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Escuelas para madres de tiempo completo



Sabemos que el sistema escolar está desactualizado en muchos aspectos. Nos referirnos aquí a uno solo: la escue­la sigue contando con madres amas de casa, dedicadas a tiempo completo a sus hijos y habilitadas - a menudo desde el simple amor de madres - para servir de auxiliares de la escuela.

El mundo cambió mucho en las últimas décadas,  y muy especialmente para las mujeres. Pobres y acomodadas, de todas las edades, con poca o con mucha educación formal, millones de mujeres salimos a trabajar fuera del hogar. La mayoría sin abandonar por ello el trabajo doméstico, el invisibile, el más pesado de todos, el poco valorado y no remunerado. Muchas mujeres se graduaron de «jefas de familia», madres solteras, abandonadas, divorciadas, o emparejadas pero forzadas a mantener a consortes desempleados. Mujeres con doble y triple jornada de trabajo que llegan cansadas al hogar, les falta tiempo libre y les sobra problemas y responsabilidades. Agréguele al cuadro datos alarmantes de pobreza, violencia doméstica y bajos niveles educativos, que afectan a millones de mujeres en todo el mundo.

Y, sin embargo, el sistema escolar sigue anclado en la familia ideal y la madre clasemediera, educada y disponible, que sigue alimentando el ideario escolar, los programas de estudio, los deberes en casa, los materiales de enseñanza, las pruebas, las reuniones de padres de familia. Varias veces, siendo madre de hijos escolares, reclamé por formula­rios que  seguían registrando el rubro «dirección del trabajo» únicamente para los padres, y reservando para las madres el de «dirección del domicilio».

¿Cuántas veces le han convocado a usted, señora madre de familia, a reuniones escolares o entrevistas con profesores, a media ma­ñana o a media tarde?. ¿Cuántas veces le ha tocado llegar al fin del día y encontrarse con el pedido urgente de conseguir, para el día siguiente, ese artefacto inaccesi­ble que su hijo o hija nece­sita para la clase de mañana, o los dos me­tros de tela verde a cuadritos que deberá llevar para la clase de actividades prácticas?.

El director o directora asume que usted es desocupada y está dispuesta a cualquier hora. La maestra cuen­ta con que usted tiene tiempo para dedicarse a reco­rrer almacenes, librerías, papelerías, bibliotecas, fábricas, aserraderos, mecá­nicas, en búsqueda de los mil y un objetos que se le ocurren al sistema escolar.

La cultura de los deberes cuenta por lo general con madres de tiempo com­pleto. Apuesto a que le resulta familiar la queja de «mami, no entiendo la tarea». ¿Cuántas veces le ha tocado llegar a su casa y encontrarse con que la estaban esperan­do para explicar esas palabras que no se entienden, ayudar a dibujar ese mapa que no se puede copiar de ningún lado, ir a buscar los apuntes a la casa del amiguito o tratar de suplir esa computadora o impresora que no existe en casa?.

La situación se agrava cuando la mujer asume sola el papel escolar, ya porque no hay padre a mano, ya porque el que hay se desentiende de estos menesteres. «La vida escolar de los hijos» ha sido vista tradicionalmente como tarea femenina, reino y responsabilidad de las madres. Y así continúa siendo, en gran medida. Sólo por curiosidad, cuente, en la pró­xima reunión de padres de familia, cuántas mujeres y cuántos hombres hay...

La escuela condena y penaliza a las madres que no son de tiempo completo. La que no lo es, vive apesadumbrada y culpabili­zada. Cuando llegan las calificaciones, se pregunta cuánto mejores podrían haber sido si estuviese disponible y equipada para apo­yar a los hijos en las tareas, estudiar con ellos los exámenes, explicar lo que no se comprendió en clase.

Cierto que a la familia le toca acompañar, apoyar, esti­mular y complementar la labor de la escuela, con los recursos - afectivos, materiales, de conocimiento, de tiempo - que cada familia tiene. Cierto también que no sólo las madres sino también los padres deben asumir esta responsabilidad. Pero no menos cierta la cirugía mayor que debe hacer puertas adentro el sistema escolar, descartando de una vez por todas a la madre de tiempo completo y al servicio de la escuela.

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Rosa María Torres, El tormento de los deberes

Falsas y verdaderas soluciones a los problemas de la educación

Rosa María Torres

Marcelo Chamorro, La Hora, Ecuador

En una comunidad rural chilena muy pobre y apartada un padre de familia cuenta que, para llegar a la escuela, él y sus tres hijos - uno de ellos de 6 años - deben caminar cerca de 3 horas a pie, en condiciones ideales, cuando no llueve y el suelo está seco. Cada lunes salen de su casa antes del amanecer y llegan a la escuela cerca de las 9 de la mañana, muchas veces atrasados, con el consiguiente cansancio y sueño por el resto del día, y las consiguientes reprimendas y complicaciones por el resto de la semana y del año escolar.

La odisea se repite, de regreso a casa, cada sábado. De lunes a viernes los niños permanecen en el internado, aledaño a la escuela, pensado precisamente como solución para los problemas de movilización de los alumnos que viven lejos. Explica el padre que no pueden llegar a la escuela en caballo pues “cuando el niño va a caballo se entuma y huele mal. El caballo despide un humor que se pega a la ropa. Cuando se baja del caballo, el funcionario le huele y le pone una anotación”. La solución que propone, en nombre suyo y en el de los demás padres que enfrentan el mismo problema, es amorosamente simple: que los niños puedan llegar al internado el domingo hacia el final de la tarde, que haya profesores que los reciban y que se les dé alimentación esa noche. De ese modo, se evitarán el retraso, el cansancio y las reprimendas el lunes. Ante el planteamiento, el director de la escuela ofrece considerar esta solicitud. Los padres parecen contentos con el ofrecimiento.

¿Qué clase de “solución” es ésta? No se logra que los niños caminen menos o dejen de caminar, sino que caminen lo mismo un día antes y beneficiándose de una comida más.

Intervengo en la reunión, y planteo que habrían otras posibles alternativas para este problema. Por ejemplo:

Reorganización del calendario y el horario escolar No hay por qué pensar que la escuela tenga que ser de lunes a viernes y todo el mes; es posible reorganizar el calendario y el horario escolar. Puede modificarse el horario de la semana, o el de los lunes solamente, empezando la jornada más tarde y recuperando ese tiempo en otro día o sencillamente aprovechando mejor las horas existentes. En lugar de ir y regresar cada semana, pueden reorganizarse los días de clase de modo de salir solo dos veces al mes a la casa, pero por más días cada vez, como se hace en las escuelas-albergue en muchos lugares. O bien puede adoptarse la modalidad de alternancia -15 días en la escuela y 15 días en la casa, o una semana en la escuela y una semana en la casa- con la que funcionan muchas escuelas rurales en el mundo, como las llamadas Escuelas Familiares Agrícolas.

Educación a distancia La educación a distancia ha sido inventada precisamente para situaciones en las que la distancia (y el tiempo) constituye un obstáculo mayor para educarse. Puede hacerse a través de video y de la televisión, o bien a través de materiales impresos y de la radio, en situaciones en que - como es aquí el caso - no existe energía eléctrica. Programas de educación a distancia, tanto para enseñanza primaria como secundaria, y con las diversas modalidades, existen en varios países de América Latina así como en Africa y Asia.

Modalidades itinerantes Hay la posibilidad de pensar en que no son los estudiantes los que van a al escuela, sino la escuela la que va a los estudiantes. Hay modalidades itinerantes en las que parejas o equipos de profesores se desplazan a las casas y comunidades apartadas, se quedan en cada comunidad un tiempo y luego continúan a la siguiente. Modalidades de este tipo se aplican desde hace muchos años en países del Asia como Nepal, Tailandia o Bangladesh.

Cambios en las actitudes y normas de disciplina, asistencia, enseñanza, evaluación y promoción escolares  No llego a plantear esto, pues signficaría enfrentar a padres y planta docente. Pero, evidentemente, una verdadera solución al problema pasa por transformar las actitudes y normas internas de la escuela (y las percepciones familares) respecto de temas clave como la disciplina, la asistencia, la enseñanza, la evaluación y la promoción. No es posible que una autoridad escolar sancione el olor de un niño que vive en la pobreza y viene de tres horas de caminar o de montar en caballo: lo que corresponde es sancionar al funcionario y enseñar al niño a asearse cuando llega a la escuela. El niño que llega tarde con razón justificada (qué más justificadas que la distancia y el cansancio) no merece ser reprendido sino atendido en esa condición, con estrategias extras. El niño que estudia en estas condiciones debe ser valorado y premiado por su esfuerzo y el de su familia, antes que condenado por la cultura escolar.

Los padres de familia abren los ojos y asienten con cada nueva alternativa. Profesores, director y autoridades educativas presentes se sienten algo incómodos y seguramente incrédulos. Ninguno cree en verdad que hay posibilidad de cambiar nada, todos creen que todo esto es imposible, que no darán permiso en la sede central.

Mientras no pueda pensarse en verdaderas alternativas a los problemas educativos, en lugar de en falsas soluciones que a lo sumo parchan el actual modelo escolar, inadecuado no sólo para las necesidades de las poblaciones rurales sino de todos los grupos, hablar de reforma educativa será simplemente hablar de cosmeticología, no de auténtica transformación: la diferencia entre "innovar" o "mejorar", y cambiar el sistema escolar.

* Texto incluido en: Rosa María Torres, Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuaderno de viajes, Editorial Paidós, Buenos Aires, Barcelona, México, 2000.

Textos relacionados en este blog

- Educación de las niñas: Lecciones del BRAC (Bangladesh) 

Pedagogía del afecto

Rosa María Torres
"Educar es asunto del corazón". Don Bosco
                    Nathan Sawaya, en Fubiz 

Investigaciones vinculadas a la Neurociencia concluyen desde hace tiempo en un descubrimiento tan simple como fenomenal: el afecto modifica el cerebro de las personas. Un niño o niña expuesto a relaciones y demostraciones de afecto, no sólo se desarrolla distinto a uno carente de afecto, sino que su cerebro cambia y, por tanto, se modifican sustancial­mente sus posibilidades y capacidades como persona. ¡Así de impor­tante es el afecto!

Por su lado, estudios y evaluaciones en el ámbito de la educación vienen consistentemente mos­trando que el factor decisivo en la relación maestro-alumnos y en el logro escolar asociado a esta rela­ción no es ni la preparación ni la experiencia docente. Es el afecto. Los profesores que consiguen mejores relaciones y resultados con sus alumnos son aquellos que cultivan la empatía y la simpatía, les brindan comprensión y cariño, depositan en ellos altas expectativas y se lo hacen saber, apuntalan su autoestima, les ayudan a confiar en sí mismos, les estimulan y alientan constantemente.

Los niños pequeños necesitan que las personas adultas les hablen y les conversen, incluso cuando todavía no saben hablar. Todos los niños necesitan jugar, porque es jugando como aprenden y como se relacionan con otros niños. Todo niño es curioso, explorador e investigador, necesita explorar y experimentar, reflexionar por sí mismo y preguntar. El niño pregunta no por impertinente sino porque es inteligente.
Toda pregunta infantil es importante. 
 
El temor, el maltrato y el castigo inhiben, causan desorden y dolor en quienes los padecen, y por eso son antipedagógicos, tanto en el hogar como en la escuela. Si usted quiere alentar determinado comportamiento en su hijo o hija, amenace y castigue y logrará exactamente lo contrario. Si usted quiere concitar el interés por determinado tema de estudio, espolvoree miedo y verá con qué facilidad mata toda motivación.

Y es que el Amor es parte consustancial de la Calidad de la Educación: no es un componente aparte, un agregado a antojo, un insumo al margen. No existe "calidad y calidez", como oferta el cliché: la calidez es inseparable de la calidad.

Pedro no aprende rápido. Pronto es tildado de tonto y abandonado a su suerte. Termina repitiendo el año y, poco después, retirándose de la escuela. Condenado y culpabilizado,  Pedro queda marcado de por vida, predispuesto para el fracaso. ¿Cuánto de ello podría haberse evitado con un poco más de atención y de afecto, tanto de los padres como de los profesores?. ¿Acaso habría sido Pedro otra clase de alumno, otra clase de niño, si no se hubiese sentido solo, ignorado, incomprendido?.

Teresa tiene dificultades con matemáticas. Uno tras otro, profeso­ras y profesores contribuyen a reforzar su (auto)imagen de incapaz, de niña que deberá contentarse con un rol doméstico, sin aspirar a demasiados estudios y, mucho menos, a una profesión o un oficio más allá de las tareas del hogar. ¿Qué habría sido de Teresa si hubiera encontrado el profesor o profesora empeñados en ayudarle a identificar y desarrollar sus talentos en vez de sus debilidades?. ¿Dónde estaría Teresa si alguien se hubiese percatado que dibujaba y le hubiese convencido que tenía aptitudes especiales para el dibujo?.

Los casos de Pedro y Teresa son reales, y lastimosamente abundan en el mundo y a nuestro alrededor.

Por eso, si hemos de elegir un elemento a cambiar en nuestros sistemas educativos, elijamos el afecto. No cuesta un centavo, no implica trámites ni consultas, no requiere cursos ni postgrados ni tecnologías ni estándares ni expertos.

No hay política educativa, reforma curricular, capacitación docente, pedagogía o tecnología que pueda tener repercusiones tan significativas y duraderas sobre niños y jóvenes y sobre el futuro de la educación como una profunda reforma en el mundo de los afectos, tanto en el hogar como en el sistema educativo.  


* Reproducido en diario La Capital, Rosario, Argentina, 5 marzo 2011 

Para saber más
»
Toshiro Kanamori: La pedagogía de la empatía, del pensar en los demás, para ser feliz 

» Método Toshiro Kanamori. ¡Es posible enseñar empatía! 
» Videos sobre empatía y algún comentario
» Learning to care, Japan Broadcasting Corporation (NHK) - Japan Prize 2010

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» Carta abierta para niños y niñas que van a la escuela
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Sobre educadores, buenos educadores y profesionalización




Entrevista con Rosa Maria Torres
(Revista Nuevamérica Nº 122 “El educador como sujeto”, junio 2009)


1. ¿A quién se considera educador actualmente? ¿Quién ejerce la función de educador?

Educador(a) es alguien que se propone educar a otros. Educar es un acto intencional, implica intención de enseñar, formar, orientar, a otros. E implica un reconocimiento y una aceptación por parte de esos ‘otros’ de su papel de ‘educandos’.

Se afirma que “los padres son los primeros educadores”. Hoy y siempre, la función de educar la han asumido y ejercido en primer lugar padres y madres, o quienes hagan sus veces. Esta función continuará siendo esencial, sobre todo en la primera infancia pero también en la infancia, la adolescencia y la juventud de los hijos, no importa cuántas instituciones educadoras se creen o qué tecnologías se inventen. Precisamente, dada la importancia de la familia en el desarrollo y bienestar de niños y jóvenes, el Estado debería ofrecer a padres y madres las condiciones para cumplir de la mejor manera su rol de educadores: necesidades básicas satisfechas, conocimientos epecíficos sobre la crianza, sobre el aprendizaje y sobre el funcionamiento del sistema educativo. Padres y madres tienen asimismo derecho a programas de educación de adultos, a oportunidades de aprendizaje y superación a lo largo de la vida.

Además de la familia, la institución educadora por excelencia es el sistema escolar. Llamamos docentes, maestros o profesores a quienes ejercen allí la función de educar.  Luego están todos quienes educan por fuera de la familia y por fuera del sistema escolar. (Dada la centralidad de la educación en el hogar, deberíamos hablar de educación familiar y extra-familiar antes que de educación escolar y extra-escolar).

Educar no equivale a hablar, dar lecciones o clases. Como destaca la sabiduría común, la educación más efectiva no está en el decir sino en el hacer, en el aprender haciendo, en el enseñar con el ejemplo. Los hijos aprenden de sus padres no sólo a través de lo que escuchan sino de lo que ven. Los alumnos aprenden no sólo de lo que dicen sus profesores y de lo que está escrito en los textos, sino del ‘currículo oculto’, el que actúan sus compañeros, profesores y autoridades en el plantel. Lo que se aprende con los amigos, en el barrio o la comunidad, a través de los medios de comunicación, en el juego, en el trabajo, en el deporte, en el mundo virtual, en la participación social, en la vida política, por lo general no está escrito ni prescrito en ningún lado.

2. ¿Se trata de un profesional? Y si es así, ¿en qué sentido?

En nuestras sociedades se considera ‘profesional’ a quien posee un título. Esto es lo que los gobiernos tienen en mente cuando anuncian políticas o planes de ‘profesionalización’ docente: que todos los docentes – aspirantes o en funciones - tengan un título habilitante, en el nivel y campo correspondiente. Esta es una comprensión limitada de lo que implica ser un 'profesional' y actuar con 'profesionalismo'.

La carrera docente se ha configurado tradicionalmente como una carrera credencialista en la que cuenta, se atesora y premia cada curso, cada certificado de asistencia, cada diploma. Todo ello sirve para ascender de categoría, mejorar el salario, el estatus y, supuestamente, el desempeño profesional. No obstante, desde hace varios años las investigaciones y evaluaciones internacionales vienen confirmando que no existe relación directa entre calidad de la enseñanza y años de estudio, cursos tomados o títulos obtenidos por quienes enseñan. En definitiva: el título es importante pero no es suficiente para asegurar un buen profesional. Hay malos médicos, malos arquitectos, malos educadores, con currículos abultados.

La asociación entre ‘buena docencia’ y posesión de títulos académicos asume equivocadamente que: (1) el conocimiento (sobre qué y cómo enseñar) es el factor más importante de la buena enseñanza; (2) el conocimiento relevante para la docencia se adquiere solamente o principalmente a través de la educación formal y en instituciones académicas; (3) el título revela y asegura el nivel de conocimientos de quien lo obtiene. No obstante, el buen educador o educadora no se forma sólo en las aulas universitarias ni es necesariamente quien tiene más años de estudio, más títulos o mejores calificaciones en las pruebas; el buen educador se forma desde la infancia, en el entorno familiar, en su trayectoria como alumno en el sistema escolar, en su experiencia de vida y de trabajo, en la práctica misma de la enseñanza y en la reflexión cotidiana sobre su quehacer, a través del autoaprendizaje, gracias al esfuerzo y la voluntad de superación constante.

El profesionalismo se forja en la combinación entre teoría y práctica. Implica no sólo posesión de conocimiento sino sobre todo apertura hacia el conocimiento, criterio, aptitudes y actitudes coherentes con la actividad de enseñar, respeto hacia uno mismo y hacia los demás, responsabilidad, compromiso y pasión con lo que se hace. Un educador profesional es una persona autónoma, capaz de tomar decisiones informadas y flexibles en el desempeño de su labor, adaptándolas a cada grupo y contexto específicos. Un educador profesional no tiene miedo a decir “No sé” cuando no sabe, investiga y busca por su cuenta, está consciente de su necesidad de continuar aprendiendo a través de todos los medios a su alcance, sin necesidad de ofertas externas de recompensas, incentivos, o puntos para el escalafón.

El profesionalismo no está solo en el profesional sino en el contexto que lo valora y asume como tal. En otras palabras, un docente profesional requiere trato profesional, salario profesional, estima profesional. No se puede aspirar a contar con docentes de calidad, dedicados a su tarea y a perfeccionarla de manera permanente, si la sociedad no aprende a valorar la enseñanza como una actividad profesional y a discernir entre el buen y el mal educador.

La búsqueda de ‘profesionalización’ se ha extendido también a muchos ámbitos de la educación no formal. En el campo de la educación de personas adultas, por ejemplo, desde hace tiempo viene reclamándose ya no sólo capacitación sino ‘profesionalización’ para los educadores, entendiéndose por ello a menudo que los educadores de adultos también posean un título, por lo general el título de profesores regulares, ya que en pocos casos se oferta la educación de adultos como una carrera profesional.

Para los padres de familia menos mal no se plantea su ‘profesionalización’ ni la necesidad de un título para poder ejercer. Pero sí viene reconociéndose cada vez más la importancia de la educación de padres, de programas informativos y educativos para ayudarles a ser mejores padres, poniendo a su alcance lo mucho que hoy se sabe acerca del desarrollo y bienestar de niños y jóvenes, la crianza de los hijos, el diálogo padres-hijos, etc.

3. Considerando la pluralidad de roles, ¿cómo ve la formación de este profesional?

Imagino una formación de educadores muy distinta a la que ofrece la política gubernamental. Imagino a los mejores talentos, a los mejores especialistas, a los mejores científicos, pedagogos, artistas, literatos, poetas, sociólogos, psicólogos, lingüistas, animadores culturales, deportistas, dirigentes y activistas sociales y políticos, defensores de los derechos humanos, periodistas y comunicadores, asumiendo la formación de los educadores en cada uno de nuestros países. No leyendo apuntes ni resúmenes sino libros de verdad, de autores reconocidos a nivel nacional e internacional, no sólo en el campo educativo sino en muchos campos. No en aulas masivas sino en clases organizadas en grupos pequeños, que se presten para el diálogo, la pregunta, la participación. No solamente a través de clases magistrales sino también de mucho contacto y trabajo entre pares. No en espacios desprolijos sino en espacios limpios, agradables, bien equipados. No confiando la evaluación a pruebas y exámenes, sino mostrando lo aprendido en el análisis de situaciones concretas y la resolución de problemas reales, en la elaboración y ejecución de propuestas y proyectos en marcha o plasmables en la realidad.

Imagino una oferta educativa que sale de las aulas
(de las escuelas normales, los institutos pedagógicos, las universidades), que transcurre también al aire libre, se traslada a las instituciones escolares en el campo y la ciudad, a los barrios, a las comunidades, plazas, parques, mercados, bibliotecas, laboratorios informáticos y cafés Internet, talleres, fábricas, sitios históricos, museos, cines, galerías de arte, zoológicos...

Imagino un programa de aprendizaje itinerante y vivencial
que aprovecha todos los espacios, herramientas y modalidades para aprender, que promueve las excursiones, las visitas de campo, la experimentación, el encuentro permanente entre teoría y práctica, entre trabajo intelectual y trabajo manual. Una formación que hace realidad el aprendizaje a lo largo y ancho de la vida, que reconoce que se aprende no sólo de los libros sino del contacto con la realidad, con la naturaleza, con los demás, en la conversación y en el debate, en el acuerdo y en el desacuerdo, en el intercambio de experiencias,  en el aprovechamiento crítico de los medios masivos de comunicación, viajando, haciendo deporte, escuchando música, viendo una buena película, usando bien la computadora y el Internet. Como parte de su formación y de su desarrollo profesional, en fin, los educadores deben poder acceder no sólo a las modernas tecnologías – obsesión actual – sino a todos los recursos culturales, científicos y tecnológicos que están hoy disponibles para el disfrute, el desarrollo y la producción cultural y científica de la humanidad.

Imagino que, a través de programas oportunos y sistemáticos de formación y capacitación, se pone empeño en que todo educador/a aprenda a manejar competentemente las modernas tecnologías – la computadora, la navegación y la búsqueda en Internet, pizarras digitales, programas de software, cámaras de video y otros artefactos que vienen proveyéndose a las instituciones escolares en muchos países – antes de poner todo ello a disposición de los alumnos en las aulas.  Por absurdo que parezca, esto es justamente lo que viene haciéndose en materia de tecnologías: los educadores son los últimos en quienes se piensa, su capacitación (si se hace) se deja para el final, alentándose así una nueva y perversa asimetría entre educandos y educadores, un nuevo frente de resistencia, impotencia y subordinación docente, y una nueva fuente de disfuncionalidad en las instituciones escolares.

Imagino, en fin, una educación renovada y de la máxima calidad para los educadores, desde su formación inicial y a lo largo de su carrera, y sobre todo para aquellos que provienen de los sectores más pobres y de las trayectorias escolares más precarias, y que trabajan o trabajarán en los contextos y condiciones más difíciles. Una formación profesional en la que se encuentren educadores de todos los niveles y áreas, sin separaciones arbitrarias por edades, asignaturas o modalidades educativas, con ofertas diferenciadas sólo en aquello que exige tratamiento específico y especialización. Una experiencia educativa atractiva que encarne y muestre vivencialmente lo que se pide a los educadores ofrecer a sus alumnos: una educación activa, participativa, crítica, deliberante, creativa, emancipadora, que enseñe no sólo a aprender sino a gustar del aprendizaje, no sólo a pensar mejor sino a hacer mejor, no sólo a saber sino a utilizar el conocimiento para cambiar.

El problema principal no es de dinero sino de imaginación, de voluntad y de coraje para innovar y romper con viejos moldes.
De hecho, muchos de esos elementos que imagino los he visto plasmados en programas y experiencias, muchas veces realizados con recursos mínimos por movimientos sociales, organizaciones comunitarias o barriales, grupos de mujeres, ONGs, universidades, en países de ésta y de otras regiones.

Imagino a los mejores estudiantes y a los mejores ciudadanos interesándose de nuevo en la educación, no como una opción pragmática dictada por la supervivencia sino como una alternativa laboral atractiva, de tiempo completo. Una carrera docente que se da el lujo de seleccionar, que acepta solo a los de veras entusiasmados con hacer de la enseñanza una opción de vida, una fuente de realización personal y social, un motivo de alegría: la alegría del descubrimiento, del aprendizaje, de la lectura y la escritura, del sentirse socialmente relevante y útil. Si todo esto existe, no importan la edad, el género o la condición social, si vienen de escuela pública o privada, de una buena o de una mala experiencia escolar.

4. ¿Cuáles serían los principales aspectos a encarar en la formación de educadores?
Una parte importante de la seguridad y autoconfianza de todo educador es sentir que maneja los contenidos que debe enseñar así como los referidos a cómo enseñar, aunque ambos siguen de hecho aprendiéndose en el propio oficio de la enseñanza, y los contenidos estarán siempre sujetos a revisión, ampliación y actualización. Pero la buena enseñanza va mucho más allá del dominio de los contenidos específicos a enseñar y de cómo enseñarlos. Todo educador debe aspirar a una cultura general amplia. Esto es algo que no puede asegurar ningún programa de formación docente; es una labor de vida, forjada cotidianamente en la observación, la lectura, la escritura, el estudio por cuenta propia, el autoaprendizaje. Lo que sí puede hacer una buena formación profesional es ser, en sí misma, amplia; alentar la curiosidad y el deseo de aprender, el gusto por la lectura y la escritura, la necesidad de la investigación.

Lo que hoy muchos parecen olvidar, atrapados en la ilusión de la ‘sociedad del conocimiento ’, es que muchas de las claves que hacen al buen educador no tienen que ver con qué y cuánto sabe, sino con sus cualidades como persona, con su actitud hacia los demás, hacia el mundo, hacia el aprendizaje y hacia el propio conocimiento. No todo el mundo tiene madera de educador, igual que no todo el mundo tiene madera de médico, abogado, comerciante, pintor, músico o actor. Hay talentos, habilidades, predisposiciones, que facilitan o no la elección y el buen desempeño de cualquier oficio. En educación, antes se invocaba a la vocación; hoy la noción se ha ido perdiendo, pero el hecho y su necesidad siguen ahí.

Muchos esfuerzos de formación/capacitación docente vienen desaprovechándose porque se invierten en personas inadecuadas, sin las cualidades necesarias y sin interés genuino en la educación y en la enseñanza. Debería establecerse criterios claros de selección de los candidatos a educadores y orientar al respecto a quienes se aprestan a convertirse en tales, tentados por lo que suele considerarse una vía “fácil” y una de las pocas perspectivas que quedan de trabajo estable y remunerado. Asimismo, sería importante establecer un período de prueba, como se establece para el sacerdocio o debería establecerse para el matrimonio u otras opciones que implican compromisos prolongados y gran responsabilidad.

No importa qué materia enseñe y quiénes sean los educandos, la buena enseñanza implica algunos conocimientos, habilidades y actitudes esenciales. Los educadores deberían ser expuestos a reflexionar y debatir en torno a cuestiones claves como:
- lo que implica el derecho a la educación, incluidas las nociones de gratuidad, calidad y equidad;
- el aprender a aprender y el aprendizaje a lo largo de toda la vida;
- el respeto por el otro y la empatía (es decir, la capacidad y la voluntad para ponerse en el lugar del otro, diferente a uno);
- la importancia de la comunicación interpersonal y el diálogo en la relación educativa;
- la distinción entre desigualdad y diferencia, y la importancia de atender a ambas, promoviendo la igualdad en la diferencia;
- la distinción entre enseñar y aprender, entre aprendizaje y logro académico, entre prueba y evaluación, calificación y conocimiento, educación y educación escolar, comunidad educativa y comunidad escolar, información y comunicación, opinión y hecho, autoridad y autoritarismo;
- respeto y no mera tolerancia por el otro;
- las nociones de sistema y de proceso;
- el manejo de grupos heterogéneos (y el reconocimiento de que todo grupo lo es, en esencia);
- el verdadero sentido de lo que implica la atención personalizada;
- las virtudes de la colaboración y el trabajo entre pares, tanto entre educadores como entre educandos;
- la disciplina, qué es y cómo manejarla;
- la relación con y la participación de los padres de familia y la comunidad;
- el papel de las expectativas del educador sobre el aprendizaje de los educandos;
- el conocimiento previo y la necesidad de partir de él, reconocerlo y aprovecharlo en la enseñanza; - la importancia de la pregunta;
- la diferencia entre una buena prueba y una mala prueba, entre un buen y mal educador, entre una buena y una mala escuela.

Aprender a aprender es una necesidad imperiosa no sólo para los alumnos sino para los docentes en primer lugar. Todo buen educador es, necesariamente, un buen lector, alguien que aprecia y disfruta la lectura, y que encuentra también un lugar para la escritura en su vida cotidiana. No sólo los docentes de Literatura, sino todo docente, debería poder acceder a la literatura y disfrutarla.

La noción de ‘inteligencias múltiples’ tiene gran potencial desestructurador de viejos prejuicios escolares y sociales en torno a 'la inteligencia'. Los ocho tipos de inteligencia identificados por Howard Gardner (inteligencia verbal-lingüística, lógica-matemática, visual-espacial, musical, corporal-cinestésica, intrapersonal, interpersonal, y naturalista) y que toda persona posee en alguna medida, destronan la vieja dicotomía ‘tonto’/’inteligente’ que tanto daño ha hecho a la enseñanza y al aprendizaje, al prestarse a tantos malentendidos y prejuicios especialmente en contra de los pobres (tildados de tontos y de vagos por la ideología dominante, autojustificatoria de la desigualdad, y lastimosamente tan extendida en la sociedad y entre los educadores) y de las mujeres (en tanto la inteligencia ha permanecido asociada a la capacidad matemática, área que la investigación científica muestra más desarrollada entre los hombres que entre las mujeres; otro sería el estatus cognitivo atribuido a las mujeres si fueran las habilidades del lenguaje – mucho más desarrolladas en las mujeres que en los hombres - las elegidas como indicativas de ‘la inteligencia’).(Aquí pueden bajarse varias obras de Gardner, en PDF).

Toda educación de educadores debería incluir un núcleo central dirigido a combatir estereotipos y discriminaciones, no a partir de consignas sino de información pertinente y actualizada sobre todas esas áreas en las que predomina la ideología antes que el conocimiento fundamentado y la razón. Muchos vicios de la mala enseñanza están enquistados en incomprensiones y prejuicios en contra de los niños/as, las mujeres, los pobres, la edad adulta, los ancianos, las personas con capacidades especiales, los que aprenden ‘lento’, los que tienen ‘sobre-edad’, las personas que nunca han ido a la escuela y los niños y niñas que tienen padres analfabetos, los fácilmente diagnosticados como ‘hiperactivos’ o con ‘problemas de aprendizaje’, los que hablan demasiado, los que preguntan, los que no aceptan órdenes sin explicación. Como bien decía Paulo Freire, “no hay errores metodológicos, son errores ideológicos".

En el programa de estudios de todo educador deberían estar las obras de Edgar Morin
(“Introducción al pensamiento complejo”, “La cabeza bien puesta”, “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” (el libro puede descargarse gratuitamente aquí), no para recitarlos de memoria o pasar un examen, sino como alimento intelectual para reflexionar sobre algunos de los temas y dilemas que se plantean en torno al pensamiento, el conocimiento, la enseñanza y el aprendizaje en el mundo actual. En particular, todo educador debería manejar estos siete saberes indispensables: 1. Las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión  (el desarrollo del conocimiento científico es un medio poderoso de detección de errores y de lucha contra las ilusiones); 2. Los principios de un conocimiento pertinente (la necesidad de una revolución paradigmática del pensamiento y de la organización del conocimiento, abandonando los saberes fragmentados y parcelados en favor de saberes multidisciplinarios, multidimensionales, transversales); 3. La complejidad de la  realidad y de la condición humana (los enormes avances en la comprensión del ser humano en la sociedad y en el universo a partir de diversas ciencias);  4. La identidad terrenal (una identidad que ya no es sólo local o nacional sino planetaria); 5. Las incertidumbres (aprender a vivir en un mundo regido por la incertidumbre y un futuro cada vez más impredecible, aceptando entre otros los límites y la transitoriedad del conocimiento, la inexistencia de verdades absolutas y para siempre); 6. La comprensión (verdadero sentido de la educación pues sin comprensión no hay aprendizaje, y los muchos obstáculos que la dificultan, entre ellos los prejuicios y la dificultad para aceptar lo diferente); y 7. La ética del género humano (un llamado a trabajar por la unidad y la conciencia planetaria, por una ética de la solidaridad y el respeto a las diferencias, por la democratización del conocimiento y de la participación ciudadana en los asuntos públicos y en la política).

Todo educador debería leer la obra de Immanuel Wallerstein sobre los sistemas históricos y la civilización, así como a Eric Hobsbawm, para ubicarse mejor en el mundo y en la época que le tocó vivir, entender la historia en una nueva dimensión esclarecedora del presente y de los caminos que se abren para la humanidad en el futuro.


Todo educador y educadora latinoamericana debería leer y enseñar a sus alumnos a leer a Eduardo Galeano, uruguayo, nuestro y universal, escritor y periodista que ha logrado reunir en su oficio una rara mezcla del buen escribir, el buen informar y el buen animar a pensar. Con un estilo de escritura que resulta no sólo accesible sino placentero para cualquier lector, joven o adulto, Galeano se toma el trabajo de ponernos al día, por encima de la multitud de pequeñas noticias sueltas con que nos desinforman todos los días los medios masivos en esta abrumadora ‘sociedad de la información’, y de ponernos a pensar de manera reflexiva, crítica, movilizadora, en torno a los grandes titulares, crisis, problemas y dilemas del mundo actual. Sus sustanciosos artículos de divulgación, de una o dos páginas de extensión, se publican en algunos de los principales diarios de América Latina y están disponibles en Internet, en diversos sitios web y de manera gratuita.

5. ¿Cuál es el papel del Estado en la formulación de políticas públicas dirigidas a la formación de educadores?

1) El Estado debe ser consecuente con la retórica de “la importancia de los educadores” en la calidad de la educación y en el cambio educativo. Asumirlo de verdad implica dar prioridad y urgencia a su formación integral, y replantear las prioridades tradicionales del gasto en educación, que privilegia la infraestructura y el equipamiento, la “obra tangible” que concita aprecio social, visibilidad pública y rédito político. Ya sabemos - y todas las investigaciones y evaluaciones lo confirman a nivel internacional - que en la calidad de quienes educan radica la clave de la calidad de la enseñanza, mucho más que en la infraestructura o la tecnología. Como se viene reconociendo y repitiendo hasta el cansancio, no hay computadora que sustituya a un buen educador. No obstante, las políticas siguen ignorando esta constatación, repitiéndola retóricamente pero negándola en la realidad.

2) El Estado debe avanzar hacia la construcción de un solo sistema unificado pero diferenciado de formación de educadores, que articule formación inicial y en servicio como un continuo. El Aprendizaje a lo Largo de la Vida es un imperativo, en primer lugar para los educadores.

3) El estado debe asumir un paquete de políticas que encaren la cuestión docente de manera integral, no sólo la formación sino sus condiciones de trabajo y de vida, así como su valoración profesional y social. Tanto en Finlandia como en Cuba – Finlandia, el país que viene obteniendo los mejores resultados escolares a nivel mundial, en las pruebas internacionales PISA; Cuba, el país que viene obteniendo los mejores resultados escolares en América Latina y el Caribe, en las pruebas realizadas por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) – los educadores gozan de alto respeto profesional y social. En Finlandia, ni los educadores ni las instituciones escolares son objeto de evaluación externa: la evaluación se da “hacia adentro”, más bien como autoevaluación en el marco de toda la institución; la sociedad confía en el profesionalismo del sistema y de sus educadores, y el gobierno se encarga de que esa confianza se asiente sobre bases sólidas.

4) El Estado debe comprometerse con la consulta y la participación de los educadores y sus organizaciones para definir y consensuar las políticas docentes y las educativas en sentido amplio. Como muestra abundantemente la experiencia, nada que se haga de manera impositiva y vertical, sin contar con la comprensión y el aporte de los educadores, funciona. Por lo demás, el propio proceso de información, diálogo, participación y negociación es una valiosa oportunidad educativa y formativa de los educadores en tanto educadores y en tanto ciudadanos.

5) El Estado debe comprometerse a concretar las políticas en la realidad y darles suficiente vida en el tiempo como para generar cambios efectivos, aprender en el proceso y rectificar donde sea necesario. Las políticas por sí mismas no valen nada a menos que se traduzcan en hechos. Es sorprendente la atención que se da hoy a ‘las políticas’, como si de ellas dependiera todo, cuando en verdad muchas de dichas políticas se quedan en el papel, generando grandes gastos, grandes expectativas y grandes frustraciones.

6. ¿Y en lo que se refiere a las universidades?

Son las universidades - públicas y privadas - las llamadas a formar los profesionales, los educadores entre ellos. No obstante, las universidades están en ‘crisis’ hace tiempo y en deuda con la sociedad. En general, su funcionamiento y sus resultados vienen dejando mucho que desear desde el punto de vista de la producción de conocimiento y la formación de profesionales idóneos. Su papel viene siendo especialmente deficitario en el campo de la formación docente. Las Facultades de Ciencias de la Educación suelen estar entre las más deprimidas financiera e intelectualmente, entre otros dada la subvaloración del oficio docente en nuestras sociedades, cerrándose así el círculo vicioso.

Sin cambios importantes en la institucionalidad y la cultura universitarias, y en la valoración social efectiva de la profesión docente, la formación docente no puede avanzar. Muchas universidades vienen mal formando educadores hace décadas, con enfoques teóricos y librescos alejados de la realidad y de la práctica docente concreta, con contenidos obsoletos a menudo a cargo de profesores que dictan su materia durante años, sin actualizarse y sin una pizca de pasión. Los mejores profesores prefieren muchas veces enseñar en otras carreras. ¿Cómo pueden los y las educadores aprender a aprender, a investigar, a gustar de la lectura y la escritura, a pensar de manera compleja, a trabajar de manera interdisciplinaria, si quienes los forman siguen apegados a viejas formas de pensar y de enseñar, a feudos disciplinares, a visiones de la educación y del cambio educativo que corresponden al siglo que quedó atrás?

7. ¿Quisiera agregar algo?

Un mensaje a quienes toman decisiones en torno a políticas y programas. Un llamado a cambios radicales, no a más de lo mismo, no más al modelo de preparación docente que no ha funcionado. Si ya sabemos que lo que se ha venido haciendo no ha tenido impactos reales sobre la calidad de la enseñanza, ¿por qué seguir haciéndolo?  ¿Para qué y por qué seguir evaluando lo que ya sabemos sin necesidad de evaluaciones? ¿Por qué no actuar sobre lo que ya sabemos, que es mucho, sin tener que esperar a contar con más “evidencias empíricas” de lo que está mal y no funciona?

Un mensaje a los dos principales educadores de niños y jóvenes: padres y docentes. Un llamado a que comprendan mejor sus roles y sus diferencias, y actúen complementándose en lugar de ignorándose o culpabilizándose mutuamente. Los padres - y sobre todo las madres - de familia no son docentes a domicilio, su labor no es hacer las tareas escolares ni enseñarles a los hijos lo que no aprendieron en la escuela o el colegio; ese es dominio y responsabilidad  de la educación escolar. Los docentes tienen una tarea difícil, que requiere la comprensión y el apoyo de los padres. Los padres de familia aman a sus hijos y tienen un conocimiento sobre ellos que es indispensable para el sistema escolar; quieren ser llamados a la escuela no sólo para recibir instrucciones sino para ser escuchados, y no sólo para recibir reclamos sobre sus hijos sino también alabanzas y buenas nuevas. Ambos, si son buenos educadores, deben ceder su protagonismo, poner en el centro a sus hijos y alumnos respectivamente, y descartar el viejo método de “la letra con sangre entra” que viola los derechos humanos, mete miedo en las relaciones, aniquila el gusto por el aprendizaje y no funciona ni en el sistema escolar ni en la familia.  El día que tanto padres de familia como docentes tomen plena conciencia de que las acciones educan igual o más que las palabras, cambiarán radicalmente muchos comportamientos y relaciones en la familia y en la institución escolar.

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¿Por qué los padres de familia sólo existen para los problemas?

Para mi hijo Julián


Rosa María Torres


Junto con la libreta de calificaciones, el colegio al que va nuestro hijo acostumbra enviar comentarios individualizados de cada profesor. Al final de su informe, el profesor o profesora de cada materia llena una casilla en la que registra si necesita o no hablar con los padres del alumno.

En la primera evaluación de este año, cuatro profesores pedían hablar con nosotros (los padres) y cinco consideraban que no era necesario. Coincidentalmente, los que solicitaban la entrevista eran los profesores insatisfechos, los que encontraban algún aspecto negativo en el rendimiento o la conducta de nuestro hijo. Los profesores que no consideraban necesario hablar con nosotros - Español, Computación  Educación para la Salud, Arte, y Educación Física- estaban satisfechos y tenían incluso alabanzas.

Por mi parte, me negué esta vez a seguirle el juego al sistema escolar: solicité entrevista con todos los profesores, no sólo con los que querían hablarnos mal sino también con quienes querían hablarnos bien de nuestro hijo. ¿Por qué los padres de familia hemos de ser llamados sólo cuando hay problemas?. ¿Por qué hemos de ser vistos únicamente como depositarios de quejas, cómplices para la reprimenda, la mano dura, la actitud ejemplar?. ¿Por qué no puede llamársenos, también, y con la misma urgencia e importancia, para hacernos saber los méritos de nuestros hijos, sus fortalezas, sus descubrimientos, sus esfuerzos, sus logros, sus hazañas?.

Muy distinto sería el sistema escolar, la relación con los alumnos y los padres de familia, si el premio tuviera más peso que el castigo, la virtud fuese más destacada que el defecto, el pequeño logro resultara más importante que el pequeño fracaso.

¿Cómo sería si niños y jóvenes supiesen que el llamado a la oficina del rector o el inspector significara felicitación, no regaño ni castigo?. Rectoría e Inspectoría serían recintos peleados por los estudiantes; ser llamado sería motivo de alegría y orgullo, no de terror.

¿Cómo sería si las reuniones de padres de familia se convocaran con el objetivo de informar acerca de los avances y los aprendizajes de los alumnos, más que con el de refregar la falta de hábitos de estudio, la impuntualidad, la indisciplina y los mil conocidos males que, desde la perspectiva escolar, acosan a los alumnos?. Más padres y más animosos asistirían a las reuniones, más fuerte sería la complicidad entre padres y maestros para sacar adelante a esos niños y jóvenes que requieren su ayuda. 

La próxima vez que una autoridad escolar le envíe una nota poniéndole al tanto de algún aspecto negativo de su hijo o hija, no dude en agregarle usted otra solicitándole le informe, al mismo tiempo, de algún aspecto positivo. La próxima vez que le convoquen a una reunión de padres de familia, solicite se incluya en la agenda de la reunión, además de las secciones conocidas de Quejas, Reclamos, Problemas y Advertencias, un punto que trate expresamente sobre "Lo que nuestros hijos e hijas saben y hacen bien, y merece por tanto reconocerse, felicitarse y estimularse".

* Originalmente publicado en la revista dominical Familia del diario El Comercio, Quito, 13 enero 1991

Creencias equivocadas en torno al lenguaje




▸ Lo que hablan los grupos indígenas no son idiomas sino dialectos.

Se puede aprender a leer y escribir en una lengua que no se entiende (si se pertenece a un grupo subordinado).

▸ La persona bilingüe es la que habla una lengua extranjera, además de la propia.

▸ La educación bilingüe (y el ser bilingüe) complica y retrasa la adquisición de la lengua escrita.

▸ En la educación bilingüe hay que alfabetizar dos veces, una en cada lengua.

▸ Todas las personas (y en todas las lenguas) aprenden a leer y escribir de la misma manera.

▸ Hay algo llamado "hablar bien"; la escuela está para enseñarlo.

▸ Hay algo llamado "escribir bien"; la escuela está para enseñarlo desde el inicio de la alfabetización.

▸ El que habla mal, lee y escribe mal (tiene "mala ortografía").

▸ Los pobres "hablan mal" (y esto es determinante en su rendimiento escolar).

▸ Siempre son otros (hablantes de otros países, de otras regiones dentro del mismo país) los que "hablan mejor".

▸ Sólo hay dos posibilidades en relación a la lengua escrita: se es analfabeto o se es (o está) alfabetizado.

▸ La noción de alfabetización  (y analfabetismo) se refiere solamente a adultos.

▸ El que no fue a la escuela es analfabeto; el que fue a la escuela es alfabetizado.

▸ El que no sabe leer y escribir, no sabe nada (“el analfabeto es ignorante”).

▸ El analfabetismo es una lacra a erradicar.

▸ Existe alfabetización (a secas) y alfabetización funcional.

▸ Después de la alfabetización (de adultos) viene la post-alfabetización.

▸ Los adultos son más torpes y lentos que los niños para aprender (a leer y escribir, y en general).

▸ Descifrar es leer; hacer trazos o copiar es escribir.

▸ Enseñar a leer y escribir (a niños o adultos) es una tarea sencilla.

▸ Se aprende a leer y escribir en poco tiempo (uno o dos grados en la escuela, un corto programa para los adultos).

▸ Se empieza a aprender a leer y escribir en la escuela.

▸ Sólo se aprende a leer y escribir en la escuela.

▸ Hay que empezar la alfabetización cuanto antes (en el pre-escolar).

▸ Para asegurar la lectura, basta con distribuir materiales de lectura a las escuelas o a las bibliotecas.

▸ El que aprendió a leer, lee; el que aprendió a escribir, escribe.

▸ Hay que leer lento para asegurar la comprensión.

▸ Velocidad lectora es sinónimo de calidad lectora.

▸ Alfabetizar es una cosa; desarrollar la expresión oral es otra.

▸ Recitar o contestar preguntas es desarrollar la expresión oral.

▸ Se aprende a leer y escribir de la misma manera que se aprende a hablar.

▸ Para aprender a leer y escribir no importa el método.

▸ La clave de la alfabetización está en el método.

▸ Los problemas que se presentan con la lectura y la escritura son problemas de aprendizaje, no de enseñanza.

▸ Leer es "lo contrario" de escribir.

▸ Lectura y escritura son inseparables en el proceso de enseñanza y aprendizaje (la "lecto-escritura").

▸ La verdadera lectura es en voz alta.

▸ Escribir es "poner por escrito lo que se dice".

▸ El que lee bien y mucho, escribe bien (tiene "buena ortografía").

▸ Se aprende a leer en libros o cartillas de lectura (para aprender a leer), no en libros de verdad (para leer).

▸ El lugar para leer es la biblioteca (lugar donde se guardan libros).

▸ El libro es el objeto de lectura por excelencia.

▸ Leer es sinónimo de “apreciar los clásicos de la literatura universal”.

▸ La categoría “lector” se aplica a quienes leen  libros (determinado número de libros al año).

▸ Leer es sinónimo de estudiar; leer por placer es un privilegio que sólo pueden permitirse unos pocos.

▸ Hablar en clase es malo (sinónimo de ruido); estar callado es bueno (sinónimo de atención, orden, disciplina).

▸ Los únicos educadores que tienen que ver con el desarrollo del lenguaje son los que trabajan en los primeros grados y los de Lengua y/o Literatura.

▸ Son los alumnos los que tienen que aprender a leer y sobre el lenguaje; los educadores ya saben.

▸ La televisión mata el interés por la lectura y la escritura (y terminará por hacer desaparecer los libros).

▸ Internet es enemigo de la lectura y la escritura (y terminará por hacer desaparecer los libros).

***

* Tomado y adaptado de: Rosa María Torres, "Dime cómo te relacionas con el lenguaje y te diré cómo enseñas: La incomprensión en torno al lenguaje como obstáculo para una propuesta educativa renovada". Conferencia pronunciada en el 5° Congreso Latinoamericano de Lectura y Escritura, Fundalectura, Bogotá, 13-17 de Abril de 1999. Incluida en: La formación de docentes: Memorias, 4° Congreso Colombiano y 5° Latinoamericano de Lectura y Escritura. Bogotá: Fundalectura, 1999.

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Zapatos para ir a la escuela



En Montego Bay, Jamaica, conocí a Henry, 51 años, viudo desde hace seis años y desempleado desde hace cuatro, y desde entonces ganán­dose la vida en lo que puede, haciéndose sus dólares sirviendo de guía de turistas por la ciudad.

Henry camina bailando raegge por la calle, saludando a todo el mundo, alegre como si tu­viera todo resuelto en la vida. Durante el almuerzo, al narrar su historia, nos cuenta sobre sus cuatro hijos a quienes este año no pudo enviar a la escuela porque no tienen zapatos. Com­pró las camisas, faldas y pantalones, pero el dinero se le acabó al llegar a los zapatos. Ha logrado ahorrar unos dólares - cuando le invitamos a almorzar nos dice que, sincera­mente, prefiere una propina - y cal­cula que en dos semanas podrá juntar el dinero necesario. Los niños están atrasados ya dos meses a clases, pero él confía en que los acep­tarán. ¿No pueden ir descalzos, al menos hasta que tengan los zapatos?. No. La escuela exige el uniforme completo.

La situación de Henry y sus hijos es la situación de millones de familias en el mundo. Sin embargo, pasa en buena medida desaperci­bida en los diagnósticos y políticas educati­vas. Los factores que corrientemente se mencionan para explicar por qué niños y niñas se quedan fuera de las aulas o se retiran al poco tiempo, son: desi­dia de los padres y falta de aprecio por la educa­ción, sobre todo para el caso de las niñas; falta de es­cuelas o de maestros, o bien asistencia irregular de estos últimos; distan­cias que hay que recorrer a pie; mala calidad de la educa­ción e ir­relevancia de los contenidos; maltrato; inadecuación de los horarios e inflexibili­dad de los calendarios escolares. Cuando se mencionan costos, puede tenerse en cuenta el costo de oportunidad del trabajo infan­til y los costos ocultos de una educación supuesta­mente gratuita (útiles escolares, uniformes, cuotas, etc). Pero pocos parecen tener claro el peso que pueden llegar a tener los unifor­mes como factor limi­tante del acceso escolar y desencadenante de la deser­ción.

El uniforme, oneroso de por sí, significa para los pobres un obstá­culo más en la educación de sus hijos. Sin importar condición eco­nómica ni clima ni gustos ni necesidades, hay que com­prar la falda a cuadros, el pulover de manga larga, la corbata, la camisa caqui o la blusa blanca, las medias con raya azul, los zapatos negros y los de educa­ción físi­ca, insignias, charreteras, gorros, bandas, musetas, capas. En zonas urba­nas y rura­les, en frío y en calor, para ir en bus o a pie, para cruzar calles, charcos o matorrales.

Es un hecho: la exigencia del uniforme escolar está impidiendo a muchos niños pobres del mundo acceder a la escuela o permanecer en ella. Universalizar el acceso y mejorar la retención escolar pasan por abolir algunas tradiciones que, como la del uniforme, sólo agregan peso a la ya pesada carga de la educación de los pobres.

* Reportaje incluido en: Rosa María Torres, Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuaderno de viajes, Paidós, Buenos Aires-Barcelona-México, 2000.

Refranero escolar



Quien mucho abarca, poco enseña.
            De tal maestro, tal alumno.
Dime cómo enseñas y te diré quién eres.
            Al mal maestro los alumnos le estorban.
El que a buen maestro se arrima, buena sombra le cobija.
            En casa de maestro, pedagogía de palo.
Nadie sabe para quién estudia.
            Tanto va el alumno a clases que al fin se cansa.
La calidad no está en las sábanas.
            Al que no tiene hijos, el diablo le da alumnos.
Quien con alumnos se junta, a enseñar aprende.
            Al maestro rogando y con el libro dando.
Alumno que se porta mal, no muerde.
            A maestros gritones, oídos sordos.
Obras son amores y no buenas calificaciones.
            Candil de la calle, oscuridad de la escuela.
Deber cumplido, corazón contento.
            Quien nada enseña, nada teme.
El que hizo la prueba, hizo la trampa.
            Niño que no has de traumatizar, déjalo jugar.
Más vale tema comprendido que cien memorizados.
            Más vale tarde que ausente.
Al atrasado le muerde el inspector.
            No enseñes a otro lo que no quieres que te enseñen a tí.
En la puerta de la escuela se quema la gana de entrar.
            No por mucho estudiar se aprende más temprano.
En casa del aplazado no hay que mentar las vacaciones.
            A la tercera... se va de la escuela.
Del alumno caído todos hacen leña.
            Más sabe el maestro por viejo que por diablo.
Llórame pobre, pero no perdido el año.
            Quien mal aprende, mal acaba.
Quien mucho dicta, mucho yerra.
            A falta de texto, buenos son apuntes. 
En buen hambre de lectura no hay libro duro.
            El ojo de los padres engorda al alumno.
Cuando el aula suena, alumnos contentos trae. 
            No hay alumno bueno ni maestro malo.
No hay peor maestro que el que no quiere oír.
            Al mal maestro, buena cara.
Enséñame despacio, que estoy de prisa.
            Timbre tocado, alumno volado.
Quien copia a un copión, cien años de perdón.
            El que sabe y no sopla, atrancado morirá.
La constancia vence lo que la escuela no alcanza.
            El que se sienta al último, copia mejor.
No hay educación que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
            Quien a reglazos aprende, a reglazos enseña.
Al que nació para maestro, del cielo le caen las tizas.
            Prueba avisada no mata gente.
Al buen alumno, pocas palabras.
            El alumno grande se come al chico.
La educación bien entendida empieza por casa.
         
   Aquí hay niño encerrado.

La letra con audio entra.
           
Mucha computadora y pocas nueces.
A reforma educativa revuelta, ganancia de vendedores.

            Abril, computadoras mil.
Laptops para hoy, hambre para mañana...
           A computadora regalada sí hay que mirarle los dientes.
Aunque pobre, eructa a wifi.
           Dime quién te financia y te diré quién eres.
Quien mal duerme, mal aprende.
            Tesis que no has de plagiar, déjala correr.
El que sabe, sabe. El que no, se apunta a un PhD.
            Cada profesor con su tema.
Dime qué puntaje sacaste y te diré quién eres.
          A quien madruga Dios no le ayuda.

© Rosa María Torres

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