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¿Cuál «educación del siglo 21»?


Todos hablan de «la educación del siglo 21»https://twitter.com/rosamariatorres/status/1410394940241289220?shttps://twitter.com/rosamariatorres/status/1410394940241289220?s=20 :
- habilidades del siglo 21
- alumnos del siglo 21
- educadores del siglo 21
- escuela del siglo 21
- aula del siglo 21

Estrictamente, sin embargo, no existe
«la educación del siglo 21»https://twitter.com/rosamariatorres/status/1410394940241289220?s=2'la educación del siglo 21'https://twitter.com/rosamariatorres/status/1410394940241289220?s=2https://twitter.com/rosamariatorres/status/1410394940241289220?s=20.

▸ ¿Cuál siglo 21?

- 1 de cada 4 personas en el mundo vive en situación de pobreza multidimensional o es vulnerable a ella.
- más del 60% de los trabajadores trabajan en la informalidad (OIT, 2020)
- 1 de cada 10 personas (759 millones de personas) vive sin electricidad (PNUD, 2021)
- más de mil millones de personas viven sin agua potable y 2 de cada 5 no cuentan con herramientas básicas para el lavado de manos.
- 43% de las escuelas del mundo no tienen instalaciones para el lavado de manos con agua y jabón (UNICEF, 2019)
- más de 40% de la población no tiene protección social.

- el 40% de la población mundial no tiene acceso a una educación en una lengua que hable o entienda (UNESCO, 2020)
- 6.5 mil millones de personas (85.5% de la población mundial) no tienen acceso a Internet rápido y confiable.
 
Fuente: ONU/PNUD 2020
Datos anteriores a la pandemia del COVID-19.

El siglo 21 no es el mismo para todos.

Millones de personas en el mundo viven en condiciones de siglos anteriores, sin disfrutar las ventajas o padecer las desventajas de la modernidad, sin agua potable, letrinas, energía eléctrica, trabajo y vivienda dignos, alimentación adecuada, transporte, lectura y escritura, buena educación, Internet, acceso a servicios y a derechos ciudadanos básicos.

En 2020, ante la necesidad de cerrar las escuelas debido a la pandemia del COVID-19, se decidió trasladar la escuela al hogar y continuar enseñando a distancia mediante educación virtual. No obstante, solo la mitad de la población mundial tenía en ese momento acceso a Internet. Internet para todos y aprendizaje virtual para todos continúan siendo una utopía.

Las desigualdades - dentro de cada país, entre países, entre regiones, entre el Norte y el Sur globales - no solo se perpetúan sino que se han profundizado post-pandemia: pobreza y riqueza extremas, hiperconsumo y hambruna, sobreinformación para unos y cero información para otros, analfabetos y sobrecalificados, conectados y desconectados.

Como es evidente, no viven de igual modo «el siglo 21» quienes sobreviven con uno o dos dólares diarios (las millones de personas que viven en pobreza extrema) y quienes hacen parte de la Sociedad de la Información, la Sociedad del Conocimiento, la Sociedad Digital.

▸ ¿Cuál educación?

No existe la educación, en singular, como hecho universal y experiencia común compartida por la humanidad. Existen las educaciones, diversas como las realidades, las culturas, las ideologías, las aspiraciones de sectores y grupos humanos concretos. No existe, por eso, el futuro de la educación sino los futuros de la educación.

No solo se aprende en el sistema educativo: se aprende también en el hogar, en la comunidad, en la biblioteca, en el trabajo, a través de los medios, del arte, de la participación social, del servicio y la solidaridad, del contacto con los demás y con la naturaleza.

Las necesidades de aprendizaje y los aprendizajes se configuran en condiciones y en culturas específicas. No es posible pensar en realidades, necesidades y aspiraciones educativas homogéneas, en soluciones y fórmulas iguales para todos.

El modelo de educación familiar y comunitaria desarrollado históricamente por los pueblos indígenas, que sigue vivo en muchos países, coexistiendo con el sistema dominante de educación formal, se guía por otras lógicas y epistemologías. No se trata solo de modelos educativos diferentes: se trata de sistemas alternativos de conocimiento.

En educación no existe el modelo único para todos.

▸ ¿Educación del siglo 21?

La educación en el siglo 21 es diversa, situada históricamente en este siglo y geográficamente en múltiples lugares y culturas. No corresponde necesariamente al imaginario de «siglo 21» y sus correspondientes «necesidades de aprendizaje en el siglo 21» pensadas como tales desde los países desarrollados.

Millones de niños, jóvenes y adultos no han visto una computadora ni han entrado jamás al Internet. Millones de niños, jóvenes y adultos no tienen idea de dónde vienen los alimentos que comen todos los días, no saben cómo se siembra y cosecha una papa, un tomate, un limón. Diferentes ignorancias, ignorancias ambas. 

▸ ¿Cuáles «habilidades del siglo 21»?
 
Muchas habilidades enlistadas hoy como «habilidades del siglo 21» aparecieron antes como «habilidades del siglo 20».

Hay varios listados de «habilidades del siglo 21» propuestos por diferentes organismos internacionales, entre otros la Comisión Europea (competencias clave para el aprendizaje permanente), el Foro Económico Mundial (habilidades clave para los empleos del futuro), la OCDE (aprender para la vida), UNICEF (habilidades transferibles) y el BID (habilidades transversales).

Lo cierto es que las habilidades fundamentales para la vida y para el trabajo son diferentes para personas, grupos, edades, trabajos y condiciones diferentes. Niños, jóvenes y adultos en situación de pobreza en el campo y en la ciudad - la mayoría de la población mundial, con un aumento notable a raíz de la pandemia en 2020 - enfrentan diariamente la lucha por la supervivencia y desarrollan, en gran medida autónomamente, habilidades para sobrevivir, aprender, cuidarse y cuidar a sus familias, cooperar, trabajar y ganarse el sustento.

La pandemia reveló la verdadera magnitud y amplitud de las brechas y desigualdades económicas, sociales, educativas y digitales en el mundo y en el interior de cada país, exigiendo replanteamientos conceptuales y prácticos en muchos órdenes, entre otros en cuanto a qué, dónde y cómo necesitan aprender niños, jóvenes y adultos, familias y comunidades en el mundo de hoy.
» Luces y sombras de la pandemia para el cambio educativo
» La pandemia y el currículo escolar

"Los estudiantes en el Ecuador son buenos para memorizar"



"Los estudiantes en el Ecuador son buenos para memorizar. La memorización es buena para aprender tareas simples. Pero a medida que la tarea se complejiza y requiere estrategias de resolución de problemas la memorización hace daño antes que ayudar. 
Los profesores no son muy dúctiles para ayudar a los estudiantes a resolver problemas complejos. Así pues, el reto no es hacer más de lo mismo; el reto es cambiar. Cambiar la naturaleza de la enseñanza y de la instrucción para que los estudiantes tengan más control sobre su aprendizaje".
Andreas Schleicher, en Quito, 11 dic. 2018  

Esto dijo en Quito Andreas Schleicher, director de Educación de la OCDE, en el acto de presentación del infome de resultados de PISA-D. El Ecuador obtuvo bajos resultados en las tres áreas evaluadas - lectura, ciencias y matemáticas - y especialmente en esta última.

Las pruebas se aplicaron en el Ecuador en octubre de 2017. 71% de los estudiantes ecuatorianos de 15 años obtuvo bajo desempeño en Matemáticas, 57% en Ciencias y 51% en Lectura.

Schleicher puso el dedo en la llaga al destacar algo que los ecuatorianos conocemos bien: el carácter fuertemente memorístico de la educación en este país.

La memoria es indispensable para aprender, pero el aprendizaje requiere ir más allá de memorizar y repetir; aprender implica comprender, pensar, razonar, reflexionar.

En el excesivo peso dado a la memorización como estrategia de enseñanza y de aprendizaje radica sin duda una de las claves de los pobres resultados en Matemáticas.

Matemáticas es el área de más bajos resultados en PISA en general y en América Latina y el Caribe en particular. El proverbial "miedo a las Matemáticas" es asunto de alcance y preocupación mundial.

Las pruebas PISA evalúan competencias, capacidad de resolver problemas. Esto requiere un nivel mayor de complejidad que la mera memorización de información.

No se trata de satanizar la memoria. Esta es esencial en el aprendizaje, en el trabajo, en la vida diaria. De lo que se trata es de entender mejor qué papel tiene y cómo opera la memoria en el proceso de aprendizaje. La Neurociencia aporta hoy nuevo conocimiento sobre el tema, nuevo conocimiento que es esencial que manejen los profesores no solo para mejorar la enseñanza sino para optimizar su propio aprendizaje. Hoy sabemos que aprender de verdad implica almacenar el nuevo conocimiento en la memoria de largo plazo. Y esto implica manejar bien los períodos de concentración y de descanso, la competencia y el estrés en los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Aprendemos mejor en la colaboración antes que en la competencia, en ausencia de estrés antes que bajo tensión.

La pérdida de memoria ha sido usualmente un tema asociado al envejecimiento. No obstante, hoy en día el debilitamiento de la memoria se está iniciando mucho antes. La creciente dependencia de las tecnologías digitales y los motores de búsqueda en internet está llevando a adolescentes y jóvenes a perder capacidad de memorización y confianza en su habilidad para retener y recordar información.

Estamos pues en un momento que invita a un doble movimiento en relación a la memoria: por un lado, reforzarla y cultivarla en todas las edades y, por otro, revisar su papel como herramienta pedagógica también en todas las edades.

En sistemas educativos altamente memorísticos como el ecuatoriano, destronar a la memoria como reina de la Pedagogía implica repensar radicalmente la formación y la capacitación docente, matriz en la cual se reproduce el memorismo como estrategia central tanto de aprendizaje como de enseñanza.

Textos relacionados en OTRAƎDUCACION
- "En el Ecuador el modelo pedagógico no ha cambiado"
- El modelo de preparación docente que no ha funcionado

¿Qué es un «docente calificado»?





El Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 (ODS 4) está dedicado a la educación: "Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida para todos". El ODS 4 tiene 10 metas, la última de ellas, Meta 4.c., se refiere a los docentes y a la necesidad de contar con «docentes calificados»
Meta 4.c. Maestros y educadores. Para 2030 aumentar considerablemente la oferta de maestros calificados, entre otras cosas mediante la cooperación internacional para la formación de docentes en los países en desarrollo, especialmente los países menos adelantados y los pequeños Estados insulares en desarrollo.

Indicadores:
37. Porcentaje de docentes calificados según normas nacionales por nivel educativo y tipo de institución.
38. Porcentaje de alumnos por docente calificado por nivel educativo.
39. Porcentaje de docentes en: a) enseñanza preescolar; b) primaria; c) primer ciclo de secundaria; y d) segundo ciclo de secundaria que han recibido al menos el mínimo de formación docente organizada (por ejemplo, formación pedagógica), inicial o durante el empleo, necesaria para la docencia en un nivel pertinente en un país determinado.
40. Porcentaje de alumnos por docente formado por nivel educativo.
41. Salario medio de los docentes en relación con otras profesiones que exigen calificaciones o un nivel educativo comparable.
42. Tasa de abandono de docentes por nivel educativo.
43. Porcentaje de docentes que han recibido formación en el empleo durante los últimos 12 años por tipo de formación.
Copiamos abajo lo que dice la UNESCO sobre qué es un «docente calificado». Se hace la diferencia entre «docente calificado» (cumple con los requisitos académicos establecidos en cada país) y «docente capacitado» o «docente formado» (tiene formación pedagógica).

Por primera vez en una agenda educativa internacional se plantea una meta específica sobre los docentes y se hace referencia a su calidad. Importante asimismo la distinción entre poseer un título académico y saber de pedagogía. A menudo, como se reitera, la formación inicial docente dedica poca atención a la formación pedagógica.

NOTA: El texto usa el término cualificado. En otras traducciones aparece como calificado. La RAE considera sinónimos ambos términos.



(4 octubre 2018)

El Día Mundial de los Docentes 2018 hará hincapié en el derecho a personal calificado, tema escogido para conmemorar el 70° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que reconoce a la educación como un derecho humano fundamental. ¿Qué significa exactamente un «docente calificado»?

¿Cómo definir a un «docente calificado»?

Un docente calificado se define generalmente como un docente que posee al menos los títulos académicos mínimos requeridos para enseñar determinadas materias en determinado nivel, en un país determinado. No obstante, esta definición no incluye a los docentes formados, algo que hace referencia a aquellos docentes que recibieron al menos la formación pedagógica estructurada mínima (inicial y continua) requerida para enseñar a determinado nivel. Esto significa que, en ocasiones, los docentes poseen los títulos académicos requeridos para enseñar, pero no han recibido la formación pedagógica, o viceversa. Algunos docentes no poseen los títulos académicos ni la formación pedagógica.

¿Los países disponen de suficientes «docentes calificados»?

No. En muchas regiones y en países de bajos ingresos existe a la vez la escasez de docentes formados y de docentes calificados. En el África subsahariana solo el 64% de los docentes de enseñanza primaria han sido formados. En Asia meridional esta tasa alcanza el 71%. Se han observado diferencias entre los países en lo que respecta a la duración de los planes de estudio, el contenido de los programas, la calidad de la experiencia en el terreno, la práctica de la enseñanza y varios otros aspectos.

En ocasiones, los programas de formación docente no incluyen ningún período de práctica supervisado y ni siquiera exigen títulos académicos. Estas diferencias cualitativas en la formación y en las calificaciones de los docentes afectan la calidad de la enseñanza en clases y, finalmente, los rendimientos académicos de los alumnos. En 2015, en el África subsahariana, solo el 62% de los docentes de la primaria y el 45% de los de la educación secundaria había logrado terminar exitosamente la formación pedagógica mínima requerida para convertirse en docente, según las normas nacionales.

¿Cómo se puede garantizar el derecho a un personal docente cualificado cuando hay escasez de éste?  

Uno de los principales desafíos del derecho a la educación en el mundo es la escasez crónica de docentes. Con unos 262 millones de niños y de jóvenes aún sin escolarizar a lo largo de todo el mundo, será necesario contratar a millones de docentes calificados para alcanzar el objetivo de universalización de la enseñanza primaria y secundaria de aquí a 2030. La escasez de docentes debe colmarse prioritariamente en África subsahariana: unos 17 millones de docentes son necesarios ya que el 70% de los países se ve confrontado a una aguda escasez a nivel de la primaria y el 90% a nivel de la educación secundaria. Esta escasez de docentes es más flagrante entre las poblaciones vulnerables, fundamentalmente las niñas, los menores discapacitados, los niños refugiados y migrantes y los niños pobres que viven en regiones rurales o remotas.

¿Qué impacto tiene la escasez de docentes?

La escasez de docentes obstaculiza los esfuerzos desplegados en numerosos países de bajos ingresos para lograr una educación de calidad, equitativa e inclusiva. Para colmar esta escasez los países contratan, mediante contratos temporales, a docentes que no poseen la formación y las cualificaciones requeridas o que no tienen el estatus profesional adecuado. Estas medidas agravan aún más la falta de equidad en la educación.

La falta de equidad es la situación más evidente en las situaciones de emergencia y de conflicto, en que los docentes suelen ser poco numerosos. En los contextos de urgencia, es esencial brindar una educación a los niños para ayudarlos a enfrentar esta situación. No obstante, los organismos humanitarios deben contratar a menudo a docentes que no están preparados para responder a las necesidades complejas de los niños vulnerables.

¿Qué hace la UNESCO con miras a mejorar esta situación?

La UNESCO ha hecho de la oferta de docentes debidamente formados, apoyados y capacitados una de sus prioridades absolutas. Los docentes calificados son esenciales para garantizar el derecho a una educación de calidad. Tras la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en particular del Objetivo 4 sobre educación inclusiva y de calidad, y de la meta relativa a los docentes (ODS 4.c), el Día Mundial de los Docentes ofrece la oportunidad de hacer un balance de los logros alcanzados y de promover la profesión docente.

Más información sobre qué hace la UNESCO en favor de la capacitación de los docentes
- Día Mundial de los Docentes
- Premio UNESCO-Hamdan

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Ecuador: 7 de cada 10 docentes no saben suficiente


Rosa María Torres


Propaganda gubernamental de "La Década Ganada" (2007-2017) - Ecuador

Pruebas Ser Maestro 2016 y 2018

En 2016, 139.474 docentes de la Sierra y la Amazonía fueron evaluados en Saberes Disciplinartes en el marco de las pruebas Ser Maestro que aplica desde 2015 el Instituto de Evaluación de la Educación (INEVAL). Estas pruebas evalúan conocimientos, destrezas y habilidades para cada uno de los perfiles profesionales establecidos por el Ministerio de Educación. El docente puede elegir entre 17 asignaturas, dependiendo de su especialidad.

Para aprobar se debe obtener un mínimo de 700/1000 puntos:
- menos de 700 puntos: insuficiente
- entre 700 y 800: elemental
- entre 800 y 950: satisfactorioo
- entre 950 y 1000: excelente.

Más del 70% de los docentes obtuvo menos de 700 puntos, es decir, insuficiente. “La mayor parte de nuestros docentes tiene un nivel de conocimiento medio para brindar clases" resumió el ministro Augusto Espinosa (junio 2016). Y agregó que “al 2025 el Ecuador debe tener los resultados del aprendizaje mayores en América Latina y la única manera de cumplir es a través de la preparación de nuestros docentes”.

En cuanto a los resultados de las pruebas en 2018, "7 de cada 10 docentes del sistema público en el Ecuador no tienen las debidas competencias para dictar clases, no saben suficiente sobre lo que están enseñando", afirmó Ricardo Restrepo, Director Ejecutivo del Observatorio de Educación de la UNAE, en la conferencia "Hacia un plan nacional de formación docente" en el marco de la II Conferencia Internacional de Investigación Educativa ASEFIE 2018 “La Investigación Educativa en el Ecuador Teoría y Práctica” (Guayaquil, 25-26 oct. 2018).

Restrepo mencionó algunos datos:

- El sistema público tiene 164.000 docentes. En 2030 habrá 233.000.
- De los 164.000 docentes en funciones, 9 mil tienen nivel de bachiller, aunque por ley deben tener formación de tercer nivel. 18 mil son técnicos tecnológicos. En total, cerca de 21 mil docentes no tienen formación de tercer nivel.
- Para tener un radio de 1 docente por cada 15 alumnos (radio sugerido por Restrepo "para tener una educación de excelencia"; actualmente hay 21 docentes por alumno) se necesitan 283.000 docentes, es decir, faltarían 70 mil.

La propaganda de La Década Ganada

Entretanto, la propaganda gubernamental en torno a "La Década Ganada" decía contar con "una planta docente de excelencia".






El último ministro de educación de Rafael Correa, Freddy Peñafiel, repetía en actos públicos (2017):
- "En estas nuevas unidades educativas tenemos a los mejores profesores del mundo"
- "Estamos convencidos que en el Ecuador están los mejores profesores del mundo".

¿Qué se hizo en 10 años de capacitación docente (2007-2017)?

El Ministerio de Educación no dejó ningún estudio o informe de evaluación al respecto.

En febrero de 2015 el ministro Espinosa afirmaba que "el 5% del presupuesto de educación debe destinarse a capacitación docente", pero no respaldaba su afirmación en ninguna evaluación o estudio.

"Mejoramiento de la formación docente, revalorización del rol y del ejercicio docente" fue una de las políticas contempladas en el Plan Decenal de Educación 2006-2015. El informe final del Plan elaborado por el Ministerio de Educación dio cuenta de la formación docente con el indicador "horas de capacitación docente". Se dijo que se dieron casi 3 millones y medio (3'455.232) de horas de capacitación entre 2008 y 2015. No obstante, el número de horas no dice nada sobre la relevancia, pertinencia y eficacia de la capacitación. Como se ve, 7 de cada 10 docentes del sistema público no manejan los contenidos considerados indispensables para enseñar sus asignaturas y deben asistir a cursos (sin hablar siquiera de conocimientos pedagógicos).

¿Qué es un "docente calificado"? 

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 (ODS 4), dedicado a la educación, incluye 10 metas y 43 indicadores temáticos. La meta 4.c. se refiere a los educadores y su propósito es "aumentar sustancialmente la oferta de docentes calificados". ¿Qué se considera un docente calificado?

El indicador 4.c.1 establece:
"Porcentaje de docentes en: a) enseñanza preescolar; b) primaria; c) primer ciclo de secundaria; y d) segundo ciclo de secundaria que han recibido al menos el mínimo de formación docente organizada (por ejemplo, formación pedagógica), inicial o durante el empleo, necesaria para la docencia en un nivel pertinente en un país determinado".
El monitoreo del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 por parte del Instituto de Estadísticas de la UNESCO (UIS) arrojaba esta información sobre el indicador 4.c.1 para el caso del Ecuador, en 2018: preprimaria 82.9%, primaria 82.3%, secundaria baja 75.9%, y secundaria alta 72.5% (2017). Los porcentajes parecen altos. Pero no dicen nada acerca de la calidad de dicha formación.

Por su parte, la información dada por el Observatorio de la UNAE indicaba que de 160.000 docentes en servicio, cerca de 21.000 no tenían formación de tercer nivel, que es lo establecido. Asimismo, los resultados disponibles de Ser Maestro, referidos a Saberes Disciplinares, indicaban que más del 70% de los docentes del sector público no maneja a cabalidad los contenidos que debe enseñar. No sabemos nada sobre la idoneidad pedagógica de los docentes.

En otras palabras, el Ecuador está lejos de la meta de asegurar para 2030 docentes calificados para los diversos niveles educativos.

¿Qué clase de formación/capacitación docente vienen ofreciendo históricamente las universidades ecuatorianas?. ¿Qué pasa con la capacidad de lectura, investigación, autoestudio y autoaprendizaje de los docentes en este país?. La formación inicial debe preparar profesionalmente en qué y cómo enseñar, y en enseñar a aprender. Los bajos niveles de lectura de la sociedad ecuatoriana incluyen a los docentes (no tenemos información sobre niveles y hábitos de lectura de los docentes). Esto genera poderosos círculos viciosos en la educación nacional.

Lo cierto es que la única posibilidad de que un docente se mantenga al día con los saberes indispensables a su tarea y a su campo de trabajo, no solo actualizado sino motivado hacia el conocimiento y el aprendizaje, pasa por la investigación, la lectura y el autoestudio como prácticas habituales de vida. Mientras los docentes no se asuman a sí mismos como investigadores, lectores y aprendices permanentes, no hay posibilidad de que se desarrollen como docentes calificados y capacitados.

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El inspector Camacho no tiene la culpa




El Instituto Nacional Mejía fue creado por Eloy Alfaro en 1897. Fue el segundo colegio laico en el Ecuador y el primero en Quito. En el 'Patrón Mejía' - como se le conoce en el país - estudian más de 5 mil estudiantes; el colegio es mixto desde 2011. Tiene una reconocida tradición libertaria y combativa, en dictadura y en democracia. Aquí se han educado personalidades de la política, el mundo académico y el activismo social.

En junio de 2018 el Mejía fue noticia de primera plana a partir de un video que se hizo viral en las redes, en el que se veía a un profesor del colegio pegando con una vara a siete estudiantes alineados contra la pared. El ministerio de educación circuló de inmediato un comunicado condenando la violencia e informando que el profesor estaba siendo removido de sus funciones pedagógicas y de toda función administrativa mientras duran las investigaciones.

El segundo gran shock vino a continuación. Decenas de estudiantes y padres - sobre todo madres - de familia del Mejía defendiendo vehementemente al inspector José Camacho, considerado un "segundo padre", un amigo, un consejero. Padres y madres defendiendo, incluso agradeciendo, los métodos disciplinadores del inspector. Ex-alumnos del Mejía afirmando que fueron educados con estos métodos y que hoy son ciudadanos de bien y profesionales exitosos. Muchos aclarando que no se trata de "castigo" sino de "corrección", que éste es "el método adecuado para formar vagos, pandilleros y drogadictos" y que ésta es responsabilidad que les toca asumir a los buenos docentes "pues los padres hoy se desentienden de educar a sus hijos".

Comentarios de este tipo proliferaron en los días siguientes en las redes sociales, provenientes ya no solo de la comunidad educativa del Mejía sino de la ciudadanía en general, mostrando cuán arraigado y naturalizado está en el Ecuador el comportamiento violento y su justificación en la educación escolar.

Las protestas del Mejía subieron de tono, salieron del colegio y de las redes, y llegaron a la calle con carteles, marchas y enfrentamientos. Armados de piedras y adoquines sacados de las veredas de los alrededores del colegio, los estudiantes se enfrentaron con la policía, como tantas veces en el pasado. Ocho policías heridos y un estudiante preso fue el saldo de los disturbios. En medio de todo esto, acercamientos y diálogos que intentó el Ministerio de Educación para llegar a un acuerdo.

Otro segmento de la sociedad, tomado por sorpresa e indignado, se expresó en medios y redes condenando la actuación del inspector, las autoridades, los estudiantes y los padres de familia involucrados.

Una sociedad violenta

Foto: El Telégrafo
Como trasfondo es importante tener en cuenta que la violencia verbal y física en las relaciones en el Ecuador es alta, la violencia contra niños y adolescentes particularmente alta, y alta también la indolencia social frente al problema. El tema de la violencia es destacado en los medios y encarado con múltiples y sucesivas campañas de información y comunicación.

Según UNICEF, 4 de cada 10 niños ecuatorianos son maltratados por sus padres y 3 de cada 10 por sus profesores; los más afectados son los niños entre 5 y 11 años de edad. En la década 2007-2017 (gobierno de Rafael Correa) la violencia física contra los niños subió 9 puntos. En 2015, 26% de los niños, niñas y adolescentes de 5 a 17 años decían recibir trato violento de sus profesores si no hacían los deberes o si cometían alguna falta. Esto incluye golpes, insultos, burlas y restricciones en el tiempo del recreo ("Niñez y adolescencia desde la intergeneracionalidad", 2016). En 2017, el Comité de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Niños criticó la alta prevalencia de violencia sexual, física y psicológica contra niños y niñas en el Ecuador y urgió al gobierno a adoptar una legislación que penalice el castigo físico en todas sus formas.

Foto: La Hora
En definitiva, el país está enterado que son miles los profesores que ejercen violencia cotidiana en las instituciones educativas y que son miles los estudiantes que padecen esa violencia por partida doble: en las aulas y en los hogares. Lo que hace especial cortocircuito en este caso es constatar que la violencia corporal está institucionalizada en el colegio Mejía y que ésta concita el apoyo, antes que el rechazo, de la comunidad educativa vinculada a dicho plantel. Lo que este episodio dejó en claro es la vigencia de la histórica complicidad entre familia y escuela cuando se trata del disciplinamiento de niños, adolescentes y jóvenes.

La retórica de 'la educación del siglo XXI' se desploma ante estos hechos. El Mejía muestra que el método de "la letra con sangre entra" es viejo pero goza de buena salud y no está confinado - como quisiera uno creer - a rincones apartados de la geografía nacional sino que está vivo en un colegio público emblemático, prestigado y grande ubicado en la capital.

El comportamiento violento es uno de esos aprendizajes que, por lo general, echa raíces en la infancia, se desarrolla en la vida adulta y en múltiples lugares, tiene efectos multiplicadores de mediano y larzo plazo, y tiende a reproducirse inter-generacionalmente.

Los muchos cómplices del inspector Camacho

Cabe preguntarse dónde, cuándo, cómo y con la complicidad de quiénes aprendió, desarrolló y aplicó sus métodos el inspector Camacho en su trayectoria profesional.

Es posible que el inspector haya conoció la violencia cuando niño. Padres y madres pegadores, que propinan nalgadas, cachetadas, coscarrones, latigazos, tirones de orejas, palizas, abundan en el Ecuador. Y buena parte de la sociedad parece seguir creyendo que el castigo es necesario, incluso inevitable, en la crianza de los hijos. Muchas familias ecuatorianas siguen en gran medida replicando con sus hijos e hijas las prácticas de su propia crianza cuando niños.

El inspector seguramente sufrió, en su trayectoria de alumno, algunos de los maltratos clásicos del sistema escolar. Y fue en ese modelo escolar autoritario y antidemocrático que forjó sus convicciones acerca de qué cabe y qué no en la enseñanza. La investigación internacional muestra que en los profesores termina pesando más el modelo docente experimentado en su propia experiencia escolar que lo que pueda aportales más tarde la formación y capacitación docente. 

El inspector fue formado, sin duda, con viejos parámetros docentes, recitando autores y teorías, leyendo apuntes más que libros, sin acceder a conocimiento actualizado sobre la educación, la pedagogía y los aprendizajes. El nuevo conocimiento científico suele tardar años en llegar a las instituciones formadoras del magisterio y tiende a transmitirse con viejos métodos de enseñanza.

El inspector, como millones de maestros en el Ecuador y en el mundo, seguramente ha venido trabajando solo en su aula, sin testigos, sin trabajo colegiado, sin socializar su práctica con nadie, en la soledad docente malentendida como 'autonomía'. La presencia de otros, de ojos críticos observando la práctica desde afuera, contribuye a la autoconciencia de la propia práctica, a corregirla y mejorarla constantemente.

El inspector ha trabajado 18 años en el colegio Mejía, tiempo más que suficiente para aplicar, desarrollar y perfeccionar su 'método' de disciplinamiento. Y, si bien en todos estos años debió haber estudiantes y familias que no compartieron sus métodos e incluso los denunciaron a la autoridad, es evidente que los reclamos no prosperaron, que primó el espíritu de cuerpo y que la aceptación fue lo suficientemente grande como para mantenerlo en el cargo e incluso lograr la complicidad de estudiantes, familias y autoridades.

El inspector posiblemente actúa de manera similar en todos los ámbitos de su vida. Quien castiga en el aula, castiga también en casa. La investigación indica que quien fue violentado en la infancia tiende a repetir ese comportamiento, ya de adulto, en su vida familiar y laboral. El Ecuador ofrece, en este sentido, un entorno ideal. Una sociedad con fuertes rasgos jerárquicos, patriarcales, machistas, violentos, tolerante con los abusadores e intolerante con los más vulnerables: niños, adolescentes, mujeres, personas mayores.

Si vamos a cuestionar al inspector Camacho debemos pues cuestionar también a sus muchos cómplices:

- la familia que educa a los hijos replicando viejas inercias y creencias antes que contando con información relevante y actualizada sobre la crianza y la educación de niños y adolescentes;
- el sistema escolar que sigue reproduciendo viejos métodos de enseñanza, ávido de tecnologías e infraestructuras, pero desatento a los derechos, el buen trato y el bienestar de los alumnos;
- la formación docente anclada en el pasado, en modelos de otras épocas, en el memorismo, el enciclopedismo y el credencialismo;
- la práctica docente repetitiva, aislada, no compartida ni reflexionada, cerrada al cambio, al trabajo interdisciplinar y en equipo;
- la autoridad escolar que dicta y controla en vez de dialoga y escucha;
- nuestra propia complicidad - la que nos toca a cada uno como ciudadanos y ciudadanas - con todo esto, con un sistema educativo autoritario y reproductor, con una mentalidad adultocéntrica que no respeta a niños y niñas, con un sistema social y político que alimentan los comportamientos violentos y se muestran permisivos con los abusadores.

Artículos de educadores ecuatorianos sobre este episodio del Colegio Mejía
- Alexis Ponce, 'El Mejía no es convento, ni presidio, ni cuartel'
- Gabriela Paz y Miño, La vara
- Milton Luna Tamayo, "Nuestro segundo papá"
- Alfredo Astorga Bastidas, No te arrugues Patrón Mejía
- Rosa María Torres, El inspector Camacho no tiene la culpa

Finlandia: Selección y formación docente



Preguntados sobre las claves de su modelo y de su desarrollo educativo, los finlandeses contestan siempre que la clave principal son los docentes y, en ese marco, su selección y formación. Destacan siempre, asimismo, la importancia de la selección, paso previo indispensable para cualquier proceso exitoso de formación.

Finlandia no tiene un sistema de evaluación docente y tampoco un sistema de inspección escolar - la abolieron en los 1990s - de modo que ni la evaluación ni la supervisión explican el desempeño profesional docente y la confianza que la sociedad finlandesa deposita en sus docentes.

Los finlandeses han logrado hacer de la docencia una opción atractiva de estudio, de trabajo y de vida. No tanto por el salario sino por la relevancia social, la autonomía profesional y la satisfacción personal asociadas a ésta. Dicha autonomía supone un alto nivel profesional y una formación docente de alta calidad.

En los 1970s se decidió que todo docente debía tener formación universitaria. Hoy en día, todos tienen una maestría. Todos, incluidos los docentes de asignaturas, realizan prácticas en escuelas asociadas a las universidades formadoras de docentes, reciben una fuerte formación pedagógica y didáctica, y formación en necesidades educativas especiales, a fin de poder asistir a estudiantes con algún tipo de dificultad. En 2016, 85% de los docentes finlandeses tenían formación en necesidades educativas especiales y 85% en educación de migrantes (Teachers and Principals in Finland 2016). En 2018, 90% de los docentes decía estar satisfecho con su profesión (Compulsory education in Finland 2018). (No obstante, una encuesta realizada por el sindicato docente en 2021 reveló que 57% de los docentes finlandeses había considerado cambiar de profesión en 2020-2021 a raíz de la pandemia del COVID-19, sumamente demandante y estresante para la labor docente).

Cada universidad tiene sus propias normas y métodos de selección de los postulantes a la carrera docente, una carrera exigente y por eso mismo sumamente valorada y respetada. Es muy difícil ser aceptado en las facultades de educación. De cada 100 que postulan, 10, 12, 15 logran ingresar.

"En Finlandia hoy es más difícil estudiar para maestro que para abogado" decía en 2018 Olli-Pekka Heinonen, director de la Finnish National Agency for Education (Agencia Nacional Finlandesa para la Educación). Este fue, de hecho, el titular elegido por Clarín para la entrevista, en Buenos Aires. Aquí, el fragmento pertinente:
- ¿Cómo se forma y selecciona a los maestros?
- "Ellos tienen que aprobar una carrera en la universidad que dura 3 años. Y tienen un período en el que van a las escuelas a hacer una suerte de entrenamiento. La principal selección está a la hora de entrar a la universidad. Les toman un examen en el que miden distintas cosas, desde actitud hasta conocimientos generales y competencias socioemocionales. Muchos jóvenes quieren ingresar a la carrera, pero solo ingresa entre el 10 y el 15 por ciento de los que aplican. En Finlandia hoy es más difícil estudiar para ser maestro que para ser abogado".
Años antes, en 2012, Pasi Sahlberg, especialista finlandés, contaba en una conferencia, también en Buenos Aires, la ya célebre anécdota de su sobrina Vera que aprobó los exámenes pero no logró pasar la entrevista personal que se aplica a quienes desean estudiar magisterio. Dio respuestas incorrectas - decía Sahlberg - a la pregunta de por qué quería ser maestra: primero explicó al jurado que su tío (Sahlberg) y otras personas en la familia son o han sido maestros; luego, en la repregunta, contestó que le gustan los niños. En definitiva, no pudo explicar con claridad su pasión por la enseñanza. Al año siguiente volvió a presentarse y aprobó la entrevista.

Esto explicaba Sahlberg al final de su conferencia "La formación docente en Finlandia. Reflexiones para la Argentina":
"En los programas de formación docente queremos tener no solo personas inteligentes a quienes les ha ido bien en la escuela, que tienen fortalezas en asuntos académicos o sociales, sino personas que tienen un compromiso moral profundo con la enseñanza.

En mi universidad tuvimos 2.000 aplicantes en la primavera pasada y estamos seleccionando 120. Cada uno de esos 120 tiene un compromiso profundo con la enseñanza y está dispuesto a servir como docente de por vida. Y es esto lo que hace una gran diferencia. Si les educas a ellos en un programa de maestría, obtienes buenos maestros.

Uno de mis mensajes esta tarde aquí es que Finlandia no tiene necesariamente un programa excepcional de formación docente, pero tenemos estudiantes muy excepcionales, que podemos seleccionar.

Veo que muchos de ustedes se están preguntando: ¿por qué es así?, ¿qué hace que esto sea tan especial? Hay muchas cosas en las condiciones que proveemos, pero no insistimos en que los docentes deben trabajar desde la mañana hasta la noche, no usamos pruebas estandarizadas para decidir cuáles docentes son buenos y cuáles malos, no tenemos inspección escolar. Les pedimos a los docentes que ellos mismos hagan muchas de estas cosas. Y es por eso que Vera y otros docentes piensan: "Esto es lo que quiero hacer. Quiero ser un profesional independiente, autónomo".

Finlandia ha hecho esto durante los últimos 20 años: elegir a los mejores jóvenes para estudiar para docentes. Hay 8 universidades en el país que proveen un programa similar. Los requerimients son los mismos. En Finlandia nunca se le pregunta a un docente dónde obtuvo su título, porque uno sabe que todos los docentes tienen un título de maestría y que es el mismo en todos lados".
Curiosamente, quienes celebran el modelo educativo finlandés reconocen por lo general la importancia de una formación docente de alta calidad pero parecen ignorar o desestimar lo que los propios finlandeses destacan: la indispensable selección de los candidatos.

Un cambio paradigmático, un tema estructural, radicalmente innovador, complejo y desafiante que pocos gobiernos en el mundo, y ninguno en América Latina, parecen dispuestos a considerar.

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- Sobre la educación en Finlandia / On education in Finland

Cualidades de los educadores progresistas - Paulo Freire



Foto: Carlos Goldgrub – 28.8.1989 / Folhapress

El texto que copio abajo es una carta de Paulo Freire incluida en su libro Cartas a quien pretende enseñar (Siglo XXI Editores, México, primera edición en español, 1994). Un libro dedicado a los educadores. Un libro que conozco bien y aprecio de manera especial pues Paulo me pidió hacerle el Prólogo.

En esta carta, Paulo habla de las cualidades que deben acompañar a las y los educadores progresistas en su afán por "
crear la escuela alegre, la escuela feliz". Se refiere concretamente a la humildad, la amorosidad, la valentía, la tolerancia, la capacidad de decisión, la búsqueda de la justicia, la tensión entre paciencia e impaciencia, la parsimonia verbal, y la alegría de vivir. Un listado muy diferente a los listados que encontramos hoy mencionados como competencias o habilidades deseables de los educadores en el siglo XXI.

CARTA 4

De las cualidades indispensables para el mejor desempeño de las maestras y los maestros progresistas


Me gustaría dejar bien claro que las cualidades de las que voy a hablar y que me parecen indispensables para las educadoras y para los educadores progresistas son predicados que se van generando con la práctica. Más aún, son generados en la práctica en coherencia con la opción política de naturaleza crítica del educador. Por esto mismo, las cualidades de las que hablaré no son algo con lo que nacemos o que encarnamos por decreto o recibimos de regalo. Por otro lado, al ser alineadas en este texto no quiero atribuirles ningún juicio de valor por el orden en el que aparecen. Todas ellas son necesarias para la práctica educativa progresista.

Humildad

Comenzaré por la humildad, que de ningún modo significa falta de respeto hacia nosotros mismos, ánimo acomodaticio o cobardía. Al contrario, la humildad exige valentía, confianza en nosotros mismos, respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás.


La humildad nos ayuda a reconocer esta sentencia obvia: nadie sabe todo, nadie ignora todo. Todos sabemos algo, todos ignoramos algo. Sin humildad, difícilmente escucharemos a alguien al que consideramos demasiado alejado de nuestro nivel de competencia. Pero la humildad que nos hace escuchar a aquel considerado como menos competente que nosotros no es un acto de condescendencia de nuestra parte o un comportamiento de quien paga una promesa hecha con fervor: “Prometo a Santa Lucía que si el problema de mis ojos no es algo serio voy a escuchar con atención a los rudos e ignorantes padres de mis alumnos”. No, no se trata de eso. Escuchar con atención a quien nos busca, sin importar su nivel intelectual, es un deber humano y un gusto democrático nada elitista.

De hecho, no veo cómo es posible conciliar la adhesión al sueño democrático, la superación de los preconceptos, con la postura no humilde, arrogante, en que nos sentimos llenos de nosotros mismos. Cómo escuchar al otro, cómo dialogar, si sólo me oigo a mí mismo, si sólo me veo a mí mismo, si nadie que no sea yo mismo me mueve o me conmueve. Por otro lado si, siendo humilde, no me minimizo ni acepto que me humillen, estoy siempre abierto a aprender y a enseñar. La humildad me ayuda a no dejarme encerrar jamás en el circuito de mi verdad. Uno de los auxiliares fundamentales de la humildad es el sentido común que nos advierte que con ciertas actitudes estamos cerca de superar el límite a partir del cual nos perdemos.

La arrogancia del “¿sabe con quién está hablando?”, la soberbia del sabelotodo incontenido en el gusto de hacer conocido y reconocido su saber, todo esto no tiene nada que ver con la mansedumbre, ni con la apatía, del humilde. Es que la humildad no florece en la inseguridad de las personas sino en la seguridad insegura de los cautos. Es por esto por lo que una de las expresiones de la humildad es la seguridad insegura, la certeza incierta y no la certeza demasiado segura de sí misma. La postura del autoritario, en cambio, es sectaria. La suya es la única verdad que necesariamente debe ser impuesta a los demás. Es en su verdad donde radica la salvación de los demás. Su saber es “iluminador” de la “oscuridad” o de la ignorancia de los otros, que por lo mismo deben estar sometidos al saber y a la arrogancia del autoritario o de la autoritaria.

Ahora retomo el análisis del autoritarismo, no importa si de los padres o de las madres, si de los maestros o las maestras. Autoritarismo frente al cual podremos esperar de los hijos o de los alumnos posiciones a veces rebeldes, refractarias a cualquier límite como disciplina o autoridad, pero a veces también apatía, obediencia exagerada, anuencia sin crítica o resistencia al discurso autoritario, renuncia a sí mismo, miedo a la libertad.

Al decir que del autoritarismo se pueden esperar varios tipos de reacciones entiendo que en el dominio de lo humano, felizmente, las cosas no se dan mecánicamente. De esta manera es posible que ciertos niños sobrevivan casi ilesos al rigor del arbitrio, lo que no nos autoriza a manejar esa posibilidad y a no esforzarnos por ser menos autoritarios, sino en nombre del sueño democrático por lo menos en nombre del respeto al ser en formación de nuestros hijos e hijas, de nuestros alumnos y alumnas.

Amorosidad

Pero es preciso sumar otra cualidad a la humildad con que la maestra actúa y se relaciona con sus alumnos, y esta cualidad es la amorosidad sin la cual su trabajo pierde significado. Y amorosidad no sólo para los alumnos sino para el propio proceso de enseñar. Debo confesar, sin ninguna duda, que no creo que sin una especie de “amor armado”, como diría el poeta Tiago de Melo, la educadora o el educador puedan sobrevivir a las negatividades de su quehacer. Las injusticias, la indiferencia del poder público, expresadas en la desvergüenza de los salarios, en el arbitrio con que son castigadas las maestras y no tías que se rebelan y participan en manifestaciones de protesta a través de su sindicato – pero a pesar de esto continúan entregándose a su trabajo con los alumnos.

Sin embargo, es preciso que ese amor sea en realidad un “amor armado”, un amor luchador de quien se afirma en el derecho o en el deber de tener el derecho de luchar, de denunciar, de anunciar. Es ésta la forma de amar indispensable al educador progresista y que es preciso que todos nosotros aprendamos y vivamos.


Valentía


Pero sucede que la amorosidad de la que hablo, el sueño por el que peleo y para cuya realización me preparo permanentemente, exigen que yo invente en mí, en mi experiencia social, otra cualidad: la valentía de luchar al lado de la valentía de amar.

La valentía como virtud no es algo que se encuentre fuera de mí mismo. Como superación de mi miedo, ella lo implica.

En primer lugar, cuando hablamos del miedo debemos estar absolutamente seguros de que estamos hablando sobre algo muy concreto. Esto es, el miedo no es una abstracción. En segundo lugar, creo que debemos saber que estamos hablando de una cosa muy normal. Otro punto que me viene a la mente es que, cuando pensamos en el miedo, llegamos a reflexionar sobre la necesidad de ser muy claros respecto a nuestras opciones, lo cual exige ciertos procedimientos y prácticas concretas que son las propias experiencias que provocan el miedo.

A medida que tengo más y más claridad sobre mi opción, sobre mis sueños, que son sustantivamente políticos y adjetivamente pedagógicos, en la medida en que reconozco que como educador soy un político, también entiendo mejor las razones por las cuales tengo miedo y percibo cuánto tenemos aún por andar para mejorar nuestra democracia. Es que al poner en práctica un tipo de educación que provoca críticamente la conciencia del educando, necesariamente trabajamos contra algunos mitos que nos deforman. Al cuestionar esos mitos también enfrentamos al poder dominante, puesto que ellos son expresiones de ese poder, de su ideología.

Cuando comenzamos a ser asaltados por miedos concretos, tales como el miedo a perder el empleo o a no alcanzar cierta promoción, sentimos la necesidad de poner ciertos límites a nuestro miedo. Antes que nada reconocemos que sentir miedo es manifestación de que estamos vivos. No tengo que esconder mis temores. Pero lo que no puedo permitir es que mi miedo me paralice. Si estoy seguro de mi sueño político, debo continuar mi lucha con tácticas que disminuyan el riesgo que corro. Por eso es tan importante gobernar mi miedo, educar mi miedo, de donde nace finalmente mi valentía. Es por eso por lo que no puedo por un lado negar mi miedo y por el otro abandonarme a él, sino que preciso controlarlo, y es en el ejercicio de esta práctica donde se va construyendo mi valentía necesaria.

Es por esto por lo que hay miedo sin valentía, que es el miedo que nos avasalla, que nos paraliza, pero no hay valentía sin miedo, que es el miedo que, “hablando” de nosotros como gente, va siendo limitado, sometido y controlado.

Tolerancia

Otra virtud es la tolerancia. Sin ella es imposible realizar un trabajo pedagógico serio, sin ella es inviable una experiencia democrática auténtica: sin ella, la práctica educativa progresista se desdice. La tolerancia, sin embargo, no es una posición irresponsable de quien juega el juego del “hagamos de cuenta”.

Ser tolerante no significa ponerse en connivencia con lo intolerable, no es encubrir lo intolerable, no es amansar al agresor ni disfrazarlo. La tolerancia es la virtud que nos enseña a convivir con lo que es diferente. A aprender con lo diferente, a respetar lo diferente.

En un primer momento parece que hablar de tolerancia es casi como hablar de favor. Es como si ser tolerante fuese una forma cortés, delicada, de aceptar o tolerar la presencia no muy deseada de mi contrario. Una manera civilizada de consentir en una convivencia que de hecho me repugna. Eso es hipocresía, no tolerancia. Y la hipocresía es un defecto, un desvalor. La tolerancia es una virtud. Por eso mismo si la vivo, debo vivirla como algo que asumo. Como algo que me hace coherente como ser histórico, inconcluso, que estoy siendo en una primera instancia, y en segundo lugar, con mi opción político-democrática. No veo como podremos ser democráticos, sin experimentar, como principio fundamental, la tolerancia y la convivencia con lo que nos es diferente.

Nadie aprende tolerancia en un clima de irresponsabilidad en el cual no se hace democracia. El acto de tolerar implica el clima de establecer límites, de principios que deben ser respetados. Es por esto por lo que la tolerancia no es la simple connivencia con lo intolerable. Bajo el régimen autoritario, en el cual se exacerba la autoridad, o bajo el régimen licencioso, en el que la libertad no se limita, difícilmente aprenderemos la tolerancia. La tolerancia requiere respeto, disciplina, ética. El autoritario, empapado de prejuicios sobre el sexo, las clases, las razas, jamás podrá ser tolerante si antes no vence sus prejuicios.

Es por esto por lo que el discurso progresista del prejuiciado, en contraste con su práctica, es un discurso falso. Es por esto también por lo que el cientificista es igualmente intolerante, porque toma o entiende la ciencia como la verdad última y nada vale fuera de ella, pues es ella la que nos da la seguridad de la que no se puede dudar. No hay cómo ser tolerantes si estamos inmersos en el cientificismo, cosa que no debe llevarnos a la negación de la ciencia.

Me gustaría ahora agrupar la decisión, la seguridad, la tensión entre la paciencia y la impaciencia y la alegría de vivir como cualidades que deben ser cultivadas por nosotros si somos educadores y educadoras progresistas.

Capacidad de decisión

La capacidad de decisión de la educadora o del educador es absolutamente necesaria en su trabajo formador. Es probando su habilitación para decidir como la educadora enseña la difícil virtud de la decisión. Difícil en la medida en que decidir significa romper para optar. Ninguno decide a no ser por una cosa contra la otra, por un punto contra otro, por una persona contra otra. Es por esto por lo que toda opción que sigue a una decisión exige una meditada evaluación en el acto de comparar para optar por uno de los posibles polos, personas o posiciones. Y es la evaluación, con todas las implicaciones que ella genera, la que finalmente me ayuda a optar.

Decisión es ruptura no siempre fácil de ser vivida. Pero no es posible existir sin romper, por más difícil que nos resulte romper.

Una de las deficiencias de una educadora es la incapacidad de decidir. Su indecisión, que los educandos interpretan como debilidad moral o como incompetencia profesional. La educadora democrática, solo por ser democrática, no puede anularse; al contrario, si no puede asumir sola la vida de su clase tampoco puede, en nombre de la democracia, huir de su responsabilidad de tomar decisiones. Lo que no puede es ser arbitraria en las decisiones que toma. El testimonio de no asumir su deber como autoridad, dejándose caer en la licencia, es sin duda más funesto que el de extrapolar los límites de su autoridad.

Hay muchas ocasiones en que el buen ejemplo pedagógico, en la dirección de la democracia, es tomar la decisión junto con los alumnos después de analizar el problema. En otros momentos en los que la decisión a tomar debe ser de la esfera de la educadora, no hay por qué no asumirla, no hay razón para omitirse.

La indecisión delata falta de seguridad, una cualidad indispensable a quien sea que tenga la responsabilidad del gobierno, no importa si de una clase, de una familia, de una institución, de una empresa o del Estado.

Por su parte, la seguridad requiere competencia científica, claridad política e integridad ética.

No puedo estar seguro de lo que hago si no sé cómo fundamentar científicamente mi acción o si no tengo por lo menos algunas ideas de lo que hago, por qué lo hago y para qué lo hago. Si sé poco o nada sobre en favor de qué o de quién, en contra de qué o de quién hago lo que estoy haciendo o haré. Si esto no me conmueve para nada, si lo que hago hiere la dignidad de las personas con las que trabajo, si las expongo a situaciones bochornosas que puedo y debo evitar, mi insensibilidad ética, mi cinismo me contraindican para encarnar la tarea del educador. Tarea que exige una forma críticamente disciplinada de actuar con la que la educadora desafía a sus educandos. Forma disciplinada que tiene que ver, por un lado, con la competencia que la maestra va revelando a sus educandos, discreta y humildemente, sin alharacas arrogantes, y por el otro con el equilibrio con el que la educadora ejerce su autoridad – segura, lúcida, determinada.

Búsqueda de la justicia

Nada de eso, sin embargo, puede concretarse si a la educadora le falta el gusto por la búsqueda permanente de la justicia. Nadie puede prohibirle que le guste mas un alumno que otro por n razones. Es un derecho que tiene. Lo que ella no puede es omitir el derecho de los otros en favor de su preferido.
 

Tensión entre paciencia e impaciencia 

Existe otra cualidad fundamental que no puede faltarle a la educadora progresista y que exige de ella la sabiduría con que entregarse a la experiencia de vivir la tensión entre la paciencia y la impaciencia. Ni la paciencia por sí sola ni la impaciencia solitaria. La paciencia por sí sola puede llevar a la educadora a posiciones de acomodación, de espontaneísmo, con lo que niega su sueño democrático. La paciencia desacompañada puede conducir a la inmovilidad, a la inacción. La impaciencia por sí sola, por otro lado, puede llevar a la maestra a un activismo ciego, a la acción por sí misma, a la práctica en que no se respetan las relaciones necesarias entre la táctica y la estrategia. La paciencia aislada tiende a obstaculizar la consecución de los objetivos de la práctica haciéndola “tierna”, “blanda” e inoperante. En la impaciencia aislada amenazamos el éxito de la práctica que se pierde en la arrogancia de quien se juzga dueño de la historia. La paciencia sola se agota en el puro blablablá; la impaciencia a solas en el activismo irresponsable.

La virtud no está, pues, en ninguna de ellas sin la otra sino en vivir la permanente tensión entre ellas.
Está en vivir y actuar impacientemente paciente, sin que jamás se dé la una aislada de la otra.

Parsimonia verbal

Junto con esa forma de ser y de actuar equilibrada, armoniosa, se impone otra cualidad que vengo llamando parsimonia verbal. La parsimonia verbal está implicada en el acto de asumir la tensión entre paciencia-impaciencia. Quien vive la impaciente paciencia difícilmente pierde, salvo casos excepcionales, el control de lo que habla, raramente extrapola los límites del discurso ponderado pero enérgico. Quien vive preponderadamente la paciencia, apenas ahoga su legitima rabia, que expresa en un discurso flojo y acomodado. Quien por el contrario es sólo impaciencia tiende a la exacerbación en su discurso. El discurso del paciente siempre es bien comportado, mientras que el discurso del impaciente generalmente va más allá de lo que la realidad misma soportaría.

Ambos discursos, tanto el muy controlado como el carente de toda disciplina, contribuyen a la preservación del statu quo. El primero por estar mucho más acá de la realidad; el segundo por ir más allá del límite de lo soportable.

El discurso y la práctica benevolente del que es solo paciente en la clase hace pensar a los educandos que todo o casi todo es posible. Existe una paciencia casi inagotable en el aire. El discurso nervioso, arrogante, incontrolado, irrealista, sin límite, está empapado de inconsecuencia, de irresponsabilidad.

Estos discursos no ayudan en nada a la formación de los educandos.

Existen además los que son excesivamente equilibrados en su discurso pero de vez en cuando se desequilibran. De la pura paciencia pasan inesperadamente a la impaciencia incontenida, creando en los demás un clima de inseguridad con resultados indiscutiblemente pésimos.

Existe un sinnúmero de madres y padres que se comportan así. De una licencia en la que el habla y la acción son coherentes pasan, al día siguiente, a un universo de desatinos y órdenes autoritarias que dejan estupefactos a sus hijos e hijas, pero principalmente inseguros. La ondulación del comportamiento de los padres limita en los hijos el equilibrio emocional que precisan para crecer. Amar no es suficiente, precisamos saber amar.

Alegría de vivir

Me parece importante, reconociendo que las reflexiones sobre las cualidades son incompletas, discutir un poco sobre la alegría de vivir, como una virtud fundamental para la práctica educativa democrática.

Es dándome por completo a la vida y no a la muerte – lo que ciertamente no significa, por un lado, negar la muerte, ni por el otro mitificar la vida – como me entrego, libremente, a la alegría de vivir. Y es mi entrega a la alegría de vivir, sin esconder la existencia de razones para la tristeza en esta vida, lo que me prepara para estimular y luchar por la alegría en la escuela.

Es viviendo – no importa si con deslices o incoherencias, pero sí dispuesto a superarlos – la humildad, la amorosidad, la valentía, la tolerancia, la competencia, la capacidad de decidir, la seguridad, la ética, la justicia, la tensión entre la paciencia y la impaciencia, la parsimonia verbal, como contribuyo a crear la escuela alegre, a forjar la escuela feliz. La escuela que es aventura, que marcha, que no le tiene miedo al riesgo y que por eso mismo se niega a la inmovilidad. La escuela en la que se piensa, en la que se actúa, en la que se crea, en la que se habla, en la que se ama, se adivina la escuela que apasionadamente le dice sí a la vida. Y no la escuela que enmudece y me enmudece.

Realmente, la solución más fácil para enfrentar los obstáculos, la falta de respeto del poder público, el arbitrio de la autoridad antidemocrática, es la acomodación fatalista en la que muchos de nosotros nos instalamos.

“¿Qué puedo hacer, si siempre ha sido así? Me llamen maestra o me llamen tía continúo siendo mal pagada, desconsiderada, desatendida. Pues que así sea”. Esta en realidad es la posición más cómoda, pero también es la posición de quien renuncia a la lucha, a la historia. Es la posición de quien renuncia al conflicto sin el cual negamos la dignidad de la vida. No hay vida ni existencia humana sin pelea ni conflicto. El conflicto hace nacer nuestra conciencia. Negarlo es desconocer los mínimos pormenores de la experiencia vital y social. Huir de él es ayudar a la preservación del statu quo.

Por eso no veo otra salida que no sea la de la unidad en la diversidad de intereses no antagónicos de los educadores y de las educadoras en defensa de sus derechos. Derecho a su libertad docente, derecho a hablar, derecho a mejores condiciones de trabajo pedagógico, derecho a un tiempo libre remunerado para dedicarse a su permanente capacitación, derecho a ser coherente, derecho a criticar a las autoridades sin miedo a ser castigadas – a lo que corresponde el deber de responsabilizarse por la veracidad de sus criticas -, derecho a tener el deber de ser serios, coherentes, a no mentir para sobrevivir.

Es preciso que luchemos para que estos derechos sean más que reconocidos – respetados y encarnados. A veces es preciso que luchemos junto al sindicato y a veces contra él si su dirigencia es sectaria, de derecha o de izquierda. Pero a veces también es preciso que luchemos como administración progresista contra las rabias endemoniadas de los retrógrados, de los tradicionalistas entre los cuales algunos se juzgan progresistas y de los neoliberales para quienes la historia terminó en ellos.

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OTRAƎDUCACION

Formar docentes para despertar el niño interior


Tiching

"El hombre que ha perdido la capacidad de maravillarse es como un hombre muerto".
Albert Einstein

“Un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido”. Ursula K. Le Guin
"Todos los niños nacen artistas.
El problema es cómo seguir siendo artistas al crecer". Pablo Picasso

"Los niños no son el futuro porque algún día vayan a ser mayores
sino porque la humanidad se va a aproximar cada vez más al niño,
porque la infancia es la imagen del futuro". Milan Kundera

El «niño interior» - ese niño o niña que todos los adultos llevamos dentro - permanece generalmente agazapado tras años de acoso familiar, escolar y social.

Niños y niñas son científicos en potencia: curiosos, observadores, preguntones, exploradores, investigadores. Todo niño pregunta por qué, la pregunta más profunda de todas. Pero en vez de fascinar, su curiosidad y sus preguntas muchas veces molestan en la familia y en la escuela. Los niños que preguntan son considerados impertinentes. Los niños inquietos son un dolor de cabeza. Es así como, poco a poco, los niños terminan renunciando a ser curiosos y a preguntar.

Niños y niñas tienen madera de artistas. Dibujan, pintan, bailan, cantan, actúan, crean y construyen sin cesar. Dibujan sin que nadie les enseñe a hacerlo. Dibujan cualquier cosa, sin miedo y sin vergüenza. Y un día dejan de dibujar. Lo que fue inclinación espontánea pasa a verse como algo que requiere condiciones, talentos y aprendizajes especiales. Afloran la vergüenza y el sentido del ridículo. La crítica de los adultos, o simplemente su pérdida de aprecio por los dibujos infantiles, hacen lo suyo.

Niños y niñas disfrutan el contacto con la naturaleza, con las plantas, con los animales, con el agua, con la tierra, con la lluvia. Todo niño es feliz jugando al aire libre, ensuciándose, chapoteando, mojándose. Entretanto, la mirada adulta vigila que no salga, que no toque, que no se ensucie, que no se moje. La escuela clausura el juego y el movimiento, alienta el puertas adentro y el encierro, y puede prescindir de la naturaleza. 

Es así como, según confirman las investigaciones, la curiosidad y la espontaneidad van perdiéndose con los años, igual que la capacidad de maravillarse y disfrutar.

¿Cuántos adultos logran resguardar el niño interior, protegerlo de la familia y del sistema escolar, del mundo adulto, sus prejuicios, temores y restricciones?.

Alimentar el niño interior es cuestión de bienestar personal y de felicidad. Y es un imperativo para quienes se dedican a la enseñanza. Enseñar exige desacartonarse física y mentalmente.

La buena educación cultiva la pregunta, la curiosidad, la creatividad, la emoción, la colaboración, la mente abierta, la empatía, la exploración del mundo, la experimentación, el deseo de aprender, el aprecio por el arte, el desarrollo de todos los sentidos.

Necesitamos pues profesores con el niño interior bien despierto. Profesores alertas, preguntones, curiosos, creativos, observadores, exploradores, deseosos de aprender, amantes del arte, con espíritu de aventura, capaces de maravillarse.

¿Qué estímulos necesitan los docentes para despertar su niño interior? ¿Qué clase de formación se necesita para reactivar la curiosidad, la espontaneidad, la capacidad de asombro, el espíritu de aventura, el amor por la naturaleza, el placer del juego, la afición por la pregunta?

Para saber más
Guillermo García Pedrero, "Todos los niños son científicos", Agencia SINC, 2014
https://www.agenciasinc.es/Reportajes/Todos-los-ninos-son-cientificos

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