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De alumno a aprendiz




Alumno
es, quizás, el término más corriente cuando se habla de educación. Hurgando en la epistemología, algunos llegaron a la conclusión de que alumno quiere decir "sin luz" (prefijo “a”: sin y raíz “lumen – luminis”: luz). Otros vinieron en su rescate: alumno viene de alumnus, participio del verbo alere: ‘alimentar’ o ‘alimentarse’, ‘sostener’, ‘mantener’, ‘promover’, ‘incrementar’, ‘fortalecer’. Alumno sería, así, el que es alimentado o se alimenta, el que es nutrido o se nutre. "Persona criada o educada desde su niñez por alguno, respecto de éste", "Discípulo, respecto de su maestro, de la materia que está aprendiendo o de la escuela, colegio o universidad donde estudia", dice la Real Academia Española (RAE).

Estudiante es quien estudia, independientemente de si alguien educa o enseña. Sugiere autonomía: quien estudia puede hacerlo solo. El sustantivo tiene la ventaja de la ausencia de género: no existen estudiantes y estudiantas ni la tentación del estudiant@s. Pero el verbo invita a confusión, pues estudiar no necesariamente es aprender. Millones de estudiantes estudian, siguen recomendadas técnicas de estudio para concentrarse y para aguzar la memoria, y pasan noches en blanco estudiando para pruebas que dejan a menudo aprendizajes también en blanco.

Educando es quien se educa, quien está en proceso de educarse (o autoeducarse). Educadores y educandos es ecuación elegante. Era, de hecho, la preferida de Paulo Freire. Igual que alfabetizadores y alfabetizandos, los en proceso de alfabetizarse, digno sustituto del denostado analfabeto, aquel que carece de alfabeto. No obstante, pocos distinguen la diferencia - no solo terminológica sino pedagógica - y la relación dialéctica educador-educando, alfabetizador-alfabetizando.

Aprendiz viene de aprender: el que aprende, el que está en situación y en proceso de aprender, solo o con otros. Sería el término perfecto, de no ser porque sus usos en español están fuertemente marcados. Aprendiz se sigue reservando por lo general para quien aprende un arte o un oficio, y se asocia con aprendizajes manuales. Busquen si no en Wikipedia o pregúntenle a la Real Academia, que explica en tiempos actuales que el aprendiz es una"persona que, a efectos laborales, se halla en el primer grado de una profesión manual, antes de pasar a oficial". En el habla coloquial, aprendiz es novel o novato, y se presta a menudo para usos peyorativos.

Suerte tienen en inglés con un learner limpio, sin cargas negativas de ningún tipo.

Justamente, curiosamente, tristemente, para el verbo que importa - aprender - parecería que no tenemos en español el sustantivo adecuado. No tenemos un término que nombre a "el que aprende". La Real Academia consigna el término aprendiente pero no es de uso común. Ni alumnos ni estudiantes remiten a aprendizaje. El paradigma del Aprendizaje a lo Largo de la Vida destaca el término aprendizaje, no educación, escolarización, enseñanza o estudio. Reconoce que hay aprendizaje desde el nacimiento hasta la muerte, aprendices permanentes, sin edad, que aprenden de sí mismos, de los demás, del mundo que les rodea. ¿Cómo llamamos a niños, jóvenes y adultos que aprenden, que están en proceso de aprendizaje, solos o con ayuda de otros, dentro y fuera del sistema escolar?

Dormir en la escuela


Powerful Pictures 

Bostezos, cabeceos, cansancio. Algunos se duermen en clase. ¿Aburrimiento? En muchos casos. Pero, además, a menudo, falta de sueño. Los alumnos no duermen suficiente ni duermen bien. Niños, adolescentes, jóvenes, se levantan con sueño, llegan cansados a la escuela, al colegio, a la universidad. Sobre todo los pobres, como siempre.

Los horarios escolares han sido tortura cotidiana para alumnos y padres de familia desde tiempos inmemoriales. Sobre todo para los más pequeños. Pero el asunto se viene complicando cada vez más, entre otros gracias a los problemas asociados a la pobreza, la movilidad y el transporte, las distancias, la inseguridad, las tecnologías, el cambio climático, la «vida moderna».

A los tecnologizados, los artefactos - televisión, computadora, celular, videojuegos - y la falta de firmeza de los padres los mantienen despiertos más allá de lo recomendado. Para los sin tecnologías, el hambre, el hacinamiento, las condiciones insalubres, el trabajo infantil, son enemigos del descanso y del sueño.

El sistema escolar nunca ha estado preparado para atender la necesidad de los alumnos de descansar durante la jornada escolar. Asume que los alumnos llegan bien dormidos y bien comidos, que están siempre alertas y dispuestos. Del «niño pre-escolar» a quien se reconoce la necesidad de condiciones especiales para jugar y para dormir, se pasa abruptamente al «niño escolar» en vigilia permanente.

¿Qué hace el sistema escolar ante la somnolencia? La niega, la engaña, la condena, la castiga. Bostezo se entiende como falta de interés, no como falta de sueño. Ni la infraestructura ni el mobiliario ni los horarios ni el currículo ni la pedagogía ni las normas disciplinarias están preparados para esta calamidad cotidiana.

La foto de arriba fue circulada en redes sociales con la explicación: "In China, teachers allow children to sleep in class for 20 minutes to learn better" (En China, los profesores permiten a los alumnos dormir en la clase durante 20 minutos, para aprender mejor).

Gran cosa que los profesores chinos asuman el problema y le den solución, aunque sea transformando - durante 20 minutos - a los duros pupitres en colchones.

¿Qué podría y debería hacer el sistema escolar?

» Reorganizar los horarios y los calendarios escolares. Retrasar la hora de ingreso a la escuela se plantea cada vez más como una medida para paliar el problema, especialmente para los adolescentes, que atraviesan por una serie de modificaciones a sus ritmos circadianos y necesitan dormir más. Hay sistemas escolares que ya lo están haciendo.

Pupitres acondicionados para dormir, Handan, China

» Entender que el sueño es un componente esencial del aprendizaie y una necesidad dentro del tiempo escolar, igual que hace con la alimentación. Pensar también desde ahí los horarios, la infraestructura, los espacios, el mobiliario, la iluminación, la ventilación. Habilitar colchonetas, cojines, almohadas, hamacas, petates, una carpa, un salón para dormir, un espacio en el jardín, un corredor.


 
» Un alumno cansado no puede aprender. Una corta siesta hace milagros, no solo porque ayuda a recobrar energías sino porque ayuda a organizar la información en el cerebro, a limpiar la memoria de corto plazo, a tranquilizar la mente. Por sus enormes beneficios, la siesta es hoy recomendada como un hábito saludable para toda persona y para todas las edades.

» No solo los alumnos tienen sueño y necesitan descansar; los profesores también. En muchos lugares se exige a los profesores permanecer en la institución durante largas jornadas, pero no se les ofrece condiciones adecuadas de trabajo, estudio, esparcimiento, descanso. Las salas de profesores - donde existen - son a menudo lugares inhóspitos, descuidados, amontonados. Nunca ví, en planteles públicos, salas de profesores que inviten a tomar una siesta o un descanso placentero, sin zozobras y sin culpa.


Finlandia es, también en esto, un caso del que podemos aprender. Los planteles educativos han aceptado la necesidad del descanso y se han equipado con cojines, almohadones, puffs, sofás, hamacas, colchones y colchonetas, en aulas, bibliotecas, salas de profesores y otros espacios escolares.




Para saber más

» Uno de cada tres niños tiene problemas para mantenerse despierto en clase según el Grupo de Sueño de la Asociación Española de Pediatría (AEP).          

» Noventa minutos de siesta «despiertan» la mente y aumentan la capacidad de aprendizaje.
» 3 Recent Studies Reinforce Importance of Sleep for Learning.
» Madrugar es lo peor: otro estudio más concluye que los estudiantes rinden mejor a las 11 que a las 8


Ecuador: Tu juventud te ama


 Rosa María Torres


Memoria del Encuentro Nacional de Alfabetizadores Estudiantiles,
Campaña Nacional de Alfabetización “Monseñor Leonidas Proaño”

(Quito, 21-23 Septiembre de 1989),
Ministerio de Educación-UNICEF, Quito, 1990.
Para mi hijo Juan Fernando


Y, finalmente, llegó el día. Aquí están reunidos, en este gran Encuentro Nacional de Alfabetizadores Estudiantiles, cerca de 800 jóvenes de los dos últimos años del colegio de todas las provincias del país, convocados a analizar la educación nacional y a proponer cambios para ésta.

Rostros familiares asoman por todos lados, muchachos y muchachas a quienes he conocido y de quienes he aprendido tanto en este vertiginoso tra­jín de la campaña de alfabetización. Aquí están, bulliciosos y triunfantes, estos jóvenes que me fue­ron ratificando, paso a pa­so, que la cam­paña valía la pena. Aquí están asom­brosamente jun­tos varios de los protago­nistas de estos reporta­jes, con quienes com­par­tí por un instante sus clases, sus charlas, sus gozos, sus dudas y penurias en esta tarea hoy concluida de la alfabeti­zación.

Aquí está la parlanchina jefa de brigada de Chimbo­razo, la alfa­betiza­dora de Napo que me recibió con el himno na­cio­nal, la animadora lojana del En­cuen­tro Cantonal de Catamayo, varios de los alfabetizadores presentes en los En­cuen­tros Provinciales de Imbabura y Pichincha, la delegación es­tu­diantil azuaya que me recibió en el aeropuerto de Cuenca y me convocó solemnemente a una reunión "entre autoridades". Aquí están va­rios de esos jóve­nes con qui­enes compartí programas de radio y televisión, en­tre­vistas, acaloradas discusiones públi­cas. Aquí está Juan Fernando, mi hijo alfabetizador.

¡Cuánto han crecido en estos cinco meses! Cuando los co­no­cí, supe que muchos de ellos serían elegidos por sus compañeros para llegar a este Encuentro. Aquí están, seguros de sí mismos, satis­fechos de haber cumplido con una tarea que muchos creyeron imposible, foguea­dos por el propio proceso de la alfabetización, vic­to­riosos sobre las mil y un batallas que están detrás de esta anhelada dele­gación al Encuentro.

Aquí están. Los vi llegar el primer día, bajar de los buses como si los hubiesen tomado en la esquina (varias delegaciones viaja­ron toda la noche o todo el día), en­trar al coli­seo alborotando con consignas y vivas a sus respectivas provin­cias, inscribirse en la mesa de computación, quejarse desde el primer momento. Aho­ra se van, cuatro días des­pués, alegres y tristes al mismo tiem­po. Bien saben ellos que éste ha sido un acontecimiento excepcio­nal, úni­co, difícilmente repetible. Así lo dejan dicho muchos en sus eva­luaciones finales, con la sensación de haber parti­cipado de algo extraordinario, de ser parte de una genera­ción y un grupo privilegiados y, por eso mis­mo, con la sensación del nunca más.

Los periódicos murales

El miércoles, víspera del inicio del Encuentro, mientras iban llegando las delegaciones de las diversas provincias, se dedicó por entero a la elaboración de periódi­cos mura­les sobre la campa­ña.

Fo­tos, dibujos, cartas, poemas, diarios de campo, banderines, hojas volantes, boletines, periódicos, recortes de noticias, Do­cumentos de Trabajo, carteles silábicos, tra­ídos por las delega­ciones, se complementaron con el material que se les pro­porcionó aquí: papel, cartulina, lápices, pin­tura, bro­chas, pin­celes, mar­cado­res, planchas de madera y espumaflex, mas­kin tape, pega, cin­tas, fideos, tijeras, reglas, chin­ches... Todo jun­to en un amplio y luminoso salón convertido en taller de creati­vidad, don­de se pin­taba, dibujaba, recortaba, pegaba y ar­maba sobre mesas o sobre el suelo, de pie, sentados, en cu­cli­llas y hasta acostados.

El resultado: una producción asombrosa, fruto de una laboriosi­dad, una imaginación y un entusiasmo indescriptibles. Cada mural mejor que el otro. Artistas a granel. Dibu­jantes extraordinarios, algunos. Grupos enteros inventando lemas y consignas. Documentos de Trabajo despanzurrados por todo lado, sir­viendo de muestra a los dibujantes que imitaban, en tamaño gigan­te, las caricaturas. Todo ello animado con música a todo volumen, tarareada y meneada por todos, por momentos en franco baile.

Al final del día, cada delega­ción fue lle­vando su mural al coli­seo, donde se colo­caron y mantuvieron en exposición perma­nente hasta el final del Encuentro.

Agenda y modalidad de trabajo


Habíamos propuesto tres preguntas como eje del Encuentro:


1.
¿Qué tenemos que decir sobre nuestro sistema educativo nacio­nal?

2.
¿Qué propuestas tenemos para el futuro de la educación en nues­tro país?

3.
¿Qué medidas concretas podemos sugerir para implementar rea­lis­tamente los cambios propuestos?

 
Estas preguntas serían discutidas simultáneamente en 33 talle­res, cada uno integrado por entre 20 y 25 alfabetizado­res provenientes de las distintas provincias. Los propios jóvenes coordinarían dichos talleres, eligiendo para ello a un moderador y a un relator en cada grupo.

El Plenario de Relatores, a su vez, se reuniría diariamente des­pués de la jornada de trabajo para socializar y resumir las con­clu­siones de cada uno de sus gru­pos, y designaría una Comisión de Relatoría, integrada por tres alfabetizadores, la cual se encar­garía de redactar el Informe Final, y de leerlo y entre­garlo al Ministro de Educación durante la sesión de clausura.

Esto es, en efecto, lo que se hi­zo. La Memoria del Encuentro, que será publicada en breve y distribuida ampliamente, recogerá en materiales testimoniales, fotografías, boletines in­ternos, carteles y pancartas, murales, discursos, evaluaciones escritas de puño y letra de los alfabetizadores, lo que este breve reportaje no puede hacer para dar cuenta de la riqueza de este evento.

Inauguraciones, bailes y elecciones


El trabajo se inició el jueves. Primero vino la sesión inaugural. Discursos emocionados del Ministro de Educación y de miembros del Comité Eje­cutivo de la campaña, rematados por una alfabetizadora de la delegación de Esmeraldas, en re­presentación de los partici­pantes. Un error de coordinación con la banda en­cargada de ameni­zar el cierre con el es­perado "Himno de la Gran Batalla", dedica­do a la campaña, desató la fiesta. La banda irrum­pió con un paso­doble y los jóvenes se precipitaron convirtiendo al coliseo en imprevista pista de baile. Visto desde el es­tra­do, aquello daba la apariencia no de una inau­guración sino de una cla­usura...

Los 33 talleres empezaron por elegir a su respectivo moderador y relator. Los jóvenes valoraron y acogieron con interés el proce­dimiento pro­puesto para dicha elección: en vista de que los miembros de cada taller no se conocerían entre sí, quienes desearan ser elegidos para esas dos funcio­nes de­bían proponerse voluntariamente, argumen­tando por qué querían ser elegidos.

Ser moderador o rela­tor era no solo un orgullo sino una res­ponsa­bilidad, que suponía trabajo adicional y renuncia a horas de des­canso y actividades de recreación. Quizás ello explica por qué, en algu­nos grupos, hubo necesi­dad de llamar a la coopera­­ción, ante la ausencia de candidatos voluntarios. Pero la norma fue más bien, en la mayoría de talleres, la proli­fera­ción de can­dida­tos compi­tiendo a brazo partido por su desig­na­ción.

Los jóvenes opinan sobre la educación


Tres días se dedicaron a analizar las tres preguntas. Distribui­dos en 33 aulas de la Universidad Católica de Quito, los jóvenes trabajaron en ellas con en­tusiasmo, liberán­dose de la censura y de la autoridad, dando rienda suelta a la crítica y a la ima­ginación.
¿Cómo puede sentirse, al fin y al cabo, un joven estu­diante, ama­mantado en su rol de alumno, amor­dazado por doce años de escolari­zación, súbitamente convocado a opinar y propo­ner, como voz calificada y legítima, en torno a la educación na­cional?

Incluso los grupos que, el primer día, empezaron hurgando los lados positivos del sis­tema educativo, terminaron encontrando que la búsqueda era infructuosa. Conclusión uná­nime: nuestra educa­ción anda mal y es preciso modi­ficarla radi­calmente. La mon­taña de papelógrafos que resultó de las relato­rías de los 33 ta­lleres constituye una crí­tica maciza y sin contemplaciones a nues­tro sistema educa­tivo. Como para provo­car infartos entre autoridades educacionales y maestros de viejo cuño. Y, sin embar­go, promovida esta vez por una campaña de alfa­betización impulsa­da por el go­bierno y con el aval y la compla­cencia del propio Ministerio de Educa­ción.

En términos sencillos y directos, sin tecnicismos y sin tapujos, con la espontanei­dad de la juventud y con la sabidu­ría que dan años de haber experimentado vivencialmente la tortura de las au­las, los jóvenes plantearon sus cuestionamientos y sus propuestas para el sistema educativo. Imposible tomar todo al pie de la letra y pensar en delinear, a partir de allí, una nueva política educacional. Pero imposible también desconocer el punto de vista de los jóvenes, sabios en la identificación de los vicios de nuestro sistema educativo y de sus vías de resolución. Vale la pena transcribir aquí literalmente lo que los propios jóvenes, resumiendo las re­latorías de los talleres, registraron en su In­forme Final:


¿
Qué tenemos que decir sobre nuestro sistema educativo nacio­nal?

- Nuestra educación carece de originalidad.
- No es liberal ni crítica.
- Es una educación memorística.
- No es democrática ni participativa.
- Educación competitiva.
- Educación facilista.
- Educación mecanicista.

- Educación regionalista, discriminadora, racista.
- Falta de actualización de los conocimientos que se imparten.
- Los estudiantes somos receptores pasivos.
- La educación no está adaptada al medio, los textos no corres­ponden a la realidad.
- Hay descoordinación entre los diferentes niveles educativos.
- El pénsum de estudios es extenso, con muchos conocimientos in­necesarios.
- La educación es mediocre. Se enseñan las cosas a medias.
- Hay una situación de desventaja del alumno respecto del profe­sor.
- La educación técnica no utiliza correctamente nuestros recursos naturales.
- No hay un sistema de calificaciones estable.
- La elección de especialización en tercer curso es demasiado temprana.
- No hay atención a la educación rural.
- Hay provincias privilegiadas en cuanto a infraestructura, fon­dos, etc.
- Mala distribución del profesorado en el territorio nacional.
- Exceso de profesionales en diferentes ramas que no ejercen la profesión y se dedican a la docencia.
- Demasiada influencia de "palancas" en el sistema educativo.
- La educación particular a veces tiene fines de lucro.
- Se crean nuevos planteles educativos pero no se mejoran los ya existentes.
- Hay desinterés por la educación de personas con defectos físi­cos.
- Falta infraestructura educativa.
- Injusta distribución de bonificaciones en el sector magiste­rial.
- Falta de identidad con la cultura propia.
- Quemeimportismo entre maestros, alumnos y padres de familia respecto a la educación.
- Falta de autovaloración de los estudiantes.
- Hay demasiadas vacaciones.
- Procedimientos no éticos ni morales tanto entre profesores como entre alumnos.
- Influencias políticas al asignar cargos de docencia.
- Utilización de la educación para hacer proselitismo político.


¿
Qué propuestas tenemos para el futuro de la educación en nuestro país?

- Reestructuración completa de la estructura educativa.
- Que se revise la concepción pedagógica de la educación.- Sistema de calificaciones de acuerdo a la capacidad y el esfuerzo del alumno.
- Dar cursos de capacitación pedagógica a los profesores.
- Que la cultura e información extranjeras sean solo información general.
- Que no se politice la educación.
- Que se profundice en el estudio de las materias de especiali­dad.
- Distribución de los centros educativos en zonas urbanas y rura­les de acuerdo al porcentaje de la población.
- Que la educación busque aprovechar los recursos del medio.
- Crear y perfeccionar los departamentos de orientación vocacio­nal.
- Una educación no elitista ni discriminadora.
- Que se creen carreras cortas y técnicas.
- Que se cumpla con el 30% del presupuesto general del Estado a la educación.
- Mayor atención a la educación de la niñez.
- Que se creen programas educativos en los medios de comunica­ción.
- Que se dé mayor atención a la educación de personas con limitaciones físicas.
- Un plan nacional de formación y concientización sobre la importancia de la educación.
- Parar la comercialización de la educación.
- Que se dote de colación escolar a todos los niveles educativos.
- Dotación de materiales didácticos, particularmente en las zonas rurales.
- Mayor sueldo a los profesores rurales.
- Que exista secuencia de los programas educativos entre la escuela, el colegio y la universidad.
- Útiles escolares gratuitos para las personas de escasos recur­sos económicos.


¿
Qué medidas concretas podemos sugerir para implementar rea­lista­mente los cambios propuestos?

- Supervisión constante y efectiva por parte de las autoridades educacionales.

- Ley de participación estudiantil y del dirigente estudiantil en las juntas de curso.
- Que sean los alumnos quienes desarrollen los temas de clase, para así formarnos en el sentido crítico y la responsabilidad.

- Una nueva forma de evaluación que fomente el razonamiento y no la memoria. 
- Los maestros deben tener preparación psicopedagógica y una renovación constante de conocimientos.
- Igual trato a todos los colegios por parte del Estado.
- Dar prioridad a la educación aumentando el presupuesto y dejando de lado el armamentismo. 
- Implementación de departamentos de orientación vocacional desde la escuela primaria.
- Dar prioridad a las materias de especialización en el ciclo diversificado, disminuyendo horas de cultura general.
- Nuevos programas acordes con la realidad nacional.
- Despolitización de los puestos del magisterio.
- Mayor remuneración a los maestros y especial atención a los de las zonas rurales.
- Creación de institutos para personas impedidas.
- Creación de carreras técnicas acordes con la realidad nacional.
- Equipar a los planteles con laboratorios y talleres que tengan maquinarias y los materiales didácticos necesarios.
- Abolir la comercialización de los títulos de bachiller.
- Construcción de vías de acceso para facilitar la movilización en las áreas rurales.
- Creación de universidades en ciudades que se encuentran en ple­no desarrollo.
- Que funcione mejor la comisión reguladora de costos.
- Cumplimiento de la ley del libro. Que se proporcione libros específicos, actualizados y con precios populares.
- Control de la zonificación escolar.
- Establecer la obligatoriedad de los cursos de nivelación para la entrada al colegio.
- Estabilidad del personal docente a lo largo del año lectivo.
- Que al maestro se le asignen las materias de acuerdo a su espe­cialidad.
- Exigir la participación de los medios de comunicación para incentivar y desarrollar la educación nacional.

Problemas nunca faltan


Problemas organizativos no faltaron, y los jóvenes fueron los más expeditos en no­tarlos y hacérnoslos notar. El primero: la asigna­ción del alo­ja­miento. Las de­legaciones habían sido distribuidas por provin­cias en diversos hospedajes (hoteles y casas de retiro) de Quito y del Valle de Los Chillos (a media hora de la ciudad). Las que­jas no se hicieron esperar: los que esta­ban en casa de retiro protesta­ban por el privilegio de los que estaban en hotel; los que esta­ban fuera de Quito protestaban por la lejanía. De hecho, a los organizadores nos faltó sensibilidad para anticipar que mu­chos jóvenes venían por primera vez a la ca­pital e incluso salían por primera vez de su provincia.

El segundo gran problema fue la comida: mala ca­lidad, largas co­las, larga espera. Cerca de 1000 personas, en­tre estudiantes, pro­fesores, autorida­des provinciales y organiz­ado­res del evento, debían ser atendidas duran­te dos refri­gerios y un almuerzo diarios, ofrecidos en el propio local del evento. Las variantes que se en­sayaron cada día no lograron el milagro de un servicio eficiente, rápido y de cali­dad.

Un problema fue el propio conflicto entre jóvenes (estu­diantes) y a­dultos (maestros). Este era, definiti­vamente, un encuentro juvenil: decidí que los jóvenes estaban y debían estar en el cen­tro, y que los adultos no debían interferir. No todas las autoridades provinciales de la campaña y los profesores que habían venido acompañando a las delegaciones estuvieron dispuestos a entenderlo. Cues­ta que esta socie­dad de adultos ceda, aunque sea por una ún­ica vez, el espacio a los jóvenes. No es fácil que el profesor, formado en la sacra­lización y la pleitesía, acepte, incluso en condiciones ex­cepcionales, la subordinación y el segun­do plano frente al alum­no.

Clausura, evaluaciones y despedidas


Carteles, pancartas con consignas, discur­sos, aplau­sos, vivas, emociones, evaluaciones finales, certifica­dos, abrazos, au­tógra­fos, intercambio de direcciones, despedidas, lágrimas, promesas, buses que se llenan, manos y pañuelos que se agitan, y la incon­mensurable soledad de un espacio hasta hace un mo­mento desbordan­te de bulla, color y entusiasmo, y ahora lleno de ba­sura por to­dos la­dos. El Encuentro ha concluido. Por primera vez se me hace evidente, inobjetable, que la campaña también. Y ello es motivo de alegría pero también de desolación.

Los jóvenes se han ido felices, orgullosos de ser jóvenes, de haber hecho nuevos amigos, de haber roto con el provincianismo y el regionalismo, de haber alfabetizado, de haber dicho su palabra sobre la educación, de haber hecho algo grande por su país, de ser ecuatorianos. Ha sido un gran Encuentro y eso es lo que cuenta. Así lo expresa la inmensa mayoría en la hoja de evalua­ción, con le­tras garrapatea­das e incontables errores orto­gráfi­cos, expre­sión al fin y al cabo de la realidad educativa de este país.

Pero este país no podrá olvidar nunca que son estos jó­venes que escri­ben error con H los que han ense­ñado a leer y es­cribir a decenas de miles de ecuatorianos; los que se han ganado el premio a los De­rechos Humanos "Mon­señor Leoni­das Proaño", otorgado anualmente por la Asociación Latino­ame­ricana para los Derechos Huma­nos (ALDHU), y que, para cuando este libro salga a la luz, habrá sido anunciado públicamente y entregado a los alfabetizado­res en una ceremonia especial.

Son los jóvenes mismos quienes mejor han comprendido el sentido, la importancia y el profundo valor de este Encuentro. Salvo con­tadísimas excepciones, los medios de comunicación apenas si lo destacaron a lo largo de es­tos días: jóvenes estudiantes reu­nidos para analizar la edu­cación nacional,
¿a quién le interesa?. Pe­riodistas y camaró­gra­fos estu­vieron atentos a los actos de inauguración y clausura, apuntando grabadoras y cámaras hacia el es­trado, pendientes - en la mejor tradición periodística nacional - del Ministro y las autoridades. Abajo y por todos lados, en el graderío, los corredores, los jardines y las au­las, transcu­rría el Encuentro, virtualmente anónimo a los ojos del país.

Mañana, 24 de septiembre, en la ciudad de Riobamba, tendrá lugar el acto ofi­cial de clausura de la campaña. Estarán representantes del cuerpo diplomático y los organismos internacionales, altas autoridades del gobierno y de la campaña, habrá discursos, espec­táculos vis­tosos, ban­das, música, artistas, al­muerzos, brindis, homenajes. Una comisión de alfabetizadores estudiantiles dele­gada por este Encuentro estará presente y entregará el In­forme Final al Presidente Borja. Con todo, ese será el acto formal de clausura de la campaña. Este Encuentro Nacional, puertas adentro, protagoni­zado por la juventud alfabetizadora, es su verda­dera cul­mina­ción, la culminación que esta campaña mere­cía.

Ahora, mientras escribo estas líneas, sigo con la mirada fija en ese gran mural que, para mí, ha estado todo el tiempo presi­diendo el Encuentro, colgado al fondo de una grade­ría late­ral, que vi pintar, recortar y colocar a un joven quiteño durante el primer día, y que continúa emocio­nándome. El cartel, como si resumiendo el espíritu de esta campaña y de este Encuentro, decía:
 
ECUADOR: TU JU­VENTUD TE AMA.


* Incluido en: Rosa María Torres, El nombre de Ramona Cuji (Reportajes de la Campaña Nacional de Alfabetización “Monseñor Leonidas Proaño”), ALDHU / Editorial El Conejo, Quito, 1990.


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Los maestros son exalumnos

Rosa María Torres

Faro - España

Igual que a los hijos les cuesta creer que sus padres alguna vez fueron niños y les resulta extraño imaginarlos gateando o yendo a la escuela, a los alumnos les resulta difícil imaginar que sus profesores antes fueron alumnos. Alumnos que pasaron por las mismas (o peores) penurias escola­res: memorizaron sin comprender, padecieron exámenes, se aburrieron en clase, hicieron debe­res sin fin, leyeron por obligación, soportaron la arbitrariedad de algunos profesores, odiaron alguna asignatura, se preguntaron para qué tenían que aprender ciertos contenidos, recibieron casti­gos y hasta humillaciones. En realidad, la sociedad entera parece ignorar que los maestros son exalum­nos y los propios maestros haberlo olvidado.

Si Estado y sociedad fueran conscientes de esto, sabrían que buena parte de lo que saben (o no saben) los maestros lo aprendieron de otros maestros, que muchas lagunas de su formación e inadecuaciones de sus métodos de enseñanza tienen raíces en su propia experiencia escolar. Enfoques y estilos de enseñanza se reproducen de generación en generación, de padres a hijos, de maestros a alumnos. Por eso, cambiar la cultura escolar y, sobe todo, cambiar la cultura pedagógica, es asunto muy complicado.

Cuestiones fundamentales como la expresión oral, el gusto por la lectura y la escritura y por las matemáticas, el buen escribir, el buen estudiar, la capacidad de razonar, pensar críticamente, investigar, dudar, argumentar, formular una pregunta, se construyen desde la infancia, entre el hogar y la escuela. 

La investigación confirma una y otra vez el enorme impacto que tiene la experiencia escolar de cada maestro sobre su desempeño docente, a menudo mucho más que su formación profesional. Sabemos el peso que tienen en la vida los aprendizajes hechos en la infancia y en los primeros años de escolaridad. 

- Quien fue tratado autorita­riamente tiende a ser autorita­rio.
- Quien fue reprimido y castiga­do cuando niño tenderá a reproducir esos comportamientos en la vida adulta.
- Quien fue educado con métodos memorísticos aprendió a creer que aprender es memorizar y que buen estudiante es el que mejor memoriza.
- Quien fue educado en la ri­gidez y en el cumplimiento de normas, inventará las suyas.
- Quien aceptó como naturales la subordinación y la pasividad necesita sobreponerse a ellas para poder enseñar a otros a ser autónomos, creativos, proactivos.
- Quien solo conoció la imposición debe romper sus propios candados para enseñar a otros la cultura del diálogo. 

Aunque es difícil, siempre se puede romper con viejos moldes aprendidos, poner en duda viejas  creencias, superar prejuicios, modificar conductas. Pero es el propio sistema educativo el que limita la autoformación y el aprendizaje permanente por­que no enseña a pensar críticamente ni a estudiar ni a aprender ni a investigar de manera autónoma, no motiva a la lectura, confunde aprender con aprobar, estimula el facilis­mo y el (auto)engaño, la dependencia de la prueba y la calificación, el culto al certifi­cado y al título.

Estructuras y mentalidades convencionales conciben la educación, la capacitación, la formación, la actualización y hasta el aprendizaje como ofertas escolarizadas, dependientes de terceros. Ignoran que el aprendizaje es un continuo que ocurre a lo largo de toda la vida, dentro y fuera de las aulas, con y sin enseñanza, en todas las edades.  

Si los alumnos tuvieran presente que sus maestros fueron antes alumnos podrían entenderles mejor, ser más tolerantes con sus limitaciones, valorar más sus virtudes y su empeño por continuar aprendiendo.

Si los maestros recordaran su pasado de alumnos podrían comprender mejor y ser más empáticos con sus alumnos, recordando las propias batallas y las fallas de un sistema que alguna vez se propusieron cambiar.

Si los decisores de políticas tuvieran claro el enorme peso de la biografía escolar de los maestros sobre su calidad docente sabrían que las debilidades de la formación docente no son un problema individual de cada maestro o maestra, ni un problema que se resuelve con unos pocos cursos. Se trata de un problema estructural que requiere una verdadera revolución del sistema educativo y del sistema de formación docente.

Lo usual es asumir que la formación docente es algo que se hace en la educación superior. No obstante, lo cierto es que los malos maestros se forjan en primer lugar en la mala escuela. Renovar la formación docente, poniéndola a la altura de las necesidades reales de la sociedad y del conocimiento científico disponible exige una reforma profunda del sistema educativo. 

Un proceso deliberado de des-aprendizaje docente es indispensable para romper con viejos sesgos, creencias y actitudes arraigados en la práctica docente, y pasa inevitablemente por la problematización de la experiencia escolar de los propios docentes.

Cómo citar este artículo: Torres, Rosa María, "Los maestros son exalumnos", blog OTRAƎDUCACION, agosto 2013.
https://otra-educacion.blogspot.com/2013/08/los-maestros-son-ex-alumnos-renovacion.html



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NO  GRITO
NO  EMPUJO


Así está escrito, en letras amarillas muy grandes, sobre el muro del patio de la escuela, en Quito. Como para que a nadie le pase desaperci­bido. Como para que a nadie se le ocurra correr, gritar o empujar durante el recreo, a la hora de formarse, a la hora de entrar y salir. Como para que a nadie se le olvide que un patio escolar no es un patio cualquiera. 


CORRER es lo que provoca hacer después de un largo período de en­cierro, sobre todo si se es niño, adolescente o joven. El aula es esencialmente jaula. Bastante es pedirles que permanezcan quietos, sentados y atentos varias horas al día, pendientes de ser tomados por asalto con una pregunta, una instrucción, un dictado, una prueba. ¿Cabe pedirles además que sigan quietos durante el recreo? ¿Dónde liberar la energía que se acumula en el enclaustramiento de un aula y en la inmovili­dad de un asiento?.

GRITAR es esperable en un recreo, cuando los recreantes son alumnos forzados al silencio y la incomunicación. El aula es esenciamente escuchadero. El profesor habla, los alumnos escuchan. Hablar con el compañero es indisciplina. Preguntar está mal visto. Trabajar en equipo, ni pensar. ¿Puede pedirse a los alumnos que conserven la mordaza fuera del aula? ¿Dónde explotar la bomba cargada de prohibiciones: no hablar, no conversar, no opinar, no preguntar?.

EMPUJAR puede ser una manera de jugar, de agredir o de desafiar las normas. El aula es esencialmente santuario. El contacto físico con otros está prohibido. El cuerpo, negado. ¿Dónde sacudirse las rigideces de la disciplina, de las reglas, de los tabúes? 

Mientras las aulas sigan siendo jaulas, claustros, santuarios, los patios seguirán siendo desahogaderos. ¿Qué tal acercar un poco aula y patio? ¿Qué tal llevar a la clase un poco de recreo?.

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W.C.

Rosa María Torres
Dedicado a Juan Samaniego
El Tendedero de Cuentos

Apuesto a que les llama la atención este título. Apuesto a que tie­nen curiosidad por seguir leyendo y saber de qué se trata. Pues bien: es el título de una hojita con una lectura que llevó a la clase el profesor de Lenguaje de mi hijo menor. No bien llegó a la casa ese día, mientras almorzábamos y sin que nadie se lo pidiera, Julián nos leyó la hojita en voz alta. Nos reímos bastante. Y luego se la leyó a sus amigos del condominio y, en días siguientes, al resto de la familia y a otros amigos. Evidentemente, quería compartir y multiplicar la risa, el buen momento que había pasado con esa lectura y con sus compañeros en clase.

Quizás el asunto les parece anecdótico y trivial, pero no lo es. Leer, encontrarle sentido y gusto a lo que se lee, descubrir su utilidad social fuera del aula de clase, es algo mas bien extraordinario para niños, adolescentes y jóvenes en estos días. La gran mayoría de los que aprenden a leer, aprenden al mismo tiempo a no leer, a leer poco, a leer por encima, a leer mal, a leer por obligación, por castigo o por califi­cación, no por placer ni por propia iniciativa.

Decidí por eso conservar la hojita e insertarla como parte de un artí­culo destinado a responder a la pregunta del millón, la que una y otra vez me hacen madres y padres de familia y educadores: cómo incentivar la lectura entre niños y jóvenes. Antes que reiterados y costosos planes y campañas de "promoción de la lectura", se trata de emprender con algo mucho más básico y sencillo e infinitamente menos costoso: deshacernos de las ideas convencionales acerca de lo que es leer, lector, y material de lectura.

Es preciso liberar a la lectura de la corbata y los tacos, vestirla informalmente, sentarla en el suelo, colgarla en tendederos o meterla en canastas antes que exhibirla en estantes, despojarla de todo lo que huela a obligación y a evaluación. Textos cortos, que dejen gana de más. Textos ágiles, que inviten a leerse enteros. Textos amenos, que provoquen sonrisas y risas. Hojas sueltas, sin pretensiones, que puedan descartarse o guardarse sin compromiso, doblarse, arrugarse, multiplicarse a discreción, transportarse y compartirse con otros sin tener que pedir permiso a nadie ni obtener una calificación a cambio ...

Esto que está leyendo es el artícu­lo y ésta que tiene abajo, es la hojita en cuestión.

WEST CHAPEL
En cierta ocasión, los miembros de una familia inglesa pasaban unas vacaciones en Escocia. En uno de sus paseos observaron una casita de campo. De inmediato les pareció cautivadora para su pró­ximo veraneo. Indagaron quién era el dueño de ella y resultó ser un pastor protestante al que se dirigieron para pedirle que les mostrara la pequeña finca.

El propietario les mostró la finca. Tanto por su comodidad como por su situación, fue del agrado de todos, de forma que quedaron comprometidos para alquilarla en su próximo veraneo.

De regreso a Inglaterra, repasaron detalle por detalle cada habi­tación. De pronto, la esposa recuerda no haber visto el W.C. Dado lo prácticos que son los ingleses, decidió escribir al pastor pre­guntándole por este servicio, en los siguientes térmi­nos:

"Estimado pastor: soy de la familia que hace pocos días visitó su finca, con deseos de alquilarla para nuestras próxi­mas vacaciones. Como omitimos enterarnos de un detalle, quie­ro suplicarle que nos indique más o menos donde queda el W.C.".


Finalizó la carta como es de rigor y la envió al pastor. Al abrir la carta, el pastor desconoció la abreviatura W.C. Creyendo que se trataba de una capilla de su religión llamada West Chapel, en­vió su carta de respuesta en los siguientes términos:

"Estimada señora: tengo el agrado de informarle que el lugar al que usted se refiere queda a sólo doce kilómetros de la casa, lo cual es molesto sobre todo si se tiene la costumbre de ir con ­frecuen­cia, pero algunas personas viajan a pie y otras en bus, ll­egando todos en el momento preciso. Hay lu­gar para 400 personas cómodamen­te sentadas y 100 de pie; los asientos están forrados de terciopelo rojo y hay aire acondicionado para evitar sofocacio­nes; se recomienda llegar a tiempo para alcanzar lugar. Mi mujer, por no hacer­lo así, hace diez años tuvo que soportar todo el acto de pie y desde entonces no utiliza ya este servicio. Los niños se sientan juntos y todos cantan en coro. A la entrada se les entre­ga un papel a cada uno y las personas que no alcanzan a la repar­tición pueden usar el del com­pañero de asiento. Al salir deben ­devolverlo para seguir dándole uso durante todo el mes. Todo lo que dejan deposita­do allí es para dar de co­mer a los pobres huér­fanos del hospicio. Hay fotógrafos es­peciales que toman fotogra­fías en todas las poses, las cua­les son publicadas en el diario de la ciudad en la página social. Así el público puede conocer a las altas personali­dades en actos tan humanos como éste".

La señora, al leerla, estuvo a punto de desmayarse. Luego de con­tarle lo ocurrido a su esposo, todos decidieron cambiar de lugar de veraneo.

* Artículo publicado el 30/08/92 en la revista Familia, del diario El Comercio de Quito. Parte de mi serie de artículos publicados cada domingo en dicha revista entre 1990 y 1996.

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