Las tecnologías fallan, los misioneros no (México)


Plazas Comunitarias del INEA y Misiones Culturales de la SEP.
Visita al Municipio de Huiramba, Michoacán, México (20 febrero, 2006)


Este reportaje es parte del estudio “Alfabetización y acceso a la cultura escrita por parte de jóvenes y adultos excluidos del sistema escolar en América Latina y el Caribe”, financiado por el CREFAL. Entre 2006 y 2009 visité programas de alfabetización y de promoción de la lectura y la escritura en nueve países de la región (Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, México, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela).


Hemos venido a Huiramba – pequeña localidad a 35 kilómetros de Morelia, capital del estado de Michoacán - pues nos han dicho que aquí está instalada una Misión Cultural.

Joya de la educación mexicana, las Misiones Culturales fueron creadas en 1923 por José Vasconcelos, primer Secretario de Educación Pública de México, a fin de promover el desarrollo integral de las comunidades rurales, especialmente indígenas. “Por su servicio a la educación” recibieron en 1970 el premio Nadezda K. Kroupskaia de la UNESCO.

Las Misiones Culturales debían atender las necesidades educativas de la comunidad y apoyar la naciente escuela rural. Miles de maestros misioneros fueron enviados a recorrer el país, a aprender sobre las condiciones de vida de la gente y, sobre todo, de los indígenas, y a reclutar y capacitar maestros rurales. El objetivo del maestro misionero era “conseguir, en el menor tiempo posible, la preparación de alumnos-maestros que vuelvan a sus pueblos a enseñar al mayor número de niños y de niñas a leer y escribir”.

La Casa del Pueblo, creada por Vasconcelos, era el lugar de reunión de los maestros rurales, los maestros misioneros, los estudiantes y la comunidad en general. Funcionaba en cualquier lugar, en una oficina pública, en un domicilio particular, en la plaza del pueblo. Para enseñar tampoco se requería un edificio o un aula. Se trataba de:

- poner a la escuela al servicio de la comunidad y la comunidad al servicio de la escuela;
- desarrolar la producción agraria;
- generar cultura cívica, hábitos de ejercicio, higiene y alimentación;
- desarrollar el conocimiento
- promover las manifestaciones artísticas.

Cientos de maestros misioneros se formaron en el CREFAL (entonces Centro Regional de Educación Fundamental para la América Latina), creado en 1951, en Pátzcuaro, Michoacán, por la UNESCO. Muchos estudiantes del CREFAL realizaban prácticas con los misioneros en terreno. El paradigma de la época era la Educación Fundamental, “un intento de salvar a una generación facilitándole la educación mínima que necesita para mejorar sus medios de vida, su salud, su productividad y su organización social, económica y política” (UNESCO, 1951).

Muchas cosas han cambiado desde entonces pero la Misión Cultural subsiste con sus perfiles básicos: una oferta educativa comunitaria, que opera en y desde la comunidad, en comunidades rurales con una población de mil a cinco mil habitantes. Una “escuela ambulante” y una “escuela sin muros” que combina educación y capacitación. El grupo de misioneros – 10 personas - llega a una comunidad y permanece allí durante dos años, es alojada por miembros de la comunidad y se integra a ésta. Cumplida su tarea, se traslada a otra comunidad.

Cada miembro de la Misión tiene una especialidad y una función: Jefe de la Misión, Trabajadora Social, Enfermera, Maestro de Actividades Recreativas, Maestro de Música, Técnico Agrícola y Ganadero, Maestro de Carpintería, Maestro de Albañilería, y Profesor de Educación Básica para Adultos. También hay Especialidades Optativas: Belleza, Electricidad, entre otras.

En Michoacán existen 26 Misiones Culturales - distribuidas en Morelia, Uruapan, Zamora, Zitácuaro y Lázaro Cárdenas – atendiendo a 1.874 hombres y 4.388 mujeres.

Cada Misión está a cargo de tres programas:

a) Desarrollo Comunitario, destinado al mejoramiento económico, social y material de familias y comunidades.
b) Capacitación para el Trabajo, para mayores de 15 años, en: Corte y Confección, Cocina y Repostería, Juguetería y Florería, Primeros Auxilios, Higiene Personal y del Hogar, Agricultura, Horticultura, Apicultura, Fruticultura, Carpintería, Albañilería, Música y Canto, Danza, Deportes, Belleza, Industrialización de Frutas, Legumbres y Lácteos.
c) Educación Básica para Adultos, para mayores de 15 años. Incluye alfabetización, educación primaria y asesoría en educación secundaria.

Para instalar una Misión Cultural se requiere:

- Solicitud firmada por la Autoridad Municipal, dirigida al Director de Educación Extraescolar.
- Facilitar espacios físicos para instalar los talleres y alojar a los maestros de la Misión.
- Trasladar los equipos y herramientas de trabajo de la Misión Cultural de la comunidad en que estaba laborando, a la nueva comunidad.
- Compromiso de las Autoridades Municipales, ejidales, educativas y de todo tipo a apoyar el trabajo de la Misión Cultural y la participación de la población en los diversos programas.

La Misión Cultural trabaja con toda la comunidad y todas las edades: niños, jóvenes y adultos. Busca responder a necesidades básicas de aprendizaje de todos, aprendizajes necesarios para la vida. Aprovecha y usa los espacios disponibles en cada comunidad, públicos y privados, sin necesidad de crear nueva infraestructura.

1) La Pl@za Comunitaria

En la entrada al pueblo encontramos una casa con puerta de metal y este cartel.

He visitado otras Plazas Comunitarias, un proyecto estratégico del INEA. Cada una es diferente y hay niveles muy dispares entre ellas. Me interesa ver ésta. Paramos y entramos.


Adentro, una sala de computadoras. Un joven sentado en una mesa, tomado por sorpresa, se levanta como un resorte ante nuestra presencia. El espacio es nuevo, el mobiliario moderno y el equipamiento informático de última generación. Hay 9 computadoras cubiertas con plásticos.

Nos explica que hace tres meses surgió un desperfecto en la red, ha llamado varias veces al INEA (Instituto Nacional para la Educación de los Adultos) pidiendo la visita de un técnico. El lugar solía llenarse, sobre todo de jóvenes, pero desde que se dañó el sistema no llega nadie.

La sala contigua es el aula de audiovisuales, también vacía. Mesa, estante con libros de texto y videos, televisor. El joven nos explica que a las 5 de la tarde funciona aquí un punto del alfabetización que usa el método cubano ‘Yo Sí Puedo’. Hay 8 señoras inscritas.

2) La Misión Cultural

Ya en el pueblo, preguntamos por la Misión Cultural. Todos la conocen. Está repartida por todo el pueblo. Ahora mismo podemos ver actividades de Belleza y Música. Hasta el año pasado se hizo Alfabetización, utilizando el programa cubano 'Yo Sí Puedo' (que aquí se llama Alfa-TV).

La oficina de la Misión está en una casa que da a la plaza central. Entrando, a un costado de un largo zaguán, el pequeño cuarto tiene escritorio, silla, estante, varios afiches, cuadros y calendarios en las paredes, una máquina de escribir eléctrica, un perchero, una cocineta.

La clase de Belleza


Seguimos por el zaguán, gradas abajo, y llegamos a un patio que nos recibe con este cartel

CULTORA DE BELLEZA
Misión Cultural Nº 3
SEP

Cinco mujeres están aprendiendo con una misionera. La clase hoy es sobre decoloración. En la mesa hay varios maniquíes, cabezas con pelucas con las que trabajan. También hay pequeñas vitrinas de madera dentro de las cuales hay cuadros hechos con mechones de pelo pintados de colores. Hacen estas vitrinas para venderlas como adornos. Son muy codiciadas, nos dicen, se venden bien.

La clase de Música

 La clase de Música transcurre en un aula cedida por la escuela a las tardes. Todos los hombres del pueblo parecen estar aquí, desde adolescentes hasta personas mayores. Están aprendiendo solfeo, bajo la batuta de un entusiasta misionero. Los alumnos siguen sus indicaciones al pie de la letra: aplauden, alzan las manos, las golpeean contra los pupitres, chasquean los dedos...

El lugar transpira alegría. Hay espectadores participando desde afuera. (Inevitablemente, imagino la clase de la mañana y, también inevitablemente, la imagino muy distinta).

Conversando luego con el misionero nos dice que el objetivo es crear una banda. Debe estar lista y funcionando en dos años, que es su período de estancia en la comunidad, antes de mudarse a otra. Cada pueblo tiene su banda. Ya ha empezado la campaña para conseguir los instrumentos musicales (saxofón, saxo, trompeta, clarinete) y está seguro de lograrlo, buscando padrinos entre las autoridades locales.

Afuera, en la plaza, varias mujeres empiezan a juntarse y a preparar sánduches para los futuros músicos de la banda. Dos misioneras organizan y ayudan en esta tarea.

Una clase de Música tiene el poder de unir a todo el pueblo, de involucrar a varias generaciones, de generar todos los días espíritu de comunidad y de fiesta.

El Centro de Salud


Como hemos constatado en otras visitas, en el México rural e indígena la Salud es, junto con la Política, la que más aporta a la construcción de un ambiente letrado. El Centro de Salud se identifica por los abundantes carteles ubicados afuera y adentro, con los temas más diversos y siempre alguno de actualidad. Pocos, eso sí, pensados para lectores incipientes. Aquí también hay una misionera, a cargo de primeros auxilios.

CENTRO DE SALUD
MEDICAMENTOS DISPONIBLES
AQUÍ RECETADOS
GRATIS

EL MACHISMO PONE EN RIESGO A MUJERES Y HOMBRES
¡TU PUEDES CAMBIARLO!
Día Mundial de la Lucha contra el SIDA
El papanicolau, una esperanza de vida

El Presidente Municipal


Huiramba es un pueblo pintoresco, muy michoacano. En la plaza, y cuando ya estamos por irnos, nos da el encuentro el Presidente Municipal. Alguien le ha dicho que personas del CREFAL están de visita en el pueblo. El quiere atendernos y aportar lo suyo a la visita.

Nos narra, brevemente, algunas historias y orgullos de Huiramba. La Iglesia de Tupataro, de reconocimiento mundial, es la única Iglesia en América Latina con las características de la Capilla Sixtina de Roma, nos dice. También nos dice que, con ayuda de Alfa-TV, éste es ya “Municipio Libre de Analfabetismo”. En los próximos días se colocará en la plaza el cartel alusivo. (En 2008 se pondría en entredicho efectividad del programa Alfa-TV).

En Huiramba, como en muchos lugares de México, se han hecho varias campañas y programas de alfabetización. El Presidente Municipal menciona las de 1985 y 1986, con estudiantes del colegio Freire, Madrid y el Centro Freinet Prometeo de Puebla, que luego consultamos en Internet (el colegio Freire viene haciendo estas campañas anualmente desde 1982).

Me voy contenta. He visto una Misión Cultural funcionando, muy bien integrada a la comunidad. Pero me queda también la tristeza del muchacho esperando, entre computadoras encapuchadas, la llegada del técnico que las resucite y las haga funcionar. Al recorrer las fotos tomadas ese día, pienso en Huiramba como un recordatorio de que a menudo las tecnologías fallan, la gente no. Casi 100 años después, las Misiones Culturales siguen vivas, prestando un servicio educativo y cultural a la gente sencilla de México.

Mural de Diego Rivera en la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Maestra rural de las Misiones Culturales.
Foto: Alma Maldonado

Referencias
SEP - Secretaría de Educación Pública
INEA - Instituto Nacional para la Educación de los Adultos
Gobierno de Michoacán / Secretaría de Educación

Yuyay Jap’ina – Apropiándonos del conocimiento (Bolivia)



Programa de Alfabetización Yuyay Jap’ina (UNICEF)
Visita a la comunidad Saca Saca, Municipio de Uncía, Departamento de Potosí, Bolivia
(11 agosto, 2006)

Fotos: Rosa María Torres

Dedicado a las mujeres y los niños de Saca Saca

Este reportaje es parte del estudio “Alfabetización y acceso a la cultura escrita por parte de jóvenes y adultos excluidos del sistema escolar en América Latina y el Caribe”, financiado por el CREFAL. Entre 2006 y 2009 visité programas de alfabetización y de promoción de la lectura y la escritura en nueve países de la región (Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, México, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela).


Después de casi cinco horas de viaje desde Cochabamba y habiendo subido a más de 4.600 metros de altura, llegamos a Llallagua, pueblo potosino que me parece la cima del mundo. Aún falta un trecho para llegar a Saca Saca, la comunidad rural donde funciona el centro de alfabetización que hemos venido a visitar. Se trata del programa Yuyay Jap'ina ("apropiándose del conocimiento"), un programa de alfabetización en quechua impulsado por UNICEF desde 1992, dirigido a mujeres indígenas en áreas rurales de los Departamentos de Potosí y Cochabamba. Me acompañan Guillermo y Pedro, de las oficinas de UNICEF en La Paz y en Uncía, y Giovanna del PROEIB-Andes en Cochabamba.

Foto: Rosa María Torres
Dejamos nuestros bolsos en el Hotel Llallagua, donde pasaremos la noche. Antes de salir a Saca Saca, nos sentamos en un pequeño restaurante de la plaza a tomar un té de coca, bueno para la altura y el frío. Guillermo lleva encima cuatro capas de ropa. Yo otro tanto. El dolor de cabeza y el mareo anuncian soroche, el temible mal de las alturas. La altura, y las infinitas curvas del camino, han hecho estragos.

Hay que viajar por tierra en Bolivia para percibir su vasta geografía (más de 1 millón de kilómetros cuadrados, 8 habitantes por kilómetro cuadrado), las enormes distancias, los rigores y las variaciones del clima, la dramaticidad de la pobreza, la fantástica riqueza cultural de este país. Hemos viajado horas sin ver un solo poblado, una sola persona, en medio de parajes desérticos. Hemos visto mujeres con niños a la espalda y niños pequeños, muertos de frío, ganándose la vida en la carretera vendiendo comida en los puestos de control; ninguno pidiendo limosna.

Llallagua, zona minera

Foto: Rosa María Torres

“LLALLAGUA RUMBO AL TERCER MILENIO. ¡GRACIAS POR SU VISITA!”, dice el rótulo a la entrada del pueblo, junto a un pequeño monumento en homenaje a los mineros. Estamos en zona cercana al campamento minero Siglo XXI, el más grande de Bolivia. La imponente montaña de Llallagua ha jugado un papel clave en la vida de este país. Cuna de la mina de estaño más grande del mundo y de la fortuna personal amasada por Simón Patiño, “rey del estaño”, del sindicalismo minero boliviano y sus luchas, que sentaron precedentes de transformación social en el país.
 
Llallagua y Uncía son dos de los 13 municipios que hacen parte de la Mancomunidad Norte de Potosí. En 11 de los 13 municipios, el 81% de la población se ubica bajo el índice de pobreza. Las mujeres tienen en promedio 6 hijos. De cada 10 mujeres entre 5 y 19 años, 4 no van a la escuela. En todos los municipios, exceptuando Llallagua, entre 63% y 93% no tiene agua potable. Sólo la mitad de los hogares tiene acceso a un radio o a un televisor.

La Ficha Municipal de Llallagua registra una población de cerca de 40.000 personas, hablante de quechua, aymara y castellano; una densidad poblacional de 70.3 habitantes por kilómetro cuadrado; población organizada en ayllus* y sindicatos agrarios, en el ámbito rural, y en juntas vecinales, clubes de madres y organizaciones sindicales, en el ámbito urbano; una tasa de analfabetismo del 20% en la población de 19 años y más, 30% entre las mujeres. Las principales actividades económicas son la extracción de minerales metálicos y la cría de ganado camélico. Hay 1 hospital básico, 6 médicos, 1 dentista y 2 enfermeras. 7 ONGs trabajan en el Municipio. Hay Internet.

La Ficha Municipal de Uncía informa de una población de 25.000 habitantes (la mayoría en zonas rurales), con una densidad poblacional de 22.5 habitantes por kilómetro cuadrado. Las actividades económicas principales son el estaño y concentrados, el oro y el turismo. El Municipio no tiene hospital, tiene 3 médicos y 1 enfermera. 6 ONGs operan en la zona.

La llegada a Saca Saca

En el camino se ha hecho de noche. Llegamos con el vehículo hasta una explanada. Solo podemos ver las haces de luz del vehículo estrellándose contra la neblina y la oscuridad. De pronto, entre las luces empiezan a moverse las siluetas de un enjambre de niños, encargados de guiarnos hasta la escuela donde estudian y nos esperan sus padres. De la mano de dos niñas camino sin ver, en un sendero lleno de piedras que imagino el lecho de un río seco. Al poco tiempo se divisa a lo lejos un punto de luz, que resulta ser una lámpara de gas, iluminando el centro de alfabetización, que es la escuela multigrado y multipropósito de la comunidad, en la que estudian estos niños y niñas a la mañana y sus padres y madres a la tarde.

Foto: Rosa María Torres
Escoltados, entramos al aula. El profesor es un hombre y los alumnos mujeres de diversas edades y dos hombres jóvenes. Nos reciben con aplausos. Para mi sorpresa, las mujeres se acercan a saludarme con beso - en realidad dos, uno en cada mejilla. Siguen largos discursos de bienvenida, en quechua y en aymara.

La lámpara de gas, en el centro, ilumina el espacio con una luz extraña. Los alumnos están organizados en cuatro grupos de cuatro o cinco personas alrededor de mesas escolares que desbordan cuadernos y libros. El que están usando se titula “Alfabetización para la Vida y la Producción (Castellano como segunda lengua)”. Todas las paredes están abarrotadas de materiales de lectura, carteles en quechua y en castellano mezclados con los carteles infantiles utilizados en la mañana. Junto a la pizarra está colgada una cartulina blanca con bolsillos y tarjetas, cuya composición ha quedado hoy así:
Pachawatana
CALENDARIO
Hoy es viernes 11 de agosto del 2006

Los hombres - el profesor y los dos alumnos varones - visten ropa y accesorios modernos, chompas con cierre, suéteres, zapatos de goma, reloj. Las mujeres están ataviadas con sus trajes típicos, polleras, mantas, gorras de lana o sombreros de ala grande, ojotas**. Varias tienen niños de pecho en los brazos o en la espalda. Pegadas contra los vidrios de las ventanas vemos las caras divertidas y curiosas de nuestros guías, los niños y niñas que nos han conducido hasta aquí.
Foto: Rosa María Torres
La clase transcurre mitad en quechua, mitad en castellano. El profesor hace una clase activa, amena. Las mujeres participan, hablan, trabajan entusiastas en sus cuadernos, pasan contentas a la pizarra, con sus hijos a la espalda o de la mano. Cada mujer escribe junto con su sombra y la de su sombrero, proyectadas en la pizarra gracias a la lámpara de gas. El cambio experimentado por estas mujeres – nos dicen – es notable. Al principio estaban calladas, con la cabeza baja, tenían vergüenza de hablar.

Me siento atrás, junto a los dos alumnos hombres. Desde allí percibo que es imposible leer lo que está escrito en la pizarra. Pregunto si ellos alcanzan a leer. Ambos reconocen que tampoco ven. Y así salta la verdad: estamos presenciando una situación excepcional, la hora regular de clase es de 3 a 6 de la tarde, con luz del día; hoy nos han esperado a los visitantes, que veníamos de lejos y - vergonzosamente – calculamos mal los tiempos y las distancias y hemos llegado tarde.

La clase termina con un cántico en quechua dedicado a nosotros y coreado por todos de pie.

Foto: Rosa María Torres
Un aula contigua para los más pequeños

En la habitación contigua escuchamos todo el tiempo ruidos infantiles. La habitación está llena de niños y niñas pequeños, hijos de las mujeres y hombres que estudian en la clase de al lado, atendidos por una joven educadora del lugar. Aquí no hay lámpara de gas, solo velas. Detrás de las mesas y velas, las caritas rojiazules y expectantes de los niños, enfundadas en gorros tejidos y chulos*** multicolores. Todo lo que asoma son sus grandes ojos asombrados e irritados, sus naricitas chorreantes, sus labios partidos, sus mejillas enrojecidas y endurecidas, quemadas por el sol y por el frío. Cuando, a pedido de la maestra, se ponen en fila para saludarnos uno por uno, sentimos sus manitas rasposas, encallecidas. Debería agregarse a los derechos de la infancia el derecho a piel de niño, suave, tierna, acariciable.

Se me pasa por la mente un dato leído días antes. Mundialmente, el gasto anual en cosméticos asciende a cerca de 20.000 millones de dólares, destacándose las cremas y otros productos para la piel, crecientemente variados y sofisticados, convertidos hoy en productos de primera necesidad entre las élites del consumo: bloqueadores solares, cremas humectantes, astringentes, desmaquillantes, para el cutis seco, graso, mixto y sensible, las arrugas, las manchas, las ojeras, el acné, las pecas, las cicatrices, los síntomas de la vejez, la celulitis… Estos niños y sus familias ignoran que todo eso existe, al otro lado del mundo, en este mundo de lujos y confort para pocos y de grandes privaciones para la mayoría.

Siendo cerca de las 9 de la noche, nos despedimos todos afuera de la escuela. Cada cual toma su camino. Ellos desaparecen, junto con sus niños y niñas, en diferentes direcciones.

Ya en Llallagua la dueña del hotel nos asegura que no pasaremos frío, que en las habitaciones hay cobijas gruesas de lana. No recuerdo una noche y unas sábanas tan heladas como esas. Me duermo, sin embargo, sintiéndome privilegiada. La gente que acabamos de dejar en Saca Saca ni siquiera sueña con una cama blanda, unas sábanas tersas, unas cobijas dobles para el frío.

Todo vuelve a Warisata, la escuela-ayllu

El programa Yuyay Jap'ina - nos dicen - está inspirado en la famosa Escuela-Ayllu Warisata, la experiencia educativa más revolucionaria que ha producido este país y que sigue inspirando a muchos dentro y fuera de Bolivia. Ubicada en las cercanías del lago Titicaca, Warisata tuvo corta vida: se inició en 1931 y fue cerrada en 1940. La fundó el indígena Avelino Siñani, en un momento en que la educación estaba prohibida para los indígenas. Junto al intelectual Elizardo Pérez crearon una red de escuelas indígenas y la primera normal para profesores indígenas. Warisata llegó a tener más de 200 alumnos internos, niños y niñas, sostenidos con los propios recursos de la escuela. El modelo administrativo se organizó en torno a una red de 16 núcleos operando en todo el país. La primera escuela pasó a ser la matriz de 70 escuelas creadas en comunidades aledañas.

Warisata integró la escuela a la comunidad y el campo a la ciudad. Profesores de la ciudad fueron a vivir al campo y convivieron con las familias indígenas. El modelo educativo Warisata hizo una opción por la educación bilingüe y la pedagogía por el arte, el trabajo productivo en la tierra y en el taller, el carácter eminentemente agrario de la escuela rural, la coeducación, la educación laica, el rescate de las tradiciones culturales, la eliminación de los horarios, las vacaciones y los exámenes, la reducción del tiempo de escolaridad, la aligeración del currículo, la buena alimentación y la higiene, el modelo de escuela-ayllu autosuficiente, autónomo respecto del Estado.

Yuyay Jap'ina, Kallpa Wawa y Qullqi Wasi

El centro que hemos visitado pertenece, como se ha dicho, al programa Yuyay Jap'ina, impulsado por UNICEF, con fondos de la Agencia Sueca de Cooperación Internacional (ASDI), y ejecutado por los municipios en áreas rurales e indígenas de los departamentos de Potosí y Cochabamba. 

Yuyay Jap'ina es a su vez parte de un programa más amplio, el PRODELI (Programa de Desarrollo Rural Integrado) que ha venido operando en 50 municipios de mayor pobreza y concentración de población indígena en las áreas andina y amazónica del país, con componentes de desarrollo integral infantil, salud comunitaria, educación intercultural, agua, saneamiento y medio ambiente, protección y promoción de los derechos de la niñez, la mujer y los pueblos indígenas, y fortalecimiento municipal y comunitario. El componente de educación escolar busca asegurar el acceso de niños y niñas en zonas rurales a la escuela formal, con énfasis en las escuelas multigrado, que en estas zonas cubren apenas los tres primeros grados.

Foto: Rosa María Torres
La alfabetización no es aquí un proyecto de corta duración ni una acción meramente sectorial ni un programa separado de la educación infantil y escolar; es parte de una estrategia integral de desarrollo local y comunitario, con visión de mediano y largo plazo. Esta es, de hecho, la única manera de que la alfabetización y la educación en general adquieran sentido y tengan posibilidad de convertirse en herramientas de desarrollo, transformación económica y social, y liberación humana.

La meta del Yuyay Jap'ina es alfabetizar a 65.000 mujeres indígenas de 15 a 45 años de áreas rurales, a través de educación no-formal, en lengua materna y en castellano, hasta alcanzar la equivalencia con la escuela primaria. Los contenidos de los materiales abordan los diferentes temas del PRODELI.

En la actualidad hay 1.115 centros de alfabetización (Yuyay Huasi en quechua, ‘casa del conocimiento’ o ‘casa del saber’) y cerca de 25.000 personas inscritas, 75% mujeres. La mayoría tiene entre 15 y 45 años; 10% son menores de 15 años. Muchos son bilingües o trilingües (castellano, quechua y aymara), y muchos tienen un manejo muy elemental del castellano.

El programa dura dos años, 8 meses de clases al año. En el primer año, la instrucción se hace en lengua indígena; en el segundo año, en castellano. Antes, el castellano se introducía como lengua oral durante el primer año y pasados los primeros meses de alfabetización; actualmente, el castellano oral se introduce desde el inicio, atendiendo al pedido y a la presión de la gente. Los materiales producidos para el programa son bilingües (lengua materna y castellano).

Los certificados que otorga el programa en cada municipio no son reconocidos por el Ministerio de Educación y Culturas (MEC). A partir de 2007 el MEC inscribió a los centros de alfabetización dentro de los Centros de Educación Alternativa (CEA), instancia legal para certificar la Educación Alternativa (término adoptado en Bolivia que incluye la educación de adultos, la especial y la permanente) en el nivel municipal. La Educación Primaria de Adultos (EPA) tiene tres ciclos, cada uno con tres módulos. El primero corresponde a la alfabetización. Los participantes del Yuyay Jap’ina serán examinados en su comunidad con una prueba por competencias. Quienes superen la prueba de alfabetización habrán completado, así, el primer módulo de la EPA.

El Kallpa Wawa (“Fortalecer al Niño”) que hemos visto en el aula contigua es un complemento del Yuyay Jap'ina. Bajo la responsabilidad de una educadora parvularia, está dirigido a menores de 0 a 3 años, hijos e hijas de quienes estudian en el Yuyay Jap'ina.

Otra actividad complementaria es el Qullqi Wasi (Banco Comunal), pequeños fondos que se entregan a las comunidades y son manejados por las mujeres, y que sirven para hacer préstamos a las familias de la comunidad y de comunidades vecinas.

Foto: Rosa María Torres

¿Para qué aprender a leer y escribir? es pregunta que surge inevitablemente ante cada programa de alfabetización, más aún en contextos de gran pobreza y aislamiento como éste, donde no hay nada para leer y son escasas las oportunidades de escribir. Por otra parte, mientras no se universalice una educación escolar de calidad, alfabetizar a jóvenes y adultos seguirá siendo tarea de nunca acabar.

Estas interrogantes se plantean de modo más amplio para el Programa Nacional de Alfabetización "Yo Sí Puedo" que apenas arrancaba en 2006 y que contaba con 311.477 participantes en diciembre de ese año y con 172.000 graduados en julio 2007.
Foto: Rosa María Torres

 

Una búsqueda en Internet


Una búsqueda en Internet procurando información sobre la zona y el contexto en que opera el Yuyay Jap’ina, revela algunas cuestiones interesantes.

Foto: Rosa María Torres

Las primeras entradas están en inglés, con referencias a tesis y publicaciones de investigadores del Norte, que indagan todo sobre estas comunidades y culturas, tomando posición y haciendo recomendaciones de acción y de más investigación. Una casa editora  promociona el libro para su venta.

Resulta paradójico que se escriba tanto sobre pueblos que no llegarán a leer nada de esto, que no tendrán Internet en mucho tiempo, que aún bregan con el acceso a la lengua escrita, que no hablan inglés. ¿A dónde va a parar tanto libro, tanta investigación, tanta recomendación, tanta palabra? ¿De qué sirve si no sirve para cambiar la vida de la gente convertida en informante y en objeto de estudio?

Aspiro por mi parte a que este breve reportaje, y otros que he escrito sobre estos recorridos y visitas en Bolivia, ayuden a (re)conocer estas realidades y a mejorar las acciones orientadas a asegurar los derechos de las personas que las padecen. Confío en que estas páginas, dedicadas a las mujeres, hombres y niños que conocí en Saca Saca, lleguen a sus manos y sean leídas por ellos. Me alegra imaginar que un día recibiré una carta escrita por alguna de estas mujeres o de estos niños que hoy están aprendiendo a escribir, sin saber bien para qué.


* ayllu: Sistema andino de organización del parentesco, la reciprocidad, la ocupación y el manejo del espacio, la generación de la riqueza etc. Jach’a Suyu Pâkajaqi lo define de la siguiente manera: “Es la cédula social de la cultura aymara. Circunscritas a un territorio geográfico, con leyes, religión, y gobierno propio; relaciones entre sí por un idioma común (lengua aymara), unidos por los lazos de parentesco, por recíproco espíritu de cooperación mutua practicados desde los albores de la humanidad, mediante varios sistemas como el ayni, mink’a y otros”. En: Léxico Jurídico Español-Aymara.
** ojotas: sandalias de cuero
*** chulo: gorro de lana de oveja o de alpaca con orejera.

Para saber más
- UNICEF Bolivia https://www.unicef.org/bolivia/
- Bolivia, Ministerio de Educación https://www.minedu.gob.bo/ 

Computadoras en el aula



Aula en Camboya
. Tomado de Edu-tech, Blog del Banco Mundial

Esta es un aula en Camboya. Bajé la foto (2008) de internet como muestra de los engendros a los que pueden conducir las computadoras metidas en el sistema escolar. Por décadas hemos cuestionado la educación convencional con su modelo frontal, que atornilla a los alumnos a un asiento, para llegar a esta versi'on moderna de alumnos hiperindividualizados, más atornillados que nunca, que ya ni siquiera ven hacia el frente sino hacia abajo. 

Las computadoras empezaron a entrar de manera visible a los sistemas escolares en ALC en la primera década de este siglo. A nivel global, la primera política en favor de la integración de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) se plasmó en los Objetivos de Desarrollo del Milenio - ODM (2000-2015). La Meta 8.F estableció “En cooperación con el sector privado, dar acceso a los beneficios de
las nuevas tecnologías, especialmente las de la información y la comunicación (ONU, 2000;
ONU 2012). También a nivel global, la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información
(CMSI), celebrada en 2003 y 2005, concretó un claro compromiso de los gobiernos en torno a
fomentar el logro de una sociedad de la información de naturaleza inclusiva. Con este fin el Plan de Acción de la CMSI identifica diez metas, dos de las cuales se relacionan con la educación, programadas para ser cumplidas antes del año 2015. Estas últimas incluyen la Meta 2: Utilizar las TIC para conectar a escuelas primarias y secundarias, como condición previa a la Meta 7: Adaptar todos los programas de la enseñanza primaria y secundaria, teniendo en cuenta las circunstancias de cada país (Alianza para la medición de TIC para el desarrollo, 2011) (véase el Recuadro 1). Por último, pese a que las TIC no se mencionan explícitamente en los objetivos de la Educación para Todos, se afirma que ellas cumplen una función fundamental en la consecución de estos objetivos, entre los que también se incluyen
ampliar el acceso, eliminar la exclusión y mejorar la calidad de la educación.


Entuertos tecnológicos

En los últimos años, desde que empezaron a introducirse las computadoras en los sistemas escolares, veo muchos entuertos tecnológicos en mis recorridos por instituciones educativas públicas en diversos países. Algunos ejemplos.

- En una escuela rural donde se ha entregado computadoras hace poco, la directora me dice que los alumnos las están usando regularmente. Las computadoras están protegidas con forros plásticos y estos están llenos de polvo. En esta visita aprendí el método de "pasar el dedo" a las computadoras (Chile).

Unidad Educativa del Milenio-Ecuador. Foto:Andes
- Cables atravesando y afeando un aula de secundaria con 20 computadoras colocadas sobre los pupitres, pues los tomacorrientes están alineados en una sola pared. El profesor y los alumnos serpentean entre los cables para moverse y entrar o salir del aula (Argentina).

- Niños con pies colgando y brazos y cuellos tensados en sala de computación con mobiliario y equipos pensados para los alumnos más grandes (Ecuador).

- Un joven espera, solo, en un espacio amplio y en horario completo, desde hace tres meses, al técnico que vendrá desde la capital a reparar las computadoras en una Plaza Comunitaria a la que ya no asiste nadie (México).

- Las 12 computadoras del laboratorio informático están protegidas en un espacio nuevo, moderno, recién construido, con este propósito, en chocante contraste con las aulas, donde hay hacinamiento, goteras y vidrios rotos (Brasil). 

- Una profesora detrás de un viejo computador voluminoso que solo lo usa para pasar lista y que no le deja espacio para poner nada más sobre el escritorio (Perú).

- Verdes laptops se mecen peligrosamente sobre pequeños pupitres individuales rebosantes de cuadernos y libros, en aulas de primaria (Uruguay).

- La directora del colegio me dice que las computadoras se prenden con distintos horarios pues el plantel no está preparado para soportar la carga de muchas computadoras prendidas al mismo tiempo (Argentina).

- Personas adultas a quienes se pretende enseñar a leer y escribir mediante videocassettes, usando televisores minúsculos en los que no alcanzan a ver ni las letras ni los textos (Perú, Bolivia, Ecuador, México, Perú, Venezuela).

- Cajas de computadoras sin abrir ocupan la mitad de un aula ubicada en un altillo, en un pueblo que sigue esperando la llegada de la electricidad (Bolivia).

- Un container cerrado herméticamente, equipado con computadoras, donado por la Primera Dama. A tres años de la inauguración nadie pudo prender y hacer funcionar los equipos (México).

- Pizarra electrónica recién instalada en el aula pero la maestra no la sabe usar. "Hasta que den la capacitación" ha decidido volver a colgar a un costado la pizarra verde convencional (Ecuador).

- Una bodega repleta de chatarra electrónica en un colegio público de Sao Paulo que ha recibido todos los artefactos imaginables desde que se inventó la computadora. La directora nos informa que no se animan a tirar nada por miedo a los controles escolares: todo esta debidamente registrado e inventariado. Hago la visita junto con el Secretario de Educación de Sao Paulo (Brasil).

- Dotación de computadoras y equipamiento informático se inaugura y publicita ampliamente, con gran despliegue de medios, pero se retira al día siguiente de la inauguración pues no están terminadas las instalaciones y no se ha hecho aún capacitación docente (varios países latinoamericanos).

- Niños trabajan en el patio con sus verdes One Laptop Per Child, soportando el ruido ensordecedor de una construcción pues solo en el patio se capta el wifi de un edificio cercano (Ruanda).

- En el aula no todos los alumnos tienen laptops pues no todas las familias pueden adquirirlas y, cuando se rompen, no todas pueden financiar el arreglo. La profesora agrupa a los alumnos que no tienen laptops y hace con ellos prácticamente una clase aparte. Muy complicado (Ruanda).

- Una computadora por cada 15 alumnos, turnándose en su uso, 5 minutos cada uno (China).

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Latin America oversatisfied with public education



(en español: Satisfacción excesiva con la educación en América Latina)

"Traditionally, the concept of quality of life has been viewed through objective indicators. Beyond Facts: Understanding Quality of Life looks at quality of life through a new lens, namely, the perceptions of millions of Latin Americans. Using an enhanced version of the recently created Gallup World Poll that incorporates Latin America-specific questions, the Inter-American Development Bank surveyed people from throughout the region and found that perceptions of quality of life are often very different from the reality. These surprising findings have enormous significance for the political economy of the region and provide a wealth of information for policymakers and development practitioners to feast upon."

A pioneer study by the Inter-American Development Bank (IDB), which used the 2007 Gallup World Survey (40 thousand people in 24 Latin American countries answered it) revealed that Latin Americans were in general satisfied with their lives and, in particular, with public education.

The distance between realities and perceptions was especially big in the case of education. While Latin America is well known for the low quality of its education and its poor learning outcomes - as revealed by national tests (prepared in each country), regional tests (such as (LLECE) and international tests (such as PISA) - satisfaction with public education is much higher than that of citizens in countries with an overall better schooling and learning situation. 

Over-satisfaction applies also to health, but it is much more prominent in the case of education. People with lower levels of education (generally associated with lower economic status) tend to have a better opinion of educational services than those with more years of schooling (theoretically associated with more critical attitudes). “Do you think the majority of children are getting a good education?" was responded positively by people with primary and incomplete secondary education. Venezuela, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Honduras and Dominican Republic reported levels of satisfaction similar to those in developed countries. Haiti, Peru and Argentina were the least satisfied.

Is is also known as "aspirations paradox": those who have the least, those who get the education of the lowest quality, are the ones that are most satisfied, those who thank anything they get and, thus, those in the most unfavorable position to identify and demand quality education. The paradox applies to many other fields.
“The majority of Latin Americans are satisfied with their education systems because they value discipline, security and the physical infrastructure of schools more than the academic scores their children get” (Preface, Beyond Facts: Understanding Quality of Life).
Discipline
 
Many parents expect the school to do what they cannot: discipline their children. Norms, instructions, schedules, uniforms, homework, rewards and punishment, are part of the disciplinary package.

For the conventional education ideology, 'good teacher' is the disciplinarian. Teachers who are flexible, friendly, innovative, are often misunderstood and questioned by school authorities and by parents. Teachers who acknowledge play and fun as part of the learning experience, who explore with their students other forms of learning, are not welcome by the traditional school culture.

The obsession with discipline brings rigidity to relationships, legitimizes authoritarian behaviors, limits dialogue and reasoning, blocks spontaneity, curiosity, creativity and liberty -- all of them  essential to learning.
Security


Violence and insecurity are high and rising in the region (See: UNDP, Human Development Report for Latin America 2013-2014: Citizen Security with a Human Face: Evidence and proposals for Latin America). Families view the school as a key ally where their children can be safe and taken care of. In contexts of great violence such as the ones characterizing most Latin American cities, preserving life becomes the obvious priority. Learning - often confused with rote learning - has always received little attention by families, and not only among the poor.

Violence is not only outside but increasingly inside the school system. Out of school violence - in the family, in the community, in society - enters school with parents, students and teachers. Bullying has become a major concern and war in most countries. Robbery, assault, drugs, harassment, death, are today part of the school scenario in the world.

Insecurity and fear do not contribute to the development of good education. They lead to shutting mouths, to locking classroom doors, to building high school walls.

Infrastructure


Social imagery associates education with school. Teaching and learning come afterwards.

Social and political imagery coincide in the appreciation for infrastructure. Building and inaugurating classrooms and school buildings - the easiest in education - are salient features of the political and electoral culture. Voters are very sensitive to school infrastructure. Politicians know it, give it high visibility, and nurture the idea of education (quality) as infrastructure.

For most people, it is difficult to perceive and even to imagine education without buildings: outdoor education, distance education, self-education, homeschooling, etc. Not everyone is able to accept what abundant research shows all over the world: good education depends much more on good teaching than on a good building; quality learning depends much more on the quality of relationships than on the quality of things.

***

Over-satisfaction and the "aspiration paradox" in education are found in surveys and studies all over the world, but they are very high in Latin America and the Caribbean. PISA 2012 showed that Latin American 15 year olds are the happiest with their school, even if they get the worst results among PISA participating countries. 

There are those who see the gap between realities and perceptions as a positive cultural sign - optimism, happiness, etc. - and as a blessing vis à vis the ranking culture. However, the gap is a problem. Complacency is an enemy of improvement and change.

Advancing towards a 'better education' or a 'good education' implies addressing and questioning overly "optimistic" perceptions. It implies expanding and elevating the education level of society as a whole and, on the other hand, a systematic information, awareness and citizen education effort: educating people's perceptions, informing their decisions, enhancing their participation, and qualifying their demand for the right to education.


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Maestros indígenas en busca de capacitación (EZLN, Chiapas.México)




Para Jorge, Angelina, Gaby y Ron

Conocí a Jorge y los maestros indígenas de la UNEM durante una visita a San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Al recorrer las instalaciones de la Casa de la Ciencia había visto, a través de la ventana de una de las aulas, a un grupo de jóvenes que jugaban una especie de Matantirulirulán, con ayuda de un instructor. Cada uno sostenía una tarjeta con un número y, a la pregunta del instructor, quien tenía la respuesta correcta corría a entregarla. Me explicaron que se trataba de un grupo de maestros rurales indígenas que había empezado a venir, una vez al mes, a capacitarse a la ciudad.

Fue Jorge, el líder del grupo, quien me contó la historia. Eran un grupo de maestros que no eran maestros pero que se habían convertido en tales por decisión de sus comunidades, las cuales decidieron cerrar las escuelas, despedir a los maestros pagados por la Secretaría de Educación Pública (SEP), y valerse por sí mismas. Cada comunidad pasó a elegir a su respectivo maestro o maestra entre las personas con mayor nivel educativo, y a aportar colectivamente, mes a mes, un pequeño salario, así como un atado de comida y un pasaje de bus para que el maestro o maestra pudiera movilizarse a la ciudad la última semana de cada mes a procurarse una capacitación para la enseñanza.

Hay en el grupo hombres y mujeres, aunque la mayoría son hombres (“por lo que hay que caminar”, “porque es peligroso, más con el conflicto armado“, “porque casi no se encuentra mujeres que hayan venido a la ciudad a hacer la secundaria”), y la mayor parte ha cursado algún nivel de secundaria (“pero con telesecundaria”). En 1995 decidieron organizarse como Unión de Maestros de la Nueva Educación para México, A.C. (UNEM).

Cuando los conocí, en 1997, apenas habían registrado la asociación formalmente y estaban empezando a diseñar un programa de formación propio, llamado Bachillerato Pedagógico Comunitario Bilingüe y Bicultural, que imaginaban como un programa abierto, de 3 años de duración, a desarrollarse a través de cinco talleres permanentes: uno de Pedagogía, otro de Investigación-Acción, otro de Ciencias y Matemáticas, y otro de Lengua y Cultura. Mientras conseguían los apoyos y fondos para arrancar con el programa, habían empezado a venir una semana al mes a San Cristóbal “a golpear puertas buscando quién nos capacite”. Dos instituciones respondieron al pedido: el CIESAS-Sureste y la Casa de la Ciencia, sirviendo las instalaciones al mismo tiempo de dormitorio colectivo. 

- “¿Qué pasa con sus escuelas durante la semana que vienen a capacitarse en San Cristóbal?”, pregunté.

- “Cerramos las escuelas y no hay clase”, fue la respuesta. Sentí a mis espaldas la alarma de algunas personas que me acompañaban en la visita. “Después nosotros mismos vemos cómo recuperamos, a veces con horas extras durante la semana, o los sábados”.

Al día siguiente, cuando ya habíamos entrado en calor y abandonado las ceremonias, le expliqué a Jorge que, a mi parecer, ésta no era una respuesta adecuada. Sugerí que lo que ellos estaban haciendo no era reducir el tiempo escolar y restar a los niños una semana de clase, sino reorganizar el calendario escolar de modo que tres semanas (con horario distribuido de otro modo, equivalente a las cuatro semanas de las escuelas convencionales) se dedican al aprendizaje de los niños, y una al de los maestros. Jorge y sus compañeros dieron un gran suspiro de alivio.

La semana mensual de estudio en San Cristóbal la habían empezado tres meses antes: la primera jornada fue sobre Investigación de la Comunidad, la segunda sobre Antropología de la Educación, y ésta, la tercera, sobre Matemáticas. Las prioridades y el programa de estudio respondían más a lo que las dos instituciones involucradas sabían hacer y estaban en capacidad de ofrecer, que a lo que los maestros de la UNEM necesitaban aprender.

Estrictamente, aquí no había un programa; era una oferta educativa dispersa, con temas sueltos, sin coherencia ni secuencia lógica. Ambas instituciones reconocían su falta de conocimiento y experiencia en la educación escolar en general y en el de la formación de maestros en particular. Notablemente, en el empeño por dar respuesta y ponerse a la altura del pedido y la confianza depositada en ellas por los maestros de la UNEM, en los casi dos años que median entre aquel encuentro y este momento, ambas instituciones aprendieron a trabajar juntas, aprendieron mucho de educación, de educación rural,  de maestros y de su formación para la docencia.

¿Por qué se llegó a esta situación? ¿Por qué jóvenes indígenas que no son maestros pasan a asumir esta tarea y a “golpear puertas” para capacitarse? ¿Por qué son las propias comunidades indígenas las que deben financiar a sus maestros y enviarlos a la ciudad a capacitarse con un atado de comida?

La situación crítica y la insatisfacción con la educación fue, de hecho, uno de los puntales del levantamiento indígena en Chiapas, el 1° de enero de 1994, protagonizado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). A raíz del levantamiento, muchas comunidades cerraron las escuelas, despidieron a los maestros - por lo general provenientes de la ciudad, a menudo desconocedores de las lenguas indígenas o bien hablantes de otras lenguas indígenas, distintas de las locales - y decidieron tomar la educación en sus propias manos. Lo que habían combatido y procuraban ahora no era sólo un maestro presente y cumplidor, una escuela con infraestructura y equipamiento básicos, con programa y sin maltrato, sino una educación pertinente para el medio rural y los grupos indígenas, respetuosa de sus valores, su lengua y su cultura, bilingüe y bicultural. Entre los acuerdos de San Andrés de los Pobres, firmados por el gobierno y el EZLN, se había establecido el derecho de las comunidades indígenas a decidir y controlar su propia educación. La organización de la UNEM fue uno de los pasos que las propias comunidades dieron para empezar a ejercer ese derecho.

En la reunión que tuvimos al día siguiente con organismos gubernamentales y no-gubernamentales de Chiapas, incluidos personeros de la Secretaría de Educación Pública (SEP) del Estado, esto dijeron textualmente los maestros de la UNEM, uno en representación de cada uno de los tres grupos étnicos que la componen: tzeltal, tzotzil y chol.
- “La educación en Chiapas no es buena para nuestros indígenas. No se está explicando la realidad como es ni se está dando la educación como debe ser en cada comunidad. Los maestros que vienen de afuera no tienen relación con los alumnos, llegan a escribir la a, eso es todo. Regresan a dar clases dos días antes de cobrar su quincena. Los alumnos sólo terminan la primaria y punto. Los libros que está repartiendo la SEP están embruteciendo cada día más a los niños indígenas. Ahí viene un semáforo. ¿Qué es un semáforo?, preguntan los niños. Viene un museo. ¿Qué es un museo?, preguntan los niños.  Por eso, si el gobierno no hace, el pueblo indígena lo va a hacer a su manera.

- “Nosotros vivimos un mundo diferente. Ellos, los del otro mundo, nos han impuesto ese otro tipo de educación. Nos quieren destruir. Queremos una educación de acuerdo a nuestra vida, a nuestra cultura. No hay respeto a nuestra madre tierra. Ellos capacitan a los destructores. Hay un monstruo gigante que son las tecnologías que nos quieren imponer. A una comunidad cercana a la nuestra llegó un maestro zoque, monolingüe. ¿Cómo puede él enseñar en una comunidad chol? Nuestros niños no le entienden. Las prácticas pedagógicas actuales son de castellanización, no hay realmente educación bilingüe. Se dice que a esto tenemos derecho, pero ese derecho no se respeta”.

- “Nosotros somos el otro país. No tenemos más hora ni minuto para esperar. Los indígenas no vamos a pedir autorización a la SEP para hacer la reforma educativa. Tenemos derecho a ejercer nuestra libertad y nuestra autonomía en las comunidades”.
* Incluido en: Rosa María Torres, Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuaderno de viajes, Paidós, Buenos Aires-México-Barcelona, 2000.

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