escolar. Llamamos docentes, maestros o profesores a quienes ejercen allí la función de educar.  Luego están todos quienes educan por fuera de la familia y por fuera del sistema escolar. (Dada la centralidad de la educación en el hogar, deberíamos hablar de educación familiar y extra-familiar antes que de educación escolar y extra-escolar).

Educar no equivale a hablar, dar lecciones o clases. Como destaca la sabiduría común, la educación más efectiva no está en el decir sino en el hacer, en el aprender haciendo, en el enseñar con el ejemplo. Los hijos aprenden de sus padres no sólo a través de lo que escuchan sino de lo que ven. Los alumnos aprenden no sólo de lo que dicen sus profesores y de lo que está escrito en los textos, sino del ‘currículo oculto’, el que actúan sus compañeros, profesores y autoridades en el plantel. Lo que se aprende con los amigos, en el barrio o la comunidad, a través de los medios de comunicación, en el juego, en el trabajo, en el deporte, en el mundo virtual, en la participación social, en la vida política, por lo general no está escrito ni prescrito en ningún lado.

2. ¿Se trata de un profesional? Y si es así, ¿en qué sentido?

En nuestras sociedades se considera ‘profesional’ a quien posee un título. Esto es lo que los gobiernos tienen en mente cuando anuncian políticas o planes de ‘profesionalización’ docente: que todos los docentes – aspirantes o en funciones - tengan un título habilitante, en el nivel y campo correspondiente. Esta es una comprensión limitada de lo que implica ser un 'profesional' y actuar con 'profesionalismo'.

La carrera docente se ha configurado tradicionalmente como una carrera credencialista en la que cuenta, se atesora y premia cada curso, cada certificado de asistencia, cada diploma. Todo ello sirve para ascender de categoría, mejorar el salario, el estatus y, supuestamente, el desempeño profesional. No obstante, desde hace varios años las investigaciones y evaluaciones internacionales vienen confirmando que no existe relación directa entre calidad de la enseñanza y años de estudio, cursos tomados o títulos obtenidos por quienes enseñan. En definitiva: el título es importante pero no es suficiente para asegurar un buen profesional. Hay malos médicos, malos arquitectos, malos educadores, con currículos abultados.

La asociación entre ‘buena docencia’ y posesión de títulos académicos asume equivocadamente que: (1) el conocimiento (sobre qué y cómo enseñar) es el factor más importante de la buena enseñanza; (2) el conocimiento relevante para la docencia se adquiere solamente o principalmente a través de la educación formal y en instituciones académicas; (3) el título revela y asegura el nivel de conocimientos de quien lo obtiene. No obstante, el buen educador o educadora no se forma sólo en las aulas universitarias ni es necesariamente quien tiene más años de estudio, más títulos o mejores calificaciones en las pruebas; el buen educador se forma desde la infancia, en el entorno familiar, en su trayectoria como alumno en el sistema escolar, en su experiencia de vida y de trabajo, en la práctica misma de la enseñanza y en la reflexión cotidiana sobre su quehacer, a través del autoaprendizaje, gracias al esfuerzo y la voluntad de superación constante.

El profesionalismo se forja en la combinación entre teoría y práctica. Implica no sólo posesión de conocimiento sino sobre todo apertura hacia el conocimiento, criterio, aptitudes y actitudes coherentes con la actividad de enseñar, respeto hacia uno mismo y hacia los demás, responsabilidad, compromiso y pasión con lo que se hace. Un educador profesional es una persona autónoma, capaz de tomar decisiones informadas y flexibles en el desempeño de su labor, adaptándolas a cada grupo y contexto específicos. Un educador profesional no tiene miedo a decir “No sé” cuando no sabe, investiga y busca por su cuenta, está consciente de su necesidad de continuar aprendiendo a través de todos los medios a su alcance, sin necesidad de ofertas externas de recompensas, incentivos, o puntos para el escalafón.

El profesionalismo no está solo en el profesional sino en el contexto que lo valora y asume como tal. En otras palabras, un docente profesional requiere trato profesional, salario profesional, estima profesional. No se puede aspirar a contar con docentes de calidad, dedicados a su tarea y a perfeccionarla de manera permanente, si la sociedad no aprende a valorar la enseñanza como una actividad profesional y a discernir entre el buen y el mal educador.

La búsqueda de ‘profesionalización’ se ha extendido también a muchos ámbitos de la educación no formal. En el campo de la educación de personas adultas, por ejemplo, desde hace tiempo viene reclamándose ya no sólo capacitación sino ‘profesionalización’ para los educadores, entendiéndose por ello a menudo que los educadores de adultos también posean un título, por lo general el título de profesores regulares, ya que en pocos casos se oferta la educación de adultos como una carrera profesional.

Para los padres de familia menos mal no se plantea su ‘profesionalización’ ni la necesidad de un título para poder ejercer. Pero sí viene reconociéndose cada vez más la importancia de la educación de padres, de programas informativos y educativos para ayudarles a ser mejores padres, poniendo a su alcance lo mucho que hoy se sabe acerca del desarrollo y bienestar de niños y jóvenes, la crianza de los hijos, el diálogo padres-hijos, etc.

3. Considerando la pluralidad de roles, ¿cómo ve la formación de este profesional?

Imagino una formación de educadores muy distinta a la que ofrece la política gubernamental. Imagino a los mejores talentos, a los mejores especialistas, a los mejores científicos, pedagogos, artistas, literatos, poetas, sociólogos, psicólogos, lingüistas, animadores culturales, deportistas, dirigentes y activistas sociales y políticos, defensores de los derechos humanos, periodistas y comunicadores, asumiendo la formación de los educadores en cada uno de nuestros países. No leyendo apuntes ni resúmenes sino libros de verdad, de autores reconocidos a nivel nacional e internacional, no sólo en el campo educativo sino en muchos campos. No en aulas masivas sino en clases organizadas en grupos pequeños, que se presten para el diálogo, la pregunta, la participación. No solamente a través de clases magistrales sino también de mucho contacto y trabajo entre pares. No en espacios desprolijos sino en espacios limpios, agradables, bien equipados. No confiando la evaluación a pruebas y exámenes, sino mostrando lo aprendido en el análisis de situaciones concretas y la resolución de problemas reales, en la elaboración y ejecución de propuestas y proyectos en marcha o plasmables en la realidad.

Imagino una oferta educativa que sale de las aulas
(de las escuelas normales, los institutos pedagógicos, las universidades), que transcurre también al aire libre, se traslada a las instituciones escolares en el campo y la ciudad, a los barrios, a las comunidades, plazas, parques, mercados, bibliotecas, laboratorios informáticos y cafés Internet, talleres, fábricas, sitios históricos, museos, cines, galerías de arte, zoológicos...

Imagino un programa de aprendizaje itinerante y vivencial
que aprovecha todos los espacios, herramientas y modalidades para aprender, que promueve las excursiones, las visitas de campo, la experimentación, el encuentro permanente entre teoría y práctica, entre trabajo intelectual y trabajo manual. Una formación que hace realidad el aprendizaje a lo largo y ancho de la vida, que reconoce que se aprende no sólo de los libros sino del contacto con la realidad, con la naturaleza, con los demás, en la conversación y en el debate, en el acuerdo y en el desacuerdo, en el intercambio de experiencias,  en el aprovechamiento crítico de los medios masivos de comunicación, viajando, haciendo deporte, escuchando música, viendo una buena película, usando bien la computadora y el Internet. Como parte de su formación y de su desarrollo profesional, en fin, los educadores deben poder acceder no sólo a las modernas tecnologías – obsesión actual – sino a todos los recursos culturales, científicos y tecnológicos que están hoy disponibles para el disfrute, el desarrollo y la producción cultural y científica de la humanidad.

Imagino que, a través de programas oportunos y sistemáticos de formación y capacitación, se pone empeño en que todo educador/a aprenda a manejar competentemente las modernas tecnologías – la computadora, la navegación y la búsqueda en Internet, pizarras digitales, programas de software, cámaras de video y otros artefactos que vienen proveyéndose a las instituciones escolares en muchos países – antes de poner todo ello a disposición de los alumnos en las aulas.  Por absurdo que parezca, esto es justamente lo que viene haciéndose en materia de tecnologías: los educadores son los últimos en quienes se piensa, su capacitación (si se hace) se deja para el final, alentándose así una nueva y perversa asimetría entre educandos y educadores, un nuevo frente de resistencia, impotencia y subordinación docente, y una nueva fuente de disfuncionalidad en las instituciones escolares.

Imagino, en fin, una educación renovada y de la máxima calidad para los educadores, desde su formación inicial y a lo largo de su carrera, y sobre todo para aquellos que provienen de los sectores más pobres y de las trayectorias escolares más precarias, y que trabajan o trabajarán en los contextos y condiciones más difíciles. Una formación profesional en la que se encuentren educadores de todos los niveles y áreas, sin separaciones arbitrarias por edades, asignaturas o modalidades educativas, con ofertas diferenciadas sólo en aquello que exige tratamiento específico y especialización. Una experiencia educativa atractiva que encarne y muestre vivencialmente lo que se pide a los educadores ofrecer a sus alumnos: una educación activa, participativa, crítica, deliberante, creativa, emancipadora, que enseñe no sólo a aprender sino a gustar del aprendizaje, no sólo a pensar mejor sino a hacer mejor, no sólo a saber sino a utilizar el conocimiento para cambiar.

El problema principal no es de dinero sino de imaginación, de voluntad y de coraje para innovar y romper con viejos moldes.
De hecho, muchos de esos elementos que imagino los he visto plasmados en programas y experiencias, muchas veces realizados con recursos mínimos por movimientos sociales, organizaciones comunitarias o barriales, grupos de mujeres, ONGs, universidades, en países de ésta y de otras regiones.

Imagino a los mejores estudiantes y a los mejores ciudadanos interesándose de nuevo en la educación, no como una opción pragmática dictada por la supervivencia sino como una alternativa laboral atractiva, de tiempo completo. Una carrera docente que se da el lujo de seleccionar, que acepta solo a los de veras entusiasmados con hacer de la enseñanza una opción de vida, una fuente de realización personal y social, un motivo de alegría: la alegría del descubrimiento, del aprendizaje, de la lectura y la escritura, del sentirse socialmente relevante y útil. Si todo esto existe, no importan la edad, el género o la condición social, si vienen de escuela pública o privada, de una buena o de una mala experiencia escolar.

4. ¿Cuáles serían los principales aspectos a encarar en la formación de educadores?
Una parte importante de la seguridad y autoconfianza de todo educador es sentir que maneja los contenidos que debe enseñar así como los referidos a cómo enseñar, aunque ambos siguen de hecho aprendiéndose en el propio oficio de la enseñanza, y los contenidos estarán siempre sujetos a revisión, ampliación y actualización. Pero la buena enseñanza va mucho más allá del dominio de los contenidos específicos a enseñar y de cómo enseñarlos. Todo educador debe aspirar a una cultura general amplia. Esto es algo que no puede asegurar ningún programa de formación docente; es una labor de vida, forjada cotidianamente en la observación, la lectura, la escritura, el estudio por cuenta propia, el autoaprendizaje. Lo que sí puede hacer una buena formación profesional es ser, en sí misma, amplia; alentar la curiosidad y el deseo de aprender, el gusto por la lectura y la escritura, la necesidad de la investigación.

Lo que hoy muchos parecen olvidar, atrapados en la ilusión de la ‘sociedad del conocimiento ’, es que muchas de las claves que hacen al buen educador no tienen que ver con qué y cuánto sabe, sino con sus cualidades como persona, con su actitud hacia los demás, hacia el mundo, hacia el aprendizaje y hacia el propio conocimiento. No todo el mundo tiene madera de educador, igual que no todo el mundo tiene madera de médico, abogado, comerciante, pintor, músico o actor. Hay talentos, habilidades, predisposiciones, que facilitan o no la elección y el buen desempeño de cualquier oficio. En educación, antes se invocaba a la vocación; hoy la noción se ha ido perdiendo, pero el hecho y su necesidad siguen ahí.

Muchos esfuerzos de formación/capacitación docente vienen desaprovechándose porque se invierten en personas inadecuadas, sin las cualidades necesarias y sin interés genuino en la educación y en la enseñanza. Debería establecerse criterios claros de selección de los candidatos a educadores y orientar al respecto a quienes se aprestan a convertirse en tales, tentados por lo que suele considerarse una vía “fácil” y una de las pocas perspectivas que quedan de trabajo estable y remunerado. Asimismo, sería importante establecer un período de prueba, como se establece para el sacerdocio o debería establecerse para el matrimonio u otras opciones que implican compromisos prolongados y gran responsabilidad.

No importa qué materia enseñe y quiénes sean los educandos, la buena enseñanza implica algunos conocimientos, habilidades y actitudes esenciales. Los educadores deberían ser expuestos a reflexionar y debatir en torno a cuestiones claves como:
- lo que implica el derecho a la educación, incluidas las nociones de gratuidad, calidad y equidad;
- el aprender a aprender y el aprendizaje a lo largo de toda la vida;
- el respeto por el otro y la empatía (es decir, la capacidad y la voluntad para ponerse en el lugar del otro, diferente a uno);
- la importancia de la comunicación interpersonal y el diálogo en la relación educativa;
- la distinción entre desigualdad y diferencia, y la importancia de atender a ambas, promoviendo la igualdad en la diferencia;
- la distinción entre enseñar y aprender, entre aprendizaje y logro académico, entre prueba y evaluación, calificación y conocimiento, educación y educación escolar, comunidad educativa y comunidad escolar, información y comunicación, opinión y hecho, autoridad y autoritarismo;
- respeto y no mera tolerancia por el otro;
- las nociones de sistema y de proceso;
- el manejo de grupos heterogéneos (y el reconocimiento de que todo grupo lo es, en esencia);
- el verdadero sentido de lo que implica la atención personalizada;
- las virtudes de la colaboración y el trabajo entre pares, tanto entre educadores como entre educandos;
- la disciplina, qué es y cómo manejarla;
- la relación con y la participación de los padres de familia y la comunidad;
- el papel de las expectativas del educador sobre el aprendizaje de los educandos;
- el conocimiento previo y la necesidad de partir de él, reconocerlo y aprovecharlo en la enseñanza; - la importancia de la pregunta;
- la diferencia entre una buena prueba y una mala prueba, entre un buen y mal educador, entre una buena y una mala escuela.

Aprender a aprender es una necesidad imperiosa no sólo para los alumnos sino para los docentes en primer lugar. Todo buen educador es, necesariamente, un buen lector, alguien que aprecia y disfruta la lectura, y que encuentra también un lugar para la escritura en su vida cotidiana. No sólo los docentes de Literatura, sino todo docente, debería poder acceder a la literatura y disfrutarla.

La noción de ‘inteligencias múltiples’ tiene gran potencial desestructurador de viejos prejuicios escolares y sociales en torno a 'la inteligencia'. Los ocho tipos de inteligencia identificados por Howard Gardner (inteligencia verbal-lingüística, lógica-matemática, visual-espacial, musical, corporal-cinestésica, intrapersonal, interpersonal, y naturalista) y que toda persona posee en alguna medida, destronan la vieja dicotomía ‘tonto’/’inteligente’ que tanto daño ha hecho a la enseñanza y al aprendizaje, al prestarse a tantos malentendidos y prejuicios especialmente en contra de los pobres (tildados de tontos y de vagos por la ideología dominante, autojustificatoria de la desigualdad, y lastimosamente tan extendida en la sociedad y entre los educadores) y de las mujeres (en tanto la inteligencia ha permanecido asociada a la capacidad matemática, área que la investigación científica muestra más desarrollada entre los hombres que entre las mujeres; otro sería el estatus cognitivo atribuido a las mujeres si fueran las habilidades del lenguaje – mucho más desarrolladas en las mujeres que en los hombres - las elegidas como indicativas de ‘la inteligencia’).(Aquí pueden bajarse varias obras de Gardner, en PDF).

Toda educación de educadores debería incluir un núcleo central dirigido a combatir estereotipos y discriminaciones, no a partir de consignas sino de información pertinente y actualizada sobre todas esas áreas en las que predomina la ideología antes que el conocimiento fundamentado y la razón. Muchos vicios de la mala enseñanza están enquistados en incomprensiones y prejuicios en contra de los niños/as, las mujeres, los pobres, la edad adulta, los ancianos, las personas con capacidades especiales, los que aprenden ‘lento’, los que tienen ‘sobre-edad’, las personas que nunca han ido a la escuela y los niños y niñas que tienen padres analfabetos, los fácilmente diagnosticados como ‘hiperactivos’ o con ‘problemas de aprendizaje’, los que hablan demasiado, los que preguntan, los que no aceptan órdenes sin explicación. Como bien decía Paulo Freire, “no hay errores metodológicos, son errores ideológicos".

En el programa de estudios de todo educador deberían estar las obras de Edgar Morin
(“Introducción al pensamiento complejo”, “La cabeza bien puesta”, “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” (el libro puede descargarse gratuitamente aquí), no para recitarlos de memoria o pasar un examen, sino como alimento intelectual para reflexionar sobre algunos de los temas y dilemas que se plantean en torno al pensamiento, el conocimiento, la enseñanza y el aprendizaje en el mundo actual. En particular, todo educador debería manejar estos siete saberes indispensables: 1. Las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión  (el desarrollo del conocimiento científico es un medio poderoso de detección de errores y de lucha contra las ilusiones); 2. Los principios de un conocimiento pertinente (la necesidad de una revolución paradigmática del pensamiento y de la organización del conocimiento, abandonando los saberes fragmentados y parcelados en favor de saberes multidisciplinarios, multidimensionales, transversales); 3. La complejidad de la  realidad y de la condición humana (los enormes avances en la comprensión del ser humano en la sociedad y en el universo a partir de diversas ciencias);  4. La identidad terrenal (una identidad que ya no es sólo local o nacional sino planetaria); 5. Las incertidumbres (aprender a vivir en un mundo regido por la incertidumbre y un futuro cada vez más impredecible, aceptando entre otros los límites y la transitoriedad del conocimiento, la inexistencia de verdades absolutas y para siempre); 6. La comprensión (verdadero sentido de la educación pues sin comprensión no hay aprendizaje, y los muchos obstáculos que la dificultan, entre ellos los prejuicios y la dificultad para aceptar lo diferente); y 7. La ética del género humano (un llamado a trabajar por la unidad y la conciencia planetaria, por una ética de la solidaridad y el respeto a las diferencias, por la democratización del conocimiento y de la participación ciudadana en los asuntos públicos y en la política).

Todo educador debería leer la obra de Immanuel Wallerstein sobre los sistemas históricos y la civilización, así como a Eric Hobsbawm, para ubicarse mejor en el mundo y en la época que le tocó vivir, entender la historia en una nueva dimensión esclarecedora del presente y de los caminos que se abren para la humanidad en el futuro.


Todo educador y educadora latinoamericana debería leer y enseñar a sus alumnos a leer a Eduardo Galeano, uruguayo, nuestro y universal, escritor y periodista que ha logrado reunir en su oficio una rara mezcla del buen escribir, el buen informar y el buen animar a pensar. Con un estilo de escritura que resulta no sólo accesible sino placentero para cualquier lector, joven o adulto, Galeano se toma el trabajo de ponernos al día, por encima de la multitud de pequeñas noticias sueltas con que nos desinforman todos los días los medios masivos en esta abrumadora ‘sociedad de la información’, y de ponernos a pensar de manera reflexiva, crítica, movilizadora, en torno a los grandes titulares, crisis, problemas y dilemas del mundo actual. Sus sustanciosos artículos de divulgación, de una o dos páginas de extensión, se publican en algunos de los principales diarios de América Latina y están disponibles en Internet, en diversos sitios web y de manera gratuita.

5. ¿Cuál es el papel del Estado en la formulación de políticas públicas dirigidas a la formación de educadores?

1) El Estado debe ser consecuente con la retórica de “la importancia de los educadores” en la calidad de la educación y en el cambio educativo. Asumirlo de verdad implica dar prioridad y urgencia a su formación integral, y replantear las prioridades tradicionales del gasto en educación, que privilegia la infraestructura y el equipamiento, la “obra tangible” que concita aprecio social, visibilidad pública y rédito político. Ya sabemos - y todas las investigaciones y evaluaciones lo confirman a nivel internacional - que en la calidad de quienes educan radica la clave de la calidad de la enseñanza, mucho más que en la infraestructura o la tecnología. Como se viene reconociendo y repitiendo hasta el cansancio, no hay computadora que sustituya a un buen educador. No obstante, las políticas siguen ignorando esta constatación, repitiéndola retóricamente pero negándola en la realidad.

2) El Estado debe avanzar hacia la construcción de un solo sistema unificado pero diferenciado de formación de educadores, que articule formación inicial y en servicio como un continuo. El Aprendizaje a lo Largo de la Vida es un imperativo, en primer lugar para los educadores.

3) El estado debe asumir un paquete de políticas que encaren la cuestión docente de manera integral, no sólo la formación sino sus condiciones de trabajo y de vida, así como su valoración profesional y social. Tanto en Finlandia como en Cuba – Finlandia, el país que viene obteniendo los mejores resultados escolares a nivel mundial, en las pruebas internacionales PISA; Cuba, el país que viene obteniendo los mejores resultados escolares en América Latina y el Caribe, en las pruebas realizadas por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) – los educadores gozan de alto respeto profesional y social. En Finlandia, ni los educadores ni las instituciones escolares son objeto de evaluación externa: la evaluación se da “hacia adentro”, más bien como autoevaluación en el marco de toda la institución; la sociedad confía en el profesionalismo del sistema y de sus educadores, y el gobierno se encarga de que esa confianza se asiente sobre bases sólidas.

4) El Estado debe comprometerse con la consulta y la participación de los educadores y sus organizaciones para definir y consensuar las políticas docentes y las educativas en sentido amplio. Como muestra abundantemente la experiencia, nada que se haga de manera impositiva y vertical, sin contar con la comprensión y el aporte de los educadores, funciona. Por lo demás, el propio proceso de información, diálogo, participación y negociación es una valiosa oportunidad educativa y formativa de los educadores en tanto educadores y en tanto ciudadanos.

5) El Estado debe comprometerse a concretar las políticas en la realidad y darles suficiente vida en el tiempo como para generar cambios efectivos, aprender en el proceso y rectificar donde sea necesario. Las políticas por sí mismas no valen nada a menos que se traduzcan en hechos. Es sorprendente la atención que se da hoy a ‘las políticas’, como si de ellas dependiera todo, cuando en verdad muchas de dichas políticas se quedan en el papel, generando grandes gastos, grandes expectativas y grandes frustraciones.

6. ¿Y en lo que se refiere a las universidades?

Son las universidades - públicas y privadas - las llamadas a formar los profesionales, los educadores entre ellos. No obstante, las universidades están en ‘crisis’ hace tiempo y en deuda con la sociedad. En general, su funcionamiento y sus resultados vienen dejando mucho que desear desde el punto de vista de la producción de conocimiento y la formación de profesionales idóneos. Su papel viene siendo especialmente deficitario en el campo de la formación docente. Las Facultades de Ciencias de la Educación suelen estar entre las más deprimidas financiera e intelectualmente, entre otros dada la subvaloración del oficio docente en nuestras sociedades, cerrándose así el círculo vicioso.

Sin cambios importantes en la institucionalidad y la cultura universitarias, y en la valoración social efectiva de la profesión docente, la formación docente no puede avanzar. Muchas universidades vienen mal formando educadores hace décadas, con enfoques teóricos y librescos alejados de la realidad y de la práctica docente concreta, con contenidos obsoletos a menudo a cargo de profesores que dictan su materia durante años, sin actualizarse y sin una pizca de pasión. Los mejores profesores prefieren muchas veces enseñar en otras carreras. ¿Cómo pueden los y las educadores aprender a aprender, a investigar, a gustar de la lectura y la escritura, a pensar de manera compleja, a trabajar de manera interdisciplinaria, si quienes los forman siguen apegados a viejas formas de pensar y de enseñar, a feudos disciplinares, a visiones de la educación y del cambio educativo que corresponden al siglo que quedó atrás?

7. ¿Quisiera agregar algo?

Un mensaje a quienes toman decisiones en torno a políticas y programas. Un llamado a cambios radicales, no a más de lo mismo, no más al modelo de preparación docente que no ha funcionado. Si ya sabemos que lo que se ha venido haciendo no ha tenido impactos reales sobre la calidad de la enseñanza, ¿por qué seguir haciéndolo?  ¿Para qué y por qué seguir evaluando lo que ya sabemos sin necesidad de evaluaciones? ¿Por qué no actuar sobre lo que ya sabemos, que es mucho, sin tener que esperar a contar con más “evidencias empíricas” de lo que está mal y no funciona?

Un mensaje a los dos principales educadores de niños y jóvenes: padres y docentes. Un llamado a que comprendan mejor sus roles y sus diferencias, y actúen complementándose en lugar de ignorándose o culpabilizándose mutuamente. Los padres - y sobre todo las madres - de familia no son docentes a domicilio, su labor no es hacer las tareas escolares ni enseñarles a los hijos lo que no aprendieron en la escuela o el colegio; ese es dominio y responsabilidad  de la educación escolar. Los docentes tienen una tarea difícil, que requiere la comprensión y el apoyo de los padres. Los padres de familia aman a sus hijos y tienen un conocimiento sobre ellos que es indispensable para el sistema escolar; quieren ser llamados a la escuela no sólo para recibir instrucciones sino para ser escuchados, y no sólo para recibir reclamos sobre sus hijos sino también alabanzas y buenas nuevas. Ambos, si son buenos educadores, deben ceder su protagonismo, poner en el centro a sus hijos y alumnos respectivamente, y descartar el viejo método de “la letra con sangre entra” que viola los derechos humanos, mete miedo en las relaciones, aniquila el gusto por el aprendizaje y no funciona ni en el sistema escolar ni en la familia.  El día que tanto padres de familia como docentes tomen plena conciencia de que las acciones educan igual o más que las palabras, cambiarán radicalmente muchos comportamientos y relaciones en la familia y en la institución escolar.

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